universitarios junio - Universidad Autónoma de San Luis Potosí

6 Universitarios Potosinos
de la clínica era la fiebre puerperal, infec-
ción espantosa que aparecía después del
parto y que mataba en dos o tres días a
muchas madres jóvenes. Sorprendentemente,
la mayoría de los casos de fiebre
puerperal en la clínica ocurría en la sala
de Semmelweis.
En vano buscó la causa que en la sala
de parteras se murieran menos mujeres.
Realizó autopsias, volvió a examinar cuidadosamente
a sus enfermas y revisó sus
anotaciones. Pero el problema seguía.
Jacob Kollestchka, un médico amigo
de él, se hizo una cortada en un dedo
con el bisturí durante una autopsia. La
herida era pequeña, pero poco después
empezó a manifestar todos los síntomas
de la fiebre puerperal: gran dolor e inflamación
que pronto se extendió a todo el
brazo, fiebre elevadísima, deterioro progresivo.
A los pocos días, había muerto.
Semmelweis pensó que quizá las parturientas
eran infectadas en la misma forma
por los propios médicos y estudiantes
que cada mañana tocaban con sus
manos las vísceras en la sala de autopsias.
Esto explicaría el hecho de que se
infectara un número menor de enfermas
en la sala de comadronas, porque ellas
no hacían autopsias.
A partir de entonces, Semmelweis
colocó palanganas de agua clorada en
la puerta de la sala de disecciones. Insistió
en que todos los estudiantes y
médicos se lavasen cuidadosamente las
manos al salir, y antes y después de tocar
a sus parturientas. Los instrumentos
y la ropa de cama debían mantenerse
inmaculados.
Las enfermeras y los médicos de
más edad se quejaron de los nuevos métodos.
Todavía no se había descubierto
la relación entre los microbios y la enfermedad.
Nadie podía entender la razón
de aquellos lavados. Por otra parte, por
ese tiempo el imperio austrohúngaro estaba
a punto de dividirse. Ignaz, que era
húngaro, joven y judío, estaba dirigiendo
una sala en un hospital de Austria y
su jefe era un médico de mayor edad y
prestigio, austriaco, conservador y algo
racista. De modo que pocos le hicieron
caso, fuera de su propia sala.
Los métodos de Semmelweis, sin embargo,
dieron resultado. Poco después, en
su sección morían menos mujeres que en
la otra. Él publicó sus resultados, en un
folleto que los mostraba con toda claridad.
Trató de que otros médicos entendieran
cómo había dominado la fiebre puerperal,