Seminarista Manuel Aranda

MANUEL ARANDA
del campo es mucho, era un joven -hombretón, dirían en su pueblo- y ahora
tenía que compartir la vida con chavales de 10 a 12 años, lejos de los suyos y en
un ambiente que desconocía... además los estudios... Pero todo lo supera, poco
a poco se irá haciendo el Seminarista ejemplar, trabajador, estudioso, bueno... El
Obispo Basulto, hoy compañero en la causa de canonización, le permite examinarse
en dos años de cuatro. Así se encontrará en Jaén el curso 1933-34. Una etapa
superada. Estudios fi losófi cos. Un paso importante. Nuestro Seminario de la
Inmaculada y San Eufrasio le acoge. Nuevos compañeros. Mayor profundidad. Se
va recorriendo el camino y la meta se acerca; la vocación se afi anza y la respuesta
comprometida se va fraguando con fuego ardiente.
Personalidad de MANUEL:
- Fuerza de voluntad.
- Confi anza plena en Dios.
- Amor por la ciencia y la cultura para desde ella ayudar a otros (su gente,
sus paisanos sobre todo) a cuantos padecen incultura, que dice ser el
peor de los males.
- Preocupación social, búsqueda de la justicia, mentalidad social, según la
Doctrina de la Iglesia, encíclica “Rerum Novarum”
- Preocupación por los pobres y desvalidos.
- Los niños, los jóvenes. Catequesis. Grupo de posibles seminaristas. Prestar
libros. Círculos de formación con jóvenes...
Es un buen cristiano, seminarista que quiere ser sacerdote, por ello:
Confi anza, respeto, fe inquebrantable en Dios
- Amor a Jesús, Sagrado Corazón y Santísima Eucaristía
- Amor a la Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra. Rezo del Santo
Rosario.
- Ser sacerdote para entregarse del todo a Dios y servir mejor a la gente
que ve muy necesitada, material y espiritualmente.
- Amor y respeto a la familia.
- Sonrisa exterior, paz interior.
Está claro que Dios había elegido a MANUEL y él se había entregado totalmente
a DIOS...
¿Cómo podía terminar aquello? ¿Siendo sacerdote...? ¿Y si no era posible...?
Me permito traer a vuestra memoria aquella poesía lírica de Santa Teresa
donde nos dice:
“vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero por que no muero...
Vida, ¿qué puedo yo darle
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