MITOS MARITALES - Centro Psiologico ANIMUS
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Quinn: No creo encajemos el uno con el otro. Lo pensé mucho y llegué a la conclusión de que<br />
ambos estaríamos mejor si nos divorciáramos.<br />
Lydia: Si vuelves a pedirme el divorcio le contaré a tu madre tu aventura con Gladis y del dinero<br />
que malversaste.<br />
Quinn (pasmado): ¿Cómo serías capaz de hacer semejante cosa? Mi madre siempre ha sido<br />
amable contigo. Sabes que ella no podría soportar semejante cosa. ¿Por qué quieres herir a<br />
mi madre?<br />
Lydia: ¡Mejor que no se te ocurran ideas raras!<br />
¡No es buena idea la de mantener a alguien atrapado en un matrimonio sin amor!. A pesar de eso,<br />
muchos para quienes el matrimonio lo es todo insisten en mantenerse en la relación a pesar del<br />
conocimiento de que no son realmente deseados, queridos o respetados por sus cónyuges. Tales<br />
relaciones del matrimonio como-un-fin-en-sí generalmente carecen de felicidad mutua, compañerismo<br />
sano, amor, amabilidad, interés genuino y alegría.<br />
Un buen matrimonio es un componente altamente importante y deseable de una vida plena, pero<br />
no es absolutamente esencial. La opinión de que el matrimonio de por sí es una concepción falsa que sólo<br />
puede traer dolor y desilusión.<br />
MITO 14<br />
“LOS QUE QUIEREN DE VERDAD<br />
ADIVINAN LO QUE EL OTRO PIENSA Y SIENTE”<br />
Esta es otra creencia vinculada con la falacia romántica (mito 2). Abundan las nociones por las cuales la<br />
verdadera compatibilidad involucra “compartir una sola mente”. O “Estar en la misma onda”. Las<br />
palabras son superfluas. Como lo publican a menudo las revistas sentimentales: “Sus ojos se encontraron<br />
a través de la habitación, e instantáneamente ambos supieron lo que el otro estaba pensando y<br />
sentimiento”. ¡El ve4rdadero amor otorga los poderes de la telepatía!.<br />
Como realmente es cierto para cada uno de los mitos maritales, hay una pizca de verdad que se<br />
agrandó para convertirla en toda la verdad. Los buenos amigos, amantes, esposos, hasta los compañeros<br />
de4 trabajo, funcionan óptimamente cuando se entienden entre sí hasta cierto grado y son perceptivos de<br />
los sentimientos, opiniones y preferencias del otro. Así, se puede aprender a leer muy certeramente las<br />
reacciones ajenas. “Capté el fulgor en tus ojos cuando Charlie estaba contando su última conquista y me<br />
di cuenta de que a menos que lo sacara de la habitación, él terminaría con la nariz sangrando”. “Supe<br />
exactamente lo que estabas pensando cuando Grace empezó a hablar sobre esa semana en México”. Sin<br />
embargo, también es posible malinterpretar los pensamientos y sentimientos ajenos. Un diálogo típico.<br />
Adam: ¿Por qué estás enojada?<br />
Sue: No estoy enojada. ¿Qué te hace pensar que estoy enojada?<br />
Adam: Sí que lo estás. No puedes engañarme. Me doy cuenta cuando estás enojada.<br />
Sue: No, realmente. No estoy enojada. Puedo jurarlo.<br />
Adam: ¿A quién crees que estás engañando? ¡Se honesta! ¡Hazte responsable de tus emociones.<br />
Deja de mentir!<br />
Sue (comenzando a sentir rabia): ¡No estoy mintiendo! Te estoy diciendo que no estoy enojada.<br />
Adam: Entonces, ¿por qué estás levantando la voz? Vamos, confiesa tus emociones. Te puedo<br />
leer como a un libro.<br />
Sue: Mira, odio que empieces a cuestionar mi honestidad. Eso me enfurece.<br />
Adam: ¡Aja! ¡Así que admites que estás enojada!