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La Sucesión Presidencial - secom sa de cv

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aile ofrecido en el Palacio Nacional estaba la ma<strong>sa</strong> miserable, física<br />

y espiritualmente, que miraba con ojos <strong>de</strong> asombro el <strong>de</strong>rroche <strong>de</strong><br />

luces; <strong>de</strong> terciopelos, oropeles, charreteras, sedas y carruajes.<br />

Aquellas misiones extranjeras que vinieron para las fiestas <strong>de</strong>l<br />

Centenario vieron solamente una ciudad aparentemente limpia y una<br />

sociedad aparentemente elegante, extremadamente alhajada y pulida.<br />

Eso era lo que estaba preparado para que fuera visto por los visitantes.<br />

Pero a esos mismos visitantes no se les <strong>de</strong>jó ver, ni siquiera<br />

sospechar, lo que había fuera <strong>de</strong>l marco que se les había preparado.<br />

No vieron a los indios <strong>de</strong>snudos, a los peones <strong>de</strong> las haciendas, explotados<br />

en las tiendas <strong>de</strong> raya; a los capataces <strong>de</strong>l Valle Nacional.<br />

No tuvieron i<strong>de</strong>a siquiera <strong>de</strong> que en un país como el que se les trataba<br />

<strong>de</strong> mostrar para que lo admiraran, podía haber hombres que se<br />

apagaban olvidados en las tinajas <strong>de</strong> San Juan <strong>de</strong> Ulúa. No se dieron<br />

cuenta <strong>de</strong> que los mismos soldados que les hacían los honores militares<br />

no eran sino pobres infelices, hombres <strong>de</strong>sgraciados que habían<br />

sido cogidos <strong>de</strong> leva, mal alimentados, mal pagados y que vivían en<br />

cuarteles que eran peores que malas cárceles.<br />

Ma<strong>de</strong>ro habría <strong>de</strong> recordar aquella noche en su ca<strong>sa</strong>, ante la<br />

me<strong>sa</strong> atestada <strong>de</strong> papeles y sobre la que ardía un quinqué. Deja <strong>de</strong><br />

escribir don Francisco y voltea su silla giratoria hacia el sillón en que<br />

repo<strong>sa</strong>, fumando cigarrillos <strong>de</strong> hoja, don Catarino Benavi<strong>de</strong>s.<br />

—Tío, yo veo que el final <strong>de</strong> toda esta lucha por la <strong>de</strong>mocracia<br />

va a ser la revolución.<br />

—De eso no te quepa la menor duda. Por la buena no vas a<br />

conseguir nada.<br />

—Así me lo figuro. No creo que don Porfirio nos <strong>de</strong>je siquiera<br />

llegar al final, a las elecciones.<br />

—Antes habrá atropellos, encarcelamientos y muertos; don<br />

Porfirio no <strong>de</strong>ja la silla y mucho menos, a ti. ¿Tú has creído por un<br />

momento siquiera que eso pudiera ser?<br />

—No, tío, nunca lo he pen<strong>sa</strong>do. Pero sí creo que para <strong>sa</strong>cudirlo<br />

a él es nece<strong>sa</strong>rio primero preparar a la opinión. Sacar a la gente <strong>de</strong>l<br />

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