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34<br />
«Al segundo día en la<br />
cárcel me dijeron que<br />
no comiera porque me<br />
iban a envenenar»<br />
El sevillano liberado cuenta cómo sobrevivió a la<br />
prisión y el juicio en Bolivia hasta lograr su retorno<br />
EDUARDO DEL CAMPO<br />
SEVILLA.—Javier Villanueva denunció<br />
las torturas para arrancarle la<br />
falsa confesión del asesinato de la<br />
fiscal de Santa Cruz, y a él lo enviaron<br />
a la cárcel de Palmasola, a la sección<br />
de máxima seguridad. Tuvo un<br />
gran recibimiento. «Al segundo día,<br />
el gobernador de la cárcel me dijo<br />
que no comiera nada de allí, porque<br />
había rumores en Inteligencia de que<br />
habían pagado para envenenarme. A<br />
los diez días, a un cabecilla de la cárcel,<br />
Ruddy Palmasola, muy abusivo,<br />
lo agarraron entre treinta y le metieron<br />
más de treinta puñaladas. Le cortaron<br />
media oreja, se le salió el cerebro.<br />
Fue muy desagradable».<br />
El empresario español, que en<br />
2004 tenía 27 años, decidió no salir<br />
de su celda ni mezclarse con los internos<br />
pese a los buenos consejos del<br />
cónsul honorario, José Fernández.<br />
Cuenta que no le dio el sol en casi 19<br />
meses y se volvió tan blanco que sufrió<br />
incluso una despigmentación de<br />
la piel. No se arrepiente.<br />
Su novia Carola fue, junto a su padre,<br />
su ángel salvador. Todos los días<br />
se levantaba a las cinco para prepararle<br />
la comida. Luego iba a la cárcel,<br />
aguantaba dos o tres horas de cola,<br />
sufría los cacheos y entraba a llevarle<br />
la comida y el agua. El agua para<br />
beber, pero también para lavarse en<br />
una lata vieja de diez litros de pintura<br />
que usaban de barreño, con la mitad<br />
cortada de una botella de dos litros<br />
como cazo. Desde la cama hasta<br />
el papel higiénico, todo lo que usaba<br />
en la celda lo tuvo que comprar, y pagar<br />
para que le dejaran meterlo dentro.<br />
También tenía, como muchos,<br />
un móvil que usaba a escondidas.<br />
En septiembre de 2005 ocurrió<br />
uno de los episodios más peligrosos.<br />
Los hermanos Carlos y Rubén, los jefes<br />
de la banda de Los Cachupines,<br />
organizaron una fuga masiva. En un<br />
camión de ladrillos (que los internos<br />
usan para construirse sus propias<br />
celdas) les habían escondido armas.<br />
Las sacaron, redujeron a seis guardias,<br />
se montaron 28 presos, derribaron<br />
la puerta y se escaparon.<br />
«Yo desaté a dos guardias, pero<br />
un cabo me tiró al suelo apuntándome<br />
con una pistola de nueve milímetros<br />
a la cabeza. La mano le temblaba.<br />
Era el jefe de seguridad y le acababan<br />
de pegar. Estaba muy nervioso.<br />
Se le podía escapar un tiro. Menos<br />
mal que otro interno, Eddy<br />
Guzmán, un ex policía, lo tranquilizó<br />
y le dijo que yo no tenía nada que ver<br />
con la fuga, que yo había ayudado.<br />
Luego vino un sargento al que había<br />
desatado y también lo calmó».<br />
Entre los que se escaparon estaba<br />
el brasileño Sandro Carvalho, quien<br />
había inculpado a Villanueva, también<br />
bajo torturas policiales, antes de<br />
rectificar su declaración. Villanueva<br />
cuenta que ni siquiera se conocían<br />
antes entre sí. Otro brasileño, Ricar-<br />
do Borba, fue condenado a 15 años<br />
por el caso de la fiscal.<br />
En Palmasola ha conocido casos<br />
«alucinantes» de injusticia. Él no era<br />
el único inocente entre rejas. «Un periodista<br />
boliviano me dijo que de los<br />
3.000 presos, la mitad no debía estar<br />
allí». Recuerda al joven Chemo, al<br />
que «la cárcel había vuelto loco» y<br />
daba vueltas creyéndose un camión.<br />
O a ese otro que hacía ya cuatro años<br />
que había cumplido su pena por robar<br />
«una gallina o algo parecido para<br />
comer», y que seguía encerrado porque<br />
no tenía cien dólares para pagar<br />
el papeleo de su liberación. O esos<br />
dos menores, de 16 y 17 años, que<br />
compartían celda con seis adultos. O<br />
de cuando se tuvo que pasar días con<br />
mascarilla porque a los enfermos de<br />
tuberculosis terminal los tenían tirados<br />
en el pasillo junto a su celda.<br />
¿Qué hacía durante tantas horas,<br />
tantos días? «Leer, escribir y pensar<br />
en mi caso». Escribió un diario carcelario<br />
de dos mil páginas. En él están<br />
los días de esperanza y los de<br />
hundimiento cada vez que rechazaron<br />
sus peticiones de que lo dejaran<br />
en libertad provisional a la espera<br />
del juicio. Por fin, en noviembre de<br />
2005, tras consumir un mes más de<br />
los 18 meses máximos de prisión<br />
preventiva, la Corte le permitió salir<br />
en libertad provisional bajo fianza de<br />
60.000 dólares. Para demostrar que<br />
tenía residencia fija, su padre había<br />
tenido que comprar un mini apartamento<br />
de 30 metros cuadrados. El<br />
arresto domiciliario fue surrealista.<br />
«Se suponía que tenían que estar<br />
«Me apuntó a la cabeza.<br />
La mano le temblaba.<br />
Hasta que le dijeron que<br />
yo no participé en la fuga»<br />
fuera vigilándome, no dentro. Era<br />
irracional». Llegó a haber 32 uniformados:<br />
en la cocina, en el salón, en<br />
las escaleras... «Mi novia había puesto<br />
un panel de madera para separar,<br />
pero abrían la puerta cuando querían.<br />
Y la hija de Carola, que tenía 8<br />
años, vivió todo eso. No había ninguna<br />
intimidad. Era denigrante».<br />
El juicio llegó. «Montaron un despliegue<br />
policial impresionante como<br />
para hacer ver lo ‘peligroso’ que era<br />
yo; gracias a Dios el tribunal no se<br />
dejó contaminar». Fueron decisivos<br />
para él el testimonio del abogado<br />
Serna, el hombre que había sorprendido<br />
a los policías grabando la confesión<br />
de Villanueva a punta de pistola;<br />
el informe de un artificiero de los Tedax<br />
españoles, que hizo ver que la<br />
bomba que mató a la fiscal sólo la<br />
podía haber colocado un experto y<br />
no alguien como Javier que ni siquiera<br />
había hecho la mili, o valientes de-<br />
EL MUNDO, DOMINGO 20 DE ENERO DE 2008<br />
ANDALUCÍA<br />
‘EL PROCESO’ DE JAVIER VILLANUEVA / La lucha de un inocente (y II)<br />
Javier Villanueva, durante la entrevista, esta semana en Sevilla. / JESÚS MORÓN<br />
claraciones como la del argentino<br />
Federico Shegg, que contó que Villanueva<br />
no podía haber accionado la<br />
bomba porque en el momento de la<br />
explosión el español estaba en el hotel<br />
donde vivía, el Casablanca.<br />
A Federico «le deshicieron la cara»<br />
de una paliza para intentar que<br />
no hablara. Y a la periodista Marlene<br />
Peña la despidieron de su periódico<br />
tras probar que eran falsas las fotos<br />
de un supuesto aprendizaje paramilitar<br />
de Villanueva. A su novia, Carola,<br />
de propina, la despidieron de las<br />
Líneas Aéreas Bolivianas.<br />
Los jueces técnicos Uby Suárez y<br />
Luis Jaime Cruz, junto a los otros<br />
tres jueces ciudadanos que componían<br />
el tribunal, lo absolvieron el 13<br />
de marzo de 2006 del delito de atentado<br />
por el que el fiscal Javier Solís le<br />
pedía 30 años de cárcel. Pero la Fiscalía<br />
recurrió y le mantuvieron la orden<br />
de arraigo que le prohibía volver<br />
a España.<br />
Siguieron casi dos años de libertad<br />
amediasesperando que se resolviera<br />
su caso. Lo seguían por la calle.<br />
Unos eran policías de paisano que lo<br />
vigilaban. Pero otros muchos eran<br />
bolivianos de a pie que se le acercaban<br />
para expresarle su apoyo y hasta<br />
pedirle autógrafos. «Ellos son los pri-<br />
«Un periodista boliviano<br />
me dijo que de los 3.000<br />
presos de Palmasola, la<br />
mitad no debía estar allí»<br />
meros en criticar las injusticias del<br />
sistema, porque las sufren. No he recibido<br />
ni una sola mirada negativa, al<br />
contrario, todo ha sido apoyo».<br />
Los negocios los malvendió para<br />
pagar a los ocho abogados del proceso:<br />
recuerda agradecido a Santiago<br />
Charlie Flores y al «maestro» Julio<br />
Egüez: «el que me liberó y ganó el<br />
juicio». Otro, Omar Barrientos, en<br />
cambio, lo traicionó. «Vendía mis declaraciones<br />
y pruebas».<br />
Villanueva cuenta que lo benefició<br />
la victoria electoral del socialista Evo<br />
Morales por su discurso más sensible<br />
con los derechos humanos y su<br />
rechazo a las «injerencias» de Estados<br />
Unidos y su agencia antinarcóticos,<br />
que a su juicio están detrás de<br />
un montaje contra él y Diodato. El<br />
italiano está ahora desaparecido. Javier<br />
cree que lo han matado los mismos<br />
que asesinaron a la fiscal. «Lo<br />
condenaron sin pruebas, que era lo<br />
La doble<br />
extorsión de<br />
‘Cachupines’<br />
y policías<br />
E. DEL C.<br />
SEVILLA.—Sus compañeros<br />
de celda, Pepe, condenado<br />
por narcotráfico,<br />
y Juan Taborga, acusado<br />
deasesinatoperoqueluego<br />
salió absuelto, mantenían<br />
con él un trato correcto,<br />
pero «a tres metros»<br />
la situación era «terrorífica».<br />
Más allá de su<br />
hueco de dos por tres metros<br />
reinaba ‘La Pesada’,<br />
como llaman en el argot<br />
carcelario boliviano a los<br />
grupos que dirigen la vida<br />
de los presos. En Palmasola<br />
adoptaban el<br />
nombre de ‘Los Cachupines’,<br />
más de cien miembros<br />
dirigidos por los hermanos<br />
Carlos y Rubén. A<br />
la extorsión de la banda<br />
se unía la de la policía.<br />
«Por ser europeo<br />
creían que era millonario.<br />
Grave error. Los primeros<br />
ocho o nueve meses<br />
fueron terribles. No<br />
accedía a las coacciones,<br />
no pagaba, y los Cachupines<br />
me tiraban piedras<br />
y agua hirviendo al techo<br />
y las ventanas, me insultaban,<br />
me gritaban. Un<br />
jefe de seguridad nombró<br />
‘madrina de Navidad’<br />
a Carola, tenía que<br />
comprar como 500 botellas<br />
para los policías, como<br />
si fuera Papa Noel.<br />
Intervino la Embajada.<br />
Pero al final tienes que<br />
ceder e ir aportando a las<br />
‘solicitudes’. Se estropeó<br />
un fusible y la cárcel se<br />
quedó a oscuras. Yo tuve<br />
que pagar 100 dólares, la<br />
mitad de lo que costaba<br />
un fusible nuevo, para<br />
que la cárcel recuperara<br />
la luz».<br />
que querían hacer conmigo hasta última<br />
hora». El pasado 27 de noviembre<br />
el Tribunal Supremo boliviano<br />
desestimó el recurso de la Fiscalía<br />
contra la absolución de Villanueva. Y<br />
el lunes 14 de enero llegó a Sevilla.<br />
Habían pasado ocho años desde que<br />
se fue, lleno de ilusión, a hacer las<br />
Américas. Llegó sin más ropa que la<br />
puesta. No quería viajar con una maleta,<br />
por miedo a que le metieran<br />
droga en ella en el último momento y<br />
la pesadilla comenzara otra vez.<br />
Pero aclara que él ama a Bolivia,<br />
el país que le dio oportunidades empresariales,<br />
amigos y una compañera,<br />
e insiste en que no quiere que juzguen<br />
a su pueblo con la misma ceguera<br />
injusta que él sufrió. ¿Volverá?<br />
No ahora, cuando prepara una demanda<br />
ante la Corte Interamericana<br />
de Derechos Humanos de Costa Rica<br />
o el Tribunal de Estrasburgo contra<br />
las autoridades involucradas en su<br />
kafkiano proceso, como esa Policía<br />
quecuatroañosdespuéssiguesin<br />
contestar a su denuncia por torturas.<br />
«Eso es encubrimiento». Pero, ¿y si<br />
en Bolivia dentro de unos años desaparece<br />
la inseguridad jurídica y no<br />
tiene nada que temer? ¿Volvería a<br />
ver a sus amigos bolivianos?, insisto.<br />
«No sé si estaré vivo para ese día».