Goce racista. Una aproximación lacaniana al racismo en Bolivia

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RAE • Racismo de ayer y hoy, Bolivia en el contexto mundial
La virulencia de este odio, sin embargo, no se podría explicar sólo como efecto de estas
operaciones retóricas (de desplazamiento metonímico y de condensación metafórica): el
aspecto adicional, “el excedente sobre el que este mecanismo se basa” –como explica Žižek
— es el hecho de que los antisemitas imputan al judío “un goce imposible, insondable,
que supuestamente nos roba a nosotros” 16 . Y entonces, ahí sí, la explosión de odio racista
se pone a la orden del día.
Con las precauciones debidas, sostengo que se puede pensar por analogía el caso del
racismo anti-indio en Bolivia. Antonio de la Calancha, según zavaleta Mercado, ya había
intuido este parecido al comparar al indio con el judío como chivo expiatorio 17 . Sin forzar
demasiado las cosas, pienso que se puede hacer un paralelo entre el carácter de síntoma
del judío en el antisemitismo y el del indio en el darwinismo social, ya en la época republicana.
En el darwinismo social, en efecto, se puede encontrar el mismo argumento de
culpabilización del indígena, y del mestizo-indio, como obstáculos para alcanzar la armonía
social. Parecidas operaciones de condensación y desplazamiento se producen. El indio y
el mestizo-indio condensan los peores defectos sociales, y esto permite el desplazamiento
del antagonismo social inherente (la lucha de clases) hacia un falso antagonismo entre el
indio y la sociedad armónica (la de los blancos y mestizo-blancos, como quería Humberto
Palza). Es el llamado “problema del indio”, el indio como problema. Y aunque la élite
oligárquica boliviana no pudo practicar una “solución final” al “problema indígena”, entre
otras por el peso demográfico de la población que habría tenido que eliminar (cerca del
85% a comienzos del siglo xx), no dejó de fantasear con esa posibilidad. En efecto, los más
connotados políticos e intelectuales de entonces soñaron despiertos con la eliminación, al
menos gradual, de los indígenas, y cuando les fue posible o necesario, ejercieron violencia
racista, física y simbólica, sobre ellos 18 .
Posteriormente, en el proceso de decadencia del Estado Oligárquico y de la articulación
hegemónica anti-oligárquica del nacionalismo revolucionario, el racismo anti-indígena fue
reprimido de alguna manera, al menos en el discurso público. Con la revolución nacionalista
de 1952, el propio término “indígena” fue proscrito del discurso oficial en beneficio
del término “campesino”. No obstante, cuando –debido a las transformaciones políticas
e ideológicas de los años 70 y 80 y, en particular, a la crítica indianista y katarista del discurso
y las prácticas oficiales— quedó claro que el nacionalismo mestizo había sido sólo
una pantalla encubridora de la violencia étnica en Bolivia, el discurso multiculturalista de
los 90 operó una segunda “sublimación represiva” sobre el racismo anti-indio: el indígena
dejó de ser obstáculo de la construcción nacional y la diversidad étnica pasó a ser riqueza
y patrimonio colectivo 19 . Pero esto sólo en el nivel del discurso manifiesto. Como todos
sabemos, el 12 y 13 de octubre de 2003 esta ficción estatal llegó a su fin de la manera más
descarnada. El trato de enemigo interno que sufrió la población civil de la ciudad de El Alto
en esos días terribles volvió a descubrir el núcleo racista y colonial del Estado boliviano,
16 Žižek 2006: 34
17 “Los indios, lo testimonia Baptista, son los judíos de Bolivia (como lo había avizorado Calancha), el chivo expiatorio” (zavaleta
1986:199).
18 Con todo, la analogía tiene un límite, pues el racismo colonial en Bolivia, aun con sus fantasías de eliminación del indígena, ha sido
y es un racismo dominativo antes que aversivo, al menos comparado con el antisemitismo nazi: “En la ideología nazi, todas las razas
forman un Todo armonioso y jerárquico (el ‘destino’ de los arios, en lo más alto, es gobernar, en tanto que los negros, los chinos
y otros han de servir) –todas las razas, excepto los judíos: ellos no tienen un lugar asignado; su ‘identidad’ es un fraude, consiste en
transgredir las fronteras, en introducir la inquietud, el antagonismo, en desestabilizar el tejido social. Los judíos conspiran con otras
razas y les impiden ponerse a la altura del lugar que les corresponde –los judíos funcionan como una especie de Amo oculto que
aspira a la dominación del mundo: son la imagen contraria de los arios, una especie de doble negativo, perverso; por eso han de
ser exterminados, en tanto que a otras razas únicamente se les ha de obligar a ocupar su propio lugar” (Žižek 1992: 174-175). La
distinción la toma Žižek de Joel Kovel (White racism, Londres, 1988). Me parece que esta es una distinción más fuerte que la propone
Wieviorka entre racismo universalista (de la jerarquía y la dominación) y racismo diferencialista (de la exclusión o la destrucción)
(2002: 29-31). Si la contestación indígena, normalmente bajo la forma de la rebelión política, cobró también, en determinadas
coyunturas, formas racistas, es una cuestión polémica que no intentaremos abordar en este momento.
19 Para el tema de las “violencias encubiertas” del nacionalismo y del neoliberalismo, ver Rivera Cusicanqui, 1993.
Tomo II.indb 642 7/7/10 9:42:32 PM