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Seminarista Manuel Aranda

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MANUEL ARANDA<br />

chas coincidencias en el enjuiciar hechos y actitudes en aquellos cursos de difícil<br />

valor, cuando el porvenir para los futuros sacerdotes no era halagüeño en ningún<br />

aspecto; y muchos superiores no estaban al alcance de la situación. La descristianización<br />

ofi cial era turbadora por su Leyes, y los pueblos se revolvían en un<br />

ambiente de odio, burla y abandono religioso. Todo abocó a la tragedia de 1936 a<br />

1939, que barruntábamos casi inminente. Estos presagios no quebrantaron nuestra<br />

fortaleza de espíritu; al contrario nos alentaban para forjar planes de acción y<br />

propaganda, no de carácter teórico, sino de efi cacia real; de implicación ejecutiva<br />

en medio de disimulos y negaciones de los más adictos; pero a costa de todo, aún<br />

de la vida, nos embarcábamos cada día en ilusiones de martirio como prenda de<br />

inmolación para lograr una resurrección plena.<br />

Tu tío encarnaba este prototipo de entrega, poniendo a disposición del<br />

Altísimo toda su capacidad intelectual y moral. Sentiría gran gozo de obtener una<br />

muerte así, como garantía de beatitud eterna; pero le dolería dejar un vacío tan<br />

preciso de mano fuerte. Seguramente salpicaría voluntariamente gotas de su sangre<br />

para que encajaran al cabo de los años y de la distancia, en criaturas allegadas<br />

a él por vínculos de parentesco o amistad. ¿No habrás sido tú una criatura de sus<br />

anhelos y oración? Su oración de intercesión es efi caz delante del Señor.<br />

Era modelo de aplicación y seriedad, aunque no tuviera una atracción de<br />

simpatía arrolladora, era respetable y digno de aprecio por sus cualidades de verdad<br />

y de hombre de Dios, capaz de desarrollar un apostolado sacerdotal en plenitud<br />

de frutos.<br />

A pesar de los años trascurridos, todos los días rezo por él; me encomiendo<br />

a él; ruego por su glorifi cación ante los hombres, ya que ante Dios la consiguió<br />

con su vida ejemplar, y perdiendo la suya por defender la honra y nombre de Dios<br />

con valor inaudito.<br />

Trabajó con denuedo para su logro -es muy digno de admiración para todo<br />

el mundo creyente, no sólo cristiano- por su juventud y valía intelectual. Hubiera<br />

conseguido un hueco brillante en la vida civil. ¡Y era tan fácil congraciarse con el<br />

mal y la apostasía, convertirse en ídolo de muchedumbres!<br />

Te adjunto fotocopia de una carta, que me escribió en 1935 cuando yo<br />

canté misa.<br />

También te envío crónicas para el Correo Josefi no; discursos de apologética<br />

y dogma; poemas y pensamientos, que retratan su manera de ser. En tu Biblioteca,<br />

que ocupen lugar de preferencia; yo no he podido desentrañarlos por mi escasa<br />

vista y por la pérdida de la tinta. Es difícil leerlos. 18<br />

18 Los escritos a los que Don Lorenzo hace referencia son los que aparecen en este tomo bajo el título<br />

“Escritos diversos de <strong>Manuel</strong>” No sabemos cómo estos escritos llegaron a Don Lorenzo; posiblemente los<br />

recogió del Obispado o los consiguió de Don Juan Montijano. Pienso que mi familia los mandó al Obispa-<br />

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