1 Texto de la presentación del libro de Rubén Soto Rivera: Ensayos ...

El Dr. Francisco José Ramos González con el autor de libro reseñado, el Prof. Rubén Soto Rivera
Texto de la presentación del libro de Rubén Soto Rivera:
Ensayos sobre filosofía arcesiliana (Bayamón [Puerto Rico]: Impresos Glael,
1999). 1
No voy a ocultar la extaña afinidad que provocó en mí la lectura del libro
de nuestro colega Rubén Soto Rivera. Indico que cuando hablo del libro estoy
pensando tanto en este que presentamos hoy, Ensayos sobre filosofía
arcesiliana, como en el anterior, Arcesilao, filósofo kairológico. Me parece que
son dos volúmenes de una misma empresa que se propone comprometer al
lector con la tarea de actualizar el pensamiento antiguo. Si digo que he leído
con extraña afinidad es porque no puedo menos que asombrarme ante la
textura laberíntica por la que el autor ha decidido desplazar la tradición de un
1 Las notas al calce son las reacciones del autor del libro reseñado, Rubén Soto Rivera,
escritas el 21 de diciembre de 1999.
1

pensamiento que, como el de Arcesilao, nunca fue puesto por escrito. Y, al
mismo tiempo, no puedo evitar sentir la más honda simpatía ante lo que
parece ser la astucia de un juego iniciático. Esto último explica la función
estratégica que aquí tienen las palabras de otro. Ese “Otro” son precisamente
las citas de los textos antiguos y de sus comentaristas modernos, pero es
también el propio autor que, parafraseando el poema de Moreira que da paso
al contenido del libro, presenta sus escritos abriendo surcos al relieve de un
rito. El riguoroso conocimiento que el autor tiene del griego antiguo y su amor
por el testimonio, por lo que la escritura ha dejado dicho, lo convierten más en
un mártir (“testigo”) que un hermes (“mensajero”); más en un conspirador de
las palabras de Otro que en un hermeneuta. Surge aquí de inmediato una
alegre paradoja. El juego de ocultamientos con el que se describe el
pensamiento de Arcesilao es continuamente expuesto como si no hubiese
realmente nada oculto en aquello que realmente se pretende que es el propio
pensamiento del autor. 2 Se nos antoja que de lo que se trata aquí es de
entretejer la fábula de una profunda convicción que bajo los nombres de
kairosofía, kairología y filosofía apuntan a devolver el pensamiento antiguo al
esplendor de su juventud. Se trata, pues, de actualizar, de poner en acto, de
activar el ejercicio de pensar mediante una constante provocación anacrónica. 3
No es de extrañar que la llamada filosofía arcesiliana, literalmente, nos
saque de tiempo. 4 Pues lo que Arcesilao dice no sólo está en boca de otros, sino
que, aún en boca ajena, su pensamiento parece consistir en ir desmientiendo,
desde el silencio de lo no-dicho, lo que los otros dicen. Resulta claro, para
2 A veces la mejor manera de ocultar algo es dejarlo a la vista no ociosa y preocupada de
los demás.
3 El “¿Qué significa pensar?” heideggeriano. Pensar unamuniano que se radicaliza en el
pesar de la balanza y en el pesar de la pena.
4 Muchas confrontaciones nos sacan de tiempo (en el doble sentido de la expresión en
español). Repito lo dicho por Borges, quien lo parafraseó de Shakespeare: “El tiempo es la
materia de la que estoy hecho.”
2

nosotros, que la filosofía arcesiliana es la filosofía de lo nunca formulado como
tal. De ahí que se diga que su filosofía es la filosofía del no filosofar. ¿A qué
viene entonces, cabría preguntar, tan afanoso empeño por escribir sobre un
pensamiento nunca escrito y que, a diferencia del caso de Sócrates y Platón,
tampoco ningún pensador quiso o se propuso re-presentar? ¿Qué se pretende
rastrear, rebuscar, urdir aquí? Diría que estos ensayos son la plasmación de
un rito telúrico en el que las palabras apuntan o señalan a los límites del
kairós. Si bien le debemos a Manfred Kerkhoff haber inaugurado un universo
de posibilidades insospechadas en torno al discurso sobre el tiempo oportuno,
le estamos empezando a deber a Rubén Soto la comprobación de esas
posibilidades y la penetración audaz en ese universo.
Más aún: se trata de comprobar que la filosofía depende del discurso del
tiempo como del tiempo del discurso; de que la ontología debe mucho a la
persuasión retórica; y de que el lógos le debe tanto a lo que las palabras dicen,
como a lo que las palabras callan. Por eso, con razón, se le ha reprochado a la
filosofía ser un discurso quimérico. Pero he aquí que cada palabra, de reproche
o no, es una ocasión para filosofar, es decir: para dar riendas sueltas a la
conversación infinita del pensar consigo mismo. ¿No será que todo diálogo
filosófico no es, en realidad, más que un monólogo? ¿Un monó-logo en el que el
lógos de “uno” (mono), lejos de ser, en propiedad, el lógos de “uno mismo”
(autó), o de alguien en particular es, más bien, lo que es común a todos? ¿Cuál
es, después de todo, el trasfondo de la fábula del lógos, de la confabulación del
pensar? ¿Acaso no es la palabra, la articulación del tiempo, la voz del tiempo?
¿Cuál es, pues, el tiempo de filosofar, el tiempo de catar lo que el pensar da de
sí? ¿Pero no se ha dicho tantas veces que filosofar es “perder el tiempo”? ¿Pero
cómo puede realmente perderse el tiempo si no hay manera de encontrarlo en
ninguna parte? ¿No será el tiempo, como la filosofía, algo quimérico?
La imagen de la Quimera tiene ahora la palabra: La figura de la Quimera
no sólo expresaría imaginativamente el eclecticismo de Arcesilao, sino que
codificaría simbólicamente su definición de la filosofía (EFA, p. 20). La Quimera
3

es una bestia triforme: rostro de león, extremedidades de dragón y cuerpo de
cabra. Toda una mitología en una palabra, cuya monstruosidad parece querer
expresar el momento en que lo real se vuelve irreal y lo irreal aparece como
real. De ahí que Rubén Soto dé paso a una especie de zoo-logía para explicar la
filosofía arcesiliana, que tiene también en la sepia un emblema no menos
fantástico que la Quimera. Con ello se nos muestra el rastreo de una
investigación que es ella misma la secuela de su propia metamorfosis. Prima
leo, postrema draco, media ipsa chimera: es en el medio, en el tránsito, en el
pasaje, que se juega el movimiento de una filosofía no escrita que sirve de pre-
texto para contextualizar el concepto mismo de la filosofía como arte
quimérico. Si es cabra lo que justamente significa el vocablo griego “chimera”,
entonces la filosofía es ella misma su propio “medio”: la expresión del medio --
del proceso mismo-- y no el “medio de expresión” del concepto. (¿No dirá Hegel
que el método es el sistema?) Ese medio es justo el Kairós (el camino medio),
destacado ahora con mayúsculas, como lo hace el autor en su libro. Desde esta
perspectiva, entender el Kairós es efectivamente encaminarse por el frágil y
delicado equilibrio del concepto filosófico, cuyo trasfondo es, como la Quimera,
une image du passage du soleil du soir dans l’obscurité de la nuit (EFA, p. 22).
Es así como la ocasión queda indisolublemente ligada al ocaso y, de paso, al
momento decisivo que comunica la vigilia con el sueño. El kairós sería
entonces un Untergang, el pasaje subrepticio por el que se adelanta el umbral
de lo imprevisto o, lo que podríamos también llamar, la insubordinación de lo
real. De ahí que Nietzsche haya hablado del ocaso de Zaratustra como de un
tránsito purificador que reivindica la inocencia del devenir. Lo quimérico
vendría entonces a servir de argumento a favor del azar o, más precisamente, a
la oportunidad azarosa de ese tiempo por venir que en todo momento llega. 5 Pero
si esto es así, lo kairótico estaría tan lejos de la esperanza como de la
5 Consta en mi poder un testimonio antiguo que --según mi juicio-- podría interpretarse
en el sentido de que Tíque es la madre de Kairós.
4

desesperación. Conocer la ocasión de cada cosa sería endender su realidad
quimérica, su insustancialidad. Pero si también se acepta esto, entonces el
organismo, o la fuerza misma de la vida, es tan quimérica o insustancial como
la filosofía. Con lo cual lo quimérico adquiere ahora otra dimensión que pone
en jaque cualquier principio concluyente de la vida o de la filosofía.
Rubén Soto nos recuerda que Quimera se empata con su madre Hidra
(nombre que procede de hydor [“agua”]) para disolverse en lo seminal de una
ardiente e incestuosa monstruosidad. A este respecto, habría que preguntarse
si el concepto freudiano del complejo de Edipo no está profundamente
arraigado en el mito de la Quimera. De hecho, Freud habla del Untergang
(“hundimiento” o “sepultamiento”) del complejo de Edipo. 6 Un ocaso que habrá
de marcar la transitoriedad de la vida del individuo y, por ende, su pulsión
kairótica. (¿No será una quimera el inconsciente?) A su vez, la expresión que
recorre todo el libro de Soto -- Por delante, Platón; por detrás Pirrón; en medio,
Diodoro--, tiene, a todas luces, las connotaciones orgiásticas del amor y del
humor homosexual. 7 Por lo demás, está claro que este doble sentido erótico-
sexual de la quimera arcesiliana saca también a relucir el falologocentrismo de
la filosofía y, como era costumbre en la Grecia antigua, del disfrute de esa
compañía excitante que es el vino, símbolo por excelencia de la insaciabilidad
del deseo y de los exabruptos del lógos. Si hablar es poner en marcha el deseo,
entonces el deseo no deja nunca de hablar-se. Y si Arcesilao muere en la
embriaguez del vino, como nos cuenta Diógenes Laercio, entonces muere en
manos del exceso, de un desbordamiento del deseo, ajeno por completo a la
medida de la prudencia.
Ahora bien, cabe preguntar: ¿no nos indica esta enajenación algo
fundamental acerca de la definición arcesiliana de la filosofía? El ímpetu de
Arcesilao, ¿no termina arruinando su método, esto es, la contención del tiempo
6 La Esfinge del mito de Edipo es una especie de quimera: mujer, águila, león.
7 Como imagen suplementaria del hermafroditismo o androginia (la plenitud de lo ente).
5

justo que mide el conocimiento de cada cosa? No se trata, por cierto, de
recriminar la vulgar borrachera de un mortal. Se trata de llamar la atención
sobre el desajuste, destiempo o contratiempo que parece intrínseco a la
definición del tiempo justo. (No es casual, al respecto, que el libro de Manfred
Kerkhoff se subtitule Exploraciones ocasionales en torno a tiempo y destiempo.)
Pero si esto es así, ¿cuál es, después de todo, la enigmática morada de Kairós,
ya que no es ni el Olimpo, ni el cobijo de los mortales, ni el Hades ni, por lo
visto, la vida de un filósofo ilustre? ¿No será acaso Kairós lo que ocurre sin que
tenga lugar? (Vale la pena recordar aquí que en Homero kairós remite siempre
a un “lugar oportuno” o “apropiado”.) 8
Destacamos esta pregunta para dar paso a un pensamiento de Rubén
Soto con el que queremos adentrarnos en un cuestionamiento oportuno del
concepto de tiempo justo: “Y si la filosofía de Arcesilao era como la Quimera,
entonces sería un ejemplo de un saber quimérico (que no existe ónticamente y
que no puede existir lógicamente). Es una quimera, un ser inesencial o
insustancial: una fantasía (phantasía) y un deseo (hormé), a la vez, lanzados a
los sendos platillos de la balanza de Kairós, cuyo astil se balancea en el filo de
su navaja (akmé).” (EFA, p. 33) Retomemos ahora de inmediato la definición de
la filosofía que nos ofrece Arcesilao: “Esto mismo es lo propio de la filosofía:
conocer la ocasión de cada una de las cosas.” (tò tòn kairón hekáston
epístathai). Conocer lo ocasión de cada una de las cosas es reconocer, de
hecho, la singular contingencia de todo lo que nace y muere. De acuerdo con su
etimología, esta contingencia (contingere) significa “tocar”, “suceder”. Lo
contingente permite entender el hecho de que si algo sucede es porque otra
cosa que ya ha sucedido obliga y promueve la ocasión de su acontecer. Con lo
cual --y esta paradoja es fascinante-- el azar y la necesidad quedan
profundamente compenetrados como acontecimiento kairótico. Por esto
mismo, lo contingente es también lo que toca a cada cosa en particular, la cuota
8 En Homero se usa to kairion o ta kairia.
6

que a cada cual corresponde en la incontinencia del devenir: el fatum, la moira,
el karma. Llamémosle al conjunto de este movimiento de azarosa necesidad la
Ocurrencia: la causa que deviene efecto y efecto que deviene causa. 9 Pues bien,
creo que hay que entender que esta Ocurrencia no difiere en nada de la
fantasía que es, justamente, la imaginación del deseo. De ahí que el
conocimiento de la ocasión de cada una de las cosas sea, como bien señala
Rubén Soto, el entendimiento de su inesencialidad o insustancialidad. En
otras palabras: todo lo que ocurre es un evento de la fuga inaprehensible, de la
insubordinaición de lo real.
Como camino medio, Kairós es el punto gris de un equilibrio en constante
proceso de recomposición. 10 Pero este balance implica, simultáneamente, una
complicidad con esos dos extremos y un movimiento pendular u oscilatorio que
no se deja identificar con cualquiera de ellos o con cualquier otra serie binaria,
sea lógica u ontológica: ser / no ser, todo / nada, identidad / diferencia, etc.
Quizá sea posible entonces entender el kairós como el camino medio entre la
medida crónica del tiempo y la desmedida aeónica de la intemporalidad. 11
Entendemos, sin embargo, que este punto medio nunca se aparta del medio y
que ese “medio” no es ni un “instrumento”, ni un “punto localizado” entre dos
extremos. Lo que se lanza a los sendos platillos de Kairós responde
estrictamente a un movimiento caótico que, en cuanto tal, no está sujeta al
control de nadie ni de nada. Más que una vigilante figura de dominio, Kairós es
una inocente configuración de la incesante temporalidad (la frase de Lezama)
que condiciona, por decirlo así, la intemporalidad del deseo. Por esta razón,
9 Dr. Francisco José Ramos, ¡qué ocurrencia más oportuna es ésa! Percibo la Ereignis
heideggeriana.
10 Esto me recuerda nuestra expresión coloquial que dice: “Sea mi vida gris”; una
expresión mestiza, de matices, no de extremos: ni blanco ni negro.
11 Consta en mis manos otro testimonio antiguo que dice que el Kairós es el modelo del
Aión; esto refuerza un punto axial de mi tesis de maestría, en vista de otro aval para una
kairoteología en Numenio o Plotino.
7

sería incorrecto hablar de una “subjetividad”kairótica o de una kairosofía
“subjetiva”. 12 Si el astil de la balanza del kairós se balancea siempre al filo de la
navaja es, precisamente, por la extrema delicadeza del momento que cada cosa
es.
El punto gris --ilocalizable, sin lugar, atópico-- de Kairós es también un
punto ciego. Lo que se pierde, pues, no es el tiempo sino la oportunidad de
entender justo este momento. No hay tiempo que perder porque “ser” tiempo no
significa “ser” sino ocasión de acceder al momento justo. 13 Me pregunto si no
habría que derivar de aquí el concepto mismo de justicia. ¿Acaso no es el
equilibrio de la ceguera --los ojos vendados-- lo que distingue por igual a Diké
y Kairós? Por otra parte, ¿qué es lo que se hace cuando se hace justicia si no es
legitimar como necesario un acontecimiento contingente? ¿Y qué sería lo
injusto sino la incapacidad de reconocer lo que toca a cada cosa según su
necesidad? 14 Lo que se pone a prueba en cada momento es, pues, el equilibrio
de la prudencia (phrónesis), la virtud de percatarse de la gravedad o gravitas
del momento. La prudencia es así la virtud que permite el entendimiento del
momento justo; el acto de justicia que demuestra la Ocurrencia de la fugacidad
e impermanencia que es común a todo, aún a los mismos dioses y diosas que
pueblan los universos. Pero esto significa también que Kairós y Diké son, de
hecho, principios cosmogónicos que rigen indiferentemente lo que a cada cosa
corresponde según la acción de su contingencia. De ahí que sea tan
significativa la epoché arcesiliana. Arcesilao y Carnéades, en polémica con los
estoicos, defienen que el sabio debe suspender el juicio sobre todas las cosas,
dado que nada es evidente (cit. por Soto en EFA, p. 41). Escribe Soto: Arcesilao
redefinió radicalmente la epoché estoica. La epoché arcesiliana implica el
12 ¡Gracias por desubicar mi libro en la metafísica moderna de la subjetividad!
13 Una sentencia hipocrática dice que donde hay tiempo habrá ocasión y donde hay
ocasión hay tiempo; nótese que los distingue.
14 El diálogo apócrifo platónico Sobre lo justo define la justica como lo debido y lo
oportuno (to deon y to kairion).
8

conocimiento del kairós de cada ente como la A-létheia del Ser. (idem.) 15 Ahora
bien, este “Ser” no es ni puede ser más que tiempo, es decir, equilibrio entre
cronos y aeón, entre el cálculo y lo incalculable. En otras palabras: la
suspensión de juicio hace justicia al hecho de que, puesto que todo pende del
filo de una navaja, todo depende del momento justo. Lo que se desoculta con la
verdad es el caos de lo imponderable e inconmensurable, lo que desborda por
completo todo juicio, lo que no cabe en los platillos de una balanza, lo
inabarcable. Desde esta perspectiva el kairós es un no-concepto, o el concepto
no conceptual de una no contradicción, como señala Paul Klee al referirse al
punto gris. 16 Es gris porque no es blanco ni negro, o porque es tan blanco como
negro. Es gris porque no está arriba ni abajo, o porque está tan arriba como abajo.
Gris porque no es ni cálido ni frío. Gris porque es punto no dimensional, punto
entre las dimensiones y en su intersección, o en los cruces de los caminos. [...] A
este advenimiento corresponde la idea de todo Comienzo (concepción, soles,
irradiación, rotación, explosión, fuegos artificiales, haces de mieses). O mejor: el
concepto de óvulo. ¿No es acaso Kairós el huevo cósmico que en cada instante
se rompe para dar lugar a lo que no tiene lugar? 17 Pero si esto es así, hay que
15 Parafraseo a Nietzsche: Apesto a Heidegger. Solamente discrepo con él en que la
Aletheia la defina unívocamente como Lichtung.
16 Sería un concepto pensado como el concetto qua methaphora del conceptista
Emmanuelle Thesauro.
17 Arcesilao, a un prestamista deseoso de aprender y que le preguntaba si desconocía
algo, le contestó con unos versos del Enómao de Sófocles: "Pues también los cursos de los
vientos, sábetelo, desapercibidos pasan al pájaro hembra, excepto cuando se acerca el
alumbramiento." Es decir, según R.D. Hicks: "Men pay little heed to obvious facts except when
their own interests are concerned." Su escepticismo está mitigado por ciertos intereses vitales.
De acuerdo con A.C. Pearson, [...] tiene el sentido específico de "...'passage of the winds
(through her body),' the reference being to the old fable of the wind-egg (Aristoph. Aves, 695,
Aristot. Hist. An., vi. w, 560a6). To the usurer tókos would suggest interest on loans." Según J.
Barr, el presunto escéptico conoce las ocasiones y los tiempos... de los pagarés: "An example
containing both kairós and chrónos will be found in the testatment of Strato of Lampsacus,
9

econocer que lo que llamamos tiempo no hace más que comenzar sin que
haya principio (arché) alguno que determine, en última instancia, su
concepción. Kairós es el comienzo de un no-principio, la anarquía de lo que sin
cesar Ocurre. 18
Quiero concluir con un breve comentario a las siguientes palabras de
Rubén Soto, escritas a modo de silogismo, en una comunicación personal que
me hiciera llegar hace unas semanas atrás:
Kairós: paradigma de la Eternidad;
Eternidad: paradigma del Tiempo;
Eternidad es Kairós. 19
Diría a esto: Kairós está siempre a punto de “ser” tiempo y a punto de “ser”
eternidad; kairós “no es” eternidad, kairós “no es” tiempo: kairós, por ser el
Comienzo de un no-principio rompe siempre con su propia representación
paradigmática, es decir, con el diseño (deigma) de una propiedad sustancial
(pára). Es el huevo que sin cesar se rompe y se recompone: puro cascarón
hechido de vacío como la filosofía de Arcesilao o los siguientes versos de
Nagarjuna: Sin nacer en el pasado, sin permanecer en el presente, y sin llegar a
ser en el futuro: contemplad de esta manera todos los fenómenos
(Boddhisambharaka, 153). 20
who writes: [...] 'Let Arkesilaos obtain the rest of the money from Olympichus, but without
bothering him in respect of the time and date.'" Es obvio que no se ha de molestar con
cuestiones de ocasiones y tiempos al filósofo que define la filosofía como el conocimiento del
kairós de cada cosa. Aunque él era muy generoso (DL., 4.38), ser [...] implicaba la posibilidad
de que suspendiera los pagos. Arcesilao, filósofo kairológico, pp. 152-153.
18 RECURRENCIA. Eternal recurrance.
19 Consta en mis manos otro vetusto testimonio que dice que el Khrónos es el éxtasis del
Aión. Sólo espero gozar de tiempo, salud y dinero para publicar mis otros hallazgos.
20 Ha sido para mí un inmenso honor que Vd., colega, haya pensado en una presentación
tan filosófica y meditabunda para mi obrita. Espero que mi De Parménides a Demonacte no lo
10

defraude. La lección más importante del budismo mahayana ni siquiera “yo” la he rozado con
la punta de un dedo: el anatman y el surgimiento condicionado. “Caminante, no hay camino;
sólo estelas en la mar.” .
11