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La Sucesión Presidencial - secom sa de cv

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cos ante el porvenir; y que no hay hombres que sean el símbolo <strong>de</strong> la<br />

juventud que se levanta con más bríos, con nuevas i<strong>de</strong>as inherentes a<br />

su edad y a las imperio<strong>sa</strong>s necesida<strong>de</strong>s que van surgiendo en el mundo,<br />

que avanza sin ce<strong>sa</strong>r con ansias <strong>de</strong> renovarse para no morir.<br />

Don Francisco I. Ma<strong>de</strong>ro así lo comprendió y por eso, fundado<br />

en las apostasías <strong>de</strong> don Porfirio y seguro <strong>de</strong> que era inútil tratar<br />

<strong>de</strong> convencerlo <strong>de</strong> que permitiera al pueblo elegir libremente a sus<br />

mandatarios, inició su armada gesta heroica, único remedio que los<br />

pueblos tienen para luchar contra las tiranías.<br />

<strong>La</strong> libertad es esencia i<strong>de</strong>al <strong>de</strong> la vida ciudadana. Por eso son<br />

execrables los tiranos; a un pueblo sin libertad le falta el alma. El<br />

tirano hace las leyes, las infringe cuando le conviene, las interpreta a<br />

su modo, las suspen<strong>de</strong> sin incurrir en respon<strong>sa</strong>bilidad. Son letra viva<br />

cuando le intere<strong>sa</strong>n; son letra muerta cuando las viola.<br />

Quienes acepten tales vejámenes no son ciudadanos sino esclavos.<br />

Y Ma<strong>de</strong>ro soñó para su patria un pueblo con varonía y no un<br />

hato <strong>de</strong> siervos; por eso <strong>de</strong><strong>sa</strong>fió al dictador y lo venció. Pero su triunfo<br />

fue momentáneo, porque, como dijo su ministro, embajador y solapado<br />

enemigo Manuel Calero: “Ma<strong>de</strong>ro tenía los <strong>de</strong>fectos propios <strong>de</strong><br />

sus virtu<strong>de</strong>s”. Cierto. Era un puro entre los puros, pero no ponía los<br />

pies en la tierra. Al ascen<strong>de</strong>r legítimamente a la Primera Magistratura<br />

respetó sin restricciones la libertad <strong>de</strong> palabra, <strong>de</strong> pren<strong>sa</strong> y <strong>de</strong> conciencia.<br />

Todos los <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong>l hombre eran <strong>sa</strong>grados para él. Y entonces<br />

sus enemigos, al darse cuenta <strong>de</strong> su ingenua buena fe, llevada al extremo<br />

<strong>de</strong> tolerarles que incurrieran en <strong>de</strong>litos <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n común contra<br />

su propia persona, lo ridiculizaron, lo befaron, lo escarnecieron en la<br />

pren<strong>sa</strong> y la tribuna. Y así fue cayendo en el <strong>de</strong>sprestigio, porque los<br />

papeles públicos lo llenaban <strong>de</strong> lodo con sus calumnias y burlas, que<br />

otros estadistas que no fueran él, habrían castigado con el rigor que la<br />

ley penal prescribía claramente contra quienes vilipendian a las autorida<strong>de</strong>s<br />

supremas <strong>de</strong>l país. Y él se <strong>de</strong>jaba escarnecer, a título <strong>de</strong> que la<br />

pren<strong>sa</strong> era libre. Tal <strong>de</strong>fecto era en él incorregible. Jamás intentó un<br />

escarmiento que hubiera sido entonces muy eficaz.<br />

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