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304 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL<br />

No se requiere traer a nuestro recuerdo ni los templos egipcios o<br />

medievales, ni las arenas romanas o los anfiteatros helénicos, para comprobar<br />

aquel aserto. En la mente de quienquiera está clara la idea de<br />

que la arquitectura es parte en una cultura, y que la cultura se expresa<br />

por su conducto, al igual que lo practica por otros medios, los que menciona<br />

la definición de Herskovits. Este antropólogo considera como ambiente<br />

todo lo que enmarca al hombre y el hombre hace; lo que se le da<br />

objetivamente en derredor, incluso su propio ser. De este ambiente,<br />

dice, hay una parte dada naturalmente que el hombre sólo aprehende<br />

al través de sus sentidos y de su conocimiento, es la que denomina el<br />

habitat, y otra fabricada o edificada por el mismo ser humano, que es<br />

la cultura. Toda cultura se teje asentándose con el conglomerado humano<br />

en un habitat, del que toma la materia primera con que paso a<br />

paso va fabricando y edificando el monumento de su cultura. Cualquier<br />

cultura particular corresponde a un grupo humano ubicado en lugar y<br />

en tiempo.<br />

De las múltiples legalidades que la Teoría de la Cultura actual establece,<br />

una atañe particularmente a nuestro tema, la de la ubicación<br />

cronotópica. Establece que toda cultura se ubica en el espacio geográfico<br />

y en el tiempo histórico, de tal manera que al variar cualquiera de sus<br />

coordenadas varía el aspecto total de la cultura, evolucionando en sentido<br />

progresivo ascendente o regresivo, pero evolucionando al fin. Esta<br />

sencilla legalidad da lugar a múltiples estudios y consideraciones dentro<br />

de la dicha Teoría de la Cultura y dentro de la Filosofía de la Historia,<br />

así como, obviamente, dentro de la del Arte en general. Por ejemplo,<br />

ante el fenómeno de la transculturación que, en su aspecto histórico, representa<br />

la implantación de una cultura en otro espacio y en otro conglomerado<br />

humano, o por sobre otra cultura de origen, esta ley anticipa<br />

que la resultante será necesariamente una cultura nueva, diferente de<br />

la mater y diferente de la original local, aunque con los nexos o características<br />

enraizados en ambas, pero con un aspecto total diferente. No<br />

para comprobar, sino más bien para ilustrar estas <strong>ver</strong>dades que, en quienes<br />

conocen la historia de nuestro arte encuentran, según decíamos, la acogida<br />

de evidencia, mostraremos uno que otro caso, tomando de nuestra<br />

historia colonial para hacer patente cómo lo hispánico, al trasladarse a<br />

la Nueva España, tuvo que combinarse y mezclarse sin fusión con lo que<br />

había en la localidad. El resultado es bien conocido; lo indoamericano<br />

subió a la superficie, dando lugar a aspectos auténticamente mexicanos<br />

totalmente diferentes a los de la arquitectura hispánica, mismos que hasta<br />

estos días que corren han conquistado el aprecio de parte del gusto

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