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ESTRUCTURA TEÓRICA DEL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO 363<br />

Como Spengler, incontables otros autores que se ocupan de un modo<br />

o de otro de este aspecto de nuestra cultura, están acordes en que nuestra<br />

época, nuestro tiempo, se caracteriza por ser fundamentalmente técnico<br />

pero técnico, como dice Spengler, en proporciones <strong>ver</strong>daderamente trágicas,<br />

y lo trágico habría que sernos explicado por el propio Spengler<br />

tildado, sin embargo, de pesimista o por tantos otros pensadores que sin<br />

ser pesimistas alcanzan a entender que, de no conquistar la humanidad<br />

el equilibrio entre las fuerzas desencadenadas por la técnica y la ciencia<br />

en que se alimenta y los valores del espíritu, se está jugando el occidente<br />

su misma existencia.<br />

Fierre Máxime Schuhl, en su obra Maquinismo y filosofía, publicado<br />

por los años en que se inició la segunda conflagración mundia!,<br />

dice con serenidad, pero con aplomo: "Plus est en nous", como dice e!<br />

lema esculpido en los muros del Hotel Gruthuuse, en Brujas, pero interpretando<br />

correctamente esta máxima implica que al esfuerzo técnico y<br />

científico, debe agregarse otro esfuerzo más penoso y difícil, del cual,<br />

sin embargo, nunca han faltado ejemplos desde los tiempos de los profetas<br />

y de Sócrates; si el hombre es, según la definición de Franklin,<br />

un animal que sabe construir utensilios, no hay que olvidar que es también<br />

un animal que posee una conciencia: homo faber, homo sapiens,<br />

ciertamente, pero también homo moralts. Lo que nos falta ahora —y<br />

todos los hombres de buena voluntad, ¿no están de acuerdo en lo substancial<br />

en esto?— es un esfuerzo de inteligencia, sí, pero también de<br />

justicia y de generosidad —tomando este vocablo en el sentido cartesiano—<br />

que hagan servir para el bienestar de la generalidacf de los hombres,<br />

los medios nuevos y jDoderosos de que disponemos. Las fuerzas encerradas<br />

en esos medios no deben ser, de ahora en adelante, instrumentos de<br />

"crematística" y de "pleonexia", diremos, usando la terminología de los<br />

antiguos; deben ser empleadas en forma que permita a los ojos de<br />

los hombres, como lo expresa la bella fórmula de Carlyle, cruzar más<br />

miradas de dicha, y para lograrlo, es preciso adaptar los progresos de<br />

la técnica, las reglas de la producción y de la distribución, de modo<br />

que reine por doquier, como decía Platón, la igualdad geométrica, la<br />

justa proporción.<br />

En todo tiempo ha habido técnica, porque la técnica es uno de los<br />

síntomas de que hay hombres. La hubo en el estado primitivo, creando<br />

utensilios; la hubo en las bellas épocas del auge del artesanado y, por<br />

fin, la ha habido desde que las máquinas más elementales, como las descritas<br />

por Vitrubio, se aplicaron a subir las piedras a las partes altas de<br />

las edificaciones y a trasladarlas de las canteras de origen a los lugares

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