ab simpson - Renovacion Para Las Naciones
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trucciones divinas, y se ha presentado en sacrifi cio vivo<br />
a Dios. Dios llenará esta alma, hasta que no h<strong>ab</strong>rá<br />
lugar en ella para el yo y el pecado. Este es, sin duda,<br />
el verdadero secreto de la san tificación y la<br />
autocrucifixión; el poder expulsi vo del Espíritu Santo y<br />
la divina Presencia son los únicos verdaderos antídotos<br />
del poder de Satán y del yo.<br />
A partir de entonces el T<strong>ab</strong>ernáculo pasa a ser el<br />
asiento y centro de la manifestación divina. Ob servamos,<br />
pues, tres estadios en la presencia manifestada de Dios<br />
en el Exodo; a s<strong>ab</strong>er, la columna de nube y de fuego que<br />
iba delante; la presencia en el monte; y ahora, la<br />
presencia de Jehová en el T<strong>ab</strong>ernáculo. Seguimos estos<br />
tres estadios en el Antiguo Testamento: primero, el<br />
espíritu de Dios como se manifiesta en la dispensación<br />
patriarcal; segundo, la revelación de Dios bajo la ley; y<br />
tercero, la revelación de Dios en Cristo, el V erdadero<br />
T<strong>ab</strong>ernáculo. «Dios, h<strong>ab</strong>iendo h<strong>ab</strong>lado muchas veces y de<br />
muchas maneras, en otro tiempo a los padres por los<br />
profetas, en estos últimos días nos ha h<strong>ab</strong>lado en el Hijo,<br />
a quien designó heredero de todo, por medio del cual hizo<br />
también el universo»; de aquí que hallamos a Dios en el<br />
primer versículo de Levítico, h<strong>ab</strong>lando a Moisés ya no<br />
desde el monte o la nube, sino desde el T<strong>ab</strong>ernáculo. Así<br />
también hallamos en Cristo la presencia y guía continua<br />
de nuestro Dios del Pacto. «Si alguno me ama», dice<br />
Cristo, «guardará mis pal<strong>ab</strong>ras, y mi Padre le amará, y<br />
vendremos a él y haremos en él morada.» Hagamos lo<br />
que hizo Moisés, entreguémonos total e implíci tamente a<br />
la voluntad divina, ofrezcámonos como propiedad a<br />
Cristo, v seremos poseídos y llenos de una gloria tan<br />
divina como el Sekina, y tan duradera como la vida v<br />
amor de Dios.<br />
A partir de ahora, este suceso, el levantar el<br />
T<strong>ab</strong>ernáculo y ungido, es una piedra miliaria en el<br />
tiempo. Fue el comienzo del segundo año de su historia<br />
nacional, y fue el primer día del primer mes. El primer<br />
año h<strong>ab</strong>ía empezado con la Pascua, pero este suceso<br />
empieza la nueva gran era de su existencia.<br />
Y lo mismo, a partir del momento en que el alma es<br />
dedicada y ungida por el Espíritu Santo empieza una era<br />
eterna en su historia, tan importante como la hora de su<br />
nuevo nacimiento, el comienzo de meses v años, a partir<br />
de los cuales deben ser medidas todas las experiencias y<br />
esperanzas. ¿Hemos entrado en este segundo año?<br />
¿Hemos empezado, como ellos, con el sacrificio de<br />
nuestro ser en obediencia implícita sobre el altar de<br />
Dios?<br />
¿Hemos recibido el fuego del cielo, el Consolador<br />
permanente, que a partir de entonces nos h<strong>ab</strong>la, no desde<br />
el cielo, ni aun desde t<strong>ab</strong>las de piedra, sino desde las<br />
cámaras internas de su santuario en nuestro corazón?<br />
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