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330 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL<br />
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exige como programa, como finalidad de la obra, de esta particular,<br />
individual, no de otra, es de una amplitud incomparablemente mayor<br />
con la que pueden tener entre sí las obras de arquitectura que se abarquen<br />
dentro del dictado nacional, y menos aún, si se refieren a las que<br />
produce en su totalidad la humanidad actual. A esta interdependencia<br />
de amplitudes se refiere la ley que hemos perseguido en nuestras reflexio<br />
nes: la de las amplitudes in<strong>ver</strong>sas, que establece que a mayor amplitud<br />
espacial o temporal o a ambas a la vez, corresponden menores finalidades<br />
programáticas; y a la in<strong>ver</strong>sa, que a mayores finalidades programáticas<br />
corresponden menores radios espaciales y temporales. La gráfica<br />
con que ilustramos esta ley, puede ser una curva hiperbólica en la que<br />
las abscisas representan los radios de acción espacio-temporales y las<br />
ordenadas, la amplitud de finalidades causales de un programa. Corresponde<br />
así a un radio mínimo el máximo de exigencias que se encuentran<br />
en el Programa Individual y al radio máximo una programación con<br />
amplitud mínima, que corresponde al programa General para toda la<br />
humanidad, mismo que tiende a ser cada vez mayor, aunque por ahora<br />
se encuentra aún la cultura muy lejos de esta idealidad. Se colige fácilmente<br />
que aun dentro de esta legalidad humanística, cabe la actual<br />
ingente tarea de homogeneizar las diferentes culturas, y por ellas, en lo<br />
arquitectónico, los diferentes programas generales, de tal modo que los<br />
radios encuentren de todos modos en la cultura su unidad conmensurativa<br />
y en las condiciones locales climáticas y topográficas por lo menos<br />
las exigencias que a cada uno de ellos los haga diferentes, aunque estas<br />
diferencias se reduzcan al ser encaradas por una misma cultura y una<br />
misma economía.<br />
Como en los capítulos precedentes^ veamos uno que otro caso que<br />
ilustre lo que hemos observado.<br />
El interés que este nuevo aspecto de los programas tiene prácticamente,<br />
no está sólo en las aplicaciones que presenta dentro de la crítica<br />
histórica, sino como un argumento fehaciente en la fundamentación del<br />
criterio de arte en el creador, toda vez que le impulsa a insumirse en la<br />
cultura a que pertenece, para en ella encontrar la respuesta a su ansia<br />
de colocarse en otros lugares del planeta cuyos progresos o cuyo arte<br />
le deslumbran o invitan a superar. No podemos torcer nuestras realidades<br />
programáticas según nuestro capricho ni aun nuestro deseo, requerimos<br />
pertenecer auténticamente a nuestra cultura, a nuestra ubicación<br />
en el espacio y en el tiempo histórico, y para esto todos los arquitecto:»<br />
requerimos la interminable tarea de cultivarnos, ciertamente, pero también<br />
de investigar con rigor de científicos, los problemas que yacen,<br />
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