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ARTES PLÁSTICAS


ESTRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO*<br />

PRIMERA PARTE<br />

por José VILLAGRAN GARCÍA<br />

I.—PREÁMBULO.—LAS DETERMINANTES FÁCTICAS.—LAS CATEGORÍAS.<br />

a).—LA HABITABILIDAD.<br />

AI iniciar la serie de pláticas que constituirán este cursillo sobre La Estructura<br />

Teórica del Programa Arquitectónico, se hace imprescindible rogar a quienes<br />

generosamente se aprestan a seguirlo, tener presente a cada momento la índole<br />

de los que regularmente se imparten en este Colegio, estar dedicado no sólo a<br />

especialistas, sino abiertamente a quien quiera puedan interesar los temas que<br />

en di<strong>ver</strong>sas ramas de la cultura les sirven de motivación. Tal circunstancia de<br />

base, excusa en muchos casos ir a conceptos generales que son de uso habitual<br />

para quienes se dedican a nuestra especialidad y, dentro de ella, a la Teoría de<br />

nuestro Arte.<br />

Para el arquitecto activo, lo mismo que para el estudiante que sigue<br />

en nuestras escuelas de arquitectura los cursos de Composición, un programa<br />

posee una significación suficientemente objetiva: es el conjunto<br />

de exigencias que debe satisfacer una obra por proyectar. Lo habitual<br />

que les resulta manejar los Programas en listas de dependencias y de<br />

requisitos del orden casi siempre económico y funcional, hace que el<br />

Programa arquitectónico se vaya identificando cada vez más en el fuero<br />

interno y lo más importante, dinámico del creador, con la lista misma<br />

* Curso sustentado en El Colegio Nacional, en el mes de agosto de 1963-


286 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL<br />

escrita, esto es: convirtiéndose en algo del todo semejante al programa<br />

de un festival o de un acto público, en el que se enumeran ordenadamente<br />

los eventos que va a presenciar el espectador y los actores a desarrollar.<br />

Sin percatarse de ello, de modo que se diría automático, el<br />

Programa Arquitectónico va convirtiéndose de un inicio de la creación<br />

que nos parece ser y que intentaremos hacer avalorar como tal, o sea<br />

de un primer paso dentro de la formación espacial arquitectónica a un<br />

conjunto escasamente elocuente de datos cuya auténtica significación<br />

ante el propio creador si no desaparece, porque le da carta de ciudadanía,<br />

si deja de constituirse en lo que, tras un análisis condensado, como<br />

el que intentamos llevar al cabo, le hace claramente presentar.<br />

Nuestro estudio tiene, por tanto, la finalidad bien definida de meditar<br />

acerca de la estructura que, a la luz de la Teoría actual de nuestro Arte,<br />

y necesariamente de una doctrina que no puede dejar de ser personal,<br />

muestra el Programa como se le ha venido entendiendo, cuando menos<br />

durante los últimos tres cuartos de siglo, y muy en lo particular desde las<br />

luminosas lecciones de aquel gran maestro de los arquitectos de principios<br />

de nuestro siglo veinte, Julien Guadet.<br />

A primera vista parece, es <strong>ver</strong>dad, que muy poco pueda presentarnos<br />

el tema para discurrir sobre él al través de las sesiones que comprende<br />

nuestro curso. Sin embargo, debe contemplarse otro punto de vista más:<br />

por cualquier costado que se enfoque la obra creada y el proceso creador,<br />

se penetra y se abarca en ciertos aspectos la esencia del arte a que<br />

pertenezca. Esto nos hace subrayar el hecho de que, por monográfico<br />

que sea cualquier estudio, siempre se avizorará la totalidad a que pertenece;<br />

como al estudiar un órgano del ser vivo se hace indispensable<br />

relacionarlo y ubicarlo en el todo de que es una de sus partes. No podemos<br />

discurrir sobre la flor sin, por el tallo que la liga al tronco, descender<br />

hasta la raíz. Si un cuerpo de doctrina tiene unidad conceptual,<br />

como en el caso de la flor, así debe presentarla en cualquier enfoque<br />

parcial que se aborde.<br />

Es, pues, nuestro tema, a más de una oportunidad para estudiarlo en<br />

lo particular, otra para acercarnos también a los conceptos fundamentales<br />

y esenciales de nuestra actividad. De aquí que para todos, creadores<br />

o críticos del arte o simples gustadores de la arquitectura, represente<br />

de hecho éste, como cualquier otro tema, interés, e interés no sólo<br />

de curiosidad intelectual, sino práctico, para mejorar la idea dinámica<br />

que oriente el criterio de arte arquitectónico que a cada uno le importa<br />

poseer en grado infinitamente creciente.


! ESTRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO 287<br />

Por lo demás, no debe olvidarse que vivimos días muy lejanos ya de<br />

aquéllos, los del romanticismo del diecinueve, por ejemplo, en que el<br />

pensar se hacía sólo por el gusto y la afición de hacerlo y el producir<br />

obra de arte, por el arte mismo, sin importar más que el deseo o el<br />

capricho del pensador y del creador. Nuestro tiempo nos cerca de pragmatismo<br />

y de proyecciones colectivistas, nuestra ciencia se orientia al<br />

servicio del conglomerado social por medio de la técnica, cuyas aplicaciones<br />

contribuyen en ciertos aspectos a mejorar la existencia de las<br />

masas y a hacerla más grata y placentera, a la vez que más productivo<br />

el esfuerzo de la humanidad. Es evidente que también en el abuso de<br />

la técnica encuentra nuestro tiempo el germen que puede llevarlo a la<br />

negación de nuestra civilización y hasta a la destrucción de la misma<br />

familia humana.<br />

Nos colocaríamos fuera de esta realidad temporal si nuestro estudio<br />

sólo fuese preocupación académica desvinculada de la actividad<br />

práctica a que está enderezado nuestro arte. Como decíamos, nuestro<br />

objetivo es sencillamente aclarar conceptos para mejor iluminar el camino<br />

y los talentos creadores del arquitecto, y hacer más constructivos<br />

y sólidos los juicios, tanto del crítico como del sencillamente gustador<br />

de las obras del hacer arquitectura, y muy particularmente del hombre<br />

que habita las espacialidades que ella le dedica.<br />

En cierta ocasión recibía una extensa misiva de un alumno pasante<br />

de arquitecto en una de las escuelas del país. Me solicitaba angustiado<br />

la respuesta a una serie de preguntas que le había formulado su jurado<br />

de examen profesional, y con particular empeño se refería a ciertos coeficientes<br />

con los que estuviera en condiciones de calcular la capacidad<br />

de una escuela de música en relación a la población de su ciudad capital<br />

y los que le permitieran repartir la capacidad resultante en las secciones<br />

de música, de danza y de declamación. Y estos coeficientes, que<br />

desde luego yo ignoro, y creo que todos o la mayor parte de quienes<br />

me escuchan también, pues que son resultado de condiciones locales y<br />

íotalmente alejados de prescripciones legalízables, ocupaban la atención<br />

de alumnos y sinodales, dejando en cambio a un lado la importancia<br />

que tenía que el alumno mostrara su capacidad de compositor, de arquitecto,<br />

y no de supuesto y aficionado organizador de una escuela de<br />

música. De llevarse al cabo la obra, se requeriría la mediación de un<br />

asesor responsable de las capacidades de cada sección y de toda la escuela<br />

quien, con o sin preparación especial, sería al principio y al fin a quien<br />

compitiera el buen o mal éxito de la escuela de música ante la colectividad<br />

que lo hubiere designado para ese cometido. Al arquitecto sólo


288 MEMORIA DEL COtEGIO NACIONAL<br />

correspondería la solución que diera al problema planteado, y en el<br />

caso escolar lo mismo, aunque los temas propuestos sean más o menos<br />

posibles y hasta reales, pero en todo caso, supuestos.<br />

Al través de los años se han visto casos semejantes en todas nuestras<br />

escuelas; otro que al azar recuerdo, es el de un alumno que proyectaba<br />

una fábrica de hilados y sus sinodales le exigieron, según él lo<br />

informó, un estudio sobre la flora local, que ilustró en preciosas láminas<br />

a colores, descuidando a cambio la arquitectura de su motivo de<br />

examen: el proyecto de fábrica. Tal parecía que estábamos aún en los<br />

primeros años del siglo, cuando el arquitecto vaciaba su ingenio en la<br />

composición de frisos ornamentales y decorativos con base en la flora<br />

y fauna locales; pero no era así, esta demanda se hacía como capítulo<br />

en la investigación del programa.<br />

Éstos y tantos otros casos, de frecuencia bíen conocida por todos, son<br />

sintomáticos y justifican el esfuerzo que actualmente desarrollan nuestras<br />

escuelas para precisar la misión del arquitecto ante sus problemas,<br />

y el alcance de un programa de autenticidad arquitectónica. Precisamente<br />

el estudio que vamos a emprender es una respuesta y una cooperación<br />

al esfuerzo de sus dirigentes para aclarar tan fundamentales aspectos<br />

de la labor profesional.<br />

Obviamente cabe preguntarse si el arquitecto debe o no estar preparado<br />

para organizar cuanta empresa humana pueda imaginarse, lo mismo<br />

un hospital de cualquier tipo, que una escuela de aviación sideral<br />

o una fábrica de automóviles, sin otros estudios que los de su formación<br />

profesional, ni armas diferentes a las de su mejor voluntad por servir,<br />

ya que en las escuelas de arquitectura lo que se aprende, o al menos<br />

debe aprenderse, es a dar forma construida arquitectónicamente a los<br />

problemas de espacialidad que cualquier tema le plantea en su propio<br />

campo, el de la arquitectura.<br />

Este capital punto ya lo desarrollaremos en otro de nuestros venideros<br />

capítulos al obtener paulatinamente la estructura del programa.<br />

Por ahora, nos conformaremos con hacer sentir así, por encima de la<br />

superficie, lo indispensable que es vol<strong>ver</strong> a los conceptos esenciales, del<br />

Programa en nuestro caso, para resol<strong>ver</strong> éste y tantos otros temas que<br />

se presentan al arquitecto de hoy en demanda de clarificación y hasta<br />

de definición sustancial.<br />

Concretamente nuestro tema penetrará sucintamente, como decía<br />

anteriormente, en la esencia teórica del Programa arquitectónico. El estudio<br />

de la clasificación genérica de los problemas no estará incluido<br />

en él, pese al interés que actualmente guarda en la enseñanza, pues que


ESTRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO 289<br />

su amplitud exigiría mayor tiempo o síntesis, de tal modo apretada,<br />

que desvirtuaría su misma actualidad.<br />

La estructura que estudiaremos persigue la aprehensión de las categorías<br />

esenciales del Programa, esto es, los estratos, que llamaba Aristóteles,<br />

más profundos que nos sea dado obtener en su más recóndita<br />

naturaleza y, necesariamente, los conceptos fundamentales que originan<br />

en toda aplicación práctica general.<br />

El tema de la estructura del Programa es relativamente actual en<br />

ia Teoría. Revisando los Tratados, encontraremos que desde el secular<br />

de Vitrubio PoUion hasta los del siglo pasado, con excepción de Guadet,<br />

que escribe el suyo al finalizar la centuria, no mencionan siquiera la<br />

palabra programa. Es importante aclarar esta afirmación, que puede<br />

prestarse a equívoco. Se estudian los programas de cada tipo o género<br />

de edificios; religiosos, públicos y privados, según las épocas, y antes de<br />

eso se explica que se requiere en todos los casos la solidez-soliditas-la<br />

utilidad-utilitas- y la belleza venustas-, pero ninguno se abocó al estudio<br />

o la definición de la constitución categórica, al esqueleto o al nervio<br />

si se quiere, de la abstracción Programa, tal y como ahora intentamos<br />

hacer. Seguramente no hubo necesidad de esta inquisición. Se aceptaba<br />

sin reparo la estructura tal y como se daba en aquellos días de grandes<br />

creaciones.<br />

Leonce Reynaud, de tan manifiesta agudeza y certera visión para entender<br />

la esencia de nuestro arte, no se abocó al problema, como tampoco<br />

lo hizo Durand, aunque en su caso es de explicarse su ausencia<br />

ante el tema, ya que orientó sus enseñanzas en un sentido francamente<br />

práctico, siguiendo a su gran maestro Ledoux.<br />

Toca a Juiien Guadet estudiar, sin lugar a duda por vez primera,<br />

el tema del Programa como entidad en lo que denominó Principios<br />

Generales o Directores, y comprenderlo en el capítulo de las Grandes<br />

Reglas de la Composición. Indudablemente, estas alusiones no fueron<br />

las únicas, pues al través de toda su vasta obra se encuentran de continuo<br />

referencias a él, como las que en otro lugar de nuestro estudio<br />

tendremos oportunidad de citar. Sin embargo, la estructura propiamente<br />

categórica no fue tampoco estudiada por este ilustre maestro. Quizás<br />

la índole de su tratado, consagrado, como él mismo lo explica, a dar<br />

algunos consejos y orientaciones a los jóvenes estudiantes, no fue apropiada<br />

para entrar ni por éste ni por otros temas que, no obstante, campean<br />

tras de sus exposiciones. Pero también cabe suponer que en la<br />

realidad de hace setenta y tantos años no existía la inquietud que ahora<br />

nos lleva a penetrar no sólo en los conceptos que comprenda todo pro-


290 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL<br />

grama, sino en su estructura que nos oriente e ilumine ante la veloz<br />

movilidad del estilo y, por lo mismo, de la forma. Durante lo reducido<br />

de una vida individual estamos actuando en tan discrepantes direcciones,<br />

que apenas nos damos tiempo para juzgarlas y valorarlas.<br />

Por lo expuesto, se colegirá que la actualidad del tema de nuestro<br />

estudio no consiste en el invento o la creación del Programa, sino en el<br />

intento de penetrar en su estructura categórica y esencial y de alcanzar<br />

una í:omprensión de ella. Algo así como es el caso de la Axiología<br />

contemporánea, que al haber creado una serie de doctrinas, todas ellas<br />

discutibles y discutidas aún acerca de los valores, no los ha ni descubierto<br />

ni menos aún inventado. Lo bello, la <strong>ver</strong>dad y lo bueno, han sido<br />

temas de la filosofía secular; no sólo se les ha estudiado y perseguido<br />

en su naturaleza, sino que se ha creado con belleza, se ha pensado con<br />

<strong>ver</strong>dad y se ha obrado el bien; sin embargo, las categorías esenciales<br />

de estos arcanos que han movido las civilizaciones al través de la historia,<br />

comenzaron a ser mejor aprehendidas hasta hace cosa de un siglo<br />

por la Metafísica, y desde entonces se ha intentado estructurar su ontós<br />

con mayor rigor. Quizás la causa sea pareja a la que ahora nos mueve<br />

a penetrar en lo esencial del programa arquitectónico: a que ahora nos<br />

debatimos con angustia ante problemas trascendentales de nuestra cultura<br />

occidental. A cada paso nos plantean, por caso, el relativismo de<br />

la <strong>ver</strong>dad, del bien o de la belleza frente al absolutismo de estos mismos<br />

valores. Si la <strong>ver</strong>dad no es absoluta, sino relativa, nuestra ciencia y<br />

nuestra filosofía se conmueven en sus bases junto con nuestra civilización.<br />

Si, por lo contrario, lo relativo está sólo del lado del hombre que<br />

intenta penetrar el absoluto, como parece probable, se justifica no sólo<br />

la secular e incansable actitud humana de superación y de avance, sino la<br />

razón de ser de la cultura y de la sociedad humana que se organiza en<br />

función de ella. Nuestras vidas tienen entonces oriente y estímulo para<br />

existir.<br />

Hay temas que no se ignoran en otros tiempos, pero que se colocan<br />

en el fondo de sus relativas perspectivas. De pronto surgen circunstancias<br />

nuevas que los sitúan en primer plano, apoderándose de nuestro<br />

interés. Algo así acontece con el motivo de nuestro estudio: nuestros<br />

problemas locales nos reclaman criterio sano y sólidamente fincado ante<br />

las solicitudes que a diario nos lanzan las múltiples direcciones formales<br />

del occidente. Estar alerta es nuestra consigna, la que desde hace<br />

decenios vive nuestra juventud, la del espíritu. Y es un deseo unísono<br />

mantenerse así: será garantía de mayor conciencia ante los problemas<br />

que nos propone y proponga la colectividad a que debemos consagrar


ESTRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO 291<br />

energías y talento. Por otro lado, es alentador comprobar que la mayoría<br />

del profesorado de los Cursos de Teoría en nuestras escuelas de todo<br />

el país, prosigue roturando el campo de este tema. El presente estudio<br />

no es otra cosa sino una con<strong>ver</strong>sación que resuma, y en cierta forma<br />

complemente, lo que se ha expuesto en el aula desde hace ya treinta<br />

y seis años.<br />

Una primera aproximación apoyada en la experiencia cotidiana más<br />

sencilla, nos lleva a la obvia aprehensión de la trilogía de determinantes<br />

formales que estructuran elementalmente una programación fáctica;<br />

misma que habremos de explotar mejor en la persecución de las categorías<br />

sustanciales, pero particularmente, por lo obvias que son y por<br />

£u raigambre fenómeno lógica, en la configuración práctica del programa<br />

en sus determinantes fundamentales.<br />

Al planteársenos un problema arquitectónico cualquiera, intuímos<br />

con claridad todo el proceso mental que sigue la creación de una forma.<br />

Si por acaso se nos solicita construir una casa, lo primero que no ocurre<br />

es preguntar qué sea una casa, porque de ella tenemos en nuestro criterio<br />

de arte una doble imagen, el arquetipo casa, que llamaron los<br />

griegos, adquirido dentro de la cultura en que vivimos desde que comenzaron<br />

a pensar; y la idea más o menos compleja y multidirlgida<br />

del mismo arquetipo casa, que nos dio la formación escolar y quizás<br />

también la deformación que históricamente nos hemos hecho de él. Lo<br />

que preguntaremos de inmediato es qué tipo o especie de casa se requiere,<br />

qué capacidad, qué modalidades del vivir la casa se estipulan,<br />

y en suma, todas las particularidades que exige nuestra imaginación para<br />

salirse del arquetipo casa y penetrar en la concreción de una casa en lo<br />

especial, en lo individual. Si se nos agregase como respuesta a nuestras<br />

preguntas, que se desea una casa ideal, argüiríamos que lo ideal no puede<br />

darse sino dentro de lo específico e individual. Una casa ideal para<br />

qué condiciones, responderíamos preguntando de nuevo, Y aquí tenemos<br />

precisamente el primer determinante formal: el para qué, el destino.<br />

Sin conocer la proyección individual del destino, nos quedaríamos, como<br />

se dijo, en el arquetipo, en la idea casa y nada más.<br />

Sin embargo, nuestra imaginación creadora de una forma de casa,<br />

no podrá operar conociendo sólo esa proyección individual de que hablamos,<br />

porque si la casa que se nos pide va a ubicarse en la costa tórrida,<br />

en la montaña fría o en el altiplano templado; en una superficie<br />

agreste y accidentada o en una llanura horizontal, el destino aisladamente<br />

nada puede aportar como forma de auténtica solución al problema<br />

en su bastedad y totalidad. La casa de nuestro ejemplo será dife-


292 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL<br />

rente en una localidad respecto a lo que sería en otra, no sólo por las<br />

condiciones climáticas que a cada una correspondan, sino por las peculiaridades<br />

del suelo y las modalidades igualmente locales del vivir. Por<br />

todo esto y más, que hemos de ir puntualizando en otro lugar de nuestro<br />

estudio, este determinante de la localización que deba tener la casa, su<br />

ubicación, se constituye en otro de los tres determinantes a que hacíamos<br />

mención anteriormente. La segunda y elemental pregunta que haremos,<br />

al lado de la primera: ¿el para qué? será ¿el adonde?, el Destino al lado<br />

de la Ubicación, pudiendo anticipar que esto, la ubicación, es autonómica,<br />

no así el destino que requiere anclarse en un dónde.<br />

En posesión de los dos determinantes destino y ubicación o a la in<strong>ver</strong>sa,<br />

nuestra creación puede ya llevarse al cabo, pero quienquiera que<br />

sea consciente de sus responsabilidades no podría, aun cuando sólo fuese<br />

un simple artesano, proceder a imaginar la susodicha casa de nuestro<br />

ejemplo, sin precisar la respuesta a otra pregunta elemental como las<br />

anteriores, aunque igualmente sustancial: con qué se va a hacer la casa.<br />

Y este con qué, no sólo habla de la materia prima o material de edificación,<br />

sino se refiere a la base económica, al precio, a la condición<br />

económica, en suma, de los medios que deban emplearse. Sólo al poseer<br />

la cabal respuesta a la trilogía de determinantes formales, nuestra imaginación<br />

creadora dispondrá de los elementos que precisaba para lanzarse<br />

a la objetivación en espacios arquitecturables de la casa que se le<br />

ha solicitado hacer, en la imaginación primero, en el papel en seguida<br />

y en la espacialidad ubicada al final.<br />

Esta aproximación inicial, pese a su sencillo mecanismo, de raigambre<br />

fenomenológica, como ya se habrá observado, auxiliará las reflexiones<br />

que han de seguir, sólo que ahora contemplaremos la programación<br />

fáctica desde un punto de vista más abstracto y, por tanto, amplio, aunque<br />

como se <strong>ver</strong>á, igualmente simple.<br />

Qué sea el programa, se deduce sin esfuerzo de la estructura de<br />

todo hacer humano y mejor del hacer construcciones. Permítaseme recordar<br />

aquí qué sea construir en la acepción más lata posible: es transformar<br />

una materia primera para adaptarla a una finalidad causal. De modo<br />

que construir es transformar, es cambiar de forma a la materia primera;<br />

primera, por ser elemento en el proceso constructivo, para que por su<br />

nueva forma se adapte a la finalidad-causa, a la que es causa y es fin<br />

en el mismo hacer.<br />

De otro modo: todo construir es una transmutación formal con miras<br />

a un fin-causa. Las artes en general, no son en su esencia categórica<br />

sino eso: construcciones que se hacen; son actividades prácticas que per-


ESTRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO ' 293<br />

siguen la transformación de la materia primera que les pertenece, y a<br />

veces con exclusividad, como en el caso de la música, para obtener formas<br />

nuevas, construidas, que resuelvan las finalidades que también les<br />

son propias y fisonómicas. Las artes que se apellidan bellas poseen la<br />

misma estructura categórica del construir humano; una de sus finalidades<br />

esenciales, anclada a su misma naturaleza categórica, es la de producir<br />

belleza en sus obras. Lo que diferencia a unas artes de las otras,<br />

son precisamente sus finalidades causales, sus materias primeras y sus<br />

procedimientos específicos y propios: el tríptico que ilumina la diferenciación<br />

de las obras que genéricamente producen.<br />

La edificación es un arte, de aquellos que pueden denominarse científicos,<br />

porque se auxilia particularmente de la ciencia de la edificación,<br />

aparte de otras que por igual le prestan su concurso. Tiene por fin genérico<br />

las edificaciones sólidas y constructibles; constructibilidad que se<br />

escinde en procedimientos apropiados al material y técnica elegidos y<br />

en la economía resultante. Finalidad y materias primas le son propios,<br />

aunque no exclusivos, le pertenecen sólo en la concurrencia que la determina:<br />

fin, materia prima y procedimiento. La escultura monumental<br />

también emplea materiales edificatorios, el concreto armado, las piedras,<br />

el fierro y, sin embargo, su estructura esencial la hace diferente de la<br />

edificación, porque la escultura persigue sólo la forma estéticamente<br />

expresiva, aunque, como la edificación, también requiere que su obra sea<br />

perdurable y, por tanto, sólida. Exige ser auxiliada por el arte edificatorio,<br />

sólo que no cuenta en sus fines hacer edificios sino precisamente<br />

esculturas. La arquitectura es otro hacer, otro construir, con finalidades<br />

propias, como la edificación y como la escultura monumental, y, no obstante<br />

que emplea los mismos materiales de edificación, sus obras tienen<br />

fines y procedimientos que al concurrir le dan propiedad. Una obra de<br />

escultura monumental sólo persigue la forma simbólica y estéticamente<br />

bella, sin perjuicio de que su simbolismo incluya otros fines concurrentes,<br />

como lo religioso o lo comercial. Lo arquitectónico no solo comulga<br />

con la esoiltura monumental, en cuanto a su finalidad estético-simbólica,<br />

con significación social y religiosa, sino que también lo hace con lo edificatorio,<br />

sólo que en lo técnico, lo funcional y lo económico, esto es lo<br />

útil y en cierto aspecto lo factológico. No puede ser ni pura escultura<br />

ni puro edificio, sino edificación arquitectónica, y este predicado significa<br />

con precisión una serie de finalidades esenciales que hacen de sus<br />

obras lo que son y han sido al través de civilizaciones y de localizaciones.<br />

Sin poder extendernos más, debemos patentizar esa precisa demarcación:<br />

entendemos por arquitectura el arte de construir espacialidades en


294 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL<br />

que el hombre integral desenvuelve parte de su existencia colectiva. Las<br />

finalidades causales del hacer arquitectura consisten en transformar el<br />

espacio natural y el corpóreo elaborado por la industria humana, para<br />

obtener formas aptas para que el hombre habite en ellas. Ahora bien,<br />

estas finalidades constituyen la esencia misma del auténtico Programa<br />

arquitectónico, independientemente, como hemos de <strong>ver</strong> en otra parte<br />

de que el programa se desdoble en dos aspectos totalmente autonómicos<br />

entre sí: uno objetivo y el otro subjetivo; uno el dato y otro el inicio<br />

de la creación.<br />

En las ciencias denominadas normativas, porque norman a la vez<br />

que estructuran, el estudio de las finalidades causales y esenciales de<br />

la actividad a que se refieren, pertenecen a su teleología y ésta forma<br />

parte de su axíología. En nuestro caso, nuestro estudio, por dirigirse a<br />

las finalidades causa de lo arquitectónico, pertenece a una teleología y<br />

axíología arquitectónicas. La estructura del programa no puede, por tal<br />

motivo, dejar de basarse en una valoración de esencia, pues de otro modo,<br />

tendría que programarse a la ventura, dejando al creador vagar al garete.<br />

Si no se acepta, por caso, que la forma arquitectónica debe valer utilitariamente,<br />

a la vez que estéticamente y positivamente en ambas esferas,<br />

¿cómo podrá imaginarse una sala de espectáculos en la que, por ejemplo,<br />

sólo cuente lo bello y no se reconozca lo útil como ineludible? ¿Si no<br />

se ve o no se oye, o ambas cosas a la vez, cómo ha de ser la espacialidad<br />

creada una sala de espectáculos? Y es obvio que echamos mano de un<br />

caso extremo, aunque debe recordarse que desde muchos sitios de la<br />

Opera de París, de la Gran Opera, no se puede <strong>ver</strong> el escenario, sino<br />

tan sólo el plafón de la sala o las ornamentaciones que coronan la boca<br />

escena. Ver y oir es tan sustancial en este caso, como gozar de sus calidades<br />

estéticas.<br />

El Programa es, pues, la suma de las finalidades causales arquitectónicas,<br />

y por tanto, cabe entender estas finalidades en dos aspectos que<br />

son fundamentales: uno el meramente esencial o fisonómico, el que se<br />

refiere al construir espacialidades aptas para que el hombre viva en<br />

ellas su existencia colectiva, las habite, y el otro el accidental o genérico:<br />

el que dentro de lo esencial o fisonómico cada obra persigue en su individualidad.<br />

El primero abarca, como se ve, a todos los demás fines si<br />

son arquitectónicos, y por tal virtud, representa una categoría esencial,<br />

la de exigir como finalidad la habitabilidad de los espacios construidos<br />

pof el hombre y sus cosas. La habitabilidad no puede estar sino presente<br />

en todo programar arquitectura, porque cuando deja de estarlo y las<br />

espacialidades que le den solución dejan de ser habitables, las formas


TiSTRUCl'URA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO 295<br />

construidas dejan de ser, o mejor dicho, no son arquitectura, así respondan<br />

a otros fines que, como éste de la habitabilidad, puedan ser esenciales.<br />

Es el caso de la escultura monumental que hemos mostrado, en que<br />

sólo se ha perseguido la figura contemplada, como un complemento,<br />

siempre escultórico, de la plaza en que se alza.<br />

Si por acaso una obra omitiese esta categoría, la de construir espacios<br />

que sean en <strong>ver</strong>dad habitables por el hombre, nos resultaría como<br />

pan y vino pintados, que no tienen sino apariencia óptica de pan y de<br />

vino y ¿quién se alimenta de pan pintado o sacia su sed con vino pintado?<br />

Una arquitectura simulada es escenografía, porque cada uno de<br />

sus elementos dejan de tener la misión que inspiró la forma cuya apariencia<br />

óptica se representa. Una ventana en el escenario, no sirve para<br />

iluminar o ventilar el espacio habitable simulado en el escenario. Uní<br />

viguería de cartón apta para fotografiarse escorsada y dar la apariencia<br />

de un techo, ni es cubierta porque no resguarda de la mtemperie ni limita<br />

la misma espacialidad habitable, sólo simulada, ni sirve para cargar<br />

porque sobre esas vigas de cartón nada hay como no sea la tramoya.<br />

Una muralla que sólo aparenta por una de sus caras serlo, no es habitable,<br />

porque la defensa de la espacialidad habitable es sólo momentánea<br />

y apta para la cinematografía. Por detrás es una empalizada revestida<br />

al frente con yeso.<br />

La habitabilidad no se refiere sólo a los espacios construidos interiores<br />

y cerrados, sino a todos ios espacios que en la amplia connotación<br />

arquitectónica abarcan los delimitados como los delimitantes, los<br />

habitables, como los edificados y los naturales o paisajísticos.<br />

Quizás resulte para algunos inexplicable este aspecto de la habitabilidad<br />

sin tener en cuenta lo que entendemos por espacios construidos;<br />

las porciones del espacio natural, o sea el lugar en que se encuentran los<br />

cuerpos, como dice Euclides, o la prolongación de su extensión, como<br />

también explica el geómetra griego, delimitado ópticamente por otros<br />

espacios que denominamos delimitantes y que son de dos tipos o especies:<br />

los edificados y los naturales no edificados, pero sí construidos.<br />

Un patio mexicano nos aclara el concepto: las galerías circulatorias, lo<br />

mismo que el hueco del patio, constituyen los espacios habitables o delimitados<br />

por muros, pórticos, suelo y, nótese, firmemente, ese cambiante<br />

que limita magistralmente nuestra vista hacia arriba, y aquí una paradoja,<br />

de modo finito a la vez insondable. Esta construcción espacial que es el<br />

patio, se habita porque en torno a él, dentro de él, se vive, y vivir no es<br />

sólo estar, sino vivir, <strong>ver</strong>, sentir, dormir; en suma, vivir compleja e indi-


296 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL<br />

vidualmente y compleja y colectivamente. Una plaza es algo similar,<br />

espacio habitable y construido. En ella se vive.<br />

La habitabilidad de la espacialidad arquitectónica, es una finalidad<br />

esencial del arte arquitectónico y, por tanto, lo habitable se constituye en<br />

categoría esencial del programa arquitectónico. No debe olvidarse que<br />

el auténtico programa es suma de finalidades causales. Siendo obvia,<br />

como es, la consecuencia que este aserto implica, sería indicado recurrir<br />

a una serie de casos históricos para reforzar en la base de nuestro criterio<br />

lo que de modo tan simple parece imponer la reflexión.<br />

No concebimos, en efecto, una arquitectura que deje de ser habitable<br />

en el significado amplio y actual que le damos en la Teoría y le conceden<br />

la de la Cultura y la de la Antropología de nuevo cuño. Sin embargo,<br />

mejor que enumerar arquitecturas del pasado, en que sus creaciones<br />

son así habitables, bástenos vol<strong>ver</strong> la mirada a nuestros días y<br />

comprobar cómo las formas vitro-cúbicas de tan uni<strong>ver</strong>sal acogida y uso,<br />

precisamente por ser empleadas uní<strong>ver</strong>salmente en todo lugar y para<br />

todo destino, están mostrando que si resuelven el problema del gusto<br />

occidental con innegable talento plástico, han olvidado, en cambio, esta<br />

fundamental categoría programática: la de hacer habitables sus espacialidades<br />

en todas sus partes y no sólo en determinadas. Difícilmente<br />

puede pensarse que un cubo vitrado convenga lo mismo a un templo<br />

que a un taller mecánico, que a una residencia familiar, en distintos<br />

lugares y a diferentes escalas humanas, pero es más difícil suponer y,<br />

a la vez fácil, comprobar que al menos en numerosísimos sitios del<br />

planeta estos edificios vitro-cúbicos no encajan en las condiciones locales<br />

de clima y convierten sus espacios internos, destinados por la intención<br />

del propietario y la, sin duda también, del arquitecto, a servir para habitar<br />

cómodamente y al amparo de las inclemencias del ambiente, en<br />

práctica y efectivamente inhabitables. En la ciudad de México, cuya<br />

latitud y altitud proporcionan un clima nada extremoso, estas formas<br />

están fracasando día a día con mayor evidencia. Las persianas y aditamentos<br />

para sombrear los caldeados vitrales que ven al inclemente poniente,<br />

ios extractores de aire incrustado en las fachadas, ¿no son elocuente<br />

protesta contra la inhabitabilidad y argumento más que fehaciente<br />

para hacer de la habitabilidad algo tan fundamental como a principios<br />

de nuestro siglo lo fue, para atacar las formas arcaicas y exóticas que<br />

con<strong>ver</strong>tían las habitaciones en negación del habitar con higiene y con<br />

alegría?<br />

No por obvia esta finalidad deja de ser categórica. El lenguaje es<br />

el medio de comunicación con nuestros semejantes y ¿no acaso una de


ESTRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO 297<br />

las grandes reglas de la poesía establece que la claridad es regla fundamental<br />

y, mejor que esto, ineludible cualidad? Porque una poesía armónica<br />

y musical cuyo lenguaje fuese inabordable hasta con<strong>ver</strong>tir la<br />

poesía en música, ¿no acaso por pasar sobre la lengua dejaría de<br />

ser poesía?<br />

De la habitabilidad como fin se deriva un determinante categórico,<br />

el mismo que encontramos en nuestra primera aproximación a la estructura<br />

del programa: el de la ubicación. Toda obra que sea habitable<br />

estará ubicada espacialmente, está de hecho incluida la ubicación en la<br />

habitabilidad, no así la contraria. No todo lo ubicado es por este solo<br />

motivo habitable, al menos en el sentido de ubicación que hasta ese<br />

momento hemos encontrado. Este determinante categórico presenta una<br />

perspectiva de gran amplitud, por lo que su estudio nos exige dedicarle<br />

todo un capítulo de nuestra exploración; entonces <strong>ver</strong>emos el significado<br />

que tiene en lo nuestro, que va más allá de lo meramente localizable y<br />

no sólo en lo nuestro, sino en el campo de la Teoría de la Cultura y de<br />

la Historia. Por ahora dejemos este trascendental tema y sólo a guisa<br />

de anticipación concluyamos mencionando que con la habitabilidad como<br />

finalidad categórica y con la ubicación como determinante, igualmente<br />

categórico, hemos de estudiar una tercera categoría que es aspecto, la<br />

subjetividad y la objetividad del programa, que como <strong>ver</strong>emos y lo dejamos<br />

ya apuntado de paso, se escinde en dos elementos autonómicos:<br />

la objetividad como dato y la subjetivo-objetividad como inicio de la<br />

creación.<br />

Hemos llegado al final de este nuestro primer capítulo, mas antes<br />

de despedirnos me parece productivo glosar los puntos que hemos encontrado<br />

al través de nuestras observaciones y reflexiones: en primer<br />

término, la identificación de Programa y finalidades determinantes. Después,<br />

la ineludible pertenencia del estudio de las finalidades a la Teleología<br />

y Axiología arquitectónica. Nos hemos valido en seguida de la<br />

trilogía más elemental de determinantes fáctícos, para realizar nuestra<br />

primera aproximación a la estructura del programa. Los tres determinantes<br />

han sido el destino, la ubicación y la economía. La naturaleza<br />

del construir, y del construir arquitectónicamente, nos condujo a la primera<br />

categoría esencial del programa, amén de a otros fundamentales<br />

conceptos. La habitabilidad de los espacios, fue esta primera esencialidad,<br />

de la que entrevimos la segunda que es determinante y la supone:<br />

la de la ubicación, sólo que esta trascendental cualidad, lo mismo que la<br />

tercera que mencionamos, la de la subjetividad y la objetividad, forman<br />

temas cada uno por separado.


298 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL<br />

Nuestro próximo capítulo se ocupará, por lo dicho, del estudio de<br />

Ja ubicación como determinante categórico de las finalidades causales<br />

o programa.<br />

ILUSTRACIONES<br />

1. Esquema proceso constructivo-formal.<br />

2. ídem, arquitectónico.<br />

3. Esquema arquitectura, escultura y edificación.<br />

A. Torres Ciudad Satélite. Méx.<br />

5- Estela y obelisco Karnak.<br />

6. Obelisco Pza. S. Juan de Letrán. Roma.<br />

7. Monumento Independencia. Méx.<br />

México, D. F., a 7 de agosto de 1963.<br />

8. Estructura estatua de la Libertad. N.<br />

York.<br />

9. Fines esenciales y accidentales.<br />

10. Inst. Illinois, Capilla. Van der Roher.<br />

11. Dinamómetros. Saarinen.<br />

12. Casa Hodgson. Ph. Johnson.<br />

13. Edificio de Oficinas. Monterrey. N. L.<br />

14. Persianas.<br />

15. Ventiladores.


ESQUEMA DE LA PARTE I<br />

FIN CAUSAL MEDIO o materia<br />

primera<br />

PROCEDIMIENTO<br />

especifico<br />

FORMA CONSTRUIDA<br />

l. Esquema del PROCESO CONSTRUCTIVO genérico<br />

de una FORMA.<br />

3. SIMILITUDES y DIFERENCIAS genéricas entre AR-<br />

QUITECTURA, ESCULTURA y EDIFICACIÓN.<br />

PROGRAMA ESPACIOS orquitecturobtes<br />

COMPOSICíON<br />

Espacio-edificatoria<br />

•ir<br />

FORMA ARQUITECTÓNICA<br />

2. PROCESO CONSTRUCTIVO ARQUITECTÓNICO.<br />

FINALIDADES ESENCIALES<br />

finalidades<br />

accidentales<br />

7. FINALIDADES esenciales y accidentales de una obra<br />

arquitectónica.


II. LA UBICACIÓN. LEY CRONOTÓPICA<br />

La ubicación, como segunda categoría esencial del programa arquitectónico,<br />

es el tema de estudio que ocupará nuestra atención en esta segunda<br />

plática. Conviene hacer un breve resumen de los conceptos básicos<br />

que dejamos explorados en la anterior, por la indispensable necesidad<br />

de relacionar un capítulo con el precedente, y muy en lo particular, por<br />

los nexos que esta categoría presenta con la de habitabilidad y con los<br />

determinantes que estudiamos entonces.<br />

Se recordará cómo, la más sencilla experiencia en el campo cotidiano<br />

de la creación, nos llevó a captar la trilogía de determinantes a que nos<br />

referimos: el destino, la ubicación y la economía. La exploración que<br />

en seguida y con mayor rigidez realizamos, nos condujo a mejor estructurar<br />

la significación fundamental del programa partiendo de la naturaleza<br />

del hacer arquitectura, esquematizado del mismo modo que todo<br />

construir, como una transformación de materia prima, para adaptarla por<br />

su nueva forma a la fínalidad-causal motivo y objetivo de la construcción.<br />

El programa quedó situado en el proceso constructivo y creativt)<br />

de nuestro arte como causa de la acción formativa y como su finalidad<br />

leleológica, apuntando de paso que se hace ineludible basar en una axiología<br />

cualquier estudio que tienda a la comprensión de estas finalidades.<br />

De la naturaleza de la arquitectura, como arte de construir las espaciaiidades<br />

en que el hombre desenvuelve parte de su vída colectiva, obtuvimos<br />

la habitabilidad como primera categoría esencial de cuanta finalidad<br />

persiga en lo espacial, o sea del programa identificado, como decimos,<br />

con la finalidad. Por último, como antelación al tema que hoy<br />

trataremos, acotamos que la habitabilidad, con la ubicación y la calidad<br />

subjetivo-objetiva constituyen el triángulo categórico-esencial del<br />

programa.<br />

Ubicar significa etimológicamente, situar algo en el espacio, proviene<br />

de la voz latina uhi, que literalmente se traduce como adonde. Uno de<br />

los tres determinantes formales y programáticos de que nos ocupamos<br />

en nuestra anterior plática, consistió precisamente en la ubicación o localización<br />

espacial y geográfica de la obra. Este concepto tan sencillo, el


ESTRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO 301<br />

de ubicar o localizar la obra en un sitio determinado, que proporciona<br />

condiciones especiales y propias, como son las que proceden del clima,<br />

de la configuración del suelo, de las modalidades del vivir humano, al<br />

constituirse en determinante categórico, va más allá de la concreción<br />

espacial geográfica y se refiere a ella y, a la vez, a otra concreción o localización<br />

en el tiempo y en la historia.<br />

La filosofía aristotélica contrapuso en sus categorías el ubi al quando,<br />

la ubicación espacial a la que ofrece lo temporal. Por tal circunstancia,<br />

y aun a riesgo de mo<strong>ver</strong>nos en un plano de equivocldad, al término<br />

ubicación le concedemos, para nuestro estudio y en nuestro campo,<br />

una capacidad determinante doble: en el espacio y en el tiempo, en lo<br />

geográfico y en lo histórico.<br />

Volvamos al problema de la casa, de que nos valimos tan sencillamente<br />

en nuestras precedentes reflexiones acerca de los determinantes<br />

formales y programáticos. Destino, ubicación geográfica y economía de<br />

los medios, no pueden eludir su pertenencia y raigambre al momento<br />

histórico en que se dan; esto es, a una temporalidad ubicada. Al imaginar<br />

una obra, se imagina y crea en un momento propio, en el tiempo<br />

que se vive. No puede ser atemporal, aunque el creador se lo propusiere.<br />

Todos y cada uno de nosotros existimos simultáneamente en el tiempo<br />

y en el espacio; lo mismo nuestras cosas y las que creamos o fabricamos,<br />

a excepción de las idealidades que son posiblemente sólo temporales.<br />

La vida es un eterno fluir que se está dando como el tiempo y en el<br />

tiempo, dejando de ser a cada instante. Cada momento vivimos dejando<br />

de vivir, paradoja ésta inquietante que apasionadamente estudia la actual<br />

filosofía de la vida.<br />

Capital resulta deducir las consecuencias que se derivan de esta irrenunciable<br />

pertenencia al tiempo en una espacialidad. El hombre creador,<br />

lo mismo que el que habita la casa, reaccionan vitalmente en cada momento<br />

histórico ante el tema y ante los mismos determinantes que les ofrece<br />

ciegamente y sin palabras el ambiente geográfico en que se asentará.<br />

Este ambiente abarca desde lo físico del suelo hasta lo espiritual de la<br />

colectividad que en él habita y vive. Al darse una creación arquitectónica<br />

en el tiempo y en la espacialidad, consecuentemente sus determinantes<br />

y exigencias prográmales le serán propias y poseerán una ubicación igualmente<br />

propia. Comparando el programa de la casa de nuestro ejemplo,<br />

con el que se deduce presidió la creación de una casa burguesa del<br />

siglo XVIII en la misma ciudad de México, sin lugar a titubeos nos<br />

daremos cuenta de que el impacto temporal no sólo afecta las modalidades<br />

del destino genérico del habitar, sino las mismas actitudes del


302 MEMORU DEL COLEGIO NACIONAL<br />

habitante y del creador ante las más o menos invariables condiciones<br />

de la localización o ubicación espacial.<br />

Por lo considerado hasta aquí, el determinante destino adquiere<br />

perfiles propios y diferentes, según la ubicación; más aún, no podemos<br />

desubicar el destino sin correr el peligro de que nuestra desubicación<br />

nos conduzca, como veíamos en nuestra anterior sesión, a negar la habitabilidad.<br />

No podríamos resucitar las modalidades coloniales del vivir<br />

sólo para copiar las formas que se adaptaron a ellas, que se motivaron<br />

por ellas. El destino supone, en fin, la ubicación cronotópica.<br />

La economía de los medios, como tercer determinante, presupone<br />

de igual manera la ubicación. Una casa, como la que hemos mostrado,<br />

sería ahora incosteable para un burgués de situación económica proporcional<br />

en nuestros, días. Un solo elemento, por ejempo, el portón de<br />

madera de cedro rojo, con veinte centímetros de espesor, clavazón de fierro<br />

forjado a mano y herrajes lo mismo, representaría ahora un costo<br />

tan elevado, que el propietario caprichoso que deseara construirlo en<br />

todo semejante, acabaría por preferir una mistificación barata o la in<strong>ver</strong>sión<br />

de su valor en renglones más productivos en comodidad o mayores<br />

dimensiones. Lo que acontece es que los costos de entonces eran<br />

proporcionales a los usos, a la industria de la edificación y a lo habitual<br />

de fabricar todo a mano. Ahora las nuevas condiciones hacen nugatorio<br />

y caprichoso lo que entonces no era sino habitual y corriente. Algo así<br />

como fabricar a mano y sin maquinaria especial una hoja perfecta de<br />

madera multilamlnar. La economía de los medios está, por lo que se<br />

mira, anclada por igual a la ubicación temporal y a la espacial.<br />

Bien sabemos que al dar en esta categoría la concurrencia dual espacio-temporal<br />

a la palabra ubicación, introducimos equivocidad en término<br />

dedicado en su origen latino a la sola localización espacial. El ubi,<br />

como hemos dicho, es determinante espacial y el quando temporal. Hasta<br />

aliora se ha discutido y escrito tanto acerca de estos dos conceptos, que<br />

intentar siquiera justificar nuestra postura al través de la voluminosa<br />

bibliografía de que actualmente cuentan filosofía y ciencia, sería entrar<br />

por terrenos escabrosos y de tal manera amplios, que nos colocarían fuera<br />

de nuestro tema y de nuestra especialidad como arquitecto, aparte de<br />

la confusión que, caso de hacerlo con brevedad, seguramente originaría.<br />

Baste una referencia corta y autorizada, a la vez que reciente: Gebser<br />

dice al referirse al tiempo: "Considerando estrictamente el tiempo en<br />

sí no es ninguna dimensión. Sólo el tiempo horario como tiempo que se<br />

mide, puede ser caracterizado desde un punto de vista físico y geométrico<br />

como dimensión. Y aún así el tiempo como dimensión temporal


ESTRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO 303<br />

continúa siendo esencialmente distinto de las dimensiones, espaciales.<br />

Hace relativamente muy poco que se tiene conciencia de esto, desde que<br />

el gran ontólogo Nicolai Hartmann, recientemente fallecido, señaló este<br />

hecho en su última obra {Philosophie der Natur, Berlín 1950.p.2l9).<br />

En ella el filósofo dedica toda la parte primera a considerar las categorías<br />

dimensionales y llega a establecer que el tiempo es de género<br />

distinto al del espacio y que, de cierta manera, es trans<strong>ver</strong>sal respectó<br />

a las dimensiones espaciales, que son normales entre sí. Ello significa<br />

que el tiempo es una cualidad, en tanto que las dimensiones del espacio,<br />

en virtud de su mesurabilidad, se manifiestan como cantidades. Frente<br />

a la extensión de lo espacial es el tiempo una intensidad, o como lo ha<br />

expresado el profesor Portmann, es la interioridad cualitativa, no espacial<br />

ni dimensional. No es una magnitud que entre en categoría alguna<br />

y por lo tanto, no es magnitud que podamos representarnos, sino que se<br />

nos manifiesta como un elemento categórico, imposible de aprehender<br />

sistemáticamente, esto es, en lo espacial y que sólo podemos percibir<br />

sistáticamente. (La nueva Visión del Mundo, p. 296).<br />

Por caminos más escabrosos aún, que exigirían hábitos y equipo de<br />

especialista, llegaríamos a igual conclusión de que la categoría ubicatoria<br />

en nuestro arte, no cabe referirla a sólo lo espacial sino a aquella<br />

dimensión trans<strong>ver</strong>sal de Hartmann, a la temporalidad histórica. Es claro<br />

que no sólo nos contraemos aquí al concepto físico del tiempo como<br />

sucesión, sino también al que históricamente se le da y a la proyección<br />

que sobre él tienen las nuevas ideas.<br />

La arquitectura, por otra parte, se alinea en toda cultura como uno<br />

de sus integrantes, y requiere por antonomasia ubicarse en un lugar y<br />

tiempo como el todo de que es una porción. Un saliente antropólogo<br />

contemporáneo de la Uni<strong>ver</strong>sidad de Harvard, Melviíle Herskovits, define<br />

la cultura como la parte del ambiente que el hombre edifica, describiéndose<br />

con ella el cuerpo total de creencias, conducta o comportamiento,<br />

saber, sanciones, valores y objetivos que señalan el modo de<br />

vida de un pueblo. La cultura comprende, agrega, lo que un pueblo<br />

tiene, las cosas que los individuos hacen y lo que éstos piensan. (£/<br />

Hombre y sus obras. Ed. Cultura.p.677). Queda así la arquitectura<br />

incluida en esta clara y amplia concepción de lo que en buena parte<br />

se entiende por cultura. La arquitectura es un hacer humano y de los<br />

más evidentes; cuando las culturas se hacen grandes y fructíferas las<br />

construcciones de nuestro arte han dado fondo a sus múltiples manifestaciones<br />

y a la vida organizada por ellas mismas.


304 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL<br />

No se requiere traer a nuestro recuerdo ni los templos egipcios o<br />

medievales, ni las arenas romanas o los anfiteatros helénicos, para comprobar<br />

aquel aserto. En la mente de quienquiera está clara la idea de<br />

que la arquitectura es parte en una cultura, y que la cultura se expresa<br />

por su conducto, al igual que lo practica por otros medios, los que menciona<br />

la definición de Herskovits. Este antropólogo considera como ambiente<br />

todo lo que enmarca al hombre y el hombre hace; lo que se le da<br />

objetivamente en derredor, incluso su propio ser. De este ambiente,<br />

dice, hay una parte dada naturalmente que el hombre sólo aprehende<br />

al través de sus sentidos y de su conocimiento, es la que denomina el<br />

habitat, y otra fabricada o edificada por el mismo ser humano, que es<br />

la cultura. Toda cultura se teje asentándose con el conglomerado humano<br />

en un habitat, del que toma la materia primera con que paso a<br />

paso va fabricando y edificando el monumento de su cultura. Cualquier<br />

cultura particular corresponde a un grupo humano ubicado en lugar y<br />

en tiempo.<br />

De las múltiples legalidades que la Teoría de la Cultura actual establece,<br />

una atañe particularmente a nuestro tema, la de la ubicación<br />

cronotópica. Establece que toda cultura se ubica en el espacio geográfico<br />

y en el tiempo histórico, de tal manera que al variar cualquiera de sus<br />

coordenadas varía el aspecto total de la cultura, evolucionando en sentido<br />

progresivo ascendente o regresivo, pero evolucionando al fin. Esta<br />

sencilla legalidad da lugar a múltiples estudios y consideraciones dentro<br />

de la dicha Teoría de la Cultura y dentro de la Filosofía de la Historia,<br />

así como, obviamente, dentro de la del Arte en general. Por ejemplo,<br />

ante el fenómeno de la transculturación que, en su aspecto histórico, representa<br />

la implantación de una cultura en otro espacio y en otro conglomerado<br />

humano, o por sobre otra cultura de origen, esta ley anticipa<br />

que la resultante será necesariamente una cultura nueva, diferente de<br />

la mater y diferente de la original local, aunque con los nexos o características<br />

enraizados en ambas, pero con un aspecto total diferente. No<br />

para comprobar, sino más bien para ilustrar estas <strong>ver</strong>dades que, en quienes<br />

conocen la historia de nuestro arte encuentran, según decíamos, la acogida<br />

de evidencia, mostraremos uno que otro caso, tomando de nuestra<br />

historia colonial para hacer patente cómo lo hispánico, al trasladarse a<br />

la Nueva España, tuvo que combinarse y mezclarse sin fusión con lo que<br />

había en la localidad. El resultado es bien conocido; lo indoamericano<br />

subió a la superficie, dando lugar a aspectos auténticamente mexicanos<br />

totalmente diferentes a los de la arquitectura hispánica, mismos que hasta<br />

estos días que corren han conquistado el aprecio de parte del gusto


ESTRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO 305<br />

europeo y la aceptación de críticos que hace una treintena de años los<br />

discriminaban. En aquellos años treintas tuve oportunidad de escuchar<br />

en Madrid la conferencia de un arquitecto e historiador del arte español<br />

quien, habiendo visitado nuestro país en busca de las obras que había<br />

producido la Colonia en los siglos xvi y xvii, llegó a la conclusión de<br />

que la arquitectura española había encontrado en la Nueva España su<br />

ocaso y en muchos aspectos su tumba. Mostraba los hermosos ejemplares<br />

que aún pueden admirarse en Oaxaca, sin comprender ni la plástica<br />

que ostentan en grado sumo, ni menos aún su innegable pertenencia<br />

a una nueva fase de la civilización hispánico-occidental: la indo-europea.<br />

Quizás asalte la idea de objetar esta sencilla ley al aplicarla a la<br />

arquitectura, por su evidencia y por conceptuarla como de obvia e ineludible<br />

<strong>ver</strong>ificación. Toda ley así es, por esto es ley. La nueva acepción<br />

de ley, lo mismo en el terreno de las ciencias físicas que con mayor<br />

razón en las del espíritu, la define como coincidencia de estadísticas,<br />

huyendo del determinismo del pasado siglo que la consideraba como<br />

relación imprescindible y necesaria de efecto, causa y circunstancia. No<br />

cabe objetar la habitualidad en que se ejerza una ley como justificación<br />

de su inutilidad dentro de las ciencias. ¿Qué más cotidianamente actúa<br />

una ley que la de la gravitación ? Los cuerpos, incluso el nuestro, caen<br />

y siguen cayendo desde que el mundo es mundo y muy antes de que la<br />

Física enunciara sus leyes.<br />

Para nosotros esta ley del cronotópos tiene particular interés por<br />

circunstancias históricas. La desubicación temporal y espacial que sufrió<br />

el Programa del siglo xix ilustra claramente cómo al transgredir la ley,<br />

las formas que produjo resultaron arquitectónicamente inconsistentes y<br />

generaron una evolución que, aunque violenta en algunos aspectos e incongruente<br />

y formalista en otros, en su fondo fue guiada por esta implacable<br />

legalidad que tendió a ser cumplida por encima de todo. Su<br />

arraigo a la ntauraleza de lo que es arquitectura la hacía con<strong>ver</strong>ger<br />

hacia su propio centril. Ya nos ocuparemos en nuestro próximo capítulo<br />

de este importante momento histórico, con citas y obras que muestren<br />

lo que se pensaba de la desubicación y de lo que, como consecuencia, se<br />

producía luchando infructuosamente contra la exigencia de esta ley, que<br />

impulsó a los mejor dotados a la rebelión contra el academismo y el<br />

arcaísmo imperantes, dando lugar, ya en nuestro siglo, a la arquitectura<br />

que le ha dado carácter y vigor durante su primera mitad.<br />

Concretamente, la ley del cronotópos aplicada al caso de! Programa,<br />

o sea a las finalidades y determinantes que lo constituyen, se expresará<br />

diciendo que a cada tiempo histórico y a cada espacialidad geográfica


306 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL<br />

corresponde un Programa propio y a la in<strong>ver</strong>sa: que todo Programa<br />

posee dos determinantes ubicatorios, uno en la espacialidad geográfica<br />

y otro en la temporalidad histórica. En otras palabras, cada programa<br />

se estructura acorde con su ubicación cronotópica y, consecuentemente,<br />

ningún programa que lo sea puede pertenecer a un tiempo ajeno al suyo<br />

o a una espacialidad diferente de la propia, independ'ientemente de que,<br />

en un momento dado, las culturas de dos espacios geográficos diferentes<br />

coincidan y sus determinantes físicos coincidan también por igual.<br />

Una serie de esquemas gráficos ilustra esta idea y di<strong>ver</strong>sas de sus<br />

aplicaciones. En un sistema cartesiano de coordenadas coplanarias, las<br />

abscisas representan los tiempos históricos y las ordenadas los espacios<br />

geográficos, ubicando así cada punto como centro de un círculo, que a<br />

su vez representa el programa correspondiente a las coordenadas de su<br />

propio centro. Los di<strong>ver</strong>sos casos que mostramos ilustran cómo en un<br />

mismo espacio geográfico, cuando la "y" es constante, los tiempos al<br />

mo<strong>ver</strong>se, generan posiciones o círculos-programas que van, o casi coincidiendo<br />

o siendo secantes, tangentes o totalmente externos, según la<br />

distancia histórica que se tome como "x" y necesariamente según se movilice<br />

la cultura que se da en aquella ubicación tópica.<br />

A la in<strong>ver</strong>sa: cuando la "x" sea constante, al variar en un mismo<br />

tiempo las ubicaciones geográficas, el programa varía también, sólo que,<br />

al igual que sucede con el tiempo, las variaciones están supeditadas a<br />

las' actitudes vitales humanas ante la cultura que las anima. Los círculos<br />

se desplazan en el tiempo y en el espacio con mayor o menor ritmo,<br />

pero se desplazan. La amplitud espacial y la temporal histórica, consideradas<br />

para un punto fijo, nos hacen entrar en un tema de particular<br />

importancia, el de las amplitudes de los radios de acción que un Programa<br />

pueda tener en un lugar y en un momento dados. Histórica y<br />

lógicamente puede establecerse que los radios poseen como métrica la<br />

misma que señala fronteras en el tiempo y en el espacio a una cultura<br />

local. Serán reducidos o serán de extensión inusitada, según la cultura<br />

lo sea de hecho, no de derecho ni de intención. En el capítulo cuarto<br />

de nuestro estudio vol<strong>ver</strong>emos a considerar este importante punto, al<br />

disponer de las conclusiones a que nos conducirá la tercera categoría<br />

esencial de la programación, la subjetividad y objetividad.<br />

En el momento histórico que vivimos dentro de la civilización de<br />

occidente, los programas coinciden, mas sólo en la parte que coincide<br />

la cultura y hasta donde la ubicación tópica no la afecta. Ya veíamos<br />

en nuestra anterior plática, que el intento de transplantar soluciones de<br />

otros lugares a nuestras latitudes, como lo practica la corriente interna-


ESTRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO 307<br />

cionalizante, encuentra oposición no sólo en el habitante, sino también<br />

en el arquitecto que va intuyendo ya el alcance de la ley de que nos<br />

ocupamos, así sea por lo bajo en lo tocante al más elemental renglón<br />

de los determinantes ubicatorios, como es el referente al clima, sin ahondar<br />

en lo que la idiosincracia local está ya señalando y amenazando<br />

envol<strong>ver</strong>nos en nueva etapa de un neo-arcaísmo en todo semejante a!<br />

que combatimos a principios del siglo. En nuestro último capítulo entraremos<br />

de lleno en este apasionante y actual problema, al estudiar<br />

algunos de los salientes renglones del programa general contemporáneo<br />

en la civilización a que pertenecemos. Por ahora nos importa haber<br />

señalado un caso más de desubicación espacial que, por <strong>ver</strong>ificarse en<br />

este nuestro preciso momento histórico, da actualidad al tema de nuestro<br />

estudio.<br />

El tema que ocupará nuestra atención en la próxima sesión es el que<br />

dejamos indicado, el de la subjetividad y objetividad del programa, tomando<br />

como motivo para introducirnos a él la desubicación que vivió<br />

el programa arquitectónico del pasado siglo XiX.<br />

Ilustraciones;<br />

1. Planta casa 22 Moneda. S. XVIII. Méx<br />

2. Fachada Ideni.<br />

3. Esquema 1.<br />

4. „ 3.<br />

5. „ 2.<br />

6. „ 4.<br />

7. ,. 5.<br />

8. „ 6.<br />

S>. Templo Fortuna Viril. Roma. C-10-22.<br />

10. Templo shintoísta japonés. 8-33.<br />

11. N. Señora. París. F-l-2'i.<br />

12. Madonna della Lacrime.<br />

13. Sagrario. Méx. B-182.<br />

14. Loreto, Méx. B-231.<br />

15. ídem, cúpula. B-232.<br />

16. Sda. Familia. Méx. B-198.<br />

17. Milagrosa. Méx.<br />

18. Muelle pescadores. Gante. BL-1.<br />

19. ídem.<br />

20. ídem.<br />

21. ídem.<br />

22. Casa campesina. Atotonilco, Hgo. (G-í).<br />

23. ídem. (G-1 bis).<br />

México, D. F., agosto de 19ó3.<br />

24. Casa campesina japonesa. Camino i<br />

Otami.<br />

25. ídem.<br />

26. Casa camjíesina. Berna.<br />

27. ídem.<br />

28. Casa Alfeñique. Puebla. G-45b.<br />

29- Casa Gigantes. Id. G-43b.<br />

30. Casa Cortés. Oaxaca. G-73.<br />

31. Casa S. Miguel Allende. G-l4b.<br />

32. ídem. G-14.<br />

33. Actopan, Hgo. G-5b.<br />

34. Hosp. Sta. Cruz. Toledo. 61-<br />

35. Portada Cat Burgos.<br />

36. Posa. Huejotzingo. G-36.<br />

37. ídem. G-36 bis.<br />

38. Reliew. Tlaxcala. G-23b.<br />

39. Ventana. Oaxaca. G-77.<br />

40. Tlacochahuaya, Fach. Oax, G-98.<br />

41. ídem. G-98b.<br />

42. Idem.'G-99.<br />

43. Tonantzintla. Fach. G-53.<br />

44. ídem. 54b.<br />

45. liiem. G 53b.


ESQUEMA DE LA PARTE II<br />

I P= PROGRAMAS ARQTCOS.<br />

(Q E= Espodospeoqroftcos<br />

Ez<br />

o<br />

^ ^ ^ ^<br />

—T? Tiempos<br />

■I HíGtorlcoc<br />

T" T" T<br />

1. A un espacio E corresponden PROGRA-<br />

AíAS diferentes en Tiempos T distintos.<br />

E,-<br />

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E<br />

0<br />

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B^^<br />

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S P<br />

u<br />

r4<br />

3. En un mismo espacio geográfico y en<br />

tiempos históricos diferentes los PRO­<br />

GRAMAS presentan áreas comunes al evolucionar<br />

la cultura.<br />

1.<br />

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i-<br />

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J<br />

1<br />

5;, AI fluir la vida y la cultura, los PRO<br />

GRAMAS evolucionan de igual modo fluyente<br />

en un mismo espacio geográfico.<br />

T T ■' T"<br />

2. A un mismo tiempo T corresponden<br />

PROGRAMAS diferentes en Espacios E distintos.<br />

4. Cuando el tiempo histórico es el mismo,<br />

en espacios diferentes se dan PROGRA­<br />

MAS diferentes o con secciones comunes,<br />

según las Culturas lo generen.<br />

6. De igual modo sucede cuando se trata<br />

de espacios di<strong>ver</strong>sos en un tiempo idéntico<br />

si existen culturas secantes unas respecto a<br />

otras.


III. SUBJETIVIDAD Y OBJETIVIDAD<br />

EL PROBLEMA Y EL PROGRAMA<br />

Por entre las reflexiones que hemos hecho hasta aquí, ágilmente ha<br />

estado saltando un tema al que, en apariencia, no hemos concedido interés,<br />

cuando, por lo contrario, hemos eludido fijar en él la atención<br />

para enfocarla de lleno en el presente capítulo y, sobre todo, para ordenadamente<br />

ir construyendo nuestra estructura por partes articuladas<br />

entre sí, a fin de que una preste apoyo a la siguiente y todas vayan organizando<br />

el total que perseguimos: un concepto más claro y más sólido<br />

que, al con<strong>ver</strong>tirse de mera teoría en dinámico impulso, se proyecte prácticamente<br />

en nuestro criterio de arte arquitectónico.<br />

A quienes hayan seguido con atención nuestros anteriores capítulos,<br />

les habrán asaltado las objeciones que se suscitan cuando se reflexiona<br />

sobre la negación que, en algún momento histórico, se ha hecho de alguna<br />

de las categorías esenciales que hasta aquí llevamos exploradas. Habrán<br />

sin duda, pensado que si, por acaso, en el momento actual la desubicadón<br />

espacial o la falta de habitabilidad de muchos de los espacios de<br />

intención arquitectónica que nos rodean, no son tales desubicaciones ni<br />

negación de la habitabilidad, sino, a la postre, fruto del programa contemporáneo,<br />

que así exige al arquitecto su arquitectura; negativa respecto<br />

a la de otros tiempos y a la más elemental lógica fáctíca. Parece<br />

indicada ésta y otras objeciones similares, pues que, sin estudiar Ja tercera<br />

de las categorías que hemos aprehendido desde el primer capítulo<br />

de nuestro estudio, se hace, si no difícil, sí, al menos, confuso y hasta<br />

complicado alcanzar una respuesta apropiada a nuestras, diríamos, obligadas<br />

postura y objeción.<br />

El tema que hoy nos ocupa, según se recordará, consiste en ia categoría<br />

esencial que denominamos subjetivo-objetiva del programa, y requiere,<br />

antes de entrar de lleno en su exploración, enumerar los conceptos<br />

a que nos han conducido los dos capítulos precedentes, pues que,<br />

como se decía hace un momento, es necesario apoyar cada uno en e!


310 MEMOIOA DEL COLEGIO NACIONAL<br />

anterior, y cada cual <strong>ver</strong>tebrarlo con los contiguos. En el presente caso,<br />

esta <strong>ver</strong>tebración y apoyo son indispensables. Por tales circunstancias,<br />

vamos a repasar los conceptos y categorías de que con anterioridad nos<br />

hemos ocupado: en primer lugar, debe tenerse presente que hemos identificado<br />

el programa, en lo más amplío de su connotación, con el conjunto<br />

o la suma de las finalidades causales que una obra debe resol<strong>ver</strong>.<br />

En seguida, hay que recordar que, dentro de una ciencia normativa,<br />

como en parte es la Teoría, el estudio de las finalidades perseguidas<br />

esencialmente por la actividad objeto de dicha ciencia, pertenece a su<br />

Teleología y que, al final de cuentas, ésta forma parte de su Axiología;<br />

lo que significa que en nuestro caso de estudio nos encontramos en<br />

terrenos de la teleología arquitectónica y, muy fundamentalmente, de la<br />

Axiología de nuestro Arte. No podemos ignorar la integración valorativa<br />

de la obra autenticada como arquitectónica y, a la vez, intentar la<br />

comprensión de las finalidades que originan su creación.<br />

Aparte de haber señalado los determinantes de toda programación:<br />

el destino, la localización y las condiciones de economía, estudiamos las<br />

dos categorías primeras, la esencia de la habiiabilidad y la, igualmente<br />

sustancial, de la ubicación espacio-temporal, o como con un neologismo<br />

la denominamos, cfonotópica. Según estas dos fundamentales esencias,<br />

ninguna obra de arquitectura lo es si esencialmente deja de perseguir<br />

la habitabilidad en sus construcciones y espaciales, y tampoco lo será si<br />

por desubicarse en la espacialidad geográfica o en la temporalidad histórica,<br />

deja dfe alcanzar las mismas metas finales que, según hemos<br />

dicho, son la causa misma de la creación.<br />

El tema de la subjetividad y de la objetividad ofrece un bastísimo<br />

campo de estudio por los nexos que, al ahondarse, van encontrándose<br />

con amplísimos y complejos tópicos pertenecientes a otras disciplinas:<br />

la Gnoseología, la Metafísica, la Filosofía de la Cultura, la Estética.<br />

Como podrá colegirse, esta circunstancia hace más complejo nuestro<br />

desarrollo y, de atender la invitación que cada una de estas ciencias nos<br />

extiende a penetrar en su propio reino, requeriríamos una extensión y<br />

una síntesis tal, que con<strong>ver</strong>tiríamos en nebulosa lo que a toda costa<br />

intentamos aclarar. Uno de los mayores problemas radica en que cada<br />

una de esas disciplinas presenta doctrinas di<strong>ver</strong>gentes y hasta opuestas<br />

entre sí, por lo que se precisa tomar el camino que al propio juicio<br />

parezca mejor equilibrado, aunque se apoye en di<strong>ver</strong>sas direcciones<br />

a la vez.<br />

Mejor que por un camino abstracto, parece más productivo penetrar<br />

en nuestro tema por un caso histórico que nos facilite su planteamiento


ESTRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO 311<br />

y, a la vez, motive las reflexiones a que paulatinamente nos ha de conducir.<br />

Nos servirá para nuestro propósito la arquitectura del pasado<br />

siglo XIX, cuyo estudio, por estar aún en la mesa de disección del historiógrafo<br />

y del crítico, nos permitiera cierta libertad de movimiento.<br />

Bien sabido es que el pasado siglo fue denominado "de las luces"<br />

por el avance extraordinario que, al lado del anterior, registró en todos<br />

los órdenes de la cultura humana, o al menos la occidental. Sin embargo,<br />

en el terreno de nuestro Arte, su arquitectura se dirigió durante casi<br />

toda ia centuria, hacia la resurección de las formas arquitectónicas de<br />

tiempos anteriores, algunos muy remotos, y pertenecientes a lugares<br />

geográficos y a culturas muy distantes del sitio y tiempo en que se intentaron<br />

revivir.<br />

Decimos que fue esta dirección dominante por casi toda la centuria,<br />

porque simultáneamente a la construcción de obras de dimensiones<br />

grandiosas, que dieron fisonomía a las ciudades más destacadas de ese<br />

tiempo, lo mismo europeas, que americanas y de los otros continentes,<br />

estuvo no latente, sino activa, aunque débil y por ello impotente, la<br />

inconformidad con el camino aceptado por los poderosos de la época,<br />

lo mismo gobernantes que sus arquitectos y sus críticos. Diríase que<br />

subterráneamente se incubaba desde principios del siglo la reacción<br />

que había de aflorar a sus postrimerías, volcándose contra el academismo<br />

y el arcaísmo imperantes. No podemos, al estudiar este caso, tan sólo<br />

desde el punto de vista que nos interesa, dejar de tener presentes a todos<br />

aquellos que en sus Tratados de Arquitectura estimularon la aparición<br />

de los nuevos tiempos, sin haber logrado sus mismos autores evadirse<br />

del formalismo arcaizante que los envolvía; tampoco olvidamos a los<br />

grandes creadores que paso a paso fueron también, dentro del mismo<br />

arcaísmo, plantando las nuevas direcciones que habían de florecer ya<br />

entrado nuestro siglo xx.<br />

Las formas que seguían aquellos creadores de grandes obras durante<br />

la centuria del diecinueve, fueron elegidas no enteramente a voluntad<br />

de ellos y de sus clientes, sino en muy grande proporción a resultas de<br />

las ideas directrices de grandes críticos, que lo fueron por las vivencias<br />

avanzadas que nos legaron, enmedío, como a los mismos arquitectos<br />

aconteció, del fardo irrenunciable de otras ideas acumuladas históricamente<br />

y que desembocaron en su tiempo. Unos y otros, según la certera<br />

frase de Georges Gromort, fueron grandes arquitectos o críticos, dentro<br />

de una pobre arquitectura o crítica, pobre no en sus dimensiones y medios<br />

económicos, porque de ellos abundaron, sino en sus discutibles


312 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL<br />

resultados, según parece hoy a nuestro particular y propio modo de<br />

entenderlos.<br />

Martin S. Riggs, en su reciente obra Architecture, editada por la<br />

Uni<strong>ver</strong>sidad de Oxford, dice en su capítulo denominado 'la Batalla de<br />

los Estilos" (1820-1900): "Ridiculizar el siglo xix ha sido hábito durante<br />

cuarenta años o más. Elegantes escritores con el don de la palabra<br />

han destruido reputaciones bien fundadas como pasatiempos predilectos,<br />

hasta que aliora nos sentimos impelidos a protestar, pues que los dirigentes<br />

Victorianos de la política, la literatura, la ciencia y el arte, aun<br />

el tan maldecido Sir Gilbert Scott, fueron gigantes en sus di<strong>ver</strong>sos campos.<br />

Sin embargo, es difícil escribir sin algo de entusiasmo sobre la<br />

historia general de la arquitectura inglesa durante el siglo, al considerar<br />

los muchos y grandes edificios que produjo. La Arquitectura se bamboleaba<br />

sin esperanza y oscilaba de un lado a otro. "La Batalla de los<br />

Estilos" fue un término acuñado cerca de 1859 por Lord Palmerston<br />

cuando argüía con Sir Gilbert Scott acerca de los méritos que respectivamente<br />

representaban los proyectos góticos y los palladianos para<br />

los nuevos edificios del gobierno; mas la batalla había comenzado<br />

tiempo atrás y concluyó con pocos respiros hasta cerca de fin del siglo.<br />

El período ha sido llamado con sin igual justicia "Era de las resurrecciones",<br />

y este título pudo emplearse aquí y nunca durante todo el Renacimiento,<br />

al menos desde 1550, porque no hubo entonces resurección<br />

de la arquitectura romana. La fecha de 1820 ha sido escogida como<br />

punto de partida, porque, entonces o muy próximamente, el gótico<br />

redivivo comenzó a aumentar la confusión que los elementos franceses,<br />

chinos, pompeyanos, griegos y egipcios ya habían producido,... comparativamente<br />

al regular


ESTRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO 313<br />

precisamente su programa y dentro de él lo que hemos de denominar<br />

su elemento regente y que, si a nosotros, cien años después, nos parece<br />

esto una desubicación, se debe a que nuestro criterio de arte es diferente<br />

al que entonces dominó.<br />

Ciertamente, parece muy justificada la objeción, pero también puede<br />

argüirse que la desubicación que a nosotros toca descubrir y señalar no<br />

obedece tan sólo a nuestro actual criterio de arte, sino a que, de hecho,<br />

al ponerse fuera de lo esencial que persigue la arquitectura, por una<br />

lógica elemental se concluye que la desubicación fue en su tiempo igualmente<br />

condenable que ahora y existe una serie de pruebas de que, en<br />

ese mismo siglo, hubo muchos arquitectos cuyo talento les hizo señalar<br />

el error que se cometía, aunque no pudieron sino intentar en su propio<br />

trabajo escapar de las redes que en el tiempo que vivían los tenía prisioneros.<br />

O sea, que atísbamos desde luego una serie de finalidades<br />

que son unas esenciales porque están basadas en la naturaleza de lo que<br />

nuestra cultura occidental ha entendido al través de su existencia como<br />

arquitectura y otras circunstanciales que colocándose al lado de las otras<br />

como dominantes, las opacan o dejan en segundo plano ante el creador.<br />

Estas occidentales se anclan a la cultura que florece en un lugar y en<br />

un tiempo y a la vez, como toda creación humana, en el talento y la<br />

más indiscutible voluntad del artista.<br />

Estas fundamentales ideas, nos exigen especial atención, porque se<br />

basan en la estructura de ésta que hemos entendido como categoría: la<br />

subjetividad y la objetividad del programa.<br />

Recordando el esquema fenomenológico que del conocimiento da<br />

Hartmann, en su obra Fundamentos de una metafísica del conocimiento<br />

(pag. 36 y sig.) y que Hessen explica resumidamente en su Teoría del<br />

conocimiento (pág. 26 y sig.), podemos con facilidad estructurar el<br />

proceso de la intuición y formación del programa arquitectónico, pues<br />

que a la postre este es un caso, muy complejo ciertamente, de conocimiento,<br />

mezclado, como <strong>ver</strong>emos, con un principio de creación.<br />

Dentro de este método el conocimiento se presenta como un enfrentar<br />

al sujeto cognoscente con su objeto. Al relacionarse ambos, la conciencia<br />

aprehende al objeto y éste determina en el sujeto una imagen,<br />

un conocimiento. El objeto determina así al sujeto, y Hessen define<br />

precisamente de este modo, el conocimiento, 'como una determinación<br />

del sujeto', sin perjuicio de que otros gnoseólogos objeten esta opinión<br />

y afirmen lo contrario: que el objeto es el determinado por el sujeto.<br />

Ortega y Gasset dice que "cada vida es un punto de partida sobre el<br />

uni<strong>ver</strong>so", agregando que el ser de las cosas no existe en sí ni para


314 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL<br />

SÍ, sino en relación a cada vida. Nosotros aceptamos una posición de<br />

equilibrio entre ambos extremos, la espiritualista, que acepta por un<br />

lado la existencia del objeto independientemente del sujeto cognoscente<br />

y la de éste por igual, sin dejar de comprender que al conocer, el objeto<br />

determina un estado nuevo en el sujeto, que es la imagen o conocimiento,<br />

y que el sujeto determina a su vez un aspecto del objeto, que si bien<br />

no afecta su existencia óntica sí crea una ontológica necesariamente<br />

anclada al sujeto. El esquema que ofrece el perspectivismo es muy clara<br />

para nuestro objeto: "Entre las cosas y nosotros media una distancia,<br />

una perspectiva. Por ello, cuando nos ubicamos frente a las cosas, lo<br />

hacemos desde un punto de vista determinado de nuestra vida; es decir,<br />

desde una actitud concreta e histórica.. . La suma de estas perspectivas<br />

individuales condiciona el esquema colectivo de cada generación. Las<br />

fallas del conocimiento, por tanto, no residen en las cosas ni en nosotros;<br />

residen en la perspectiva-en la mala perspectiva-tierra de nadie<br />

donde actuamos las cosas y nosotros". Así sintetiza Clemente este aspecto<br />

del pensamiento orteguiano en su prólogo a la Estética de ¡a razón vital<br />

(Ortega y Gasset. Buenos Aires, p. 12).<br />

Una serie de esquemas gráficos nos aclararán la idea que nos parece<br />

aprehender acerca de la estructura del programa y del proceso formativo<br />

de él:<br />

1.—El primero ilustra el objeto y al sujeto cognoscente, proyectando<br />

la imagen o conocimiento.<br />

2.—El segundo, presenta a los tres mismos elementos de todo conocimiento,<br />

sólo que en el caso de la aprehensión de un programa, el<br />

arquitecto creador, es el sujeto que conoce; el objeto, su objeto, lo constituye<br />

el conjunto de finalidades que se le proponen para perseguir en<br />

su obra su satisfacción en espacios construidos arquitectónicamente. Por<br />

esto, surge de esta trilogía la necesidad de llamar a estas finalidades<br />

EL PROBLEMA, para indicar que no son propiamente el Programa,<br />

sino uno de sus determitiantes objetivos. Estos determinantes extra sujetos,<br />

extra arquitecto, son aprehendidos por el creador y se proyectan<br />

sobre el PROGRAMA, que es una imagen de conocimiento, un principio<br />

de creación y, por lo tanto, de ima subjetividad incuestionable, pero también<br />

de una objetividad relativa, pues que está determinado por el<br />

problema u objeto de la creación. Establécese de aquí que es categórica<br />

la subjetividad y a la vez la objetividad en el Programa, por ser esencial<br />

en el proceso aprehensivo del problema arquitectónico y que el Programa,<br />

si bien está determinado por el Problema, ambos permanecen<br />

correlacionados pero independientes entre sí y no pueden ser re<strong>ver</strong>sibles:


ESTRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO 315<br />

el problema no puede con<strong>ver</strong>tirse en programa, ni éste en aquél, el<br />

problema es aprehendido por el arquitecto y el programa es el resultado<br />

de esta aprehensión; constituye el instrumento mediante el que en cierta<br />

medida el arquitecto aprehende el problema. Son, pues, tres los elementos<br />

que se nos presentan en este proceso: el Problema objetivo, el arquitecto<br />

como sujeto y el Programa subjetivo-objetivo.<br />

listas sencillas reflexiones nos harán <strong>ver</strong> la trascendencia que tiene<br />

la clarificación a que hemos llegado, pues muestran que el problema está<br />

fuera del arquitecto, y que a él sólo compete su aprehensión y su proyección<br />

en el Programa propiamente dicho, para de este primer paso<br />

de la creación proseguir hacia los otros dos tiempos de este trascendental<br />

proceso: de la vivencia del problema, que se da en el Programa como<br />

primer paso, seguir por la exigencia expresiva hacia la motivación formativa<br />

dentro ya de los medios espaciales propios a la arquitectura.<br />

Vivencia, Expresión, y formación son las denominadas motivaciones personales<br />

del arquitecto y del artista en general; pero éstas no están solas,<br />

sino por lo contrario, al lado o quizás, mejor dicho, envueltas por otra<br />

serie de motivaciones de origen colectivo.<br />

La cultura, en la acepción actual de que ya hemos hablado, proyecta<br />

su luz sobre las motivaciones personales propias a cada artista y por<br />

ello, no puede decirse, al referirse sólo al primer motivo, el de la vivencia<br />

del problema, que ésta se encuentre fuera de la envolvente<br />

colectiva; podrá ase<strong>ver</strong>arse que, la digamos resultante entre lo colectivo<br />

y lo personal, sea diferente, similar o idéntica en el caso de compararla<br />

ion las de varios artistas, mas en todo momento histórico estará envuelta,<br />

o con el impacto de la cultura dentro de que se crea y por la que se hace<br />

la creación, como una externación o concreción de ella misma.<br />

Por estas vitales consecuencias, nuestro esquema gráfico coloca a la<br />

cultura proyectándose sobre el Problema y sobre el creador y al través<br />

de este sobre el Programa. No es por demás agregar que seguramente<br />

en el esquema del conocimiento pueda afirmarse algo similar. Pata<br />

nuestro caso resulta, de lo antes expuesto, que el Problema, lo mismo que<br />

el Arquitecto creador que el Programa resultante, están envueltos y modulados<br />

en formas particulares, es cierto, por la cultura, y que atendiendo<br />

a las dos categorías que llevamos entrevistas en nuestros capítulos precedentes,<br />

en cada momento histórico y en cada localidad geográfica esta<br />

envolvente producirá efectos genéricamente similares, pero individualmente<br />

diferentes.<br />

3.—El esquema tercero, muestra la ¡dea antes expresada en lo teferente<br />

al primer elemento en la gestación del programa, al problema.


316 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL<br />

Este se integra de dos grupos de finalidades-problemas, unas que son<br />

esenciales, por estar basadas o nacer de la naturaleza sustancial de la<br />

arquitectura, y otras que se encuentran, por lógica consecuencia, dentro<br />

de las esenciales anteriores, pero que corresponden a otra gama de motivaciones<br />

y que en un momento determinado pueden hasta salirse del<br />

círculo de las esenciales. Es de mucho interés penetrar un poco más en<br />

la esfera de estos dos grupos o haces de finalidades-problemas, pues<br />

resulta de fructíferas consecuencias aprehender de qué modo la cultura<br />

envuelve a estas finalidades. Desde luego, las que son esenciales, se enraizan,<br />

como decimos, en la naturaleza sustancial de lo que sea arquitectura,<br />

y por este enraízamiento proceden de un aspecto más remoto de la<br />

cultura occidental. Ya lo <strong>ver</strong>emos en nuestro próximo capítulo, al clasificar<br />

los problemas y los programas, y sobre todo, al entender la ley de las<br />

amplitudes in<strong>ver</strong>sas y por ella la conmensurabilidad de los radios espacio-temporales<br />

que rigen en la evaluación de las influencias; por ahora<br />

bástenos comprobar una vez más lo difícil que resulta exponer paso a<br />

paso una tesis, pues que, a medida que se avance subsecuentemente se<br />

aclarará la perspectiva del conjunto.<br />

Volviendo al enraízamiento, decíamos que se hunde en la cultura<br />

occidental más remota y con esto intentamos explicar que lo esencial<br />

es en cierta medida un relativo absoluto, pese a la paradoja, porque para<br />

el momento histórico actual o remoto que se contemple es un dato de<br />

sustancia, es un supuesto cultural que de bambolearse o resquebrajarse,<br />

arruina la cultura en su totalidad. De igual manera que, por ejemplo,<br />

son los antiguamente llamados axiomas euclidianos y ahora postulados,<br />

de tal modo sustanciales en la estructura euclidiana de la geometría,<br />

que de no tomarse como absolutos dentro de la esfera geométrica euclidiana,<br />

ésta se hace imposible, se resquebraja y hunde. Pero decimos paradójicamente<br />

que es relativo el absoluto, porque es relativo frente a una<br />

posibilidad que ignoramos cuando se convierta en realidad a un factible<br />

cambio de conceptos básicos dentro de estos arquetipos como el de arquitectura.<br />

En lo geométrico euclidíano, bien sabido es que, a partir de<br />

Ja segunda mitad del pasado siglo, fue posible estructurar geometrías<br />

no euclidianas cambiando los postulados por otros convencionales. Ahí<br />

están las geometrías de Riemann. Así que, aclarada nuestra paradoja<br />

de un relativo absoluto, se comprende ya que este aspecto de lo esencial<br />

de las finalidades se ilumina y arraiga como una constante en el<br />

estrato más remoto y relativamente inconmovible de la cultura, siendo<br />

por tanto un dato que se dará, que estará presente, en dondequiera se


ESTRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO 317<br />

entienda arquitectura, como la ha entendido sustancialmente y de hecho,<br />

no de discurso, la humanidad occidental.<br />

A cambio de esta, permanencia, digamos, respetando el relativismo,<br />

multitemporal, para no decir extratemporal, aunque de hecho así se comporte<br />

el concepto, las finalidades-problema del otro grupo que denominaremos<br />

circunstanciales, serán temporales, porque proceden de otras<br />

causas insertas en modalidades de la cultura que se está viviendo en un<br />

momento y espacialidad determinados y que pueden ser o serán con seguridad<br />

diferentes a las causas que genere otra modalidad de la misma<br />

cultura occidental en otro lugar o en otros tiempos históricos. Así, el<br />

impacto de la cultura en su totalidad sobre los problemas arquitectónicos,<br />

será a la vez generando un aspecto inamovible y esencial, categórico,<br />

y otro transitorio circunstancial, pasajero y temporal, con una temporalidad<br />

siempre indeterminada en ese su momento y sin discusión comprobada<br />

cuando ha pasado y se enfoca históricamente. Por esto, el esquema<br />

gráfico envuelve los dos grupos de fines-causales o fines-problemas<br />

en la cultura.<br />

Establecidos los dos grupos de fines-problema y la modalidad en<br />

que son afectados por la cultura, puede ya colegirse con facilidad que,<br />

en un momento y tiempo determinados, una forma de cultura derivada<br />

y hasta insumida en la cultura mater, puede generar aspectos que, sin<br />

dejar de aceptar los esenciales, sí exija otros accidentales totalmente<br />

fuera de ellos, creándose entonces fines incongruentes, alógicos dentro<br />

de la cultura mater, pero que, como desviaciones del vivir o del pensar<br />

o de ambos, necesariamente se proyectarán sobre el creador y aun sobre<br />

el programa resultante. Algo, me parece a mí, como si en la cámara fotográfica<br />

que por definición sustancial es por ahora una cámara oscura, se<br />

resquebraja su estructura y se cuela un rayo indeseado pero efectivamerite<br />

real, que da a la fotografía obtenida un velo, un chiflón luminoso, que<br />

la hace defectuosa si se la juzga esencialmente, pero a la postre consecuente<br />

con su propia y defectuosa estructura. Nótese que esta postuca<br />

intenta comprender a nuestro juicio de hoy, posiblemente anclado al<br />

rigorismo de la esencia de nuestro arte, el problema de las desviaciones<br />

históricas, como la que ha servido en esta sesión para introducirnos a<br />

estas reflexiones: la del siglo xix, o como la que hemos calificado de<br />

desubicación, la del internacionalismo contemporáneo o la del neo-arcaísmo<br />

que ya campea en nuestro actual momento.<br />

4.—Hasta aquí sólo nos hemos referido a los fines-ptoblema, o sea<br />

a los objetos que se dan al arquitecto en cada momento como punto de<br />

partida para su creación. Veamos ahora lo que acontece con el segundo


318 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL<br />

elemento en el proceso genético del programa, el creador arquitecto.<br />

Valiéndose de nuestros esquemas gráficos, para ser más claros y a la<br />

vez breves, los fines-problema se le dan al creador según sus personales<br />

dotes que fungen figuradamente como instrumentos: su personal preparación<br />

intelectual y sentimental dentro de la cultura de su tiempo,<br />

necesariamente y muy en lo particular en el campo teórico y práctico<br />

de la arquitectura, y su talento creador, capaz de saltar por encima de<br />

su preparación y de las convenciones a que su cultura le lleve, lo mismo<br />

en lo que sustancialmente le ofrece el problema-causa que en lo<br />

que circunstancialmente le presenta.<br />

Así, la proyección del problema en nuestro esquema atraviesa dos<br />

medios, digamos, refractarios, el de la cultura aprendida y que le sustenta<br />

y el de su personalidad como talento creador. Ambos medios pueden<br />

ser tan transparentes que permitan llevar la imagen del problema como<br />

fin, nítidamente hasta el programa, o tan refractarios que amplíen o<br />

deformen un aspecto, una finalidad esencial u otra circunstancial, hasta<br />

proyectar una imagen distante al problema; poliforma, pero necesariamente<br />

propia de ese momento, de ese artista, de ese técnico que simultáneamente<br />

es el arquitecto y que, según su potencialidad creadora, no<br />

podrá expresar, según habremos de ocuparnos en otro lugar del presente<br />

estudio, sino en términos de espacialidades arquitectónicas. No se piense,<br />

por tanto, que estas representaciones gráficas signifiquen otra cosa que<br />

relaciones, nunca concreciones dimensionales o formales.<br />

Nuestros esquemas y las reflexiones que representan, nos permiten<br />

ya mejor apreciar lo que en un momento dado acontece con lo sustancial<br />

y con lo circunstancial de un problema. La cultura lo inspira, el creador<br />

lo aprehende y al elaborar su talento la primera fase de la creación, la<br />

motivación que llaman algunos estéticos actuales vivencia del tema, porque<br />

en el campo de la creación artística por ahí se comienza, la proyecta<br />

en una imagen, que ya es un principio de creación, y así como el pintor<br />

hace un esquema o croquis preliminar de la primera idea que concibe<br />

de su cuadro, croquis que estudia, corrige, desaprueba y vuelve a concebir,<br />

así el arquitecto, lo primero que hace es formular un resumen de su<br />

vivencia del problema que ha aprehendido y que, como el pintor, expresa<br />

según su temperamento y facultades, por medio de esquemas, de escritos<br />

o de simples figuras que le permitan afinar su vivencia con mejores o<br />

más enfocadas observaciones sobre el problema, sin dejar de consignar<br />

lo que, hasta ese momento personal, ha podido vivir de él.<br />

En nuestro caso ejemplar o pretextal, el del siglo xix, <strong>ver</strong>emos ya<br />

al través de lo que hemos observado, cuál fue posiblemente lo que acón-


ESTRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO 319<br />

teció: los problemas se plantearon al arquitecto dentro de la esencialidad,<br />

que sin lugar a duda estaba presente y bien representada en ese<br />

siglo por los grandes maestros de la Teoría, cuyas definiciones de nuestro<br />

arte siguen siendo elocuente muestra del concepto que de él se tenía<br />

y predicaba en escuelas y talleres. Bástenos citar algunas de las más significativas:<br />

Durand decía que la arquitectura es "el arte de proyectar<br />

y ejecutar todos los edificios públicos y ptivados". Reynaud, en 1840,<br />

daba su sabia definición: "Arte de las conveniencias y de lo bello en las<br />

construcciones". El gran precursor francés de la arquitectura de nuestro<br />

siglo Henri Labrouste la definía como: "arte de edificar" ,significando<br />

con la palabra Arte, según las discusiones tan recientes como seguramente<br />

conocidas, la actividad de crear con formas bellas. O sea, se entendía<br />

no sólo por las definiciones-fórmulas, sino por las doctrinas que en sus<br />

tratados se desenvuelven, que los conceptos categóricos de las finalidadesproblema<br />

eran los que nosotros conocemos como tales: se perseguía la<br />

construcción espacial habitable por el hombre y sus cosas, y se estudiaba<br />

la ubicación como básica; baste una hermosa y clara cita de Reynaud<br />

(final de su prólogo): "Nos apoyaremos frecuentemente en ejemplos<br />

tomados de las construcciones más notables de la antigüedad, de la Edad<br />

Media y del arte moderno; mas, según lo que acaba de establecerse<br />

tocante a la influencia de la ciencia, de la industria y de las costumbres<br />

sobre la Arquitectura, nunca se debe <strong>ver</strong> en estos documentos modelos<br />

absolutos o formas inmutables susceptibles de adoptarse en toda circunstancia.<br />

Solamente se mostrarán como confirmación de los principios del<br />

arte y como modelos apropiados para desarrollar el gusto del lector.<br />

Lo que debe buscarse en los monumentos de las bellas épocas, más que<br />

la forma es el espíritu que testimonian; lo que debe imitarse es la concordancia<br />

de los medios con el fin, la <strong>ver</strong>dad y el encanto de las expresiones,<br />

la armonía y la distinción". (Introducción, p. 15 Edit. Dunot,<br />

1875).<br />

Simultáneamente, la cultura reinante establecía las finalidades accidentales<br />

basadas en los nuevos modos de vivir y del edificar. Para comprobarlo,<br />

baste repasar los géneros que dieron fisonomía al siglo y que<br />

precisamente dieron lugar a que hombres geniales se percataran de lo<br />

torcido que era el camino adonde los conducían las ideas dominantes.<br />

Se construyeron grandes edificios para las exposiciones de productos<br />

industriales, para las nuevas exigencias de las comunicaciones públicas,<br />

las estaciones de ferrocarril, se fabricaron museos de las obras de arte<br />

que entonces se comenzaron a mejor valorar y presentar no sólo a los<br />

amateurs, sino a la masa pública, se construyeron grandes locales para


320 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL<br />

las cámaras o los parlamentos, se hicieron hospitales y sanatorios, y ei.<br />

suma, se dejó muestra inequívoca de que se atendían dentro de la esencialidad<br />

los problemas locales, ubicados en su espacio y en su tiempo;<br />

no se pensó en hacer pirámides no obstante que se admiraban las egipcias,<br />

ni tampoco templos paganos, mas, tanto se les valoró, que se dio<br />

esa forma externa a los católicos, aunque en su interior se respetó lo<br />

que la liturgia cristiana exigía.<br />

Nótese que estas finalidades accidentales, sin embargo, no estuvieron<br />

como hubiera sido de desear, aisladas de otras que provenientes de los<br />

siglos anteriores, especialmente del xviii, se amalgamaron con las complejas<br />

estructuras que buían y produjeron ideas directrices que por inercia<br />

pesaron en la imaginación de los más grandes artistas de entonces. Unas<br />

cuantas muestras valen para nuestra breve exposición.<br />

En primer lugar, traeremos aquí una significativa cita del polígrafo<br />

inglés John Ruskin, cuyas obras, particularmente sus Siete Lámparas de<br />

la Arquitectura y Las Piedras de Venecia, impulsaron el arte bariosamente<br />

en sentido de la misma desubicación temporal y espacial y en el<br />

opuesto. De su obra citada en primer término y de la 'Séptima Lámpara,<br />

la Obediencia*, es el siguiente pasaje elocuente por sí solo. En su párrafo<br />

7, dice: "Comprendemos fácilmente, al considerar los modos necesarios<br />

de enseñanza para toda otra rama del saber, cuánto importa que sus<br />

principios sean desde luego seguramente definidos. Cuando comenzamos<br />

a enseñar a escribir a los niños los reducimos a una copia servil, .. .Sería<br />

preciso enseñar de esta misma manera a nuestros arquitectos a escribir<br />

en el estilo admitido... Determinaríamos, desde luego, los edificios<br />

que podíamos considerar legítimamente como pertenecientes al siglo<br />

de Augusto; estudiaríamos atentamente el modo de construir y las leyes<br />

de proporción; clasificaríamos y catalogaríamos las diferentes formas y<br />

usos de sus elementos decorativos como un gramático alemán clasificaría<br />

las diferentes propiedades de las preposiciones. Al abrigo de esta<br />

autoridad absoluta, irrefutable, comenzaríamos nuestra obra sin permitirnos<br />

aumentar la profundidad de una moldura ni la longitud de un<br />

listel. Después, cuando nuestros ojos se hubieran habituado a las formas<br />

y a las reglas gramaticales; . ...cuando pudiéramos hablar correctamente<br />

esta lengua muerta... podríamos permitirnos alguna libertad, ...El<br />

decorado, sobre todo, podría plegarse a los varios caprichos de la imaginación<br />

o enriquecerse con ideas originales o tomadas de otras esaielas...<br />

Lo que podemos, pues, obtener, lo que está en nuestro deber<br />

desear, es un estilo unánime, sea el que sea, a la vez que una comprensión<br />

y aplicación de estilo que nos permitiera adaptarlo a las múltiples cons-


ESTRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO 321<br />

trucciones grandes y pequeñas, domésticas, civiles y religiosas. Ya he<br />

dicho que poco importaba el estilo adoptado y el lugar a que condujese<br />

su desenvolvimiento para dejarle su originalidad. No así cuando nos<br />

referimos a las cuestiones importantísimas de su facilidad de adaptación<br />

a las necesidades generales, o de la simpatía que uno u otro estilo pudiera<br />

despertar en la masa. La elección del clásico o del gótico, . . .pudiera<br />

ser motivo de duda cuando se tratase de algún monumento público<br />

aislado y considerable, mas no lo puede ser un solo instante cuando<br />

sólo se trate de una aplicación moderna general... No se puede decir<br />

tampoco razonablemente si debemos adoptar el gótico primario o terciario,<br />

el original o el derivado. Si escogemos el primero, no tesuitacá<br />

sino una forma envilecida, impotente y fea, como nuestro propio estilo<br />

de la época de los Tudor, o si no, un estilo como el flamígero francés,<br />

en el que es imposible limitar y ordenar las leyes gramaticales... La<br />

elección puede hacerse, a mi parecer, entre cuatro estilos: lo: El romanotoscano.<br />

2o: El gótico primario de las repúblicas de Italia occidental,<br />

tomando tan lejos y tan próximo como nuestro arte lo permita hasta<br />

el gótico de Giott. 3o: El gótico veneciano en su desarrollo más puro.<br />

4o: El estilo primitivo inglés. Esta elección será, a mi parecer, la más<br />

natural y segura, protegiéndolo bien del abuso de las líneas perpendiculares<br />

y enriquecida con algunos elementos decorativos del exquisito<br />

gótico de Francia..., tales como la portada norte de Rouen y la iglesia<br />

de San Urbano en Troyes, por ejemplo, como últimas autoridades en<br />

materia de decorado".<br />

En nuestro estado actual de duda y de ignorancia, nos es casi imposible<br />

concebir la aurora repentina de inteligencia y de imaginación, de<br />

rápido sentimiento engrandecedor, de fuerza y de felicidad, y en su<br />

<strong>ver</strong>dadero sentido de la libertad, que una restricción tan sana extendería<br />

inmediatamente en todo el círculo de las artes. Libre de la agitación y<br />

de las trabas de esta libertad de la elección, . . .libre de la obligación<br />

forzosa de estudiar todos los estilos pasados, presentes o posibles, y<br />

capaz, por la concentración de la energía individual y de las energías<br />

de la multitud, de penetrar los secretos más ocultos del estilo adoptado,<br />

el arquitecto <strong>ver</strong>ía expandirse su espíritu, . ..y (hacerse) alegre y vigorosa<br />

su inteligencia, ... Sería difícil pre<strong>ver</strong>, ... el número y la grandeza<br />

de los resultados de todas clases, no sólo para las artes, sino para<br />

la felicidad y la virtud nacionales; .. .Sentimiento de asociación, .. .lazos<br />

de unión patriótica, .., prontitud a someternos a toda ley susceptible de<br />

hacer progresar los intereses de la comunidad. A la vez, sería un obstáculo,<br />

el mejor tal vez, que pudiera idearse a esa rivalidad existente


322 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL<br />

entre la clase alta y la burguesa respecto a lo que se refiere a las habitaciones,<br />

el mobiliario y los gastos... la belleza, la armonía de nuestras<br />

calles y de nuestros monumentos públicos son cosas de importancia<br />

secundaria en el capítulo de los beneficios..."<br />

Termina su 'Séptima Lámpara" y su obra con estas reflexiones: "En<br />

el curso de este escrito he suspendido frecuentemente el hilo de mí razonamiento,<br />

temiendo importunar reflexionando sobre la vanidad próxima<br />

de toda arquitectura, excepto de aquella que no es obra de nuestros<br />

brazos. Está llena de presagios la luz que nos ha permitido examinar,<br />

entre las obras de los siglos perfectos, los bellos restos por los que acabamos<br />

de vagar. Yo sonrío al presenciar el entusiasmo de muchas gentes<br />

por los progresos recientes de la ciencia del mundo y del vigor de su<br />

esfuerzo, como si estuviéramos aún en la aurora de los primeros días.<br />

Tanto como se ilumina de resplandores el alba, el horizonte se carga<br />

de relámpagos y rayos. El sol brillaba sobre la tierra cuando Lot entró<br />

en Zoar". (págs. 272 y sig. Ed. El Ateneo, B. Aires. 1956).<br />

¡Cuánto habría que comentar de esta larga cita!, pero creo que será,<br />

como decíamos al abrirla, suficientemente elocuente para nuestro caso.<br />

No puede dudarse de que el concepto de estilo que se profesaba, situabí<br />

al arquitecto ante una finalidad inexcusable, que era la de escoger entre<br />

los estilos que le presentaba la naciente historia del arte, uno que permitiese<br />

mejor adaptarse a su problema en los aspectos de esencialidad que<br />

le mostraba. De aquí que, o se resignaba y olvidaba su papel de creador,<br />

desviándolo a lo que explica tan claramente Ruskin, o se revelaba contra<br />

la pujante y productiva Academia y dentro de las posibilidades del<br />

tiempo hacía lo que su talento le impulsaba y atendía lo que las conveniencias<br />

y la necesidad misma le obligaban.<br />

Mostraremos algunas obras en que se palpa esta última actitud en<br />

los mejores creadores de ese discutido siglo de las luces y las revoluciones.<br />

En el capítulo venidero, nos ocuparemos de estudiar otro vita! aspecto<br />

del programa, en su doble acepción subjetivo-objetiva, o sea como<br />

problema y, a la vez, como programa: el de las amplitudes relativas y<br />

de los aspectos que generan que, como en las reflexiones que ahora<br />

hemos hecho, nos llevarán a mejor inteligencia de las finalidades causales<br />

de nuestro arte, que son su programa.<br />

México, D. F., agosto de 1963.


Ilustraciones<br />

ESTRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO 323<br />

1. Touro, Catliedral. 4-65.<br />

2. Casas del Parlamento. Londres. 1-49.<br />

3. Abadía de Westminster. Londres. 1-49.<br />

4. Chiswiclí House. 4-60.<br />

5. Villa Capra. Paüadín. Vicenza. C.9-3.<br />

6. Propileos. Munich. A-2!.<br />

7. Propileos. Atenas. Planta A. 22.<br />

8. Ídem. Elevación. A-21 bis.<br />

9. ídem. Vista actual. 61.7-34.<br />

10. Munich. Plaza Odeón. 63.<br />

11. Florencia. Loggia d'Orcagna. 63.<br />

12. Esquema 1.<br />

13. ídem. 2.<br />

14. Idc-m. 3.<br />

15. ídem. 4.<br />

16. ídem. 5.<br />

17. ídem. 6.<br />

18. Esquema 7.<br />

19. Pisa. Duomo. C3-27. (4-61-16).<br />

20. Campanile, Giotto. Florencia, Cl-4.<br />

21. Pal. Ducal. Venecia. C8-4.<br />

22. Eaton. Colegio 1-49.<br />

23. Eatcn. Colegio 1-49-<br />

24. I. de la Magdalena. Parí:', 63.<br />

25. ídem. Interior. B-lIO.<br />

26. Proyecto C.N. Ledoux. Pacifére.<br />

27. Biblioteca Sainte Genevíeve. París.<br />

Fl-33.<br />

28. ídem. National. París. Int. B-48.<br />

29. Hortá. EscalcM. BL.<br />

30. ídem. Av. Palmerston. Bl.<br />

31. Vicna. Otto Wagnc-r. 63.


324 MEMOIUA DEL COLEGIO NACIONAL<br />

ESQUEMA DE LA PAUTE III<br />

Obfal<br />

5. Esquema del CONOCIMIENTO.<br />

FINAL<br />

C ULTURA MATER<br />

s<br />

FINALIDADES<br />

ESENCIALES<br />

PROBLEMA WT<br />

FINALIDADES<br />

CIRCUNSTAN­<br />

CIALES.<br />

\m<br />

7. Estructura del PROBLEMA<br />

C U LTURA<br />

CULTURA<br />

LOCAL<br />

T y E<br />

9. PROGRAMA NORMAL. FP: Finalidades-Problema.<br />

AC: Arquitecto Creador.<br />

LT: Libertad-talento. P: Programa creador.<br />

jCULTURA<br />

novofio<br />

6. Esquema del PROBLOMA (F-P) y el<br />

PROGRAMA i<br />

@D<br />

z PROGRAMA<br />

UBRE EJERCICIO<br />

DEL TALENTO CREADOR<br />

S. EL PROGRAMA y su CREADOR.<br />

CULTURA MATEft<br />

W<br />

«.I *<br />

CULTURA<br />

LOCAL TyE<br />

PROGRAMA<br />

C<br />

PROGR; : /TT^<br />

c ;2^<br />

r ®<br />

10. PROGRAMA Y CULTURA.


IV. ASPECTOS GCNCRAL E INDIVIDUAL DEL PROGRAMA —<br />

LEY DE LAS AMPLITUDES INVERSAS<br />

Al iniciar cada capítulo de nuestro estudio, hemos presentado un<br />

breve resumen o simple enumeración de las adquisiciones obtenidas en<br />

los anteriores, basados en la conveniencia de relacionar las di<strong>ver</strong>sas partes<br />

en que lo hemos dividido y, además, en el tiempo que media entre una y<br />

otra exposición. Excúsesenos la reincidencia: la base sobre que sustentamos<br />

toda nuestra investigación la co^ítituye la identificación del programa<br />

con la totalidad de fines causales que debe alcanzar una obra y la<br />

pertenencia de su estudio a unas Teleología y Axiología arquitectónicas.<br />

Han ocupado nuestra atención, en seguida, la^ tres categorías esenciales<br />

que perfilan la estructura del programa: la hahitabilidad como finalidad<br />

envolvente de todas las accidentales, la ubicación espacio-temporal como<br />

cualidad imprescindible de las finalidades arquitectónicas que se dan<br />

dentro de una cultura y la dualidad problema^programa, con sus respectivos<br />

caracteres de objetividad y de subjetividad que han permitido evaluar<br />

de mejor manera la posición del creador en el proceso formativo<br />

del programa.<br />

En posesión de este acervo ya importante de conceptos acerca de la<br />

estructura programal, cabría suponer que poco habrá ya que observar;<br />

sin embargo, aún queda por estudiar una serie más de aspectos que nos<br />

permiten mejor perfilar este importante tema de la Teoría, que ya estamos<br />

comprobando; se proyecta en la totalidad de los que la integran.<br />

Paso a paso, escalón tras escalón, hemos de ir ascendiendo, si es que<br />

perseguimos una perspectiva mejor cuyos detalles hagan más nítida la<br />

idea dinámica que intentamos alcanzar.<br />

Uno de los últimos esquemas gráficos de que nos valimos en nuestra<br />

anterior y última exposición para hacerla más sencilla y breve, mostró<br />

con claridad los tres elementos, digamos, esenciales que concurren en ¡a<br />

formación de un programa: la finalidad-problema, el arquitecto creador<br />

V el programa propiamente formulado que, como veíamos, es el inicio<br />

de la creación, que no concluirá sino al objetivar la vivencia del pro-


326 MEMOIUA DEL COLEGIO NACIONAL<br />

blema en formas de arquitectura potencialmente aptas para satisfacer<br />

las finalidades planteadas. A la vez, el esquema nos mostró la participación<br />

de la cultura en el proceso formativo del programa, constituyéndose,<br />

como hecho incontro<strong>ver</strong>tible, en el cuarto elemento concurrente<br />

con los tres propiamente específicos. De tal modo es trascendental esta<br />

participación que explica, como lo veíamos en el caso del siglo Xix^ y<br />

como podrá hacerse con cualquier otro, las modalidades que en cada<br />

momento histórico se dan al vivirse la problemática arquitectónica y al<br />

plantearse ella misma; pues, como se recordará, la cultura influye en<br />

la programación de doble manera, proyectando sus características en lo<br />

sustancial y en lo accidental de las finalidades-problema, y en la preparación<br />

y en la imaginación del creador que las aprehende a la postre<br />

dentro de su imperio.<br />

Esta cualidad problema-programa, la situación del creador entre<br />

ambos y la de la cultura en torno a todo, nos permite ya emprender<br />

una mejor comprensión acerca de la significación de la ubicación, en lo<br />

que toca a la conmensuración de los radios de vigencia que en el espacio<br />

y en el tiempo posea una programación. Al estudiar esta característic-i<br />

hacíamos <strong>ver</strong> por medio de reflexiones, desde luego, pero también por<br />

el conducto de las esquematizaciones gráficas, que cada programa puede<br />

representarse por un círculo cuyas coordenadas ubicatorias corresponden<br />

a lo geográfico-espacial y a lo histórico-temporaí. Veíamos cómo al<br />

transcurrir el tiempo se desplaza el círculo programático, quedando en<br />

un momento dado secante, tangente o totalmente externo respecto al que<br />

se tomó como punto inicial de partida. En lo relativo a las espacialidades,<br />

observamos un fenómeno similar, en un momento dado una programación<br />

puede ser totalmente ajena a la de una espacialidad determinada;<br />

puede ser secante o coincidente en parte, o puede coincidir ea<br />

su totalidad, abarcando en un mismo tiempo histórico una serie de<br />

localidades diferentes.<br />

En otro capítulo de nuestro estudio, definimos la cultura con el antropólogo<br />

de Harvard, Herskovitz, como la parte del ambiente que edifica<br />

el hombre y que abarca o describe el cuerpo total de creencias,<br />

comportamiento o conducta, saber, sanciones, valores y objetivos que<br />

señalan el modo de vida de un pueblo, concluyendo que, en análisis<br />

final, comprende las cosas que el pueblo tiene, las cosas que los individuos<br />

hacen y lo que éstos piensan. Esta última afirmación, la de que<br />

los individuos hacen cosas y piensan ideas, nos lleva a comprender que,<br />

si cada individuo piensa y obra con la libertad de que es dueño y señor,<br />

esencia misma de su ser humano, racional y libre, como dice Séneca, para


ESTRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO 327<br />

llegar a ese cuerpo total que describe la cultura como un todo homogéneo<br />

dentro de la heterogeneidad, será indispensable aceptar que existen<br />

coincidencias y aspectos envolventes dentro de los haceres y los pensares<br />

individuales. El lenguaje orteguiano expresa que "La suma de perspectivas<br />

individuales condiciona el esquema colectivo de cada generación"<br />

(Estética de la razón vital. J.E. Clemente, p. 12.—B. Aires 1956). Esta<br />

¡dea inspira la gráfica que mostramos, en la que se aprecia la visión que<br />

cada individuo abarca de un mundo que le presenta una perspectiva,<br />

diferente a cada uno, según su posición relativa pero coincidente, o mejor<br />

dicho, que al combinarse las diferentes perspectivas, arrojan un área<br />

común que es el esquema colectivo E,C. en ese lugar y en ese tiempo.<br />

Si aplicamos el mismo gráfico, ya no a individuos insertos en una<br />

ubicación espacio-temporal determinada, sino a los esquemas de varias<br />

colectividades ubicadas en di<strong>ver</strong>sos espacios y en el mismo tiempo o<br />

en el mismo espacio, pero en di<strong>ver</strong>sos tiempos históricos, las perspectivas<br />

o visiones de cada esquema colectivo, esto es, de cada cultura,<br />

seguirán una trayectoria semejante a la que siguieron los individuos<br />

respecto al esquema cultural que en conjunto han generado. Se obtendrán<br />

también coincidencias que serán tanto más coincidentes mientras<br />

más próximos sean los puntos de vista de las diferentes culturas que se<br />

comparan, proximidades, no se olvide, en el tiempo, lo mismo que puede<br />

ser en la localización geográfica. De este modo, las culturas abarcarán<br />

áreas geográficas o temporales, históricas, más o menos amplias, según<br />

sus coincidencias sean más o menos amplias. O sea que, si se consideran<br />

las di<strong>ver</strong>sas culturas en nuestra gráfica en posiciones o muy próximas,<br />

o distantes unas de otras o totalmente opuestas, podrán significarse<br />

coincidencias muy amplias o por lo contrario, mínimas o casi nulas.<br />

Pasando de las culturas a los programas, estas coincidencias o disidencias<br />

necesariamente serán más o menos amplias^ según lo sean las<br />

culturas dentro de las que se dan y estructuran. El esquema gráfico será<br />

por tanto valedero respecto a los programas que en un lugar y tiempo se<br />

formulan, ya que, por lo estudiado y recordado ahora, el problema se da<br />

dentro de la cultura que impera y la vivencia del creador como individuo<br />

estará también condicionada por la misma cultura. La suma de<br />

vivencias dará, sin lugar a duda, áreas comunes, que son las que dan<br />

carácter propio, estilo, en suma, como se denomina en el terreno del arte<br />

a las di<strong>ver</strong>sas creaciones que constituyen una arquitectura determinada;<br />

y no está por demás hacer recordar que la arquitectura, y la arquitectura<br />

de una cultura, sólo existen en nuestra imaginación, es una idea obtenida<br />

de las abstracciones que practica con lo único real de que se dis-


328 MnMORIA DEL COLEGIO NACIONAL<br />

pone, que son las di<strong>ver</strong>sas obras individuales, cada una como obra, y<br />

producidas por los di<strong>ver</strong>sos creadores, individuos también cada uno.<br />

La cultura es la que da, en consecuencia, la unidad de conmensuración<br />

relativa para determinar los rad'ios de vigencia en lo espacial, lo<br />

mismo que en lo temporal, de una programación. Si, por ejemplo, contemplamos<br />

la manera cómo en una cultura remota se extendió el albergue<br />

inimano, nos percataremos de que, por lo menos, existen una serie de<br />

coincidencias con nuestra actual cultura occidental, referentes a la esencia<br />

de la arquitectura y a los determinantes del ser humano, que van desde<br />

sus más elementales dimensiones físico-biológicas hasta las proyecciones<br />

más o menos primarias del espíritu en el modo de entender la vida.<br />

Al comparar los modos de vivir contemporáneos en di<strong>ver</strong>sos países o<br />

espacialidades geográficas, encontraremos que la proximidad en tiempo<br />

nos hace, por razones históricas, coincidir en multitud de aspectos, porque<br />

pertenecemos a una cultura que nos envuelve por igual, pero a la vez<br />

encontramos que en cada localidad se van dando matices inconfundibles<br />

que precisamente provienen de las perspectivas locales en sus áreas no<br />

coincidentes con las de otros lugares. Estas disidencias hacen que los<br />

programas locales difieran en parte de los de otros espacios geográficos,<br />

y por tanto, que lo coincidente sea de menor amplitud a medida que<br />

nos alejamos en tiempo o que consideramos dentro de una misma cultura<br />

espacialidades muy distantes entre sí, sea por sus condiciones propiamente<br />

geográficas o por las modalidades que se incrustan en el esquema<br />

colectivo y local.<br />

Estas realidades se presentan muy claramente cuando se concentra<br />

la atención a un solo lugar, a una ciudad, por ejemplo. En ella habrá<br />

condiciones físicas, climáticas y humanas que pueden considerarse uniformes<br />

si no abarcan en detalle más que lo propiamente general, porque<br />

al comparar di<strong>ver</strong>sos géneros de obras, como habitaciones frente a esaielas,<br />

a templos o a salas de audiovisión, se harán manifiestas las<br />

diferencias nacidas precisamente de los géneros, o sea de los di<strong>ver</strong>sos<br />

aspectos de la vida colectiva. Para vivir la casa familiar, se requieren<br />

dentro de una cultura y una localidad y tiempo propios, diferentes<br />

formas espaciales que para hacerlo en un templo o en una sala de conciertos<br />

o de cinematógrafo, y sin embargo, todas estas formas espaciales<br />

responderán a la vez a un haz que, por igual, las ilumina el que procede<br />

de la ubicación misma.<br />

Para significar estas diferencias y coincidencias, se hace conveniente<br />

otro esquema, que a su vez es una <strong>ver</strong>dadera clasificación: por Programa<br />

General entenderemos las finalidades causales que se dan en una ubi-


ESTRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO 329<br />

cacíón dada como regentes de todos los programas que ahí tengan asiento;<br />

y por Programa Particular todas aquellas que no puedjen estar dentro<br />

de las quf rigen en esa ubicación, escindiéndose éstos fn dos aspectos<br />

más, el que denominaremos Genérico y el que dentro dé él o de varios<br />

de ellos corresponde a la obra propiamente individual, a ésta que, al<br />

sumarse a todas, da lugar a las abstracciones de que hablábamos: a los<br />

Géneros y a los Estilos. A los Programas Genéricos y a los Programas<br />

Generales.<br />

Según esta convención, porque no puede ser otra cosa, los Programas<br />

Generales tendrán como unidad comensmattva las culturas y las<br />

amplitudes de los fines causales que abarquen, pudiendo por tanto formularse<br />

programas que comprendan a la humanidad en su totalidad si<br />

las finalidades programáticas se reducen a los fines esenciales; a áreas,<br />

en nuestros esquemas, con escasa amplitud coincidente de las di<strong>ver</strong>sas<br />

culturas en que actualmente se agrupa la humanidad. Si se reduce ía<br />

amplitud a sólo una cultura, la occidental, por ejemplo, podrá haber<br />

programas generales que se refieran a di<strong>ver</strong>sos continentes, y dentro<br />

de lo continental a di<strong>ver</strong>sas naciones, para seguir así disminuyendo el<br />

radio geográfico y, necesariamente, aumentando a cambio la amplitud<br />

de las áreas coincidentes, o sea de las exigencias finales que son comunes.<br />

El programa nacional que rige a nuestro país, no puede tener<br />

con el que impera en el vecino del norte sino las coincidencias que nos<br />

genera estar en el mismo continente y pertenecer a la misma cultura<br />

occidental y, a la vez, comparado con el regente de la vecina República<br />

de Guatemala, nos revela iguales coincidencias y otras más que proceden<br />

de nuestra historia y formación étnica. Pero las diferencias serán<br />

también patentes, sobre todo cuando vamos centrando la amplitud radial<br />

a, por ejemplo, la ciudad de México: lo que rige en ella como General es<br />

notoriamente de mayor amplitud que lo que es General para todo el país<br />

con sus climas, topografías, economías y culturas locales. Si, dentro ya<br />

de esta última, comparamos sus di<strong>ver</strong>sas zonas urbanas, alcanzaremos<br />

coincidencias, pero también mayores diferencias, y si por fin, en una zona<br />

estudiamos lo que individualmente nos exige un problema determinado<br />

y preciso, para un terreno igualmente determinado y para un cliente<br />

que necesariamente plantea su problema particular e individual, nos<br />

habremos convencido de que los programas, como las culturas, se ligan<br />

de manera propia partiendo de la individualidad y alcanzando la abstracción<br />

de la generalidad, y que, a medida que estrechamos el radio de<br />

acción, las finalidades de accidente se hacen mayores y que alcanzan<br />

su máximo en el individuo mismo considerado como un caso, lo que se


330 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL<br />

p g ■—-■ ■ ■ - .^ — . . — - ^ ■ ' '<br />

exige como programa, como finalidad de la obra, de esta particular,<br />

individual, no de otra, es de una amplitud incomparablemente mayor<br />

con la que pueden tener entre sí las obras de arquitectura que se abarquen<br />

dentro del dictado nacional, y menos aún, si se refieren a las que<br />

produce en su totalidad la humanidad actual. A esta interdependencia<br />

de amplitudes se refiere la ley que hemos perseguido en nuestras reflexio<br />

nes: la de las amplitudes in<strong>ver</strong>sas, que establece que a mayor amplitud<br />

espacial o temporal o a ambas a la vez, corresponden menores finalidades<br />

programáticas; y a la in<strong>ver</strong>sa, que a mayores finalidades programáticas<br />

corresponden menores radios espaciales y temporales. La gráfica<br />

con que ilustramos esta ley, puede ser una curva hiperbólica en la que<br />

las abscisas representan los radios de acción espacio-temporales y las<br />

ordenadas, la amplitud de finalidades causales de un programa. Corresponde<br />

así a un radio mínimo el máximo de exigencias que se encuentran<br />

en el Programa Individual y al radio máximo una programación con<br />

amplitud mínima, que corresponde al programa General para toda la<br />

humanidad, mismo que tiende a ser cada vez mayor, aunque por ahora<br />

se encuentra aún la cultura muy lejos de esta idealidad. Se colige fácilmente<br />

que aun dentro de esta legalidad humanística, cabe la actual<br />

ingente tarea de homogeneizar las diferentes culturas, y por ellas, en lo<br />

arquitectónico, los diferentes programas generales, de tal modo que los<br />

radios encuentren de todos modos en la cultura su unidad conmensurativa<br />

y en las condiciones locales climáticas y topográficas por lo menos<br />

las exigencias que a cada uno de ellos los haga diferentes, aunque estas<br />

diferencias se reduzcan al ser encaradas por una misma cultura y una<br />

misma economía.<br />

Como en los capítulos precedentes^ veamos uno que otro caso que<br />

ilustre lo que hemos observado.<br />

El interés que este nuevo aspecto de los programas tiene prácticamente,<br />

no está sólo en las aplicaciones que presenta dentro de la crítica<br />

histórica, sino como un argumento fehaciente en la fundamentación del<br />

criterio de arte en el creador, toda vez que le impulsa a insumirse en la<br />

cultura a que pertenece, para en ella encontrar la respuesta a su ansia<br />

de colocarse en otros lugares del planeta cuyos progresos o cuyo arte<br />

le deslumbran o invitan a superar. No podemos torcer nuestras realidades<br />

programáticas según nuestro capricho ni aun nuestro deseo, requerimos<br />

pertenecer auténticamente a nuestra cultura, a nuestra ubicación<br />

en el espacio y en el tiempo histórico, y para esto todos los arquitecto:»<br />

requerimos la interminable tarea de cultivarnos, ciertamente, pero también<br />

de investigar con rigor de científicos, los problemas que yacen,<br />

•y


STRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTQNiCO 331<br />

unos en el subsuelo sin haber visto aún la luz, otros que han aflorado<br />

a la superficie de nuestra consideración, pero que aún no han podido<br />

mostrar su total magnitud y exigencias, y otros en fin, que hemos despreciado<br />

por precisamente estar habituados a tenerlos delante. Estas tareas<br />

investigatorias están esperando de nuestros organismos profesionales<br />

una acción consciente y desprovista del ropaje de oportunismo a que,<br />

por razones del tiempo en que vivimos, somos conducidos sin percatarnos.<br />

Todavía mejor, nuestra colectividad nos exige servirla con mejores<br />

resultados y para ello se hace necesario, por elemental lógica, una inteligencia<br />

más clara de las finalidades que esperan respuesta en espacios<br />

arquitectónicos de cada uno de los arquitectos que la servimog no sólo<br />

por vocación y por conveniencia, sino por la más alta obligación moral y<br />

patriótica.<br />

El próximo capítulo estará dedicado al estudio del Aspecto General<br />

del problema y del Programa.<br />

Ilustraciones:<br />

1. Esquema 5<br />

2.<br />

3.<br />

4.<br />

5.<br />

6.<br />

7.<br />

8.,<br />

9.<br />

10,<br />

3<br />

4<br />

4<br />

5<br />

6<br />

7<br />

8<br />

9<br />

10<br />

(3.63).<br />

(2.63).<br />

(2.63).<br />

(4.63).<br />

11. St. Ouen. Rouen. A-120.<br />

12. Catedral Reims. F-25.<br />

13 F-40<br />

14. „ Amiens Fl-46.<br />

15. „ Bruselas, BL.<br />

16. St. Sang. Brujas. BL.<br />

17. Palacio. ídem.<br />

18.Torre Catedral Bruselas. BL.<br />

México, D. F., agosto de 1963.<br />

19. Lonja. Brujas. BL.<br />

20. Dimensiones escalones. B-56.<br />

21. Estilóbatos Partenón. Atenas. 61.8.7.<br />

22. Arena. Interior, Nimes. F-08.<br />

23. Pirámide Teotihuacán. Escalera. B-217.<br />

24. Estadio S. Giovanni. Florencia C-2-9.<br />

25. Estadio, Interior. Tokyo. J.<br />

26. ídem. Exterior,<br />

27. Arena. Fachada. Nimes. F-07.<br />

28. Planta casa japonesa actual. 4-63.<br />

29. ídem, norteamericana. 4-63.<br />

30. Casa. Guadalajara, actual. 4.63.<br />

31. Interior, casa japonesa anterior. 4.63.<br />

32. Fachada. ídem.<br />

33. Fachada casa norteamericana anterior.<br />

34. Sala Conciertos Gotenburgo. Planta y<br />

corte. B-61.


332 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL<br />

1 UBICACIÓN<br />

Programa<br />

INDIVIDUAL<br />

2 DESTINO<br />

Lo INDIVIDUAL eo el Programa<br />

Arquitectónico<br />

— Linderos<br />

— Colindantes<br />

— Accesos<br />

— OMifiguración topográfica<br />

— Vegetación<br />

— Accidentes<br />

— Puntos de vista desde y hacía é!<br />

— Características urbanológicas<br />

— Geología superficial. Mecánica de<br />

suelo, permeabilidad, etc.<br />

— Especialidades<br />

Definición genérica<br />

Significación socío-cultiiral<br />

Elemento Regente del problema<br />

Partes o elementos específicos<br />

Condiciones ideales de las partes,<br />

dimensiones, disposiciones, conexiones,<br />

orientaciones, carácter de símbolo,<br />

etc.<br />

Correlaciones y funcionamientos<br />

específicos<br />

- Costo predeterminado T Rédito predeterminado r" Especificaciones<br />

3 ECONOMÍA -i — Costo resultante -í Provecho social J edificatorias<br />

- Rendimiento \_^ Provecho individual [ resultantes


ESTRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO ' 533<br />

ESQUEMA DE LA PAIiTE IV<br />

M<br />

4. ESQUEMA CULTURAL en la coincidencia<br />

de las perspectivas INDIVIDUA­<br />

LES 1, 2 y 3 del AÍUNDO.<br />

F. R<br />

T.,E.<br />

6. FINALIDADES-PROBLEMA (F.P.) peñerando<br />

un PROBLEMA GENERAL (P.<br />

G.) por coincidencia en partes de PRO­<br />

BLEMAS INDIVIDUALES (P.L), en un<br />

mismo TIEMPO HISTÓRICO (T.) y ES-<br />

PACIÓ GEOGRÁFICO (E.)<br />

5. ESQUEMAS CULTURALES de di<strong>ver</strong>sas<br />

Culturas coincidentcs en el área C.<br />

7. Áreas coincídentes de di<strong>ver</strong>sas Culturas,<br />

(C.)


334 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL<br />

ESQUEMA DE LA PARTE IV (Cont.)<br />

R GRAL.<br />

P GENÉRICO<br />

I<br />

8. EL PROBLEMA GENiERICO y el PRO­<br />

BLEMA GENERAL, en un TIEMPO-ES­<br />

PACIO determinado.<br />

Ht Programa Humano CutProg'rí<br />

Ci " Continen M* "<br />

ta<br />

Ri " Regional Ut "<br />

Zt " Zona Gt "<br />

II " Individual<br />

10. Esquema de la LEY de AMPLITUDES<br />

INVERSAS, A mayor RADIO espacial o<br />

temporal (R.E.T.) menor extensión de exigencias<br />

prográmales (A.P.)<br />

do Cultura<br />

Nacional<br />

Urbano<br />

Genérico<br />

9. PROGRAMAS GENERALES envolventes del INDIVIDUAL,<br />

con radios in<strong>ver</strong>sos respecto a su extensión de exigencias orogramalcs.


Lo GENERAL y lo INDIVIDUAL en ei,<br />

PROGRAMA ARQUITECTÓNICO<br />

Determhmtues Físico<br />

2 Topografía Regional<br />

3 Geología Superf.<br />

1 Costumbres<br />

2 Tradiciones<br />

3 Orientación social<br />

4 Idiosincracia, ... :o<br />

1 físicos<br />

2 Biológicos<br />

3 Psicológicos<br />

4 Del espíritu, ... oo<br />

^~ Heliotecnia<br />

— Termometría<br />

— Pluviometría<br />

— Higrometría<br />

— Anemometría<br />

— Especialidades<br />

j — Configuración superf.<br />

I — Vegetación<br />

I — Accidentes<br />

— Composición superf.<br />

— Mecánica suelos típica<br />

— Especialidades<br />

— Sismología


V. EL ASPECTO DE LO GENERAL<br />

La plática anterior se ocupó de dos fundamentales aspectos del programa<br />

que denominamos el General y el Particular, correspondiendo a<br />

este último dos otros que llamamos el Genérico y el Individual, Además,<br />

estudió la sencilla legalidad histórica de las amplitudes in<strong>ver</strong>sas que<br />

relacionan la vigencia espacio-temporal de un programa en sus aspectos<br />

totales, con la extensión de finalidades que exige. A mayor radio de vigencia<br />

espacial o temporal histórica, corresponde menor número de exigencias<br />

y vice<strong>ver</strong>sa a menor radio, mayor amplitud de exigencias finales,<br />

hasta alcanzar en los máximos de radio y de fines programáticos, respectivamente,<br />

los mínimos de finalidad y de espacio y tiempo. Debe<br />

recordarse que corresponden al máximo de finalidades el aspecto individual<br />

del programa y el mínimo al general humano.<br />

El estudio que vamos ahora a emprender se refiere a la estructura<br />

de lo general del programa, que presenta, como todos los otros aspectos<br />

que llevamos explorados, un filón de proyección práctica, apto paca<br />

mejor abarcar el alcance y significación del propio programa.<br />

Volvamos a dos de las gráficas mostradas en nuestra anterior sesión:<br />

aquellas que esquematizaban la relación entre los aspectos del programa<br />

Individual, Genérico y General. La primera nos hizo <strong>ver</strong> cómo los problemas<br />

individuales determinan al través del creador, una serie de programas<br />

individuales que, al coincidir en parte con otros, dan nacimiento<br />

a los tipos genéricos de programas que corresponden desde luego a una<br />

ubicación determinada. La segunda significaba la parte general que todos<br />

los programas Genéricos y los Particulares que los abarcan, tienen en<br />

una ubicación dada, o sea, a la in<strong>ver</strong>sa, lo que la ubicación determina<br />

de General y común en cada programa Particular, independientemente,<br />

desde luego, de lo genérico y de lo individual propio.<br />

En esto general se halla elementalmente anclado el meollo del estilo<br />

colectivo. Las obras de arquitectura y de todo arte presentan características<br />

de comunidad envolvente que, involucrando aquellas que les son


ESTRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO 337<br />

genéricas y las que pertenecen al individuo, lo mismo que al creador,<br />

Jas hace en su variedad pertenecer a una modalidad estilística propia<br />

e inconfundible con las de otra colectividad, localidad o temporalidad.<br />

La primera observación que se impone es un hecho aparentemente<br />

oculto por la clasificación a que estamos aludiendo: la unidad del programa,<br />

y por estar en cierto modo tras aquélla, es indispensable ponería<br />

de manifiesto. Lo que hemos de estudiar ahora, no sólo la supone, sino<br />

la GxigQ. Lo general de un programa, es de hecho una generalización<br />

de aspectos deducida de comparar, nótese esto, varios numerosos individuales<br />

de todo tipo entre sí, de igual modo que se procede para descubrir<br />

en numerosas obras individuales las características de comunidad<br />

que las hace incluir dentro del rubro de un estilo. O sea, lo general es<br />

propiamente un aspecto de lo individual, como lo es el estilo, que conduce<br />

a Ja idealización que hemos denominado Programa General, y que<br />

de mejor manera convendría llamar Lo General del Programa. Debemos<br />

evitar la posible confusión de suponer que la obra individual responda<br />

a dos programas: al suyo como haz de finalidades propias y al<br />

que le impone la generalidad, cosa que no siendo a nuestro juicio totalmente<br />

errada, sin embargo, confunde, porque la realidad claramente<br />

muestra que cada obra obedece sólo a un programa, que es el arquitectónico,<br />

con tres aspectos: uno el Individual, otro el Genérico y por último,<br />

el General.<br />

Se recordarán los tres determinantes prográmales, sencillamente aprehendidos<br />

en nuestra primera plática, al considerar el proceso elemental<br />

de todo hacer, del hacer construcciones de cualquier tipo, inclusive el<br />

oral, y del construir con espacios arquitecturables.<br />

Fueron: la Ubicación, el Destino y la Economía. Entonces indicábamos<br />

que esta trilogía, con ser una primera y obvia aproximación a la<br />

estructura del programa, quedaría a un lado en tanto emprendíamos el<br />

estudio de las categorías dentro de las que hemos ya visto colocarse<br />

de un modo u otro. También decíamos que vol<strong>ver</strong>íamos a explotarlos al<br />

referirnos a las programaciones que ahora estudiamos y, sobre todo, la<br />

individual que ocupará nuestra atención en próximo capítulo, ya que<br />

de manera, diría, casi natural, conducen a la formación del esquema del<br />

programa en ese capital aspecto.<br />

En efecto: lo que de geueral hay en todo problema, necesariamente<br />

procede de uno o de varios de los determinantes que lo esquematizan.<br />

La ubicación proyecta sus modalidades locales e históricas en todo problema<br />

correspondiente al tiempo y al espacio que define. Estas modali-


338 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL<br />

dades, para estar presentes coincidentemente en cualquier tipo de problema<br />

local, deben pertenecer a las finalidades ya estudiadas como categóricas,<br />

esto es, como esenciales. La ubicación define, según hemos visto,<br />

una localidad geográfica determinada y una cultura en sentido de la cual<br />

se organiza la colectividad que ahí se desenvuelve y vive. Por tanto,<br />

los dos aspectos del ambiente de que en otro lugar tratamos y que corresponden<br />

al 'ubi', el natural o 'habitat' y el artificial o 'cultura, proporcionarán<br />

los dos haces de determinantes nacidos de la ubicación del<br />

programa. Estos renglones son precisamente deíewimafJtes y no propi.ímentes<br />

fines causales, entendiendo que la determinación la hacen en las<br />

finalidades o exigencias del problema individual. Por ejemplo, un determinante<br />

local como el clima, no es sino esto, porque no constituye un<br />

fin causal, pero sí determina en algunos de ellos una exigencia de defensa<br />

contra el clima o de aprovechamiento del mismo en algún sentido. En<br />

un sitio templado como la ciudad de México, el determinante climático<br />

origina que en un problema como el de la escuela, se establezcan como<br />

convenientes ciertos tipos de temperatura y de asoleamiento para las<br />

clases, para los laboratorios de química y para las oficinas o biblioteca;<br />

los determinantes climáticos permitirán al creador determinar las orientaciones<br />

que, a su juicio y técnica, mejor convenga a cada localidad, no<br />

serán por tanto las condiciones o características del clima, sino meros<br />

determiitantes que, como se ve, reclaman ineludiblemente la intervención<br />

del arquitecto quien, al vivir su problema, estatuye como primer paso<br />

en la creación, la conveniencia de cada finalidad ante el impacto de<br />

cada uno de estos mismos determinantes ubkatorios. Lo mismo que del<br />

clima, debe decirse de todos los otros, referentes, como <strong>ver</strong>emos, lo mismo<br />

al citado habitat que a la cultura recente. El cuadro esquema que mostramos<br />

ilustrará con claridad y brevedad el punto. El segundo de los<br />

determinantes enunciados, fue el Destino. Se refiere tanto a la finalidad<br />

individual de la obra que se programa, como al aspecto de lo General,<br />

sólo que en una medida muy diferente, se coloca por tal circunstancia<br />

a caballo entre los dos aspectos. En lo General no puede señalar sino<br />

determinantes como los de la ubicación o finalidades que sean esenciales<br />

en sí para estar presentes como tales en todo tipo genérico de obras,<br />

pues que al referirse a fines circunstanciales particulares y a modalidades<br />

del vivir que no caben sino en una genérica, se salen de lo general y<br />

apuntan hacia lo auténticamente genérico y a lo propiamente individual.<br />

Así, el primer haz de finalidades se refiere a las que son esenciales,<br />

categóricas en todo hacer arquitectura; por ello, la habitabilidad puede<br />

comprenderse en ellas, y los fines que resultan de su naturaleza como


ESTRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO 339<br />

es la finalidad constructivo-espacial. El segundo grupo ya no es de finalidades,<br />

sino de determinantes, en operación igual a la explicada para<br />

los que proceden de la ubicación. Se refieren al centro y motivo de toda<br />

la creación arquitectónica que es el ser humano contemplado desde un<br />

punto de vista integral necesariamente relacionado a lo que en arquitectura<br />

tiene que <strong>ver</strong> con su naturaleza antropomórfíca; así, por ejemplo,<br />

lo relativo a sus dimensiones físicas, a las que presenta en sus di<strong>ver</strong>sas<br />

posturas típicas o movimientos: al andar, subir, sentarse, trabajar, reposar,<br />

etc., dando lugar al sencillo pero indispensable estudio de una<br />

antropometría arquitectónica, lo mismo física que biológica, que psicológica<br />

y a una morfología, en consecuencia, que va desde lo físico-métrico,<br />

hasta lo eminentemente espiritual que se proyecta hacia la infinitud que<br />

da su naturaleza, la de la cultura misma y el talento del creador ilustrado.<br />

Porque de multitud de aspectos sólo la intuición artística y la<br />

vivencia igualmente artística han sido capaces, como lo muestra la historia,<br />

de anticiparse aun a las concreciones de otros órdenes, inclusive<br />

las científicas y las filosóficas. Por tal motivo, frente a las determinaciones<br />

del espíritu, de igual que ante los determinantes culturales<br />

procedentes de la cultura, ponemos un signo de infinito.<br />

El tercer determinante, el de la economía de los medios, apunta con<br />

exclusividad hacia lo individual, como es obvio e indiscutible aunque,<br />

como todo, está bajo el imperio de lo mismo general cultural.<br />

Todo Programa, en su aspecto General y ubicado, se refiere por lo<br />

visto a una serie de determinantes y de fines esenciales que proceden<br />

del habitai y de la cultura; de tal modo que el arquitecto de todos los<br />

tiempos ha aprehendido estos determinantes en lo geográfico-físico y en<br />

lo geográfico-cultural; pero no debe perderse de vista que en todos los<br />

casos, frente a estos dos macizos haces se alza la misma cultura como<br />

orientadora y nervio o alma de su estructuración, de su aprehensión y,<br />

cosa importante, de su autocontemplación, según ya lo hemos expuesto<br />

en capítulos anteriores.<br />

Dos vitales conceptos: el de Modernidad y el de Regionalismo en<br />

arquitectura, surgen después de asentar que la cultura ubicada preside<br />

y anima la programación en todos sus aspectos, comenzando por la<br />

misma problemática arquitectónica y la naturaleza esencial de nuestro<br />

arte. Conceptos que, en rigor, no entrañan sino la más obvia aplicación<br />

de lo hasta aquí explorado.<br />

La modernidad es la pertenencia de algo a su tiempo, esto significa<br />

que lo moderno es una cualidad que se da en todo momento, o si se<br />

quiere, que se pueda dar, que tiene potencialidad en todo tiempo para


3-40 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL<br />

ser y que, la cualidad de no ser, es porque ese algo deja de pertenecer<br />

en alguno de sus aspectos a su momento histórico. Este aspecto es fundamental<br />

en la cualifícación de la cosa como moderna o no moderna,<br />

arcaica. En arquitectura, la pertenencia a su tiempo, como ya hemos visto,<br />

se enaientra escindiendo la categoría ubicación^ con la de localización<br />

espacial. El quando concurre con el ubi. Si la obra es arquitectónica,<br />

debe pertenecer a su tiempo y a su espacialidad geográfica, por lo que<br />

la obra resultará, a la vez que moderna, local.<br />

Entonces, si la obra resuelve su programa en lo general ubicado,<br />

automáticamente será moderna, y si lo atiende sólo en parte y desubica<br />

su programación, como ya hemos visto en otros sitios de este estudio,<br />

la obra resultará o desubicada y arcaizante, como aconteció el pasado<br />

siglo y hasta muy entrado el nuestro veinte o parcialmente moderna y<br />

desintegraImente arquitectónica, como ha sucedido con la actual y y;i<br />

declinante orientación internacionalizante. Ese calificativo de parcialmente<br />

moderna, se refiere a que la forma estilística, su sola apariencii<br />

en lo simplemente plástico, así lo es: perteneciente a su tiempo, pero<br />

en lo arquitectónico desintegra su valoración al desubicarse topológicamente,<br />

al ser, por tanto, carente de lógica fáctica y ser habitable a medias.<br />

La regionalidad es otra cualidad similar a la modernidad, sólo que<br />

referente al ubi y no al quando, como la anterior. Como la categoría<br />

del programa abarca simultáneamente a ambos aspectos, al erónos y al<br />

topos, resulta de manera pareja a lo antes dicho, que lo auténticamente<br />

arquitectónico resulta de igual modo auténticamente regional y, por lo<br />

mismo, moderno. Una definición de lo regional en lo arquitectónico<br />

sería: la solución al programa en ¡o general de una localidad dada, y<br />

como éste, el programa, categóricamente debe estar ubicado, resulta<br />

que lo arquitectónico auténtico es moderno en su tiempo y para su localidad<br />

y simultáneamente regional para su localidad y en su tiempo. Los<br />

tres vocablos, arquitectura, modernidad y regionalidad, resultan ser sinónimos<br />

en esta acepción que les hemos dado dentro de nuestro estudio<br />

y doctrinas. No hay, pues, que suponer lo moderno como privativo del<br />

siglo XX, pues que siéndolo, como se colige, también será moderno lo<br />

que en otro tiempo y lugar haya resuelto con autenticidad arquitectónica<br />

su problema y su programa. Los griegos y los góticos fueron, así, modernos<br />

para su tiempo. Lo mismo ha de agregarse respecto a la regionalidad,<br />

no se trata de una forma estilística pasada, sino de las forman<br />

uvas en su tiempo, que al resol<strong>ver</strong> integralmente su problema y programa<br />

respectivo, sin salirse de los esenciales, resultan necesariamente<br />

pertenecientes a su localidad. No debe, por tanto, suponerse que sea


ESTRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO 341<br />

re<strong>ver</strong>sible la sinonimidad, o sea que todo lo moderno o todo lo regional<br />

sea arquitectónicamente válido, pues que muchas cosas, con ser modernas<br />

o con ser regionales, obviamente no son ni pueden ser necesariamente<br />

ni obras de arquitectura ni obras valentes positivamente como<br />

arquitectura. Pueden serlo de escultura monumental o de cualquier<br />

otra actividad. No debe, pues, confundirse esta acepción con la de tradicionalismo<br />

folklórico o histórico nacional.<br />

La categoría de lo subjetivo-objetivo del programa y Ío eminentemente<br />

objetivo del problema que ha ocupado con bastante amplitud<br />

nuestra atención en otro de nuestros capítulos, sería suficiente para<br />

evitar caer en un error en que, sin embargo, se sigue incurriendo: confundir<br />

los determinantes objetivos o problema con tos elaborados ya en<br />

la vivencia programática, o sea lo que se le da al creador como problema<br />

y lo que él aprehende y, como hemos también explicado, inicia a crear.<br />

Esto, sin perjuicio de que la cultura, al influir sobre la misma vivencia<br />

del artista, le conduzca en muchas ocasiones sin mediación de razonamiento<br />

ni de consciencia hacia la plasmación en forma arquitectónica<br />

de algún elemento fundamental que late o envuelve al problema de su<br />

momento histórico. Como explicó Heggel, se pasa de ía intuición plástica<br />

a la expresión artística sin intermedio raciocinante alguno, lo que<br />

deja en la obra huella elocuente y, en apariencia, ignorada por el artista<br />

de algún determinante humano-cultural.<br />

La citada categoría, puede explicar con amplitud, al desarrollarla<br />

por otros caminos, temas tan apasionantes como el de la estructura del<br />

estilo colectivo en el arte arquitectónico, aprovechando simultáneamente<br />

un haz de doctrinas que ayudan a desentrañar los muchos misterios que<br />

presenta la forma de arte frente al artista creador, al artista gustador<br />

y la colectividad a que ambos pertenecen. Sin embargo, por ser, como<br />

se decía antes, frecuente incurrir aún en la idea positivista de que los<br />

determinantes conducen irremisiblemente a ciertas formas de arte y de<br />

que al no conducir desautorizan a la obra a ser considerada como tal,<br />

se justifican unas cuantas palabras acerca del punto. La conocida "teoría<br />

del medio", cuyo gran expositor fuera Hipólito Taine y cuyos más<br />

destacados seguidores, al estilizarla en realidad la fosilizaron, asentó<br />

que la raza, el medio y el momento determinan las formas de arte.<br />

Taine, en sus estupendas lecciones de Filosofía del arte, dice, por ejemplo:<br />

"Una vez examinada la naturaleza de la obra de arte, corresponde<br />

estudiar la ley de su producción. Esta ley puede, por de pronto, expresarse<br />

en estos términos: La obra de arte está determinada por un conjunto<br />

formado por el estado general del espíritu y por las costumbres


34¿ MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL<br />

que le rodean"; sólo que más adelante, al vol<strong>ver</strong> a referirse a la ley, la<br />

orienta hacia la aceptación o rechazo de las obras que, cual individuos<br />

dei reino animal o vegetal, satisfacen o no las características de la especie<br />

a que se supone pertenecen, eliminándolas de ella si no reúnen<br />

la totalidad de requerimientos establecidos por el naturalista clasificador.<br />

"De donde deducimos que en todo caso complicado o sencillo,<br />

el medio, es decir, el estado general de las costumbres y del espíritu,<br />

determina la especie a que pertenecen las obras de arte, no admitiendo<br />

más que aquellas que le son conformes y eliminando las otras especies<br />

por una serie de obstáculos interpuestos y de barreras renovadas a cada<br />

paso de su desarrollo". Aunque la cita que va a seguir se refiera en lo<br />

particular a la pintura y a la escultura, deseo, no obstante, traerla aquí,<br />

porque de manera muy breve explica el párrafo que acabamos de escuchar:<br />

"Consideremos ahora al hombre corpóreo juntamente con las artes<br />

que lo representan y tratemos de investigar cuáles son, en este caso,<br />

los caracteres beneficiosos. El primero entre todos es, sin vacilación<br />

ninguna, la salud completa, y aún con más propiedad, la salud floreciente<br />

... La obra es más o menos bella según expresa con mayor o<br />

menor plenitud los caracteres beneficiosos del cuerpo. En los escalones<br />

más bajos se halla el arte que prescinde intención al mente de la hermosura<br />

corporal". Sigue exponiendo una serie de consideraciones acerca<br />

de las pinturas y figuras bizantinas y después románicas y medievales<br />

hasta el renacimiento italiano, asentando que la falta de salud de los<br />

cuerpos representados hace que se consideren esas épocas en desestimada<br />

postura frente a las que sólo usaron cuerpos sanos, fuertes y<br />

bien formados en el sentido clásico griego del siglo v. O sea, como<br />

podrá colegirse, esta doctrina, aun expuesta por un positivista que en<br />

sus lecciones se sale por su propio genio del materialismo, a que desea,<br />

sin embargo, pertenecer, y con su idealismo, sin saberlo quizá, rebasa<br />

su voluntad, no considera el medio, las costumbres y la raza, sino como<br />

meros elementos que ciegamente determinan las especies y las formas<br />

de arte, sin tomar en consideración, para nuestro propósito y tema,<br />

que la cultura está produciendo un impacto consciente o no por parte<br />

del artista, sobre los problemas o temas, sobre las vivencias que el<br />

conglomerado obtiene de ellas y sobre la propia del artista que, en suma,<br />

crea una obra con una serie de raigambres tan complejos, que se hace,<br />

si no imposible, sí al menos bien difícil, llegar a desenmarañar para<br />

localizar los nexos originales que le han dado existencia.<br />

Tendríamos que recurrir a los nuevos caminos que se han abierto<br />

en la teoría del arte, para alcanzar la deseable evidencia, sólo que la


ESTRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITEÍTrÓNICO 343<br />

extensión de tal digresión quedaría fuera de lugar. Baste, por ejemplo,<br />

comparar lo social o lo histórico de Dvorak o aun de Worrínger con /.<br />

lo que, por estos mismos conceptos, entienden Míchel, Goldsmid o el<br />

conocido escolarmente Fletcher. Dice un discípulo de Wolfflin, Ángel<br />

Guido, a este respecto {Concepto moderno de la historia del arte.<br />

1936, p. 62). "El método de Fletcher es el siguiente: Todos los estilos<br />

se estudian después de este cuadro de anticipaciones: Geología, Geografía,<br />

Chmatología, Religión, Historia, Medio Social e Historia... ^<br />

Según Fletcher, con igual intensidad influencia la geografía, pongamos<br />

por caso, a la arquitectura egipcia como al Renacimiento francés o<br />

italiano. La geología, el clima, la religión influencian con idéntico<br />

peso sea a la arquitectura griega, como el barroco a la arquitectura<br />

del siglo pasado". Con referirse aquí concretamente a la teoría<br />

del estilo, en realidad el método es parejo cuando a la creación se<br />

refiere, pues que la dicha corriente, al así juzgar, intenta colocarse<br />

en los mismos caminos que supone recorrió en conjunto la creación<br />

y, por ende, cada artista.<br />

Para ilustrar lo dicho, aparte de vol<strong>ver</strong> a los esquemas que hemos<br />

aprovechado en nuestras anteriores exploraciones, será productivo comprobar<br />

cómo las di<strong>ver</strong>sas exigencias del problema y sus determinantes,<br />

al vivirlas colectividad y artista, han proyectado en di<strong>ver</strong>sos tiempos<br />

diferentes programas generales y, consecuentemente, di<strong>ver</strong>sas soluciones.<br />

Cabe aclarar que al exponer formas arquitectónicas como ilustración<br />

de sus programas y de sus problemas, necesariamente estamos empleando<br />

el método que puede actualmente seguirse, aceptando que ineludiblemente<br />

toda obra presenta la huella de su proceso creativo y en<br />

nuestro arte de las finalidades causa —a cuyo amparo nació, finalidades<br />

que— a la altura de todo lo estudiado hasta quí, nos permiten<br />

entre<strong>ver</strong> lo que fue programa, lo que se presentó como problema y<br />

después la proyección formal en que concluyó la obra creada. Ortega<br />

decía, y lo citamos con frecuencia por su brevedad y bella claridad:<br />

"Aun sin que el hombre se lo proponga, difícil es, que al actuar sobre<br />

una materia, no deje en ella alguna huella de intencionalidad, esto<br />

es, que el objeto corporal, una vez manipulado por él, añade a sus<br />

propias cualidades la de ser señal, símbolo o síntoma de un destino<br />

humano". {Papeles sobre Velázquez y Goya, 1950, p. 18).<br />

Mostraremos por lo dicho, más que como demostración, como mera<br />

ilustración que afirme las convicciones y reste aridez a nuestras reflexiones,<br />

tres casos referentes al determinante, climático, que han dado en<br />

tres momentos y lugares, programas diferentes y, consecuentemente,


344 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL '<br />

L<br />

formas totalmente distintas entre sí. El clima, de ser un determinante<br />

ciego, conduciría a iguales soluciones, al lado de los otros determinantes<br />

geográfico-físicos y humano-culturales.<br />

El otro caso que emplearemos, se refiere al impacto que la cultura<br />

deja en un programa general, aun como decíamos en otro sitio de<br />

nuestra plática, sin que el artista mismo se percate. El edificio que sirve<br />

de asiento a la Organización de las Naciones Unidas, en Nueva York,<br />

adoptó un partido general en que las oficinas de su secretariado son<br />

elemento dominante o regente de la composición, sin corresponder al<br />

que lógicamente establece el análisis del problema. Éste sería, sin lugar<br />

a dudas, el asiento de las representaciones nacionales de cada país en<br />

las di<strong>ver</strong>sas salas de sesiones, pues que así es como funciona la Organización<br />

de las Naciones Unidas, El elemento dominante, por lo contrarío,<br />

es el <strong>ver</strong>tical, un rascacielos neoyorkino más, mero edificio de<br />

oficinas, como los tiene cualquier negociación o trust industrial o<br />

comercial. El crítico norteamericano Lewis Mumford, juzga el caso de<br />

este modo que me parece de interés citar: "Nada expresa, por cierto,<br />

sobre los fines y valores de una organización mundial dedicada a la pa:í,<br />

a la justicia y al mejoramiento de la vida humana. En pocas palabras,<br />

el edificio del Secretariado —el dominante <strong>ver</strong>tical en el conjunto—exhibe<br />

un derrumbe del funcionalismo, un oscurecimiento simbólico,<br />

pues ha hecho un análisis que muestra cómo de modo costosísimo<br />

resultó inadecuado a las funciones elementales de un edificio para oficinas<br />

cuyas malas condiciones para trabajar en él lo hace habitable a<br />

medias y mal símbolo para una organización mundial dedicada entre<br />

otras cosas a procurar bienestar al trabajador. Aunque mecánicamente<br />

nuevo, arquitectónica y humanamente es obsoleto. Casi una definición<br />

de lo pseudomoderno". En otro lugar de su extensa crítica dice algo<br />

que quizá sea la clave de lo que se produjo: "Comparado •—el edificio<br />

del Secretariado— con el edificio destinado a la Asamblea General, el<br />

abrumador predominio del Secretariado es ridículo a menos que los<br />

arquitectos lo hayan concebido como una forma cínica de expresar el<br />

hecho de que la revolución de los administradores de Burnham ha<br />

tenido ya lugar y que las <strong>ver</strong>daderas decisiones las toma la burocracia<br />

del Secretariado".<br />

Paréceme a mí que no haya habido tal intención en el grupo internacional<br />

de arquitectos, sino un impacto seguramente no formulado en<br />

palabras, del concepto que en !a actualidad se sustenta acerca dé !o<br />

que sea un edificio administrativo público, alejado ya del simbolismo<br />

que en el siglo pasado o durante la Edad Media le concedieron. Com-


ESTRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO 345<br />

párese, por ejemplo, con el parlamento de Viena o con el Palacio de<br />

la comuna de Bruselas. Quizá con el tiempo estemos en mejores condiciones<br />

de descubrir cuál ha sido la idea tras la "señal, símbolo o<br />

síntoma', que decía Ortega, y que es lo único que sin discusión tenemos<br />

ante nuestra vista como punto de remate de la vivencia ante el problema.<br />

Nuestra venidera sesión la dedicaremos de manera muy resumida a<br />

recorrer la estructura del programa, que hemos denominado individual<br />

y muy en lo particular, las consecuencias a que conduce su objetividad<br />

en el enmarcamiento del papel que toca al arquitecto ante el problema,<br />

y por tanto, frente a asesores y genéricos clientes.<br />

Ilustraciones:<br />

1. Esquema 7 (4.63).<br />

2. „ 8 (4.63).<br />

3. „ 5 (3.63).<br />

4 „ 3 (5.63).<br />

5. Casa andaluza rural. E-2.<br />

6. Segovia. Alcázar. E-157.<br />

7. Alcázar, Sevilla. Patio. E-179.<br />

8. AUiambra, Granada. E-120.<br />

9. Id. E-lIO.<br />

10. Id. E-123.<br />

11. Id. E-124.<br />

12. Id. E-125.<br />

13. Brasil. Instituto Vital. 0-16.<br />

14. Id.Ministerio Educación. B-45.<br />

15. Id. S. Francisco Pampuiha. B-48.<br />

México, D. F., agosto de 1963.<br />

16. Houston. Foley. B-162.<br />

17. Id. B-16I.<br />

18. Le<strong>ver</strong> House. B-143.<br />

19. Parque Lafayelte. Detroit. Vista ext.<br />

20. N. York Manufacturéis Trust Bank.<br />

21. Naciones Unidas. Plantas. B-131.<br />

22. Id. Dl-1.<br />

23. Id. Interiores. B-132.<br />

24. Id. B-137.<br />

25. Id. B-137.<br />

26. Proyecto Le Corbusier. Soc. Naciones<br />

Ginebra. B-44.<br />

27. Bruselas, Palacio Municipal. BL.<br />

28. Vicna. Parlamento. Vista ext.<br />

29. Viena. ídem.


VI. EL ASPECTO INDIVIDUAL DEL PROGRAMA<br />

En el anterior capítulo nos ocupamos de estudiar el aspecto general<br />

del Programa y, a la vez, veíamos la posición que ocupa el otro, también<br />

fundamental, que es el individual en la totalidad del mismo, programa.<br />

Toca ahora concentrar la atención en este aspecto aunque, dada<br />

la variedad de temas que presenta, solamente nos sea dado considerar<br />

los más salientes, como son el criterio que guía su formación o integración<br />

y la posición que guarda el arquitecto ante el programar e investigar<br />

los problemas que se ofrecen a su talento creador. La limitada extensión<br />

de nuestro estudio nos privará, por tanto, de abordar otros temas<br />

que tan sólo quedarán enumerados en lo que seguirá.<br />

Las adquisiciones que hemos hecho al través de nuestras anteriores<br />

reflexiones y exploraciones, concurren en el aspecto del programa individual<br />

que ahora estudiamos, y casi sería vol<strong>ver</strong> sobre ellas mencionarlas<br />

de otro modo que como en las anteriores sesiones lo hemos hecho,<br />

en plan de mera enumeración. El programa tiene unidad en sus tres<br />

aspectos: el General, el Genérico y el Individual, por lo que, al enfocar<br />

la atención en el último y capital, que es el tercero, en realidad lo que<br />

procedería es repasar lo que hemos encontrado paso a paso y expuesto<br />

con relación a todo el proceso programático y a los aspectos ya estudiados.<br />

Sin embargo, dada la posición que ocupa lo individual en el<br />

todo, que es el vértice y el centro de todo programa, cualquiera que<br />

sea la fase que se le contemple, lo encontraremos presente, como al<br />

discurrir sobre el arte no pueden dejar de considerarse a cada momento<br />

las obras que a la postre son en las que se apoya la abstracción arte.<br />

Enumerando, en consecuencia, nuestras fundamentales adquisiciones<br />

encontraremos, en el orden que las hemos hallado, como primera, U<br />

identificación del programa con la suma de las finalidades causales que<br />

debe satisfacer la obra arquitectónica, mismas que estudian una axiología<br />

y teleología propias. Los determinantes que, cual trilogía de toda<br />

programación constructiva hemos considerado, y vamos ahora a vol<strong>ver</strong><br />

a considerar, para con ellos esquematizar la formación de todo programa


ESTRUCTURA TEÓRICA DüL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO 347<br />

individual, y que son: la ubicación, el destino y la economía de los<br />

medios. Por otra parte, las categorías esenciales que apoyan nuestro estudio<br />

constituyen otro triángulo cuyos vértices son la ubicación cronotópjca<br />

o espacio-temporal, la habitabilidad de los espacios programados,<br />

y la subjetividad y objetividad del programa y la objetividad del prohlema;<br />

habiendo diferenciado con toda precisión problema y programa,<br />

como dato u objeto y adquisición o principio de creación. En auxilio<br />

de estos conceptos fundamentales contamos, además, con las dos legalidades<br />

analizadas: la de la ubicación de todo programa en la espaciaiidad<br />

y la temporalidad histórica y la de las amplitudes in<strong>ver</strong>sas. Vamos<br />

de nuevo a traerlas a colación para de ellas hacer partir los di<strong>ver</strong>sos<br />

puntos que constituyen el motivo de este capítulo de nuestro estudio.<br />

En efecto, la ley de las amplitudes in<strong>ver</strong>sas se refirió a que, al reducir<br />

el radio de acción de un programa, se ampliaban a cambio las<br />

exigencias o finalidades programáticas, o sea que al agrandar el radio<br />

se disminuyen las finalidades que son comunes a los programas de<br />

di<strong>ver</strong>sas espacialidades y tiempos y al reducirlo crecen las segundas,<br />

llegando al mínimo de radio y al máximo de fines al concentrarse en<br />

la individualidad misma de un programa. De suerte que el programa<br />

que corresponde a un individuo, como obra, es el máximo de las exigencias<br />

y el mínimo de las amplitudes radiales, pero con ser así, es<br />

también el centro de todas las programaciones que, al irradiar de un<br />

sinnúmero de programas, gestan lo genérico y lo general de di<strong>ver</strong>sas<br />

amplitudes, hasta alcanzar la general más amplia que abarca, como ya<br />

hemos visto, al género humano todo, aunque sin olvidar en ningún<br />

momento que la cultura de cada época preside éste y todo aspecto<br />

de la programación.<br />

Aparte de la unidad de los di<strong>ver</strong>sos aspectos del programa, de que<br />

ya tratamos, importa ahora señalar con especial énfasis, que la centralización<br />

de lo individual no excluye lo general, o sea, que el origen<br />

individual del progama en este aspecto de amplitud mínima espacial,<br />

no debe colocarse fuera de la colectividad a que pertenece y genera,<br />

haciendo caso omiso de ella y produciendo obras de un desarraigo relativamente<br />

total. Esto no condena el esfuerzo por avanzar colocándose<br />

fuera de las rutinas, sino aquél que caprichosamente origina un egocentrismo<br />

del todo ajeno a la colectividad. La historia esclarece aquella<br />

frase hecha de que "para el genio no existen barreras" y muestra cómo<br />

la realidad ha sido que esas barreras las constituyen en cada momento,<br />

en que surge uno, las posturas fáciles, la inmovilidad y el estancamiento<br />

fruto de esa esterilidad que, como etapa cíclica, todo tiempo registra


348 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL<br />

cuando su arte se cansa en una rutina. El genio se caracteriza por vivir<br />

con plenitud su tiempo y, en cierta manera, adelantarse a él, aunque<br />

en rigor, no es posible tal adelantar lo que carece de existencia, sí es el<br />

conducto para la expresión de una colectividad parcial y temporalmente<br />

bloqueada.<br />

Si fijamos la atención en algunos de los esquemas de que nos hemos<br />

servido en las pláticas anteriores, encontraremos la concreción de las<br />

ideas que llevamos expuestas acerca de la relación de unidad que guardan<br />

los aspectos invocados de general y de individualidad del programa.<br />

Uno hace <strong>ver</strong> la centración que guarda todo problema individual y, por<br />

ende, todo programa, y el otro la integración de lo genérico y de lo<br />

general, generados por las problemáticas y programaciones individuales.<br />

En lo correspondiente a lo general, se perciben con claridad las relaciones<br />

que, además, van teniendo los tres determinantes programáticos fácticos<br />

en los mismos tres aspectos. En él se coloca la ubicación abarcando<br />

las tres áreas, pues que, según hemos visto con amplitud, afecta de modo<br />

especial a cada uno. El destino toca también lo general y lo genérico,<br />

pero se destaca en su mayor área rumbo hacia lo individual. Por último,<br />

la economía se refiere especialmente a lo individual, como eS obvio, ya<br />

que sus condiciones afectan a sólo una obra, aunque siempre el conjunto<br />

de determinantes y de causas esté envuelto, como lo ha mostrado<br />

otro de nuestros esquemas, por la cultura de la colectividad.<br />

Para estudiar la formulación del programa individual, nos valdremos<br />

de la misma trilogía de determinantes, porque en la práctica, a la<br />

que ya estamos abiertamente rozando, ella es la que lógicamente orienta<br />

la investigación y la comprensión del problema y la formulación del<br />

esquema programal de que se valdrá el arquitecto creador para obtener<br />

la primera concreción de su vivencia.<br />

El esquema sinóptico que ahora nos servirá, se refiere así a la misma<br />

trilogía programal: la ubicación exige puntualizar los determinantes<br />

que ahí se enumeran: los linderos del predio en que se va a proyectar<br />

la obra, sus colindancias y colindantes, los accesos que pueda tener, la<br />

configuración topográfica, la vegetación, los di<strong>ver</strong>sos accidentes especiales,<br />

los puntos de vista que posee el predio hacia los alrededores y<br />

los que sus mismas coh'ndancías permiten y le ofrecen, así como las<br />

características urbanológícas que su ubicación en un conjunto le correspondan.<br />

Otro grupo de igual interés e importancia lo forman la geología<br />

superficial, la naturaleza mecánica del suelo, la permeabilidad de la<br />

superficie, de especial interés en muchos casos, y en fin, las especialidades<br />

que fuera de lo enumerado pueda incluir el dicho predio.


ESTRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO 349<br />

Se comprende que estudiar cada uno de estos determinantes para<br />

señalar la importancia que reviste uno a uno en la auténtica creación y<br />

solución de un problema, sería deseable pero impracticable. Dentro de<br />

los límites de nuestro estudio y de su carácter, sólo podremos referirnos<br />

a algunos de los renglones que hemos mencionado en nuestra anterior<br />

enumeración.<br />

Ya hemos hablado en el capítulo anterior de cómo los determinantes,<br />

al ser aprehendidos por el creador, generan finalidades específicas<br />

propias. Q)mo también lo ad<strong>ver</strong>tíamos al iniciar nuestra plática, sólo<br />

nos referiremos a aspectos que suponen otros ya estudiados y por conveniencia<br />

ahora no los haremos presentes.<br />

Con el propósito didio de subrayar la importancia que para la creación<br />

reviste el planteamiento de los problemas arquitectónicos y sus correspondientes<br />

programas, mostraremos un caso de nuestra ciudad que<br />

permite al observarse, mejor en el lugar que al través de la fotografía,<br />

avalorar la importancia capital que revisten, como todos los determinantes<br />

enumerados en nuestro esquema; las características urbanológicas<br />

del terreno y los puntos de vista que desde las vías públicas poseen sus<br />

frentes. Los partidos arquitectónicos adoptados ponen claramente de<br />

manifiesto estas consideraciones.<br />

La Cámara de Diputados, construida sobre el terreno que ocupó el<br />

Teatro denominado Nuevo, en la esquina SW que forman las calles de<br />

Donceles y de Allende, adoptó un inteligente partido acorde<br />

con lo estrecho de las dos calles. Se conservó el corte diagonal de la<br />

esquina obteniendo de este modo un punto de vista más alejado de<br />

ella y, consiguientemente, en mejores condiciones de visibilidad que si se<br />

hubiese colocado en la entrada principal sobre cualquiera de las dos calles<br />

laterales. De este modo la altura del cuerpo principal toma la total del<br />

edificio y presta al conjunto una significación de monumento como<br />

corresponde a su destino público y simbólico del pueblo mexicano. Lo<br />

interesante es comprobar cómo este cuerpo principal, que corresponde<br />

al eje de la sala de sesiones públicas, se ve totalmente en anchura y<br />

altura desde la esquina que tiene enfrente y desde los dos accesos que<br />

proporcionan las calles que la forman. Se intuyó con certera claridad<br />

la solución al difícil problema que planteaba, por una parte, la monumentalidad<br />

del edificio, y por la otra, lo exiguo del espacio disponible<br />

y lo estrecho de las vías colindantes. Compárese el partido del cuerpo<br />

íí que nos referimos con el de las fachadas laterales para comprobar<br />

como en éstas se adopta un partido fraccionado de modo a no dar la<br />

i.npresión de angustia, que de otro modo, se obtendría de haberse con-


350 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL<br />

servado el orden colosal del cuerpo central como, por ejemplo, se hizo<br />

en la fachada del Teatro Iris que le es colindante. El partido de esta<br />

composición, desafortunadamente no puede contemplarse en sus proporciones<br />

debidas e intencionales, precisamente por lo estrecho de la calle<br />

y la oblicuidad con que se pueda mirar.<br />

Al contemplar creaciones magníficamente logradas en diferentes topografías,<br />

pocas veces se repara en dos importantes puntos: el primero<br />

que ahora nos interesa, el del planteamiento del problema en acuerdo<br />

total con las características topográficas del suelo y el del genio creador<br />

que supo aprovechar las limitaciones de esa topografía para obtener<br />

con ellas los elementos que su talento explotó en sentido de la creación.<br />

Así son, por ejemplo, la solución maestra de la Plaza de España y la de La<br />

Trinidad del Monte, en Roma, que explota una enorme diferencia de<br />

niveles entrambas, disponiendo la espectacular serie de terrazas y escalinatas<br />

cuyo efecto nunca deja de atraer al observador. En la misma<br />

Ciudad Eterna, la Plaza de San Pedro resuelta genialmente por Bernini<br />

enmedio de las tremendas irregularidades que le ofrecían los edificios<br />

circundantes y parte de la muralla romana, para dar al conjunto el efecto<br />

de suprema monumentalidad logrado. Podríamos traer a cuento una<br />

serie de grandes y pequeñas composiciones. El barroco romano resolvió<br />

de manera airosa su problema de monumentalidad en las calles de tan<br />

reducida amplitud frente a las cuales se erigen, disponiendo las superficies<br />

en movilidad tal que hacen contemplar la totalidad de la composición<br />

en partes sin alterar su unidad. En términos de Woelfflin, posee<br />

"Unidad" la forma barroca y sería aventurado atribuir sólo a lo estrecho<br />

de las calles romanas la disposición inteligentemente adoptada, como lo<br />

hace Gedion, aunque, como en toda obia maestra, la vivencia del problema<br />

ha sido desde luego total.<br />

Volviendo a nuestro cuadro sinóptico, el segundo cuerpo de detecminantes<br />

se refiere al Destino de la obra. Frente a este bastísimo capítulo<br />

hemos escrito, no propiamente los determinantes enumerados como<br />

frente a la ubicación, sino más bien puntos de método a seguir en la<br />

elaboración del programa mismo y ante la problemática planteada. Se<br />

trata, en rigor, de un método de planteamiento. La definición genérica<br />

del problema nos lleva a la determinación del elemento regente de la<br />

composición. El arquitecto intuye aquí, ante el problema, cuál debe ser<br />

y desde ese momento girará su composición en torno a él. Echando mano<br />

del clásico ejemplo de Versalles y El Escorial, aunque sea de manera<br />

rápida, encontramos claramente designado, en un caso y en otro, el elemento<br />

regente que el problema ha inspirado a los respectivos arquitectos.


ESTRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO 351<br />

En Versalles rige la cámara real, en El Escorial, el Tabernáculo de la<br />

Capilla Real, Eran dos tipos diferentes de monarcas, no obstante que<br />

ambos pertenecen a la época del absolutismo y que ambos se designaban<br />

majestades católicas.<br />

El siglo XIX que, como hemos dicho, produjo excelentes arquitectos,<br />

nos muestra en los partidos generales de muchas de sus grandes y significativas<br />

obras, la claridad con que rige el elemento programal. La<br />

definición, por ejemplo, de una gran biblioteca pública, será el sitio<br />

adonde se reúnen lectores y libros. Consecuentemente, la gran sala de<br />

lectura rige los accesos públicos y los depósitos de libros. Así se conciben<br />

con claridad las disposiciones adoptadas y las soluciones brillantemente<br />

conducidas dentro de la desubicación, pero rumbo a una expresión que,<br />

sin duda, le fue inconfundiblemente propia. Lo mismo podría decirse de<br />

las grandes óperas que entonces se edifican. La sala y el escenario rigen<br />

en todos sus aspectos, en la distribución, como en las fachadas.<br />

El conocimiento específico de los di<strong>ver</strong>sos problemas genéricos que<br />

se dan en nuestro actual momento y ubicación, permite abordar el estudio<br />

de los renglones finales correspondientes a las partes o elementos específicos,<br />

las condiciones ideales de las partes y la correlación y funcionamiento<br />

de las mismas partes, emprendiendo ante el problema una investigación<br />

de datos que, siendo fundamental, nos exige algunas consideraciones.<br />

-<br />

El carácter francamente objetivo del problema, coloca al arquitecto<br />

frente a él y no dentro de él. Es el problema, por sí o por mediación<br />

del cliente genérico y de los asesores que funjan en su planteamiento,<br />

el que proporciona al arquitecto el cuadro frente al que formula el<br />

cuestionario que su preparación y talento le inspiran, con la idea de<br />

captar de la mejor manera la totalidad de determinantes que posee el<br />

dicho problema. No es, pues, el arquitecto quien hace el problema, sino<br />

quien, al través de su personal vivencia, lo investiga, incursiona por él<br />

y al final proyecta su primer paso creador, que es el programa. Este<br />

proceso investigatorio, inquisitorio de datos, es lo que hemos denominado<br />

propedéutica arquitectónica por la similitud que este estudio preliminar<br />

del problema tiene con las propedéuticas médica y quirúrgica<br />

preoperatoria; pues ambas tienden a la obtención de los datos sintomáticos<br />

a cuyo través el médico y el cirujano establecen su diagnóstico,<br />

para de ahí planear el tratamiento que convenga seguir con el paciente.<br />

El arquitecto procede parejamente; por la propedéutica llega al programa,<br />

que le pertenece, ya hemos expuesto su categoría subjetiva y la<br />

proyección objetiva que hay en él. El facultativo médico arriba a su diag-


352 MEMORU DEL COLEGIO NACIONAL<br />

nóstico; a algo que también es subjetivo-objetivo como el programa. Hl<br />

arquitecto, basado en su vivencia programática, asciende de inmediato<br />

a la composición formal y mediante un proceso mitad creativo, mitad<br />

técnico, mitad manual, llega a precisar su creación en todas sus partes<br />

de modo de hacerlo posible como una realización espacial construida. La<br />

expresión de la vivencia tenida por el arquitecto frente a su problema,<br />

sólo adquiere cabal expresión en la forma espacial creada arquitectónicamente,<br />

o sea, por consecuencia, que ningún programa alcanzará su<br />

expresión acabada o perfecta si no es al través de la creación misma.<br />

Una observación, aparte del tema que ahora tratamos, puede ser productiva;<br />

en nuestras exploraciones hemos echado mano, de continuo, de obras<br />

realizadas, precisamente porque sólo en ellas encontramos la vivencia<br />

autenticada del creador, aunque como es obvio y ya lo hemos hecho<br />

notar, su vivencia se encuentra en todos los casos envuelta por la cultura<br />

misma.<br />

Guadet decía que el programa, confundiéndolo entonces con el problema<br />

de nosotros, pertenece al cliente y que al arquitecto lo que corresponde<br />

es la solución. Hacía un aforismo que de todos modos resulta<br />

elocuente y claro: "Al cliente el programa, al arquitecto la solución",<br />

o dicho en términos de nuestro estudio: "Al cliente el Problema, al<br />

arquitecto la solución". Con todo lo estudiado hasta aquí, se comprende<br />

bien el alcance de esta expresión, pues que ya estamos en condiciones<br />

de diferenciar lo que es principio de solución, el programa propiamente<br />

dicho, y lo que es dato externo y ajeno al arquitecto, el problema que<br />

pertenece al cliente a que se refería Guadet. Nada más equivocado, por<br />

tanto, la postura que, como decíamos al iniciar nuestro estudio, adoptan<br />

en multitud de casos nuestras escuelas o algunos de sus profesores. Suponer<br />

que el arquitecto, por el conocimiento que debe tener de los problemas<br />

genéricos arquitectónicos, se encuentra en posición de una multitécnica<br />

que le faculta, con autoridad de profesional, a intervenir como<br />

organizador de cuanta actividad humana exista, cosa ésta que aparte<br />

de aparecer sensatamente insensata, pues tal pretensión resulta sin base<br />

seria y, desde luego sin preparación profesional por parte del arquitecto,<br />

puede calificarse claramente de improcedente tras el estudio que hemos<br />

realizado y la comprensión que ya poseemos; así es de espetase de la<br />

naturaleza y estructura del programa y del problema.<br />

Nuestra escuela mexicana, desde el año de 1924, sustenta esta doctrina<br />

y para su satisfacción y méritos, entonces implantó en las clases de<br />

composición la investigación del problema, para iniciar al través del programa,<br />

la creación. Entonces la idea consistía en poner al alumno en


ESTRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO 353<br />

contacto directo con el problema para, aunque este fuese elemental y<br />

escolar, o sea muy alejado del contacto que en un problema profesional<br />

es indispensable obtener, de todos modos colocaba al alumno en vías de<br />

una mejor postura ante la imaginación de formas que se alejasen de la<br />

rutina y tendiesen a solucionar los problemas a cuya vivencia se les<br />

impelía. Más tarde, el absurdo número de alumnos fue sustituyendo<br />

esta lógica técnica por la tradicional de dar al alumno un esquema de<br />

programa con el sólo propósito de que, al suponerlo obtenido por él, se<br />

ejercitara en la creación espacial. Los resultados han sido manifiestos<br />

en todas nuestras escuelas. Se ha desvirtuado la enseñanza y el ejercicio<br />

de la composición, pues que, al cortarle la raíz y el inicio, difícilmente<br />

puede llegarse a otra cosa que a una rutina de tipo neo-académico o a<br />

las reacciones sub<strong>ver</strong>sivas que estamos presenciando. Creo que requerimos,<br />

ante el tremendo problema del número de alumnos, buscar un<br />

camino que pueda colocarlos en el camino recto de la auténtica creación,<br />

con todos los escollos que representa y los peligros de que está rodeado;<br />

pero paréceme indispensable enfrentarse con todos a cambio de obtener<br />

soluciones a los probleinas que, tarde o temprano, se presentarán en toda<br />

su realidad y crudeza al alumno y entonces, sin la preparación conveniente<br />

o sin el criterio de arte sano y actual, nuestra arquitectura, que<br />

tanto ha merecido en lo que va del siglo, o se estancará o regresará a<br />

los tiempos del arcaísmo temporal, como ya comienza a palparse en<br />

ciertos sectores escolares impresionados quizás por la dirección pasajera;<br />

así lo esperamos, que algún sector oficial ha dado a su obra. Y esperamos<br />

que sea pasajera porque, de no inspirarla una auténtica raíz cultural,<br />

seguramente no podrá ser sino un brote más de individualismo<br />

que, como decíamos en otro período de nuestro estudio, al perder el<br />

arraigo a la colectividad, automáticamente se acaba la sabia y se promueve<br />

la sequedad y la nulificación.<br />

Como ilustración, mostramos dos hojas de un cuestionario para la<br />

investigación del problema de un hospital y un esquema de correlaciones<br />

funcionales. El primero, es el que formulamos para la primera campaña<br />

nacional de hospitales, emprendida durante el sexenio 1940-46, v<br />

el segundo, es uno de tantos formado por el Board of Health del gobierno<br />

norteamericano para orientar la organización y construcción de<br />

hospitales de pequeña capacidad y recursos limitados en la Unión Americana.<br />

Como decíamos también, todos estos instrumentos son, aparte de<br />

personales, auxiliares y pasajeras, ya que la auténtica expresión de la<br />

vivencia ante un problema sólo cabe en la forma espacial y construida<br />

arquitectónicamente por el creador. Ahí está, pues, el final de la pro-


354 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL<br />

gtamación, comprobándose así nuestra primera adquisición, la que identificó<br />

el programa con las finalidades-causa. £1 programa es causa y<br />

a la postre, es finalidad y así su expresión se causa en los problemas,<br />

comienza a vivirse en el programa y cierra el ciclo en la obra misma.<br />

Para el arquitecto de <strong>ver</strong>dad no hay expresión perfecta fuera de ella,<br />

del mismo modo que la música ejecutada y escuchada es la única música,<br />

pues que la escrita, la representada, sólo es eso, representación convencional<br />

y técnica de aquélla, la música de <strong>ver</strong>dad.<br />

En nuestro esquema, el tercer parágrafo se refiere al tercer determinante:<br />

el de las condiciones económicas en que la obra debe crearse.<br />

Hemos anotado de igual modo que para el destino, orientaciones para<br />

atacar el punto ante el problema. O se parte de un costo prefijado o se<br />

llega a uno resultante de solucionar las exigencias de espacio. El rendimiento<br />

es otro punto de limitaciones para el creador. Comercialmente<br />

es bien sencillo señalar el rédito que deba representar la in<strong>ver</strong>sión hecha,<br />

aunque en la generalidad de los casos es bien difícil que el arquitecto<br />

sepa plegar sus generosas ansias de crear y también las personalistas de<br />

brillar, al limite que se le asigna programalmente, dando lugar a multitud<br />

de conflictos que no sólo dañan a quienes intervienen en el caso,<br />

sino, lo que es grave, al gremio en su totalidad por generalizaciones<br />

que no siempre tienen razón suficiente de hacerse, pero que se hacen.<br />

Desde el punto de vista social, es más difícil avalorar en números la<br />

representación que deba tener el límite económico de obras cuyo proveclio<br />

colectivo es el que manda. En todo tiempo me ha parecido este<br />

un tema que poco o nada atienden los países de economías modestas,<br />

como son el nuestro y los hermanos de iberoamérica. Nuestras planificaciones<br />

difícilmente comprenden la lógica elemental de frente a las<br />

necesidades a resol<strong>ver</strong>, poner los medios disponibles para ella. Por lo<br />

contrario, frente a las necesidades se alza el interés personal de uní<br />

administración, los dineros de la colectividad muy rara vez alcanzan el<br />

rédito social que exigen y les corresponde. Por esto, cuando en una campaña<br />

nacional, como la que ahora se lleva al cabo con tanto vigor en la<br />

construcción de escuelas, se sacrifica el lujo y el personalismo, sustituyéndolos<br />

por aulas y más aulas. No tengo inconveniente en traer una<br />

y otra vez, como alto ejemplo de auténtica actitud profesional y patriótica,<br />

esas escuelas modestas, asentadas en lugares ignotos de nuestro<br />

suelo. Creo sinceramente que este es el camino a tomar en lo que tratamos<br />

y también en lo referente a la programación positivamente auténtica,<br />

la que, sin apego al yo, sino a la colectividad a que sirve, se vive<br />

con decisión y sin temor el problema en todos sus aspectos y con todas


ESTRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO 355<br />

SUS realidades, aunque sean éstas dolorosas. Lo primero que debe inmolarse<br />

en esa vivencia es el orgullo mezquino y lo que no debe jamás<br />

ahogarse es la voz clara de la conciencia profesional, la que invita<br />

a crear cosas grandes por la elevación del espíritu y por la nobleza<br />

del pensamiento.<br />

Ilustraciones:<br />

1. Esquema 9 (4.63).<br />

2. „ 3 (5.63).<br />

3. „ 3 (6.63).<br />

4. Cámara Diputados, Méx. Fachada eiquina.<br />

5. ídem, lateral.<br />

6. ídem. Vista con Teatro Iris.<br />

7. Fachada Teatro Iris.<br />

8. ídem.<br />

9. Plaza de España. Roma. 63.<br />

10. Panorámica Plaza San Pedro, Roma.<br />

A.185.<br />

11. ídem. 63.<br />

12. ídem. 63-<br />

13. Barroco romano. 63.<br />

14. Barroco alemán. Balthasar Neumann.<br />

Vierzehnheiligen. 12 (3.63).<br />

15. Versalles. Planta general. B-67.<br />

16. Vista Plaza. F-9-<br />

17. Patio mármol. F-9.<br />

18. Cámara de Luis XIV. 63.<br />

19. Capilla, interior. 63.<br />

20. Capilla, exterior. F.0.62.<br />

21. El Escorial. Planta general. E1.34.<br />

iMéxico, D. F., agosto de 1963.<br />

22. Vista del atrio principal. E1.65.<br />

23 Entrada principal. E1.63<<br />

24. Patio de los Reyes. EI.75.<br />

25. Fachada lateral. EI.61.<br />

26. Biblioteca del Congreso, Washington.<br />

Planta 26. (6.63).<br />

27. Biblioteca de Estrasburgo. Planta. 27.<br />

(6.63).<br />

28. ídem. Corte. 28. (6.63).<br />

29. Biblioteca de Sta. Genoveva. París.<br />

Corte. 29. (6.63).<br />

30. ídem. Vista depósitos de libros. 30.<br />

(6.63)<br />

31. Gran Opera. París. Planta. B.93.<br />

32. ídem. Fachada principal. F2-40.<br />

33. Cuestionario para formación de un programa<br />

de hospital. Parte de una hoja.<br />

34. ídem. 33 y 34. (6.63).<br />

35. Esquema funcional de los accesos a un<br />

hospital. Board of Health de los EUA.<br />

35. (6.63).<br />

36. Escuela Rural del Comité Federal de<br />

Construcción de Escuelas. México. 36.<br />

(6.63).


VII. EVOLUCIÓN DEL PARTIDO GENnRAL DE COMPOSICIÓN<br />

EN LA rORMA DEL HOSPITAL OCCIDENTAL DEL SIGLO XVIII AL XX<br />

Aquel adagio del siglo xviii^ puesto en boga por Sullivan y más tarde<br />

por Wright, de que "la forma sigue a la función", empalma en este<br />

momento nuestro estudio con el tema que ahora ocupará nuestra atención,<br />

pues que, habiendo perseguido la estructura del Programa arquitectónico<br />

en sus aspectos y categorías, ahora vamos a comprobar con un<br />

buen número de formas de hospitales, su correspondencia con las ideas<br />

dominantes en cada una de las etapas que contemplaremos. Y decimos<br />

que empalma aquel aforismo, porque como también lo hemos explorado,<br />

la forma es, en suma, el remate perseguido en que concluye la creación<br />

del arquitecto, iniciada, se recordará, en el Programa, que es vivencia<br />

subjetiva del problema.<br />

El tema que abordaremos, es una mera revisión de formas típicas<br />

adoptadas por los partidos de composición del hospital, a partir de la<br />

segunda mitad del siglo xviii y hasta nuestros días. Tendremos oportunidad<br />

de comprobar lo que hemos explorado y expuesto en el terreno<br />

de la Teoría, que la problemática es forjada en cada momento histórico<br />

por la cultura y que el programa, al través del mismo arquitecto, también<br />

queda envuelto por la misma cultura. Cuando ésta, la cultura, evoluciona<br />

en el tiempo y proporciona orientaciones nuevas, el creador las<br />

proyecta en las formas que crea como solución a su programa.<br />

Nuestra visión comentará las ilustraciones que nos sirven de tema,<br />

numerosas ciertamente para una sesión como ésta, pero escasas al compararse<br />

con la multitud de obras producidas a partir del último cuarto<br />

del pasado siglo y, sobre todo, durante los últimos decenios del presente,<br />

que se cuentan por centenas y son, en su mayor parte, tan significativas<br />

como las que mostraremos. Estas serán en ocasiones obras-clave, pero<br />

en la mayoría de los casos tan sólo son típicas, elegidas más bien por<br />

disponer a mano de sus respectivas ilustraciones. No se tome, por lo<br />

tanto, ni la citación ni la omisión como calificación crítica, sino como


ESTRUCTURA T12ÓR1CA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO 357<br />

ejemplificación dentro del amplio campo que históricamente ofrece el<br />

tema. Por otra parte, como nos centramos en la evolución del partido<br />

del hospital en el occidente, no extrañe que las obras se refieran en su<br />

casi totalidad a países distintos del nuestro, pues las directrices y programaciones<br />

genéricas nacieron con anterioridad a los aiíos en que nuestro<br />

país inició su primera gran campaña de construcción de hospitales,<br />

que fue cerca ya de la mitad del siglo que vivimos. Sería motivo de otro<br />

estudio enfocar la intensa obra hospitalaria, iniciada entre nosotros el<br />

año de 1929 con el Sanatorio Antituberculoso de Huipulco, que tuve la<br />

suerte de edificar. Este nuestro estudio sería un buen preámbulo para<br />

el que se ocupara de las obras mexicanas en este género de hospitales.<br />

Ilustraciones:<br />

1. Hospital de Sta. Cru2. Toledo. Planta. 25.<br />

2. ., Mayor de Milán. Planta. 26.<br />

3. Proyecto de Le Roy. 1777. 27.<br />

4. „ Academia de Ciencias. 1737. 28.<br />

Poyet et Tcnon. 29.<br />

5. Hospital Lariboisiére. (1839). 30.<br />

6. Cuadro resumen evolución forma. 31.<br />

7. Snla enfermos. Tollet. (1870).<br />

8. Ho:-pítal Tcnon. 32.<br />

9. „ Boucicaiit. (1897). 33.<br />

10. „ Ideal. 1907. 3-í.<br />

11. „ „ „ 35.<br />

12. „ „ 36.<br />

13. ., Plymouth. Cor. Prioplc. 1756. 37.<br />

lí. Real Enfermería de Edlmburjío. 1870. 38.<br />

15. H. de St. Thomas. Londres. 1871. 39.<br />

16. ídem. Pabellón. 40.<br />

17. H. de Norfolk. 1884. 41.<br />

18. H. New Castle. Contagiosos. 1900. 42.<br />

19. H. Swansea. 1890. 43.<br />

20. Instituto Pasteur. Contagiosos. París. 44.<br />

1900? 45-<br />

21. John Hopiiíns. Baltimore. 1889. 46.<br />

22. ídem. Pabellón. 47.<br />

23. 25 Variantes de plantas. Tollet. 1890. 48.<br />

24. Cuadro resumen evolución forma. 49.<br />

México, D. F., 26 de agosto 1963.<br />

Vanantes de plantas. Tollet. 1890-?<br />

ídem,<br />

ídem.<br />

Saranack Lake. Pabellón aislado. 1882.<br />

ídem. Planta General,<br />

ídem. Vista general.<br />

Pabellón de Tollet con una sola hilera<br />

de camas. 1890.<br />

Sanatorio Ideal. 1900.<br />

ídem,<br />

Canifiou. Galería de Cura. 1890.<br />

Sanatorios Bli^íny. Fontenay. 1903-20.<br />

ídem. Despeaux Ribod. 1903-20.<br />

Sanatorio Harcficld. Inglaterra,<br />

ídem. Pabellón mujeres.<br />

Sanatorio de Huipulco. 1929.<br />

Passy. 1933-.'<br />

„ Passy. Niños. 1930-?<br />

„ ídem.<br />

„ ídem.<br />

Hospital Fougéres. 1933-?<br />

Concurso Hospital Ziirich. 1930-?<br />

Hospital de Los Angeles, Cal. 1939-?<br />

ídem,<br />

ídem.<br />

H. Beaujon. Cütliy, 1934-?


358 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL<br />

50. ídem.<br />

51. ídem.<br />

52. Cuadro resumen evolución forma.<br />

53. H. de Lille. Concurso. 1933?<br />

54. H. de Lille. Concurso. 1933-.'<br />

55. ídem.<br />

56. H. Laennec, París, 1874.<br />

57. H. de Lille. 1933-?<br />

58. ídem.<br />

59. H. de Colmar. 1933-?<br />

60. ídem.<br />

61. H. de St. Lo.<br />

62. Maternidad Sao Paulo, 1945-?<br />

63. H. de Marsella. 1959-?<br />

64. ídem.<br />

65. Proyecto Tipo B of H. 1940-55-<br />

66. ídem.<br />

67. H. Regional de Slougli. 1959-?<br />

68. H. Van Nuys .Cal. 1958?<br />

69. Esquema de planeación europea.<br />

70. ídem, norteamericana.<br />

71. Cuadro resumen evolución forma.


ttn<br />

JÉMS<br />

1**<br />

u<br />

u<br />

ti HJt<br />

ii:<br />

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rrmí<br />

u V<br />

HUÍ»<br />

EVOLUCIÓN DE LA FORMA DEL HOSPITAL OCCIDENTAL<br />

(Siglos XVIII a XX)<br />

Los Paitidos Geneíales dí"su CotnposídÓn<br />

s. XV Sta. Crui.<br />

Toledo.<br />

s. XVI Hospital<br />

Mayor. Milán<br />

1777 Lcroy<br />

Hotel Dieu. Paill.<br />

1787 Academia Ciencias.<br />

Poyet.<br />

1830 pabellón<br />

Demanet<br />

1875 Pabellón Tollet.<br />

\864 H. Lariboisier.<br />

París.<br />

1878 H. Tcnon.<br />

Patis.<br />

1897 H. Boucicaut.<br />

París.<br />

1907 Plantas iJeates.<br />

Escuela Inglesa.<br />

176S Plymouth. Cor.<br />

Pringle.<br />

1870 Edimburgo.<br />

1871 St. Thomaj.<br />

Londres.<br />

1884 Norfolk<br />

1890 Swansea.<br />

1889 John Hopktns.<br />

Balltmoie, USA.<br />

187;-90 23 vanantes<br />

de partidos de<br />

ToIlct.<br />

1 Bloques compactáis<br />

oiienticiÓD múltiple<br />

salas crucifurmes.<br />

2 Primer ptoyecto conocido<br />

de pabello*<br />

nes aislados y paralelos.<br />

i Pabellones aistadoi<br />

paralelos espaciados<br />

L — 2H círcu'<br />

laciones cub.<br />

Sección apuntada<br />

con vealilaciófi /.enital.<br />

4 AplícaciÓa det<br />

proyecto Academia<br />

Ciencias.<br />

3 Galerías circulación.<br />

Vuelve al<br />

bloque.<br />

6 Aislamiento total.<br />

Circulaciones subterrineas.<br />

7 Aislamiento total.<br />

sin circulaciones.<br />

8 Pabellones paralelos<br />

antenas tisla-'<br />

miento lespecto cI^<br />

culacIoDci base.<br />

Tipo didáctico'<br />

perfeccionado.<br />

9 Orientación Qolfot*<br />

me Pabellones paralelos.<br />

Desceotralizadón<br />

CircuUdooes abiertas.EspadamícDtos<br />

L = 2H —<br />

L - 1.3H.<br />

Direcciones: uísteada<br />

médíco-quirúrgict f .<br />

religiosa « pideates)<br />

tndigeotn.<br />

MiasfflU y 'amblcote /<br />

ée hospital'. Aitti-;<br />

miento.<br />

Aereación mfiliiu.<br />

Lister, Asepsii. Aite<br />

como vehículo COIH<br />

lagia<br />

Pasleur. Bacteilti.<br />

Aereación y<br />

aislamiento.<br />

Descentnitudfla de<br />

lervlcíoi.


:'?^#<br />

A^^<br />

" ^ " ^ ^<br />

1882 S^nack Lalcc,<br />

N.Y. Sanatorio Adirondack.<br />

Con cabanas<br />

individuales.<br />

(Cottages).<br />

1690 Ruppertsheim.<br />

1903 Blignjr, Fontene.<br />

bteau.<br />

Hartfield.<br />

1920 a 1933. Sanatolias<br />

de cura higiénica.<br />

Se multiplica su número<br />

en todo el<br />

mundo.<br />

Vassy.<br />

Fougers.<br />

1930 Influencia de U<br />

forma sanatoríal en<br />

el hospital tipo.<br />

Cite Hosp. Zuiich,<br />

Los Angeles.<br />

1933 Boujon. París.<br />

10 Troudeau aplica la<br />

Higiene al tubercu'<br />

toso.<br />

Koch. Bacilo.<br />

Aseo, polvo.<br />

Brehmeis (185é).<br />

BrehmerSj sanatorio. Higiene.<br />

Reposo.<br />

Aire libre.<br />

Alimentación.<br />

11 Funcionalidad.<br />

Arquitectura actual.<br />

Soleamiento<br />

áptímo.<br />

Galerías cura.<br />

Vista abierta.<br />

12 Características s.inatoriales<br />

excepto<br />

galería cura.<br />

13 Monobloque en pisos<br />

con anten^is<br />

tipo inglés.<br />

1937 Lille. l4 Tipo cruciforme<br />

combinado con el<br />

anterior euroamericano.<br />

1937 Colmar<br />

Concurso Zürich,<br />

Cardiología, Méx.<br />

1940 a 60 Innumerables<br />

hospitales en<br />

todo el mundo.<br />

San Pablo.<br />

—H. Gral. Marsella.<br />

Bucrinhamshire,<br />

Van .Nuys, Cal.<br />

1940-33 Proyectos tipo<br />

para hospitales económicos<br />

del Board<br />

of Health de los<br />

EUA.<br />

15 Forma Sanatorial<br />

en pisos tipo norteamericano.<br />

l6 Evolución tipo euroamericanosanatorial.<br />

Libertad de formas.<br />

En climas ricos y<br />

economías pobres,<br />

se aprovecha el<br />

clima natural.<br />

17 Aceptación del tipo<br />

euroamericano sa*<br />

oatorial.<br />

Aseo.<br />

Soleamiento.<br />

Neumotorax.<br />

Cirugía Toráxica.<br />

■ Corta Permanencia.<br />

Flnnc-ición técnica de<br />

hospitales.<br />

Centralización y aislamiento.<br />

Infectantes en pisos<br />

propios.<br />

Cruciforme: Laünec<br />

187-t.<br />

Antibióticos,<br />

Clima acondicionado<br />

artificialmente.<br />

Auge de la Planeación<br />

técnica de hospitales.<br />

Planeación Regional<br />

de hospitales.


VJII. ALGUNOS RENGLONES DEL<br />

PROGRAMA OCCIDENTAL CONTEMPORÁNEO<br />

Después del recorrido que efectuamos en nuestra anterior sesión por<br />

entre los numerosos casos de hospitales que sirvieron de base, para comprobar<br />

una vez más cómo en cada momento histórico los programas<br />

generales imponen su marca, orientando las composiciones arquitectónicas<br />

en determinado sentido y con relativa independencia a las facultades<br />

creativas, mayores o menores, que pueda ostentar el creador en su<br />

individualidad, ahora vamos a ocupar nuestra atención con un tema, o<br />

si se quiere, con una serie de puntos, que en la actualidad parecen regir,<br />

como renglones del programa general contemporáneo, la arquitectura<br />

que se produce en el mundo occidental, di<strong>ver</strong>sificada en cada región y<br />

zona por las condiciones que ie son privativas a su espacialidad; pero,<br />

en último análisis, envuelta, del modo que hemos ya expuesto en nuestras<br />

anteriores observaciones, por la generalidad: amplia en radio y reducida<br />

en exigencias o causalidades.<br />

Desde luego, huelga aclarar que no vamos a mencionar lo que se<br />

deduce ya de las mismas categorías esenciales de que nos ocupamos en<br />

capítulos anteriores, pues que, como entonces se hizo <strong>ver</strong>, la cultura que<br />

llamamos mater, ilumina con ellas, con sus conceptos fundamentale-i<br />

y sustanciales a toda programación, por general y amplia que ésta sea.<br />

Nos referimos a las tres exploradas categorías de habitabilidad, de ubicación<br />

cronotópica y al carácter subjetivo-objetivo del programa; así como<br />

a los otros conceptos esenciales que tan sólo quedaron enumerados en<br />

el esquema del programa general, como son el concepto de arquitectura<br />

que se sustenta de hecho en nuestra cultura y las ideas amplias y precisas<br />

en que se tiene la naturaleza multiforme del ser humano, centro,<br />

causa y autor de toda arquitectura, cuya huella indeleble deja forzosamente<br />

impresa en cuanto imagina y realiza; así como el propio concepto<br />

que de él y su vida campea en la misma cultura.<br />

En realidad, lo que ahora va a ocuparnos queda necesariamente incluido<br />

en lo que acabamos de expresar, pues que precisamente los puntos<br />

.■ . /


362 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL<br />

en que fijaremos con especial interés la atención se refieren, en suma,<br />

a algunos de esos conceptos actuales en que la cultura de hoy tiene la<br />

vida y la naturaleza del hombre colectivo.<br />

Desde otro punto de vista, cabe aclarar que, los renglones programáticos<br />

sobre que <strong>ver</strong>sarán nuestras observaciones, no son exclusivos de<br />

otros más y, por tanto, deben tan sólo <strong>ver</strong>se como unos entre varios.<br />

Spengler, en su discutida y fenomenal obra La decadencia de Occidente,<br />

publicado su primer tomo en lengua alemana en 1918, o sea<br />

al filo de la terminación de la primera guerra europea, dice: "La cultura<br />

occidental en nuestros días está precisamente viviendo una orgía de pensamiento<br />

técnico en proporciones <strong>ver</strong>daderamente trágicas"; y aun en<br />

aquellos días, cuando no se disponía quizás ni en idea, de las armas<br />

atómicas actuales ni de los maravillosos avances de la navegación sideral,<br />

deja este otro párrafo significativo y de mayor aplicación a nuestro<br />

momento histórico: "Nunca se ha sentido un microcosmos tan superior<br />

al macrocosmos. Hay aquí pequeños seres vivos que por su fuerza espiritual<br />

han puesto en su dependencia la materia no viva. Nada parece equivaler<br />

a ese triunfo, que sólo una cultura ha logrado y acaso por pocos si.<br />

glos"; y agrega: "Pero justamente por eso el hombre fáustico se ha con<strong>ver</strong>tido<br />

en esclavo de su creación. Su número y la disposición de su vida<br />

quedan incluidos por la máquina en una trayectoria donde no hay descanso<br />

ni posibilidad de retroceso". "Quizás muy pocos lean hoy a Spengler,<br />

pero quizás eso se deba a que la historia ya lo ha alcanzado", dice<br />

Mumford.<br />

La afirmación de Spengler, hace cuarenta y cinco años, no sólo es<br />

valedera medio siglo después, sino una <strong>ver</strong>dad que cualquiera acepta<br />

como obvia y evidente; a quienquiera que se le comente aducirá que no<br />

hay por qué discutir algo tan claro como la luz del sol. Lo que quizás<br />

no vea el vulgo con tal claridad de evidencia, son las múltiples consecuencias<br />

que esta misma realidad y evidencia acarrea y motiva.<br />

Me valgo de la cita anterior, por la autoridad que representa su autor<br />

y porque, a la postre, me invade cierto sentimiento de respeto y de zozobra<br />

al incursionar en campos que no son de mi especialidad, aunque<br />

me atañen a mí, lo mismo que a todos los mortales, y en el caso presente<br />

me aventuro a pisarlos, no como el especialista en la filosofía de la<br />

cultura o en su historia misma, que no soy, sino simplemente como el<br />

arquitecto que intenta atisbar un tanto por esos terrenos tan íntimamente<br />

ligados al nuestro, pues como ya lo hemos expuesto en otro lugar<br />

de nuestro estudio, la arquitectura es parte en la cultura y expresión de<br />

ias más elocuentes.


ESTRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO 363<br />

Como Spengler, incontables otros autores que se ocupan de un modo<br />

o de otro de este aspecto de nuestra cultura, están acordes en que nuestra<br />

época, nuestro tiempo, se caracteriza por ser fundamentalmente técnico<br />

pero técnico, como dice Spengler, en proporciones <strong>ver</strong>daderamente trágicas,<br />

y lo trágico habría que sernos explicado por el propio Spengler<br />

tildado, sin embargo, de pesimista o por tantos otros pensadores que sin<br />

ser pesimistas alcanzan a entender que, de no conquistar la humanidad<br />

el equilibrio entre las fuerzas desencadenadas por la técnica y la ciencia<br />

en que se alimenta y los valores del espíritu, se está jugando el occidente<br />

su misma existencia.<br />

Fierre Máxime Schuhl, en su obra Maquinismo y filosofía, publicado<br />

por los años en que se inició la segunda conflagración mundia!,<br />

dice con serenidad, pero con aplomo: "Plus est en nous", como dice e!<br />

lema esculpido en los muros del Hotel Gruthuuse, en Brujas, pero interpretando<br />

correctamente esta máxima implica que al esfuerzo técnico y<br />

científico, debe agregarse otro esfuerzo más penoso y difícil, del cual,<br />

sin embargo, nunca han faltado ejemplos desde los tiempos de los profetas<br />

y de Sócrates; si el hombre es, según la definición de Franklin,<br />

un animal que sabe construir utensilios, no hay que olvidar que es también<br />

un animal que posee una conciencia: homo faber, homo sapiens,<br />

ciertamente, pero también homo moralts. Lo que nos falta ahora —y<br />

todos los hombres de buena voluntad, ¿no están de acuerdo en lo substancial<br />

en esto?— es un esfuerzo de inteligencia, sí, pero también de<br />

justicia y de generosidad —tomando este vocablo en el sentido cartesiano—<br />

que hagan servir para el bienestar de la generalidacf de los hombres,<br />

los medios nuevos y jDoderosos de que disponemos. Las fuerzas encerradas<br />

en esos medios no deben ser, de ahora en adelante, instrumentos de<br />

"crematística" y de "pleonexia", diremos, usando la terminología de los<br />

antiguos; deben ser empleadas en forma que permita a los ojos de<br />

los hombres, como lo expresa la bella fórmula de Carlyle, cruzar más<br />

miradas de dicha, y para lograrlo, es preciso adaptar los progresos de<br />

la técnica, las reglas de la producción y de la distribución, de modo<br />

que reine por doquier, como decía Platón, la igualdad geométrica, la<br />

justa proporción.<br />

En todo tiempo ha habido técnica, porque la técnica es uno de los<br />

síntomas de que hay hombres. La hubo en el estado primitivo, creando<br />

utensilios; la hubo en las bellas épocas del auge del artesanado y, por<br />

fin, la ha habido desde que las máquinas más elementales, como las descritas<br />

por Vitrubio, se aplicaron a subir las piedras a las partes altas de<br />

las edificaciones y a trasladarlas de las canteras de origen a los lugares


364 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL<br />

en que se erigieron como monumentos. Pero es claro que, a partir del<br />

siglo xviii, la máquina se ha complicado al perfeccionarse y la técnica<br />

ha creado no sólo mejores máquinas, sino técnicos que no son ya artesanos-técfiícos,<br />

inventores profesionales auxiliados por una ciencia avanzada,<br />

o provisoriamente avanzada, pero que proyecta sus conclusiones<br />

en aplicaciones del técnico y de la técnica y que de sus buenos o malos<br />

éxitos saca, cual ave fénix, sus nuevas doctrinas y sus nuevas aplicaciones.<br />

No cabe duda; nuestro tiempo encuentra su expresión más acabada<br />

en las creaciones de sus técnicos y también en ellas, como tantos pensadores<br />

lo dicen y lo han dicho, y creo que todos lo comprendemos, radica<br />

el germen de su destrucción o de su redención, según obtenga el equilibrio<br />

entre la materialidad del progreso a que han conducido y la espiritualidad<br />

del pensamiento y la imaginación creadores.<br />

Ortega cierra con este párrafo su incisivo estudio sobre la técnica:<br />

"(Pero) la vida humana no es sólo lucha con la materia, sino también<br />

lucha del hombre con su alma. ¿Qué cuadro puede Euramérica oponer<br />

a ese como repertorio de técnicas del alma? ¿No ha sido en este orden<br />

muy superior el Asia profunda? {Meditación de ¡a técnica, p. 157).<br />

Y otro crítico, Mumford, en sus conferencias sobre "Arte y técnica"<br />

afirma: "El gran tema de nuestra época es la renovación de la vida,<br />

no el mayor dominio de la máquina en formas aún más rígidas y compulsivas".<br />

Tras la serie de citas que acabo de hacer, y nuestra propia experiencia,<br />

cabe afirmar que irrefragablemente el renglón inicial de nuestro<br />

actual cuadro programático general lo constituye el carácter de 'época<br />

de la técnica más avanzada que haya conquistado el hombre y, como su<br />

primera consecuencia la je, que el hombre actual tiene depositada en<br />

ésta que considera "su" técnica, porque pertenece a "su" tiempo. Esta<br />

fe le lia llevado a confundir los deseos con las realidades; le hace soñar<br />

que cualquier utopía no lo es porque está comprobando que "su" tiempo<br />

es omnipotente, que "sus" técnicos son capaces de obtener, como los<br />

magos de tiempos fabulosos, cuanto se proponen y se les solicita. El<br />

hombre no técnico ni científico, el hombre que puede manejar un aparato<br />

eléctrico como un televisor, sin inquietarle el \wv que se ve, sino<br />

ían sólo lo que se ve, y exigir al vendedor que se vea siempre y bien,<br />

ha acabado no sólo por confundir las limitaciones físicas con las facilidades<br />

que pone en sus manos la técnica, sino algo peor, ignorar el<br />

enorme esfuerzo que significa a un grupo selecto y no muy numeroso<br />

de hombres, lograr la enorme economía de esfuerzos que cada nueva


ESTRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO 365<br />

máquina significa. Su ansia de vivir con plenitud el tiempo que le ahorra<br />

la técnica en su vida cotidiana, le ha llevado al vacío, porque según<br />

la certera frase orteguiana que antes citábamos, "La vida humana no<br />

es sólo lucha con la materia, sino también lucha del hombre con su<br />

alma"; y si en el vértigo de la veloz existencia cotidiana no alcanza a<br />

meditar, está irremisiblemente condenado a con<strong>ver</strong>tirse en esclavo de la<br />

técnica y de los autómatas que día a día lo están haciendo a un lado<br />

en la nueva organización de la vida.<br />

Para el arquitecto, este carácter técnico superlativo del tiempo y<br />

esa ignorancia del hombre común y corriente, que le lleva a exigir sin<br />

medida perfecciones y costos como las del objeto fabricado a máquina,<br />

e idealidades caprichosas con las seguridades que le presta su fe en la<br />

técnica, constituyen un punto de partida de su programa, porque queriendo<br />

o no, él también está dentro de la envolvente de actualidad que<br />

liace ambiente por doquiera. Y cosa muy digna de observar: el arquitecto<br />

y sus propias técnicas lo colocan en cierta medida muy amplia<br />

como aprovechador de los productos que le brinda la industrialización;<br />

sin embargo, en rigor él no ha podido aún entrar de lleno en el<br />

manejo, diríamos total, de su propia técnica como creador, porque aún<br />

se encuentra anclado a una economía y a una organización social poco<br />

apta para obtener lo que pudiera, de explotar los avances de la ciencia<br />

y de la técnica, como se logra en el campo de los productos mecánicos e<br />

industriales, los de transportación, por ejemplo, que se conquistan, en<br />

trabajos de investigación, de creación y de experimentación, realizados<br />

por grandes y bien organizados y remunerados equipos humanos, dotados<br />

de todos los medios materiales de que requieren para obtener el<br />

producto mejor y más apropiado a la economía de cada etapa de su<br />

desarrollo. Yo no condeno el empeño en obtener para la casa, la esaiela,<br />

el hospital o el centro de salud, algo que fuese tan accesible a<br />

nuestras exiguas economías públicas y privadas, como puede serlo, en<br />

proporción, una estufa de gas, una bicicleta o una plancha eléctrica; pero<br />

sí pienso, después de conocer lo que tanto pensador actual, al ahondar<br />

entrevé tras del avance prodigioso de la. técnica actual, que no debe<br />

sacrificarse la paz del espíritu en aras de la técnica, sino perseguir el<br />

equilibrio, "tomar la iniciativa y recuperar nuestra propia capacidad para<br />

vivir", como dice Mumford, y "Antes que el arte en ¿ran escala pueda<br />

reparar las distorsiones de nuestra embarullada técnica, (debemos) colocarnos<br />

en el estado de ánimo y en el estado mental en el cual el arte<br />

resulta posible, ya sea como creación o como re-creación: sobre todo,


366 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL<br />

debemos aprender a reposar, a guardar silencio, a cerrar los ojos y<br />

esperar".<br />

Sólo intentamos en estas reflexiones, presentar uno de los renglones<br />

que estilizan tantas actitudes actuales dentro del programa general de<br />

nuestra cultura. Sería inopinado pretender otra cosa y poco sensato dar<br />

directivas diferentes a la que acabamos de citar de Mumford, quien<br />

agrega en otro lugar de su estudio: "Si adquirimos conciencia de nuestro<br />

estado actual, en plena posesión de nuestros sentidos, en lugar de<br />

permanecer embotados, somnolientos, pasivos, como lo estamos ahora,<br />

daremos nueva forma a nuestra vida según un nuevo patrón, ayudados<br />

por todos los recursos que el arte y la técnica colocan ahora en nuestras<br />

manos". {Arte y técnica, p. 119. Nueva Visión, B. Aires.)<br />

En la conferencia de Hartlaub, sobre "Abstracción e Invención", encuentro<br />

este pasaje que deseo traer aquí para cerrar nuestras reflexiones<br />

acerca de este primer renglón del programa actual: "La arquitectura<br />

moderna está animada —contrariamente a lo que ocurre más frecuentemente<br />

en la pintura y la escultura— de un espíritu optimista: el arquitecto<br />

no sólo quiere subordinarse a las formas de vida del presente, sino<br />

que aspira a mejorarlas. El constructor cree en la posibilidad de una<br />

existencia mejor, es más, hasta cree en una liberación final del hombre,<br />

obtenida, precisamente, por los medios complejos y altamente sensibles<br />

de que dispone la técnica actual, que es mirada por muchos como una<br />

maldición o, en el mejor de los casos, como una subordinación peligrosa.<br />

El arquitecto, valiéndose de la técnica, que parecía haber ido apartándolo<br />

cada vez más de la naturaleza, aspira precisamente vol<strong>ver</strong> a esa<br />

naturaleza, del mismo modo que un constructor de aviones se remite al<br />

vuelo del ser vivo, al vuelo del pájaro" (La nueva visión del mundo.<br />

p. 226. Edit. Sudamericana, B. Aires, 1954).<br />

La técnica, como característica de nuestro tiempo y como preocupación<br />

de las mayorías dentro de la colectividad occidental, orilla a múltiples<br />

consecuencias, aparte de las antes mencionadas. Es considerada la<br />

técnica como reforma de la naturaleza para adaptarla a un plan vital<br />

o a una supernaturaleza que se coloca entre el hombre y la propia naturaleza<br />

y, mejor aún, como la obtención de medios que permiten asegurar<br />

la satisfacción de las más elementales necesidades con un mínimo<br />

de esfuerzo y con un máximo de innovaciones, hasta crearnos nuevas<br />

relativas necesidades que, estando dentro de la naturaleza, se colocan, sin<br />

embargo, por encima de ella. Sin meditar mucho, comprobamos que la<br />

técnica desemboca en otro importante renglón del programa actual, que<br />

se entreteje en sus orígenes con el avance de la técnica y de la ciencia


ESTRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO 367<br />

que la alimenta, siéndole, no obstante, independiente: la tendencia colectivista<br />

que también nos envuelve por todos nuestros costados. La técnica,<br />

al obtener o propender a satisfacer necesidades y supernecesidades con<br />

el menor esfuerzo del usuario del producto técnico, justifica su meta de<br />

ahorro de tiempo, de esfuerzo y de costo precisamente por este carácter<br />

colectivista actual, se trata de proporcionar a los más, lo más con el<br />

menor esfuerzo y costo y, por otro lado, sin esta meta sería imposible<br />

lograr lo que la industria actual logra, ya que la producción masiva hace<br />

posible perfecciones y costos que de otro modo serían punto menos que<br />

impracticables.<br />

La arquitectura, necesariamente recibe el impacto directo de esta<br />

tendencia colectivista: cada obra individual no podemos ahora enfocarla<br />

sino como parte alícuota del conjunto a que pertenece. Los linderos<br />

del programa individual se ligan con los del programa general y<br />

por lo tanto, colectivo. Nada, pues, más fuera de realidad que asegurar<br />

que la arquitectura es individualista y que el urbanismo, por lo contrario,<br />

es colectivista. Desde los tratados más antiguos, el de Vitrubio mismo,<br />

encontramos que lo primero que se hace es ubicar la ciudad, y de muros<br />

adentro se va estructurando el urhis, la urbe, la ciudad, hasta llegar a los<br />

locales más íntimos de la casa más privada e individual. Lo que hemos<br />

ya estudiado nos hace <strong>ver</strong> que la unidad del programa desautoriza, de<br />

una vez por todas, la idea de que en arquitectura sólo cuenta la individualidad,<br />

pues que hemos comprobado ser el centro de una serie<br />

de círculos que se abren radialmente hasta abarcar en último análisis a<br />

la colectividad máxima, que es el género humano.<br />

Así, el colectivismo, como la técnica, siendo característica del tiempo<br />

que nos ha tocado históricamente vivir, requieren por parte del arquitecto<br />

su aceptación, ciertamente, pero también su inteligencia y comprensión.<br />

Evitar lo que estamos presenciando por de modo tan fácil<br />

haber equivocado el camino y confundir lo que es un renglón del programa<br />

actual con lo que es solución para otros lugares y para programas<br />

locales, cuando menos parcialmente, diferentes a los nuestros y de<br />

otros muchos lugares del planeta.<br />

En varios de nuestros anteriores capítulos, habíamos referido los<br />

casQS de desubicación espacial o tópica y de ínhabítabilidad a que ha<br />

conducido la reproducción irreflexiva de las formas de solución alcanzadas<br />

en climas, idiosincracias y economías distantes de las nuestras. La<br />

evidencia de estas fallas, espero que hayan sido comprobadas no sólo al<br />

través de los casos ejemplares citados, sino sobre todo, en la experiencia<br />

personal de cada uno, por lo que ahora, mejor que vol<strong>ver</strong> a señalar Ja


368 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL<br />

inadecuación de los espacios vitrocúbicos a la habitabilidad, la idiosincracia<br />

y la economía de nuestras latitudes y pueblos, proceden unas cuantas<br />

reflexiones acerca del tema, sólo que desde otros puntos de vista.<br />

Se aduce que el colectivismo actual, inapelable como realidad, tiene<br />

&u traducción directa en el internacionalismo de las costumbres, las técnicas<br />

y la industria misma de la edificación. Que ahora los equipos de<br />

alumbrado, transporte <strong>ver</strong>tical o suministro de agua potable, son univeisalmente<br />

empleados, así como los sistemas edificatorios del hierro y del<br />

concreto o de la calefacción y de la ventilación, y que por tales e incontro<strong>ver</strong>tibles<br />

hechos, la arquitectura debe ser internacionalmente igual.<br />

Semejante generalización carece por completo de lógica. Los problemas<br />

de cada localidad plantean tópicos semejantes, pero no idénticos y<br />

de tal modo, dejan de ser coincidentes los problemas locales en varias<br />

ubicaciones terrestres; que por esto se comprueba ahora con tanta facilidad<br />

el error y la ausencia de auténtica lógica fáctica. El esquimal<br />

creó el iglú, no por capricho ni ansia de originalidad, para hacer su<br />

guarida diferente a la del habitante de las islas del Pacífico o de las<br />

tórridas llanuras africanas, que entre otras cosas ignora; sino como una<br />

directa solución a su problema local, aplicando una técnica que él inventa<br />

y que produce forma propia, original y suficiente para resol<strong>ver</strong> el<br />

renglón sobresaliente de su programa, cual es la supervivencia en clima<br />

tan extremadamente helado. El hombre occidental, ahora que construye<br />

en las regiones antarticas, aprovecha la técnica esquimal del ártico y la<br />

combina con Jas propias y avanzadas suyas, produciendo lo que todos<br />

conocemos como igualmente propio de aquellas regiones y fruto de una<br />

cultura que, al llevar sus enormes avances a aquellas frígidas regiones,<br />

no intenta ser internacional, sino precisamente actual y antartica.<br />

Sin embargo, es de capital importancia, como decíamos con anterioridad,<br />

comprender adonde está la internacionalidad y el colectivismo en<br />

lo auténticamente arquitectónico. Desde luego, por lo que ya hemos<br />

estudiado y clarificado acerca de la naturaleza del programa arquitectónico<br />

y de su inevitable ubicación tópica y temporal, podemos alcanzar<br />

una visión acabada de hasta qué punto rige en la programación occidental<br />

lo general, y hasta qué punto deja de estar presente lo que es local<br />

para una región, nación o urbe. Vistos los di<strong>ver</strong>sos renglones que integran<br />

lo general del programa, se comprende sin esfuerzo que, desde luego,<br />

el habitat, no siendo idéntico en todo el orbe, sus exigencias y determinantes<br />

serán igualmente diferentes, pero en cambio, la técnka empleada<br />

para solucionar los problemas será la misma, aunque sus resultantes<br />

diferentes. Por ejemplo, ante la naturaleza blanda de nuestro suelo, las


1-STRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO 369<br />

soluciones estructurales y mecánicas no pueden ser las mismas que para<br />

un suelo rocalloso y duro como el de Nueva York. El problema no es<br />

sólo de mecánica de suelos y de estabilidad de las construcciones ante<br />

la naturaleza de ambos suelos y ante los movimientos sísmicos de las<br />

tíos ubicaciones, sino también ante la economía de cada una de ellas,<br />

ante la idiosincracia y ante, en suma, las características de la cultura que<br />

dentro del occidente priva peculiar y propiamente en cada sitio. No es<br />

sólo el suelo, está el hombre ahí y éste imprime su sello, como decíamos,<br />

a la vida que ahí desenvuelve.<br />

Lo que tenemos así de común, de general, por ahora sólo alcanza<br />

ciertos aspectos muy generales de nuestras existencias colectivas, ciertas<br />

técnicas frenadas aún por las condiciones locales y los ideales que, por<br />

muy semejantes que puedan ser, siguen mostrándose a la postre distantes<br />

unos de los otros.<br />

Ciertamente es un deseo de buena parte de la humanidad, parecerse<br />

hasta borrar las diferencias raciales y culturales, pero no deja de $er<br />

un simple deseo. Cuando se viaja por di<strong>ver</strong>sos lugares del planeta, cuando<br />

se leen los comentarios de la prensa internacional y, sobre todo,<br />

cuando se convive en di<strong>ver</strong>sas latitudes con las colectividades que ahí<br />

habitan, no puede menos de concluirse que el esfuerzo por ser, está<br />

muy bajo del ser idéntico, y que aún en multitud de esferas de la amplia<br />

colectividad humana, no existe aún ese deseo del técnico y del arquitecto,<br />

sino por lo contrario, cierto gozo de que por mucho tiempo las<br />

diferencias serán diferencias, y de tal magnitud, que no podrá confundirse<br />

una con otra fase de la civilización actual.<br />

Nosotros abundamos en el deseo, y no sólo el deseo, sino el propósito<br />

y la decisión de obtener en nuestro propio territorio esa uniformidad<br />

de ailtura y, por lo tanto, de modalidades del vivir, pero si hemos<br />

de empeñarnos con devoción patriótica, también nos es indispensable<br />

comprender y aceptar que esa meta está aún muy distante. ¿Cuánto?<br />

No lo sabemos porque, dependiendo de nosotros deja, sin embargo, de<br />

estar a nuestro alcance: hay escollos gigantescos por historia, razas, economías<br />

y egoísmos que se ponen fuera de nuestro control, no así de<br />

nuestra voluntad y decisiones.<br />

Concluyamos estas reflexiones diciendo, que seremos en nuestra arquitectura<br />

tan internacionales como internacional sea nuestra cultura, sin<br />

olvidar lo que por este vocablo entendemos, que comprende todo, pero<br />

así todo, lo que pensamos y hacemos, el esquema total de nuestra multiforme<br />

y heterogénea existencia nacional. Los que trabajan y los que<br />

dejan de hacerlo. Los que piensan y los que no piensan. Los que pro-


370 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL<br />

ducen y consumen y los que sólo vegetan. Mucho tenemos por delante<br />

qué roturar, qué conquistar y qué construir. La juventud tiene, mejor que<br />

la palabra, el camino por delante y la vida entera por descontado. Simultáneamente<br />

a la comprobación del error cometido al tomar el internacionalismo<br />

por solución arquitectónica implantable en todo lugar,<br />

en vez de como renglón de un programa general y occidental, se ha<br />

gestado una explicable reacción de doble tipo: regionalista y, a la vez,<br />

individualista. Para nosotros, la conceptuamos explicable y a medias justificable<br />

en sus actuales soluciones, pues en el ansia de mostrarse opuesto<br />

a las formas vitrocúbícas intemacionalistas, se está incurriendo en una<br />

doble postura de que ya hemos hablado, mencionándola: una individualista<br />

acolectiva, desconectada en lo absoluto de la colectividad local, y<br />

otro, regresando en modo poco airoso al arcaísmo regionalista, sólo que<br />

ornándolo de formas internacionalistas, aparte de empeñarse en emplear,<br />

sin muy brillantes resultados, las técnicas edificatorias actuales. Casi<br />

puede conceptuarse esta dirección como nueva <strong>ver</strong>sión del academismo<br />

arcaizante de fines del pasado siglo, sólo que conducido sin el innegable<br />

talento compositorío de los destacados arquitectos de entonces, cuya preparación<br />

y conocimientos en el terreno de lo antiguo no tienen comparación<br />

con los que ostentan los partidarios, casi improvisados, de esta<br />

novísima reacción contra el internacionalismo vitrocúbico. De cualquier<br />

modo, es una reacción y una dirección que ahí está proponiendo y dejando<br />

obra tras ella.<br />

Nuestro estudio sobre el programa proporciona ya datos suficientes<br />

para juzgar esta corriente: deberá recordarse que hemos establecido lo<br />

arquitectónico como regional y como moderno simultáneamente cuando<br />

resuelve auténticamente su programa general, porque todo programa<br />

se ubica en un tiempo y en un espacio, o sea, todo programa se proyecta<br />

hacia lo actual y hacia lo local, esto es, hacia la modernidad y hacia<br />

la regionalidad relativas, es claro, a sus respectivos tiempo histórico y<br />

espacio geográfico. El demasiado individualismo o, si se quiere con mayor<br />

exactitud, el recalcitrante individualismo, al divorciarse de su colectividad,<br />

rompe la unidad de todo programa y al anclarse a lo arcaico se<br />

divorcia también de lo actual y colectivo. Ambas posturas llevadas a<br />

sus extremos conducen al egocentrismo acolectivo y, por ende, desubicado<br />

en el tiempo que vivimos, aparte de ser alógico respecto al concepto<br />

esencial que de arquitectura posee el occidente: este arte del hombre y<br />

para que el hombre habite en él y con él; pero hombre integralmente<br />

considerado como individuo de una colectividad organizada en sentido<br />

de una cultura.


liSTRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO 371<br />

Volviendo a aquella fe en la técnica contemporánea que campea<br />

como el marco más propio de nuestra actual cultura occidental, se proyecta<br />

también como consecuencia de ella, y como coincidencia, en la actitud<br />

que actualmente presenta la colectividad de hoy ante el arte y, muy<br />

ístilizadamente, el artista mismo ante su propio arte.<br />

Estas posturas del artista y de la colectividad occidental ante el arte,<br />

representan otro renglón más entre los que integran el complejo programa<br />

general actual. El anteriormente citado Mumford, afirma: "estamos<br />

hoy exactamente frente a un problema opuesto al que debió afrontar la<br />

Edad Media al finalizar. Con su excesivo desarrollo a expensas de las<br />

humanidades y las artes, la técnica ha dado origen a un tipo especial de<br />

aberración... pasar por alto las más profundas fuentes de vida y de<br />

amor del hombre, sustraerse a los valores y finalidades puestos de manifiesto<br />

por la religión y el arte".<br />

Efectivamente, ha sido otra terrífica consecuencia del progreso material<br />

esta sustracción de que habla la cita que acabamos de leer, y para<br />

nuestro caso, el de la arquitectura, tiene particular interés semejante<br />

observación, pues que, arte y religión han corrido parejas en la vida de<br />

las civilizaciones de que procedemos y tal parece que ahora persisten<br />

unidas en su mismo destierro a la periferia de nuestros intereses.<br />

En este nuestro tiempo, el arte se ve como una improductiva actividad<br />

si no está vinculada a alguna otra a que se conceda valor de utilidad<br />

y de lucro o de simple comodidad. Que la casa sea cómoda, estable y<br />

barata es lo que más que nada persigue su habitante. Lo que él entiende<br />

corrientemente por arte, en la arquitectura, está reñido con la economía;<br />

es para él una preocupación del artista arquitecto a quien, a la postre,<br />

se le considera un tanto extemporáneamente colocado en la vida de utilitarismo,<br />

de velocidad y de vacuidad que caracteriza los tiempos que<br />

vivimos. Más, si en nuestro terreno se desestima toda la honda significación<br />

integralmente humana que tiene lo arquitectónico, por casi necesaria<br />

contribución del materialismo mecánico y técnico, cosa igual se<br />

registra en los dóminos de las otras bellas artes. Existe un cierto desapego<br />

por cuanto los artistas crean; desapego que, por otro lado, se justifica<br />

al comprobar que éstos, también ignoran a los que fueran su público<br />

y ahora son la masa, que no sólo no los comprende sino los contempla<br />

para mofarse de ellos y de sus obras o para, en su fuero interno, hacerlo,<br />

si es que las conveniencias sociales exigen manifestarse conmovido ante<br />

la incomprensible obra que se tiene enfrente. Pero esta postura engañosa,<br />

a nadie engaña. De hecho no se toma en serio al artista y al arte en<br />

general, y el artista parece encontrarse ante su empeño creador, en con-


372 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL<br />

dicioncs anímicas, si no idénticas, al menos muy cercanas de ello. Y nada<br />

debe extrañarnos que las artes del diseño anden por tales sendas, pues<br />

que a la postre no son parte en la expresión de nuestro tiempo y, ¿no acas-D<br />

)a expresión más acabada suya se está dando en la técnica y por medio<br />

de sus creaciones? Ortega escribe en su Deshumanización del arte: "Todos<br />

los caracteres del arte nuevo pueden resumirse en éste de su intrascendencia,<br />

que, a su vez, no consiste en otra cosa, sino en haber el<br />

arte cambiado su colocación en la jerarquía de las preocupaciones o<br />

intereses humanos... yo diría que el arte situado antes —como la ciencia<br />

o la política— muy cerca del eje entusiasta, sostén de nuestra persona,<br />

se ha desplazado hacia la periferia. No ha perdido ninguno de<br />

sus atributos exteriores, pero se ha hecho distante, secundario y menos<br />

grávido. La aspiración al arte puro no es, como suele creerse, una soberbia,<br />

sino, por lo contrario, gran modestia. Al vaciarse el arte de patetismo<br />

humano queda sin trascendencia alguna—• como solo arte, sin<br />

más pretensión." {Deshumanización del arte. p. 76).<br />

Las más frescas obras del arte occidental contemporáneo en el campo<br />

de la pintura y de la escultura parecen comprobar, con cruda evidencia,<br />

éste como tantos otros juicios de Ortega, no obstante que vieron la<br />

luz el año de veinticinco, y de entonces acá mucho se ha producido como<br />

arte y como crítica.<br />

El hecho palpitante lo constituye, por todo lo que someramente<br />

liemos considerado, esa actitud de falta de seriedad, de un tanto de di<strong>ver</strong>sión<br />

con que el arte se mira hoy y constituye otro de los renglones<br />

de nuestro programa general actual. Mucho habría que meditar y que,<br />

sobre todo, proyectar como norma para el arquitecto. Bástenos asentar<br />

que su misión sigue siendo la de siempre, la de mentor ante las colectividades<br />

en sus capas medias e inferiores culturalmente consideradas, y<br />

de exponente, de factor, al lado de las capas superiores que tienen por<br />

obligación conducir a sus hermanos colocados en otros estadios, los de<br />

menor reciedumbre cultural. Es claro que esta misión del arquitecto<br />

exige de su parte no sólo estar insumido en la cultura, sino, además, poseer<br />

la vocación apostólica indispensable para crear, contrariando en muchos<br />

momentos sus grandes capacidades y posibilidades y hasta preferencias,<br />

pero alcanzando la satisfacción inmarcesible que sólo proporciona<br />

el deber cuando ha sido cumplido. Pertenecerse a su tiempo con<br />

<strong>ver</strong>dad y con sacrificio, si es necesario.<br />

No podríamos cerrar esta plática sin dejar de mencionar otra característica<br />

de nuestro momento histórico: la pluralidad de direcciones que<br />

se abren lo mismo al intelecto que a la imaginación artística. En todos


ESTRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO 373<br />

. — ■ — ^<br />

los campos de las ciencias, pero muy especialmente en el de las humanísticas,<br />

las orientaciones a que llegan los pensadores de diferentes especialidades<br />

se multiplican, proliferan, dejando al estudioso ante una tremenda<br />

angustia y desasosiego. Se persiguen luz y norte, luz que ilumine<br />

el camino de nuestra existencia en sus di<strong>ver</strong>sos andares, y norte hacia,<br />

donde dirigir nuestros pasos y con qué justificar nuestras fatigas. Lo'<br />

que nos ofrecen ahora las ciencias, la filosofía, la ética, la teoría de la<br />

cultura o la filosofía de la historia, son doctrinas y más doctrinas, unas<br />

afines y las más de ellas di<strong>ver</strong>gentes, casi sin otro punto de contacto<br />

que el que les sirve de rubro y de partida. En las artes acontece lo mismo:<br />

la pintura, por ejemplo, muestra la pluralidad de direcciones de sus<br />

obras, el desconcierto por encontrar un rumbo, sin hallarlo, y una lucha<br />

manifiesta por encontrarse a sí mismo, sin tampoco satisfacer lo que sin<br />

norte se persigue. Yo no sé si en esta pluralidad se encuentre precisa-<br />

Tiente el signo de nuestro tiempo, y si éste sea el que la expresión acabada<br />

y legítima deba buscarse, no en el arte ni el pensamiento filosófico,<br />

sino en las creaciones positivas y ascendentes de la técnica y su industria;<br />

pero el hecho que debemos compulsar es la existencia de esta<br />

pluralidad.<br />

Nuestro campo creativo de la arquitectura, participa con las artes<br />

hermanas de esta proliferación de tendencias o direcciones; ya las hemos<br />

apuntado en lo que llevamos dicho o en otras pláticas anteriores a las<br />

de este ciclo; bástenos ahora simplemente enumerarlas por vía de simple<br />

comprobación: las dos orientaciones que han dominado durante el úl-<br />

^imo decenio han sido la internacionalizante vitrocáhica y la estructuralista<br />

de cubiertas; enseguida, las dos <strong>ver</strong>siones de la reacción contra<br />

las dos internacionalizantes que están siendo el individualismo descentrado<br />

de la colectividad y el que hemos denominado paradójicamente<br />

neo-arcaismo regional y por último, la otra reacción que se orienta hacia<br />

la que, a nuestro juicio, es la auténtica arquitectura, aquella que desentendiéndose<br />

de posturas, intenta aproximarse a su problema real y crudo<br />

y darle solución, contando con los medios de la técnica actual y de U<br />

economía que rige en cada lugar y en cada problema; o sea, aquella que<br />

intenta crear partiendo del auténtico programa arquitectónico cuya estructura<br />

hemos explorado al través de las reflexiones que han constituido<br />

el estudio que hoy concluimos.<br />

Tal y como lo anunciaba al iniciar esta nuestra última plática, no<br />

sería posible, ante el cerrado haz de características que forman el pro.<br />

grama contemporáneo occidental, sino pergeñar unas cuantas reflexiones.<br />

Podemos ya enumerar esas características de que nos hemos ocupado


374 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL<br />

y contarlas apenas con los dedos de una mano: 1) la fe en la técnica<br />

contemporánea y el marco que la técnica constituye actualmente en cuanto<br />

hacemos; 2) la proyección colectivista en la cultura; 3) el internacionalismo<br />

y sus reacciones individualistas en arquitectura; 4) la postura intrascendente<br />

de artistas y contempladores ante el arte, la falta de seriedad<br />

de que adolece y 5) la pluralidad direccional que se comprueba en<br />

las ciencias, especialmente las humanísticas, y en las artes, incluso, necesariamente,<br />

en la nuestra.<br />

Es de desear que, si bien han sido reducidas en número las características<br />

mencionadas, su trascendencia haya podido imponerse e invitar<br />

a quienes tan generosamente han escuchado estas consideraciones, a<br />

proseguir su estudio y a alcanzar visiones más hondas y, como todo lo<br />

que hemos perseguido en este curso de pláticas, positivamente dinámicas,<br />

de modo de proyectarlas en la mejor comprensión de nuestros programas<br />

arquitectónicos nacionales y propios y, sobre todo, en obras que cumplan<br />

también de mejor manera el cometido que nos exige la colectividad<br />

a cuyo servicio nos encontramos.<br />

México, D. F., 29 de agosto de 1963.<br />

TABLA DE MATERIAS<br />

1. Preámbulo. Objeto.<br />

2. Definición de Arquítectuia. Su relatividad<br />

a una doctrina.<br />

3. Arte, Ciencia y Técnicas.<br />

4. Construir, Arte de las construccio-<br />

.-ss edificatorias. Proceso constructivo.<br />

3. Morada Humana.<br />

El Hombre, sus aspectos polimorfos.<br />

6. Medios. Formar espacios. Su clasificación.<br />

7- Fines. Programa.<br />

8. El programa. Sus categorías y<br />

leyes.<br />

9. £1 Programa General. Sus renglones.<br />

10. El Programa Particular. Sus renglones.<br />

11. Axíologia arquitectónica. Los valores.<br />

12. ídem.<br />

13. Valor útil.<br />

14. Valor Factologfa.<br />

15. Valor Factología.<br />

16. Valor Estético.<br />

17. Valor Estético. Prop. Factologfa<br />

18. Valor Estético. Prop. Psicología.<br />

19. Valor Estético. Prop. Estética.<br />

20. Valor Social.<br />

21. Medios de representacién del Arquitecto.<br />

22. ídem.

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