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Sé fuerte, Lucía - Txalaparta.com

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Hemos vuelto a visitar el apartamento, que estaba gélido.<br />

—Las chimeneas funcionan, pero habrá que deshollinarlas si<br />

quiere encender el fuego en ellas.<br />

—Claro, claro. Por supuesto.<br />

—Quizás prefiera las paredes de otro color, que no sea este<br />

gris azulado.<br />

—Sí, me gustaría más un blanco o un beige pálido.<br />

—Los balcones que dan a la avenida se encuentran en muy<br />

buen estado.<br />

Mientras conversamos en el apartamento llego a pensar que<br />

no lo voy a habitar de inmediato, pero Gracieuse tiene soluciones<br />

para todo, y tengo que confesar que me he dejado convencer.<br />

Xabier me había confiado a ella, parecía conocerla muy bien y<br />

con lo que me dijo me bastaba:<br />

—Es una mujer de confianza.<br />

Propietaria de un bonito hotel y del mejor restaurante de la<br />

ciudad, tiene un marido gascón que responde al dulce nombre de<br />

Marcel. Conoce a todo el mundo: al electricista, al fontanero, al<br />

deshollinador, al ebanista. Y también las tiendas de ropa de cama,<br />

definitivamente lo conoce todo.<br />

Voy con ella al <strong>com</strong>ercio de Martín Berdot, el ferretero, para<br />

hacerle un pedido que hace estremecer su grueso vientre del otro<br />

lado del mostrador azul; un pedido que escucha frotándose sus<br />

pequeñas manos rechonchas: una batería de cocina, la mejor; un<br />

juego de café, una vajilla, una cristalería y una cubertería de plata<br />

que está colocada en dos cajones dentro de un estuche de terciopelo<br />

beige. E inmediatamente después me lleva hasta la casa<br />

de Francisco, el electricista.<br />

—Vale su peso en oro –me dice Gracieuse Lasserre–, ya lo verá,<br />

hace cualquier trabajo en un abrir y cerrar de ojos.<br />

El barrio de las Arenas me ve regresar corriendo, con las mejillas<br />

rojas del frío, sintiéndome culpable por haberme ausentado<br />

durante tanto tiempo. Me siento culpable de repente por ser tan<br />

fútil, mientras las listas con los nombres de los fusilados son cada<br />

vez más extensas y la población, huyendo bajo una lluvia de bombas,<br />

se va acercando cada vez más a Bilbao.<br />

—No hay más que ruinas por todas partes –escucho <strong>com</strong>o<br />

dicen.<br />

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