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! ESTRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO 287<br />
Por lo demás, no debe olvidarse que vivimos días muy lejanos ya de<br />
aquéllos, los del romanticismo del diecinueve, por ejemplo, en que el<br />
pensar se hacía sólo por el gusto y la afición de hacerlo y el producir<br />
obra de arte, por el arte mismo, sin importar más que el deseo o el<br />
capricho del pensador y del creador. Nuestro tiempo nos cerca de pragmatismo<br />
y de proyecciones colectivistas, nuestra ciencia se orientia al<br />
servicio del conglomerado social por medio de la técnica, cuyas aplicaciones<br />
contribuyen en ciertos aspectos a mejorar la existencia de las<br />
masas y a hacerla más grata y placentera, a la vez que más productivo<br />
el esfuerzo de la humanidad. Es evidente que también en el abuso de<br />
la técnica encuentra nuestro tiempo el germen que puede llevarlo a la<br />
negación de nuestra civilización y hasta a la destrucción de la misma<br />
familia humana.<br />
Nos colocaríamos fuera de esta realidad temporal si nuestro estudio<br />
sólo fuese preocupación académica desvinculada de la actividad<br />
práctica a que está enderezado nuestro arte. Como decíamos, nuestro<br />
objetivo es sencillamente aclarar conceptos para mejor iluminar el camino<br />
y los talentos creadores del arquitecto, y hacer más constructivos<br />
y sólidos los juicios, tanto del crítico como del sencillamente gustador<br />
de las obras del hacer arquitectura, y muy particularmente del hombre<br />
que habita las espacialidades que ella le dedica.<br />
En cierta ocasión recibía una extensa misiva de un alumno pasante<br />
de arquitecto en una de las escuelas del país. Me solicitaba angustiado<br />
la respuesta a una serie de preguntas que le había formulado su jurado<br />
de examen profesional, y con particular empeño se refería a ciertos coeficientes<br />
con los que estuviera en condiciones de calcular la capacidad<br />
de una escuela de música en relación a la población de su ciudad capital<br />
y los que le permitieran repartir la capacidad resultante en las secciones<br />
de música, de danza y de declamación. Y estos coeficientes, que<br />
desde luego yo ignoro, y creo que todos o la mayor parte de quienes<br />
me escuchan también, pues que son resultado de condiciones locales y<br />
íotalmente alejados de prescripciones legalízables, ocupaban la atención<br />
de alumnos y sinodales, dejando en cambio a un lado la importancia<br />
que tenía que el alumno mostrara su capacidad de compositor, de arquitecto,<br />
y no de supuesto y aficionado organizador de una escuela de<br />
música. De llevarse al cabo la obra, se requeriría la mediación de un<br />
asesor responsable de las capacidades de cada sección y de toda la escuela<br />
quien, con o sin preparación especial, sería al principio y al fin a quien<br />
compitiera el buen o mal éxito de la escuela de música ante la colectividad<br />
que lo hubiere designado para ese cometido. Al arquitecto sólo