Fantasmas de sospechas en La Mojonera

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EDUARDO DEL CAMPO
LA MOJONERA.— «¿Sabes dónde
está escondido Bin Laden? Aquí,
en La Mojonera». El alcalde socialista
Manuel Gutiérrez recurre al
humor para desmontar la sospecha
de que este pueblo del Poniente almeriense
pudiera ser un refugio de
integristas que esperan la orden de
inmolarse mientras pasan desapercibidos
sudando jornales bajo el
plástico de los invernaderos. «Era
lo que nos faltaba, un terrorista»,
se queja su secretaria,
Conchi. «No hay
derecho a esto», añade
mientras enseña la portada
de un diario comarcal:
«Los tentáculos de Bin
Laden llegan hasta el Poniente».
El titular puede
resultar exagerado, pero
los datos que asoman de
las investigaciones policiales
indican sin embargo
que no miente.
El 25 de septiembre,
policías de paisano detuvieron
en el número 4 del
Barrio Los Navarros al
presunto jefe de una célula
terrorista islámica
del argelino Grupo Salafista
para la Predicación
y el Combate (GSPC) que
preparaba ataques suicidas
en otros países europeos
y daba apoyo logístico
a sus miembros en el
continente.
Los contactos de Mohamed
Boualem Khnouni,
alias Abdallah, y los
otros cinco compañeros
de célula que fueron detenidos
entre esa tarde y
la madrugada siguiente
en varios puntos de España
con presencia de inmigrantes
magrebíes conducen
paso a paso hasta la red Al
Qaeda apadrinada por Osama Bin
Laden. Pequeños hilos en la difusa
telarañadelayihad cuyo descubrimiento
«puso los pelos de punta» a
más de una vecina, pero que hoy,
pasados los días, es tratado por el
alcalde como una anécdota desgraciada
para la imagen del pueblo.
El día siguiente a las masacres
de Washington y Nueva York, un
policía secreta llamó alapuertade
Manuel Ruiz Villegas, un agricultor
jubilado de La Mojonera de 68
años. El agente le enseñó la foto de
un hombre que entonces no reconoció.
«Me dijo: Tenemos que cogerlo,
es uno de los peligrosos y los
tenemos aquí en Almería», recuerda
el agricultor en la casita contigua
al cortijo donde Khnouni fue
detenido dos semanas después.
El jefe de la célula integrista se
había esfumado de su casa en L'Alcudia
de Crespins, en Valencia
(donde trabajaba en una contrata
municipal), nada más producirse el
shock de Estados Unidos. Lo seguían
desde 1997, cuando observaron
sus contactos con miembros
del Grupo Islámico Armado (GIA)
de Argelia luego detenidos en Barcelona
y Valencia. El pasado enero,
según fuentes policiales, Khnouni
fue detenido e interrogado en Almería,
al parecer por intentar comprar
tarjetas de teléfono por valor
de 2 millones de pesetas con tarjetas
de crédito falsificadas.
Khnouni bajaba a menudo a La
Mojonera, donde vivía su amigo
Buker, un argelino asentado desde
hace años en el pueblo que trabajaba
de jornalero con el hijo y el
yerno de Manuel Ruiz. El agricultor
jubilado cuenta que había pres-
tado gratis la vieja vivienda a
Buker y otros dos compañeros.
Khnouni vino con un acompañante
el 25 de septiembre, en un Ford
Escort blanco y renqueante. Estuvo
buscando a un mecánico amigo
para arreglarlo, dicen. Al rato, viajaba
esposado hacia la Audiencia
Nacional, donde, según el relato
policial conocido hasta hoy, confesó
que era un antiguo miembro del
GIA y que se había entrenado en
Afganistán. Sus acompañantes
fueron liberados.
El cortijo está hoy deshabitado,
las ventanas, cerradas. Manuel
afirma que nadie ha despedido a
Buker ni los dos compañerosdevivienda
que trabajaron para su familia
hasta el verano. «Eran cumplidores
en el trabajo. Porque detengan
a uno, no pueden culpar a
los demás», dice sensato.
EL MUNDO, DOMINGO 21 DE OCTUBRE DE 2001
ANDALUCIA
ALMERIA TRAS EL 11-S / EL PONIENTE, ¿TAPADERA DE INTEGRISTAS? (I)
Fantasmas de sospechas
en La Mojonera
Almerienses e inmigrantes magrebíes viven una tensa calma llena de recelo
desde que detuvieron en el pueblo al líder de una célula de la red de Bin Laden
Imagen de la mezquita de La Mojonera, donde Belaziz (derecha) ejerció de imán. En la otra foto, ‘Abdallah’, su jefe en la célula desarticulada del GSPC. / EL MUNDO
Hay una calma tensa. Todos procuran
no meter la pata en un momento
delicadísimo para la convivencia.
Sobre todo los inmigrantes.
«Que le den por culo a Bin Laden,
hombre. Ese está loco», dice sonriente
un jornalero de Beni Mellal,
uno de los 300 magrebíes (algo
más marroquíes que argelinos)
que viven de forma estable en el
pueblo. «Yo no voy a la mezquita,
bebo cerveza y vino», se defiende,
como si ahora fuera pecado ser
musulmán practicante.
«He venido a ser futbolista»
¿Es el Poniente y su población
flotante de braceros recién llegados
y sin papeles, que no hablan
español y sienten el pinchazo del
desarraigo un caldo de cultivo para
los grupos integristas en busca de
reclutas, a ser posible suicidas? La
coordinadora del centro de inmigrantes
del pueblo, Ana GarcíaJustucia,
piensa y responde: «No».
El jefe de la Policía local, Antonio
TomásMartín, está de acuerdo:
«No sé hasta qué punto están predispuestos.
Tiene que haber un
convencimiento más allá del hecho
de no tener trabajo. Creo que no
hay radicales, pero es difícil conocerlos».
El alcalde no lo descarta.
En Almería las hipotéticas células
durmientes y los proselitistas incendiarios
del Islam «tienen más
facilidad que en otras partes» para
infiltrarse. Pero luego tranquiliza:
«La gente no está inquieta por el integrismo
sino por los pequeños delitos
que se cometen [por parte de
inmigrantes en paro] para comer».
Si hay integristas ocultos bajo la
tapadera de las comunidades de
«Apoyad a los musulmanes progresistas»
Hanafi Hamza, presidente
provincial de la
asociación de inmigrantes
marroquíes
ATIME, disculpa a los
compañeros que no
quieren hablar sobre el
calado que han tenido
en su comunidad las
llamadas a la hermandad
musulmana y la
guerra santa lanzadas
al mundo por los grupos
integristas. «No
quieren quemarse».
Hamza, que está casado
con una almeriense,
reconoce con alivio
que el clima «se ha
tranquilizado» desde el
impacto del 11 de septiembre.
«Después del
atentado, se generalizó.
Hubo seis horas ese día
en que sólo se hablaba
de árabes y musulmanes.
Se metíaenelbote
hasta al que no es practicante.
Y de eso la gente
no se ha olvidado»,
dice sobre la presunta
identificación musulmán
igual a terrorista.
Los musulmanes, explica,
están muy sensibles,
aunque no mues-
tren en públicoloque
creen y sienten. Ahora
Hamza se encuentra en
la fase de «bombero»,
apagando los ánimos.
«Los moderados estamos
intentando frenar
el tono, matizar: Oye,
que no se ataca a los
musulmanes, que esto
no va con nosotros, sino
contra los terroristas».
Tarea delicada para
la que pide la ayuda
«del otro lado».
«Hay que apoyar a
los progresistas [musulmanes]
para que
atraigan a los radicales
y trabajen con ellos,
porque si se generaliza,
hasta los progresistas
se pueden radicalizar».
¿Hay candidatos potenciales
para la yihad?
«Claro. Aquí hay gente
que no tiene nada que
perder. Pero seremos
los primeros en denunciar
a los integristas.
¿Que dónde están?
¿Cómo lo vas a saber?
No van por ahí con barba.
Pero si alguien quiere
saberlo, le basta con
provocarlos».
inmigrantes (en Almería están
buena parte de los 200 «sospechosos»
a los que vigilan en España
las fuerzas de seguridad), nadie
cree que se les ocurra atentar en la
zona. Almería puede ser escondite,
lanzadera de activistas a Europa,
pero no el objetivo.
Hay una mezquita en La Mojonera.
Está en una casucha desconchada
de la calle Primera a la que
sólo se acercan un puñado de fieles
al acabar la jornada en
los invernaderos. Dentro,
en una habitaciónalfombrada,
hay un aparador
con libros, una pizarra,
fotos de La Meca. Un
cartel oxidado en árabe y
una decena de pares de
zapatillas y zapatos en la
puerta anuncian el lugar.
Aquí, según dijo a El
MUNDO una fuente policial,
ejerció de imándurante
un tiempo Mohamed
Belaziz, el miembro
del grupo detenido en
Cascante (Navarra) a
quien la Policía atribuyó
un diario con inclinaciones
suicidas. Belaziz se
estaba mentalizando para
hacerse explotar junto
al tunecino Nizar Trabelsi
(cuya detención en
Bélgica desencadenó la
caída de la célula de España)
la próxima primavera
en la embajada de
EEUU en París.
Trabelsi recibió las órdenes
de ataque del franco-argelino
Djamel Bhegal
después dequeéste
las recibiera a su vez a finales
de 2000 en Afganistán
de Zine el Abidin,
colaborador directo de
Bin Laden. Belaziz, 26
años, se registró en el centro de inmigrantes
de La Mojonera, donde
dejó su número del móvil. Ana
García dice que era un chico «supereducado».
Otra compañera le
atendió en octubre de 2000, como a
tantos. Belaziz había recibido una
orden de expulsión y le indicaron
cómo recurrirla.
Pero del aspirante a mártir y su
jefe, sus compatriotas dicen no saber
nada cuando salen ya de noche
de la mezquita. «¿Pero qué quieres
saber tú?», repelen en francés,
muy tensos, las preguntas del periodista.
El que hace ahora las veces
de imán, un simple jornalero
según los demás, se calza los zapatos
y desaparece con cara de pocos
amigos. «Mira, aquí no tenemos
problemas con nadie. Yo sólo he
venido a ganar dinero y ser futbolista»,
suelta al final un muchacho.
Mudos y sordos. Otro compatriota,
beréber de la Cabilia argelina,
como la mayoría, no quiere
tampoco complicarse. Sobre el
Grupo Salafista repite que no sabe
«nada», a pesar de que es tristemente
famoso en Argelia desde
que apareciera en 1998 tras una
escisión de los degolladores del
GIA. «No me interesa la política».
A cambio, recita en castellano las
veinte y pico ciudades de España
donde ha trabajado y las alineaciones
del Barça de Cruyff y el Madrid
de la quinta del Buitre: «Sanchís,
Gordillo, Butragueño...».
El alcalde admite que no ha habido
incidentes con la mezquita,
pero su presencia no parece hacerle
mucha gracia y avisa de que al
dueño de la casa ruinosa que la alberga,
tampoco: «Está deseando
que la echen abajo».