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Hite refleja a través de la secuencia habitual en las relaciones heterosexuales:
preliminares, coito y orgasmo masculino, la influencia de la cultura patriarcal en la sexualidad
y cómo la reproducción de este esquema sigue alimentado esa situación.
Los resultados extraídos de las investigaciones sobre conductas sexuales en
adolescentes confirman que el coito vaginal es la práctica sexual más habitual, tanto en
hombres como en mujeres (Faílde, J.; Lameiras, M.; Bimbela, J. 2008). Según Amalia
González (2006), la razón de estos resultados está muy relacionada con la consideración
prioritaria del placer masculino ante el femenino y con la creencia de que el deseo sexual de
los chicos es irrefrenable y debe satisfacerse.
El lenguaje que utilizamos para hablar de las relaciones sexuales también refleja de
forma acertada la desigualdad entre los géneros, lo hace a través de ciertas expresiones que
podrían calificarse de soeces: «me la tiré», para referirse al coito, «le hice un bombo» para
hablar de un embarazo y animalizaciones de las mujeres cuando exteriorizan sus pasiones o
deseos, con adjetivos como «loba», «tigresa». También en el lenguaje coloquial queda
reflejado el reduccionismo con que se tratan estas relaciones, por ejemplo con la frase «hacer
el amor», con la que se hace referencia al coito como máxima expresión de afecto (Cerviño,
M.J. Et al. 2010).
La lengua, entre otras formas, se ha definido como:
«Sistema simbólico comprometido en las relaciones sociales no sólo para la
comunicación, sino para ejercer la censura, la mentira, la violencia, el
desprecio, la opresión, así como la felicidad, el desafío, la rebelión, el juego, el
lugar de rechazo, la extroversión, la diferencia cultural y de sexos». (Marina
Yanguello 1979, citada por Bargas Luna, M.B. 2006).
A través de esta definición, entendemos cómo el lenguaje puede ser cómplice del
mantenimiento del control masculino sobre la sexualidad femenina, y de situar a las mujeres
en una encrucijada respecto de su actitud sexual. Se les pide mesura en las relaciones sexuales
y al mismo tiempo satisfacer todos los deseos de su compañero varón. Un ejemplo muy
gráfico con el que la lengua sitúa a la mujer en dos polos opuestos y ninguno deseable, si
hablamos de prácticas sexuales, pues ambos desestiman su sexualidad, es a través de algunos
refranes tradicionales como: «Mujer de calle, mujer de todos y esposa de nadie» y en
contraposición a ella: «La mujer que es madre, no es mujer sino ángel» (Bargas Luna, M.B.
2006). La lengua a través de los refranes tiene la capacidad de exponer situaciones, pero
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