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120 MEMORIA'DE EL COLEGIO NACIONAL<br />

actitudes orgullosas, de echar al menosprecio y al olvido. No eran las<br />

disputas de campanario de la prensa local las más. apropiadas para mantener<br />

en calma los nerviosdel poeta, y a los veinte años, por dispíuta de<br />

juego o de prensa, riñe, .sale herido y con un brazo baldado. Este suceso,<br />

de grandes consecuencias morales, influye en* su carácter y en su<br />

destino. Con una hiperestesia nativa del honor y puntilloiso hasta el .exceso,<br />

valiente y provocativo, su. accidental debilidad física lo lleva al<br />

complejo de inferioridad que lo obliga a con<strong>ver</strong>tirse en el hombre del<br />

revól<strong>ver</strong> y lo orilla a pendencias en que hay sangre y escándalo.<br />

Su odio a la injusticia, su indignación contra los abusos del poder,<br />

lo desvían por un tiempo de sus actividades literarias para lanzar un reto<br />

memorable al mandatario culpable de los asesinatos de Veracruz en<br />

1879. Mantiene durante tres años su cartel de desafío y espera, no sin<br />

recordarlo insistentemente a la terminación del período gubernativo<br />

para que el lance se realice. No habrá tal. Componendas amistosas lo<br />

impidieron; mas el poeta sale de aquel suceso, no como pendenciero,<br />

sino como defensor valiente de víctimas sin culpa. En 1883, un nuevo<br />

choque personal lo obliga a matar a su ad<strong>ver</strong>sario en propia defensa y<br />

tras de haber sido brutalmente golpeado por éste. El bardo sale absuelto;<br />

pero la leyenda del hombre impulsivo comienza á tomar creces.<br />

En 1884 Díaz Mirón va a la Cámara de Diputados y se abre para<br />

él un paréntesis de gloria parlamentaria. Es el mom.ento cálido de la<br />

"Deuda Inglesa". Jefe de la minoría alzada contra la festinación oficial<br />

del asunto, Díaz Mirón se revela entonces como el tribuno elocuente<br />

en quien la palabra y el valor civil corren parejas. Su impetuosidad, encauzada<br />

por un momento en una noble dirección, le conquista popularidad,<br />

admiración y afecto en toda la República. El gobierno sale derrotado.<br />

Son para el poeta días de gloria sin mancha. Todo conspira<br />

para consagrarlo como orador y como poeta, como político austero y<br />

como valiente paladín de las buenas causas. Hasta su aspecto físico predispone<br />

en su favor: es de buena estatura, delgado, casi enjuto, según<br />

Carlos G. Amézaga, que lo conoció por aquel tiempo. El mismo poeta<br />

peruano lo describe así: "más blanco que moreno y densamente pálido;<br />

con grandes^ ojos que centellean y se apagan como focos inseguros<br />

de luz eléctrica; con cabelíos abundantes, ensortijados y oscuros, que<br />

^/T<br />

1 r

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