IV Domingo de Cuaresma, Ciclos A, B y C. - Autores Catolicos

Japón se pide para sí todo el Oriente hasta Nueva
Zelanda, pasando por Australia.
Alemania pretende poner a toda Europa bajo su
control político y económico. Y después irá a por el
petróleo de Irán e Irak hasta la India. Luego África y
después América.
Estas máquinas de guerra se confían en que los
pueblos de la libertad han perdido su fuerza, están
como viciados, sólo quieren vivir en paz. Y mientras
ellos le firman tratados de paz y desarme, ellos se
preparan para invadirlos al mismo tiempo que envían por
todos ellos una quinta columna para que cree una gran
maquinaria de propaganda que produzca conflictos.
La campaña propagandística es el primer paso:
“vosotros tenéis razón; si proclamáis esto con
suficiente fuerza, os creerán. Utilizad su libertad de
expresión y prensa para destruirlos”.
Alemania organizó la cría de niños para el estado.
Creados científicamente para la conquista. Crearon la
mayor máquina de guerra que jamás el mundo haya
conocido”.
Efectivamente el 18-IX-1931 Japón invade Manchuria.
Aquella noche el ferrocarril sufrió un acto terrorista
en una vía rompiendo un rail y un cesto de pescado. Es
ya suficiente motivo para concluir que Japón ha sido
violado.
Pues en media hora el ejército japonés atacó a los
cuarteles del ejército chino que estaba durmiendo. La
matanza fue espantosa. Invasión de toda Manchuria.
Se envía una comisión internación. Y como la liga
condena a Japón como nación agresora. Pues los
delegados japoneses abandonan la Liga.
Había que reaccionar ahora. Pero el amor a la paz no
permite que se castigue a Japón. Y como nadie quiere la
guerra, ni tampoco la justicia, sino que más bien
prefieren la agresión indefinida mientras a uno no le
caigan encima.
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