Textos: Efe Gómez - Universidad Nacional de Colombia
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U.N. Se<strong>de</strong> Me<strong>de</strong>llín / Departamento <strong>de</strong> Bibliotecas<br />
campo, que son las que mueren en las revoluciones,<br />
que son las que pueblan los presidios, expoliadas por<br />
rábulas sin principios, afrentadas en su honor, en sus<br />
afecciones más caras por el ansia miserable <strong>de</strong> goces<br />
<strong>de</strong> esas gentes sin fe, manufacturas más o menos<br />
<strong>de</strong>spreciables <strong>de</strong> lo que ha dado en llamarse nuestra<br />
civilización, incapaces <strong>de</strong> sentir el amor verda<strong>de</strong>ro y<br />
sus tristezas augustas.”<br />
Este cuento no termina con un final feliz y no<br />
tiene porqué hacerlo. Plasma una realidad durísima<br />
pero constante: los po<strong>de</strong>rosos abusan <strong>de</strong> quienes<br />
les sirven hasta que los segundos – atrapados – se<br />
<strong>de</strong>fien<strong>de</strong>n. Y a <strong>Efe</strong> <strong>Gómez</strong> no le temblaba la mano<br />
para llevarle esto a los lectores en forma artística.<br />
No se <strong>de</strong>be a que fuera un pesimista permeado <strong>de</strong><br />
schopenhauerianismo como dirían Kurt Levy y Marta<br />
Fari<strong>de</strong> Estefan Upegui o a que las temáticas <strong>de</strong> <strong>Efe</strong><br />
<strong>Gómez</strong> sean exclusivamente tenebrosas (resultado <strong>de</strong><br />
ingerir alcohol en exceso, el crimen y el dolor <strong>de</strong>sgarrador,<br />
etc.) como se afirma a menudo. Para probar<br />
que don <strong>Efe</strong> podía darle un final feliz a sus cuentos ahí<br />
tenemos otro cuento <strong>de</strong> minería, “Lorenzo”, en que el<br />
minero pobre triunfa sobre el militar viejo cargado <strong>de</strong><br />
insignias pero que no sabe <strong>de</strong>l valor real y que quería<br />
quitarle a su novia o está “En las selvas” en que una<br />
pareja <strong>de</strong> amantes vence a quienes quieren forzar a<br />
la novia a un casamiento con otro distinto <strong>de</strong> quien<br />
le inspira amor. Pero lo que sí no hacía el escritor era<br />
cerrar los ojos –como quienes no aguantan en el arte<br />
el dolor que turba– a la realidad don<strong>de</strong> impera la crueldad,<br />
el pa<strong>de</strong>cimiento y la tristeza. He ahí una <strong>de</strong> las<br />
gran<strong>de</strong>s cualida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> su arte. Él mismo tenía plena<br />
conciencia <strong>de</strong> que el artista <strong>de</strong>be ser sensible a todas<br />
las variaciones <strong>de</strong> la realidad. En la “Carta a Latorre<br />
y Ospina” que apareció en la revista “El montañés”<br />
en 1899, contesta a la propuesta moralizadora <strong>de</strong> su<br />
ex profesor José María Escovar que un buen artista<br />
<strong>de</strong>be ser, con su arte, como una cuerda tensada que<br />
<strong>de</strong>vuelve un número pasmoso <strong>de</strong> vibraciones que<br />
recibe en todo momento <strong>de</strong>l concierto infinito que le<br />
envía el Universo... El problema que tiene el artista<br />
es el <strong>de</strong> transformar en buen arte esas vibraciones<br />
que recibe. Pero tiene que aspirar a recibir y a <strong>de</strong>-<br />
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