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124 MEMORIA DE EL COLEGIO NACIONAL<br />

nante. Hombre de arrebatos difíciles de refrenar, valiente por naturaleza,<br />

rebelde a' toda sumisión injusta, alma de paladín de las que juzgaba<br />

buenas causas y dispuesto en toda ocasión a exponer la vida hasta perderla,<br />

no pudo resignarse a ser humillado por la fuerza, ya que la suya<br />

había sufrido grave quebranto. Sü actitud fué lógica dentro de su naturaleza<br />

combativa; había que sustituir con un arma peligrosa la miseria<br />

física, y con un aire de reto en la palabra y en el ademán el posible<br />

desdén de los que pudieran mirarlo como ad<strong>ver</strong>sario sin peligro. Siempre<br />

fueron la entereza, el orgullo y el reto características de su personalidad<br />

poética; pero la injuria física dio ocasión para exaltarlas.<br />

Hay en la obra del poeta tres épocas fáciles de distinguir: la anterior<br />

a "Lascas", la que comprende los años de creación de este único<br />

libro y la posterior a él, cuya nota es la producción esporádica y escasa<br />

de sus poesías últimas. Espontaneidad juvenil, de gran poeta indiscutible;<br />

madurez artística y humanidad vigorosa y atormentada; afán de<br />

crear una estética personal y preocupación retórica; he aquí las tres<br />

direcciones en que se mueve el espíritu poético de este excepcional<br />

artista.<br />

Dejando a un lado composiciones de la primera juventud, de un romanticismo<br />

al uso, aunque sin lloriqueos sentimentales, Díaz Mirón revela<br />

desde sus primeras obras no sólo el evidente don lírico, sino un instrumento<br />

<strong>ver</strong>bal envidiable, un léxico rico y un <strong>ver</strong>so de magnífica<br />

sonoridad. Hay en este hombre una dualidad espléndida de emoción y<br />

de técnica que irá creciendo sin cesar, por más que haya quien juzgue<br />

que a medida que la forma se depuraba hasta la p,erfección, el numen<br />

daba signos de eclipsarse. Ya demostraremos más tarde que íesta opinión<br />

dista mucho de la <strong>ver</strong>dad.<br />

Lo primero que se advierte cuando se lieen los <strong>ver</strong>sos de su época<br />

inicial, es la fe ciega del bardo en la posición privilegiada del artista.<br />

Privilegio, no sólo en el arte, sino en la vida, derecho de no ser juzgado<br />

por las mismas leyes que los otros hohibres, sino por códigos de excepción<br />

y en esferas más altas.<br />

"Yo soy, sí,' quien mató al hombre,<br />

ya mí sólo Dios me juzga..."<br />

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