La Sucesión Presidencial - secom sa de cv
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llo <strong>de</strong> la Revolución, ¿qué podría esperarse <strong>de</strong> los intelectuales <strong>de</strong>l<br />
porfirismo, <strong>de</strong>l ejército fe<strong>de</strong>ral y <strong>de</strong>más organismos representativos<br />
<strong>de</strong> la reacción? Tuvo que venir, fatalmente, una <strong>de</strong>spiadada campaña<br />
contra Ma<strong>de</strong>ro, el ciudadano recién entrado en la vida pública, que<br />
en unos cuantos meses había dado al traste con el pretendido prestigio<br />
<strong>de</strong> la dictadura, la cual acababa <strong>de</strong> exhibir un po<strong>de</strong>r oropelesco<br />
en sus fiestas <strong>de</strong>l Centenario. Abu<strong>sa</strong>ndo <strong>de</strong> la libertad <strong>de</strong> pren<strong>sa</strong> y <strong>de</strong>l<br />
respeto que Ma<strong>de</strong>ro tenía hacia cualquier expresión <strong>de</strong>l pen<strong>sa</strong>miento,<br />
por todo el país y especialmente en la capital se puso <strong>de</strong> moda<br />
atacar a Ma<strong>de</strong>ro y a sus hombres, y lanzar injurias y <strong>de</strong>nuestos sobre<br />
cuanto fuera <strong>de</strong> origen revolucionario. Jamás se <strong>de</strong>nigró tanto a<br />
un hombre como al Apóstol Ma<strong>de</strong>ro. Cuando ocupó la Presi<strong>de</strong>ncia,<br />
el iniciador <strong>de</strong> la Revolución no parecía tener más amigos que los<br />
obreros y otras gentes <strong>de</strong>l pueblo, que en compañía <strong>de</strong> papelerillos<br />
y otros niños, lo aplaudían a su llegada o cuando <strong>sa</strong>lía <strong>de</strong>l Palacio<br />
Nacional. Los enconados enemigos <strong>de</strong> Ma<strong>de</strong>ro se burlaban <strong>de</strong> estas<br />
sencillas manifestaciones populares, como hacían mofa <strong>de</strong> la bondad<br />
<strong>de</strong>l hombre puro que regía los <strong>de</strong>stinos <strong>de</strong>l país, <strong>de</strong> su sonri<strong>sa</strong> infantil<br />
y <strong>de</strong> la nobleza <strong>de</strong> intención que ponía en todos sus actos.<br />
El error que costó más caro a Ma<strong>de</strong>ro, puesto que en ello le<br />
fue la vida, consistió en consi<strong>de</strong>rar al antiguo ejército fe<strong>de</strong>ral como<br />
elemento indispen<strong>sa</strong>ble para el sostenimiento <strong>de</strong> las instituciones.<br />
¡Craso error! Al cometerlo, Ma<strong>de</strong>ro se entregó en brazos <strong>de</strong> sus más<br />
peligrosos <strong>de</strong>turpadores. Todo el odio <strong>de</strong>l antiguo régimen se concentró<br />
en aquellos generales dispuestos a la traición. Cuando Ma<strong>de</strong>ro<br />
perdonaba sus yerros y hasta a uno <strong>de</strong> aquellos jefes militares en<br />
<strong>de</strong>clarada rebelión, los pretorianos pregonaron que por miedo se les<br />
guardaban consi<strong>de</strong>raciones.<br />
¡Y qué cuadro más triste! Mientras algunos <strong>de</strong> los primeros revolucionarios<br />
seguían haciéndole el juego a la reacción, levantados<br />
en armas en Chihuahua y en Morelos, el ejército fe<strong>de</strong>ral enseñaba los<br />
dientes y aprestaba sus garras en la metrópoli, se apo<strong>de</strong>raba <strong>de</strong> la ciudad<br />
y, en un torneo <strong>de</strong> felonías y traiciones, aprehendía al Presi<strong>de</strong>nte<br />
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