LOS CUARTETOS DE CUERDA DE BEETHOVEN - Lvbeethoven.It
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preludio; el minué, antes convertido en scherzo pierde el título<br />
y vuela hacia una independencia mayor; el andante con su melodía<br />
intensa, profunda, ó adopta el tipo de variación libre, ó se<br />
convierte en una página breve (cavatina del cuarteto en si<br />
bemol, adagio del último cuarteto) de expresión inenarrable; el<br />
final conviértese en el tiempo culminante del cuarteto, en el<br />
más característico, en el más lleno de fuerza, en el mas genial.<br />
Las dimensiones de los tiempos se agrandan ó se encogen según<br />
lo que su contenido reclama, y así como en las sonatas finales,<br />
tres tiempos, á veces dos, bastaban para constituirlas, aquí se<br />
amplía el molde, escribiendo seis tiempos para el cuarteto en si<br />
bemol, siete números para el en do sostenido menor.<br />
Para penetrar en la interioridad de estas obras, tiene que colocarse<br />
el oyente en un estado de recogimiento y de abstracción.<br />
«Millares de personas se quedarán sin comprenderlas», decía<br />
Beethoven, mismo, y como respondiendo á su profecía se<br />
han destacado dos corrientes de opinión: los que no penetrándolas,<br />
sin pasar de su apariencia, las juzgaban delirios de un cerebro<br />
enfermo, incomprensibles y no bellas, explicando sus harmonías<br />
extrañas 3 r<br />
sus combinaciones rítmicas como consecuencia<br />
de su sordera, y los que habiendo llegado á asimilarse ese arte lo<br />
declaraban el más elevado de cuanto la música ha producido.<br />
Para estos últimos, hoy casi la totalidad, sólo por el amortiguamiento<br />
de sus sentidos externos podía Beethoven encarnar en<br />
un arte separado de lo humano, sus amargos dolores y sus celestiales<br />
alegrías.<br />
Wagner, al estudiar el último arte de Beethoven, habla así:<br />
«Pronto el mundo exterior se borra para él completamente... El<br />
oído era el sólo órgano por el que el mundo podía turbaide, porque<br />
el mundo había muerto tiempo ha para sus ojos. ¿Qué vela el<br />
soñador extático cuando caminaba por el hormiguero de las calles<br />
de Viena, mirando fijamente ante sí, con los grandes ojos<br />
abiertos, viviendo únicamente en la contemplación de su mundo<br />
interior de armonías?... ¡Un músico que no oyel ¿Puede nadie<br />
imaginar un pintor ciego?».<br />
«El, sin estar turbado por el ruido de la vida, escucha ahora<br />
solo las harmonías de su alma, y continúa desde el fondo de su<br />
ser hablando á un mundo que nada puede ya decirle... ¡un mundo<br />
que vive en un hombre! ¡La esencia del mundo, convertida en un<br />
hombre que alienta! Ahora la vista del músico se esclarece en su<br />
interior. Ahora proyecta su mirada sobre las formas que, iluminadas<br />
por su luz interna, comunícanse de nuevo á su ser íntimo.<br />
Ahora es la misma esencia de las cosas la que le habla, la que se<br />
las muestra á la tranquila luz de la Belleza. Ahora comprende la<br />
selva, el arroyo, la pradera, el éter azul, las masas alegres, la<br />
pareja enamorada, el canto de los pájaros, el correr de las nubes,<br />
el rugido de la tempestad, la voluptuosidad de un reposo idealmente<br />
agitado. Y en ese momento, esta serenidad maravillosa,<br />
convertida para él en la esencia misma de la música, penetra en<br />
todo lo que vé, en todo lo que imagina. Aún la queja, elemento<br />
natural de todo sonido, se suaviza en una sonrisa: el mundo<br />
vuelve á encontrar su inocencia de niño... Crece y crece esta<br />
fuerza generatriz de lo inconcebible, de lo jamás visto, de lo