El Ministerio de la Bondad (1977) - Ellen G. White Writings
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La parábo<strong>la</strong> <strong>de</strong>l buen Samaritano 37<br />
Ilustrado con <strong>la</strong> parábo<strong>la</strong>—Cristo estaba hab<strong>la</strong>ndo a una gran<br />
multitud. Los fariseos, esperando pescar algo <strong>de</strong> sus <strong>la</strong>bios que<br />
pudieran usar para con<strong>de</strong>narlo, enviaron a un letrado ante él con <strong>la</strong><br />
siguiente pregunta: “¿Haciendo qué cosa poseeré <strong>la</strong> vida eterna?”<br />
Cristo leyó en el corazón <strong>de</strong> los fariseos como en un libro abierto, y<br />
su respuesta a <strong>la</strong> pregunta fué: “¿Qué está escrito en <strong>la</strong> ley? ¿cómo<br />
lees? Y él respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios <strong>de</strong> todo<br />
tu corazón, y <strong>de</strong> toda tu alma, y <strong>de</strong> todas tus fuerzas, y <strong>de</strong> todo tu<br />
entendimiento; y a tu prójimo como a ti mismo. Y díjole: Bien has<br />
respondido: haz esto y vivirás”. <strong>El</strong> doctor <strong>de</strong> <strong>la</strong> ley sabía que con<br />
su propia respuesta se había con<strong>de</strong>nado a sí mismo. <strong>El</strong> sabía que no<br />
amaba a su prójimo como a sí mismo. Pero <strong>de</strong>seando justificarse,<br />
preguntó: “¿Quién es mi prójimo?”<br />
Cristo contestó a esta pregunta con el re<strong>la</strong>to <strong>de</strong> un inci<strong>de</strong>nte, cuyo<br />
recuerdo estaba fresco en <strong>la</strong>s mentes <strong>de</strong> sus oyentes.—Manuscrito<br />
117, 1903.<br />
Dijo: “Un hombre <strong>de</strong>scendía <strong>de</strong> Jerusalén a Jericó, y cayó en<br />
manos <strong>de</strong> <strong>la</strong>drones, los cuales le <strong>de</strong>spojaron e hiriéndole, se fueron,<br />
<strong>de</strong>jándole medio muerto”.<br />
Viajando <strong>de</strong> Jerusalén a Jericó, el viajero tenía que pasar por una<br />
sección <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong> Ju<strong>de</strong>a. <strong>El</strong> camino conducía a una hondonada<br />
<strong>de</strong>sierta y rocosa que estaba infestada <strong>de</strong> bandidos, y que a menudo [48]<br />
era escenario <strong>de</strong> actos <strong>de</strong> violencia. Fué allí don<strong>de</strong> el viajero resultó<br />
atacado, <strong>de</strong>spojado <strong>de</strong> cuanto <strong>de</strong> valor llevaba y <strong>de</strong>jado medio muerto<br />
a <strong>la</strong> vera <strong>de</strong>l camino. Mientras yacía en esa condición, pasó por el<br />
sen<strong>de</strong>ro un sacerdote; vió al hombre tirado, herido y magul<strong>la</strong>do,<br />
revolcándose en su propia sangre, pero lo <strong>de</strong>jó sin prestarle ninguna<br />
ayuda. “Se pasó <strong>de</strong> <strong>la</strong>do”. Entonces apareció un levita. Curioso <strong>de</strong><br />
saber lo que había ocurrido, se <strong>de</strong>tuvo y observó al hombre que<br />
sufría. Estaba convencido <strong>de</strong> lo que <strong>de</strong>bía hacer, pero no era un<br />
<strong>de</strong>ber agradable. Deseó no haber venido por ese camino, <strong>de</strong> manera<br />
que no hubiese visto al hombre herido. Se persuadió a sí mismo <strong>de</strong><br />
que el caso no le concernía a él, y él también “se pasó <strong>de</strong> <strong>la</strong>do”.<br />
Pero un samaritano, viajando por el mismo camino, vió al que<br />
sufría, e hizo <strong>la</strong> obra que los otros habían rehusado. Con amabilidad<br />
y bondad ministró al hombre herido. “Viéndole, fué movido a<br />
misericordia; y llegándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y<br />
vino; y poniéndole sobre su cabalgadura, llevóle al mesón, y cuidó