Seminarista Manuel Aranda

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Antonio Aranda Calvo
lugar donde vivió Manuel y dio la vida por el Señor “donde se derramó, donde se
empapó la sangre del cuerpo de Manuel Aranda, nuestro querido tío, por resistirse
fi rmemente a pronunciar ofensas contra lo que él más amaba, que era Dios”;
Luciano continuaba manifestando la importancia de este encuentro en cuanto
volvíamos a “nuestra patria chica”, podíamos estrecharnos con un abrazo, amigos
y familia, y valoraba el mismo hecho de la reunión para los que más lejos están.
En la misma fecha y en la Cruz nos leyó una página con sus impresiones
la mayor de los resobrinos de Manuel: Marisa Alba Bueno, hija de Luisa Bueno
Aranda, la mayor de las sobrinas y que le recuerda con toda claridad. Se dirigía en
una especie de carta al tío Manuel, se presentaba como resobrina mayor, recordaba
la reunión del año anterior y como en ésta toman parte los resobrinos, tercera
generación y así decía:
“Este año estamos aquí. Por lo que sabemos de ti, debiste ser un gran hombre,
y por lo que se ve, llegarás a ser un santo en la Iglesia Católica. También
nosotros, parte de tu familia nos alegramos”. Nombraba a todos los resobrinos:
“Marisa, Loli Flor, Lucía y José Antonio; Rosa y Vicente; Luciano, Antonio Carlos y
Miguel Ángel; Juan Luis, Eduardo Carlos, Candi y Manuel Jesús; Rosa María, Luis
Jesús, Loli Paz, Sole, Manuel y Pedro; Clotilde, Juan Antonio y Santiago; Coral y
Saulo; María Teresa; Mari Lola, Belén e Inmaculada; Tamara e Isabel; Mari Carmen;
Miguel Ángel, Francisco Jesús y Santiago” y continuaba: “Quiero proclamar
tu heroísmo de joven de 20 años, que prefi ere dar su vida antes que renunciar a
sus convicciones: por ello eres un signo de libertad y de grandes ideales a imitar
por nosotros, los más jóvenes. Quisiera prometer en nombre de todos, que llevaremos
a gala tu nombre y la pertenencia a ti. Invoco tu protección sobre nosotros,
tercera generación, y sobre nuestros hijos, cuarta generación, a los que inculcaremos
el respeto y amor a tu persona, a tu nombre y a tu ejemplo. Tal vez tengamos
que pedirte perdón por nuestros fallos, pero ten por seguro que nos llegas al
corazón. Ante esta Cruz te pido por los que ya no viven: tus padres, tus hermanos:
Lola, Luciano, Luis, Clotilde y Paco; y por tu sobrino Manuel. También te pido
por los mayores que nos quedan: Cándida, María, Manuela, José y Miguel. Y por
todos nosotros, que desarrollaremos nuestras vidas diversas y diferentes, a veces,
pero que deseamos se unan siempre a ti. Tío Manuel, tu familia ha crecido mucho,
se pueden contar más de 100. ¡Protégenos, siempre. Amen!”
Una vez en Lendinez, Miguel Bueno Aranda, como anfi trión acogió a todos
los presentes poniendo a disposición la casa e instalaciones y alegrándose, junto a
su esposa Tere e hija María Teresa, el poder hacerlo ilusionados. En un momento
dijo: “Pido a Dios, por mediación del tío Manuel, que a nuestros mayores nos los
conserve muchos años, que a nosotros, los de la segunda generación, nos permita
llevar a buen puerto las tareas que tenemos encomendadas y que un futuro limpio,
fuerte como el olivo y en paz, sea disfrutado por la tercera generación, a la