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Gothic Soul e l retorno de Maya<br />
puntiagudos y quizás anidarían en el pecho aún tibio de algún<br />
muchacho más joven que yo.<br />
Volví a sentir que mis piernas cedían, que ya no aguantaba<br />
más los tonos ígneos del cielo, que me faltaba el aire. Alcancé a ver<br />
que Cristian levantaba su espada y antes de que pudiera siquiera<br />
cuestionarme qué se proponía, cortó de tajo el brazo de su víctima<br />
más cercana. La extremidad cayó al suelo, levantando un poco de<br />
polvo, y un chorro de sangre fluyó de la herida sin demasiada<br />
energía. El hombre encontró fuerzas para gritar: su aullido se<br />
levantó por sobre los lamentos del bosque entero y el príncipe<br />
volteó de inmediato en nuestra dirección.<br />
—¿Qué haces? —le pregunté en un furioso susurro a<br />
Cristian, quien sostenía su espada con ambas manos mientras<br />
apretaba los dientes.<br />
—Cállate, ahí viene.<br />
En efecto, el príncipe se aproximaba. Cristian había<br />
logrado su cometido y sonrió, satisfecho. El mutilado aullaba,<br />
suplicando en su extraño idioma que lo dejáramos morir. El sol<br />
estaba desapareciendo en el horizonte y las facciones de Vlad III<br />
no eran tan nítidas como antes. Yo habría preferido jamás llamar<br />
su atención, mantenerme al margen y ser uno más, simplemente.<br />
Bajé la mirada y esperé su llegada.<br />
—Mi príncipe —dijo Cristian, ensayando una ridícula<br />
reverencia.<br />
—Te gusta la sangre —observó el príncipe. Yo temblaba<br />
de miedo, ignorando cuál era la respuesta correcta. Cristian<br />
asintió. El príncipe bajó de su montura de un salto. Cristian y<br />
yo retrocedimos instintivamente; ni siquiera nos miró. Se acercó<br />
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