Mujeres de La Biblia 1 Alef Guimel - Escritores Teocráticos.net
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MUJERES DE LA BIBLIA TOMO 1 - MUJERES DE LA BIBLIA<br />
impresionante ejército, no se nos habían acercado en toda la noche, a<br />
causa <strong>de</strong> la nube que nos cubría. Pero al levantarse la nube y advertir que<br />
Israel caminaba en medio <strong>de</strong>l agua por una vía seca, pensaron que ellos<br />
podían hacer lo mismo.<br />
Cayeron en la emboscada y cuando iban entrando en el mar, las<br />
ruedas <strong>de</strong> los carros empezaron a salirse, haciendo tropezar a los<br />
caballos, <strong>de</strong> modo que los carros avanzaban con gran dificultad. Cuando<br />
los últimos integrantes <strong>de</strong>l éxodo <strong>de</strong> Israel alcanzaron la orilla, Moisés<br />
recibió el mandamiento <strong>de</strong> exten<strong>de</strong>r <strong>de</strong> nuevo su mano sobre el mar. <strong>La</strong>s<br />
aguas volvieron a su lugar y anegaron totalmente el ejército egipcio. Al<br />
amanecer, pudimos ver la playa cubierta <strong>de</strong> soldados y caballos muertos<br />
yaciendo entre los carros <strong>de</strong>spedazados.<br />
En aquella memorable ocasión, Moisés, con la habilidad poética<br />
que todos conocíamos, compuso un canto magnífico que el pueblo<br />
entonó a coro a orillas <strong>de</strong>l mar y quedó como parte <strong>de</strong> nuestro cancionero<br />
<strong>de</strong> allí en a<strong>de</strong>lante.<br />
Yo, a pesar <strong>de</strong> tener noventa años, no podía contener mi gozo.<br />
Tomando una pan<strong>de</strong>reta, guié a las mujeres jóvenes en una danza<br />
mientras los hombres seguían cantando el cántico <strong>de</strong> Moisés. Nosotras<br />
nos uníamos a ellos en el estribillo que <strong>de</strong>cía:<br />
“Canten a Jehová, porque se ha ensalzado soberanamente.<br />
Al caballo y su ji<strong>net</strong>e él ha arrojado en el mar”<br />
Después <strong>de</strong> esa gran experiencia, partimos <strong>de</strong> allí y peregrinamos<br />
en el <strong>de</strong>sierto. Al cabo <strong>de</strong> tres días en que no se veía agua por ningún<br />
lado, llegamos a un lugar en que había agua, pero era tan amarga que no<br />
se podía beber. Por eso aquel lugar se llamaba Mara.<br />
¡Qué pueblo rebel<strong>de</strong> somos! Después <strong>de</strong> todo lo que Jehová había<br />
hecho por nosotros, la gente estaba reprochándole agriamente a Moisés<br />
que nos había sacado <strong>de</strong> Egipto para <strong>de</strong>jarnos morir <strong>de</strong> sed en el <strong>de</strong>sierto.<br />
Moisés clamó a Jehová por ayuda y se le mandó a cortar cierto árbol y<br />
arrojarlo en el agua, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> lo cual se volvió dulce y agradable.<br />
Salimos <strong>de</strong> ese lugar y llegamos a Elim. ¡Qué fiesta para los ojos! Elim<br />
tenía setenta palmeras y doce fuentes <strong>de</strong> agua.<br />
Hacía dos meses y medio que habíamos abandonado Egipto y al<br />
salir <strong>de</strong> Elim, vinimos a acampar en este mismo <strong>de</strong>sierto inhóspito don<strong>de</strong><br />
estamos ahora. Aquí pusimos a prueba a Jehová nuevamente con<br />
nuestras murmuraciones. El pueblo empezó a quejarse porque no tenía<br />
carne como en Egipto. Entonces Jehová le reveló a Moisés que al<br />
atar<strong>de</strong>cer comeríamos carne y al amanecer el nuevo día tendríamos pan.<br />
Esa tar<strong>de</strong>, el campamento se llenó <strong>de</strong> codornices y pudimos<br />
cocinarlas y comerlas. Al amanecer el día siguiente, el suelo apareció<br />
cubierto <strong>de</strong> unos copitos menudos. Al verlos todos comenzamos a<br />
pregunta: ¿Man hú? (qué es esto).<br />
Moisés nos explicó que era el pan <strong>de</strong>l cielo que Jehová nos daba.<br />
Debíamos juntarlo antes <strong>de</strong> que salga el sol amasarlo y hornearlo cada<br />
día. Lo nombramos maná, <strong>de</strong> acuerdo a la pregunta que salió <strong>de</strong> la boca<br />
<strong>de</strong> todos al verlo por primera vez. Junto con el maná vino la ley <strong>de</strong>l<br />
sábado. Algo completamente nuevo, un día <strong>de</strong>dicado a la adoración <strong>de</strong><br />
Jehová cada semana. El séptimo día no caía maná y nadie <strong>de</strong>bía salir a<br />
buscarlo, porque ningún trabajo servil estaba permitido.