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Forjar una juventud comprometida con su futuro - Juventud Rebelde

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<strong>juventud</strong> rebelde DOMINGO 13 DE ENERO DE 2008 OPINIÓN 03<br />

El genio reposado<br />

por ARLEEN RODRÍGUEZ DERIVET<br />

digital@jrebelde.cip.cu<br />

POR puro azar, el martes 8 de enero tuve al<br />

oído, por algunos minutos, la voz de Fidel. Él<br />

había enviado al director de la Mesa Redonda<br />

un mensaje manuscrito que me correspondería<br />

leer. «Querido Randy…», comenzaba la carta,<br />

escrita sobre cinco hojas de <strong>una</strong> agenda de<br />

trabajo, <strong>con</strong> <strong>su</strong> re<strong>con</strong>ocida caligrafía, firme y<br />

legible prueba de la completa rehabilitación de<br />

<strong>su</strong> diestra.<br />

El propio destinatario leyó y puso en mis<br />

manos los papeles, cuando faltaban minutos<br />

para comenzar el programa. No había dudas: la<br />

letra era clara y el mensaje también. Ni la presbicia<br />

me podría <strong>con</strong>fundir.<br />

Pero a esa hora, Fidel ya sabía que Randy<br />

no <strong>con</strong>duciría el espacio esa tarde y llamó al<br />

estudio. Del otro lado de la línea, <strong>su</strong> voz in<strong>con</strong>fundible<br />

me sorprendió por la energía. Más allá<br />

de las palabras –«…no sabía que serías tú,<br />

pero puedes decir que me parece mejor que lo<br />

lea <strong>una</strong> mujer…»— la vitalidad del sonido<br />

re<strong>su</strong>ltaba deslumbrante.<br />

Me <strong>con</strong>movió la cortesía. La explicación<br />

que no tenía por qué dar y que sin embargo<br />

eligió dar directamente. Pero, por sobre cualquier<br />

otra sensación, me estremeció escucharle<br />

hablar: como si no hubieran pasado<br />

los años, ni los maratones de trabajo infinito,<br />

ni los sacrificios permanentes del <strong>su</strong>eño, ni<br />

las renuncias al descanso, ni las batallas <strong>con</strong>tra<br />

la fatiga y la inercia de los otros, ni la caída,<br />

ni las operaciones, ni las torturas de los<br />

fisiatras…<br />

No perdón, esto último sí. Evidentemente<br />

allí estaba, sonando en mi oído, <strong>una</strong> de las<br />

explicaciones a la Reflexión publicada por la<br />

prensa aquel mismo día, un homenaje a Elena<br />

Pedraza, la rehabilitadora chilena de 97 años<br />

que tantos aportes hizo y hace a <strong>una</strong> de las<br />

especialidades médicas en las que Cuba es<br />

<strong>una</strong> potencia.<br />

De Elena y de la historia de la rehabilitación<br />

en Cuba me volvió a hablar, cuando hubo más<br />

tiempo, tras <strong>con</strong>cluir la Mesa. Y también de<br />

todos los libros que está leyendo, <strong>con</strong> la voracidad<br />

del infatigable lector, del insaciable <strong>con</strong><strong>su</strong>midor<br />

de <strong>con</strong>ocimientos que es. «No podía<br />

antes, en medio de tantas tareas, leer lo que<br />

ahora leo. Y qué vergüenza me da percatarme<br />

de cuántas cosas importantes ignoraba…»,<br />

comentó y sonreí pensando que, como él <strong>su</strong>ele<br />

afirmar <strong>una</strong> y otra vez «toda la gloria del mundo<br />

cabe en un grano de maíz».<br />

Esa noche volví a la casa en estado de gracia.<br />

No sentí <strong>su</strong>eño hasta bien entrada la<br />

madrugada. Repasaba <strong>una</strong> y otra vez <strong>su</strong> voz,<br />

sonora y renacida, casi alegre y me desvelaba<br />

la idea de no haber alcanzado a transmitir esa<br />

información a tantos que quieren saber cómo<br />

está Fidel.<br />

Dos días después, amigos sobre los que<br />

también hablamos, eran desvelados por idéntica<br />

causa. Ellos mismos, después de sostener<br />

<strong>con</strong> él <strong>una</strong> <strong>con</strong>versación larga y apasionante<br />

sobre lo humano y lo divino, sobre nuestra realidad<br />

y sobre la que amenaza afuera, habían<br />

entendido por fin lo que yo quise decirles y no<br />

dejaban de comentar <strong>su</strong>s impresiones: «Sigue<br />

siendo capaz de hablar de montones de temas<br />

a partir de <strong>una</strong> idea, aunque ahora las dice en<br />

menos tiempo». «Lúcido, coherente, alegre».<br />

«Suena joven». «Es la voz del genio reposado»,<br />

re<strong>su</strong>mió <strong>una</strong> magistralmente.<br />

No soy, como ven, la víctima de un espejismo<br />

de mis deseos. Soy apenas <strong>una</strong> más de<br />

varias personas que han tenido la <strong>su</strong>erte de<br />

<strong>con</strong>firmar de primera mano la certeza del diagnóstico<br />

hecho por Raúl al hablarle a los electores<br />

de Santiago de Cuba que el 20 de enero<br />

votarán por Fidel.<br />

Sé que en mi caso apenas fui <strong>una</strong> afort<strong>una</strong>da<br />

de las circunstancias y no lo cuento para<br />

pre<strong>su</strong>mir de ello. Es que el periodismo al que<br />

debo esa <strong>su</strong>erte, no me permite callar <strong>una</strong><br />

noticia que interesa a tanta gente.<br />

Avalancha de fin de año<br />

por OSVIEL CASTRO MEDEL<br />

corresp@jrebelde.cip.cu<br />

EL nuevo año huele a comprar, pudiera<br />

rezar la parodia de <strong>una</strong> canción.<br />

Pero también —diría yo— tiene cierto<br />

sabor a «bisne», a pregón des<strong>con</strong>trolado<br />

y a especulación crecida.<br />

La afirmación nace de <strong>una</strong> realidad<br />

innegable: en estas fechas del<br />

calendario los revendedores, «merolicos»<br />

y especuladores se multiplican<br />

a tal punto que parecen ganarle, en<br />

anuncios y mercaderías, a determinadas<br />

entidades encargadas precisamente<br />

de comerciar productos.<br />

Retoñan tanto a las puertas de<br />

establecimientos grandes o pequeños<br />

que a veces da la impresión de<br />

que se tragarán, a pregones altisonantes,<br />

a los clientes, ansiosos de<br />

en<strong>con</strong>trar algo —aunque sea engañoso—<br />

para inaugurar enero.<br />

Luchan <strong>su</strong>brepticiamente, como<br />

gladiadores del circo romano, cada<br />

metro de la calle; emulan al divulgar,<br />

a garganta herida, <strong>su</strong>s mercancías;<br />

«pugilatean» hora tras hora por ganar<br />

<strong>con</strong><strong>su</strong>midores. Aunque, al final, llegan<br />

a complotarse ante la cercanía<br />

del agente y a elaborar, por <strong>con</strong>siguiente,<br />

señales de aviso colectivas<br />

como aquellas de «¡Agua!» o «Allá vienen».<br />

Y tienen en <strong>su</strong>s arcas: medias,<br />

pitusas, zapatillas, juguetes, comestibles,<br />

«chavitos» y menudo (por<br />

<strong>su</strong>puesto) y algunos artículos que en<br />

ocasiones, paradójicamente, no se<br />

encuentran en las vitrinas <strong>con</strong>tiguas<br />

del comercio estatal.<br />

¿Cómo se <strong>su</strong>rten estos bazares<br />

ambulantes? ¿Únicamente de las<br />

sospechosas rebajas, casi siempre<br />

invisibles para los «ciudadanos normales»?<br />

¿Será que ni aun los expendios<br />

de «moneda dura» han logrado<br />

<strong>una</strong> oferta anchurosa que mengüe<br />

el trapicheo y la especulación?<br />

Las respuestas a estas interrogantes<br />

pudieran copar esta página y<br />

<strong>con</strong>ducirnos a destapar ineficiencias<br />

o agujeros del mercado institucional.<br />

Aunque más allá de formular réplicas,<br />

lo <strong>su</strong>stancial radica en analizar desde<br />

todos los prismas posibles el<br />

a<strong>su</strong>nto, que en los últimos años ha<br />

brincado por lo menos en dos oportunidades<br />

a las páginas de opinión<br />

de este diario.<br />

La última vez, en diciembre de<br />

2005, un comentario de JR advertía<br />

cuán difícil era atacar el problema.<br />

«Ya porque los especuladores se<br />

han tomado demasiado en serio <strong>su</strong><br />

“trabajo” como para abandonarlo,<br />

ya por las complicidades de la sociedad,<br />

ya por las innegables necesidades<br />

materiales, bastones de <strong>su</strong> existencia»,<br />

decía aquel trabajo periodístico.<br />

Pero también ese texto hacía <strong>una</strong><br />

recomendación que, aparentemente,<br />

cayó al vacío: por encima de las<br />

posibles medidas coercitivas <strong>con</strong>tra<br />

esa avalancha de comerciantes<br />

informales, había que anteponer el<br />

papel de las numerosas instituciones<br />

de este país, alg<strong>una</strong>s de las<br />

cuales se habían desentendido o no<br />

habían entendido el fenómeno.<br />

En principio los revendedores no<br />

eran tantos ni estaban diseminados<br />

por las cuatro esquinas. Ahora<br />

—y podemos establecer la comparación<br />

<strong>con</strong> el fin de año anterior—<br />

han crecido en composición, en lugares<br />

de venta, en sexo —hay tantas<br />

mujeres ya «trabajando» en estos<br />

trajines—, en edades y hasta<br />

en ocupaciones.<br />

¿Dónde están entonces los planes<br />

profilácticos de todo el engranaje<br />

institucional que hemos creado?<br />

¿Qué habrá pasado <strong>con</strong> la llevada y<br />

traída per<strong>su</strong>asión? ¿Cuántas veces<br />

se ha dialogado cara a cara <strong>con</strong><br />

estas personas o <strong>con</strong> las más cercanas<br />

de <strong>su</strong> núcleo familiar?<br />

Es en estas circunstancias en las<br />

que aquellos preceptos del «trabajo<br />

hombre a hombre» y la «prevención<br />

social» cobran validez o se diluyen<br />

eternamente, como el hielo expuesto<br />

a altas temperaturas.<br />

Es probable que las oleadas de<br />

especuladores callejeros no mueran<br />

los fines de año ni en otra época del<br />

almanaque; pero al menos hace falta<br />

el intento de armar un barco institucional<br />

que, sin lastimar, vaya <strong>con</strong>tra<br />

esos remolinos, los reduzca al<br />

mínimo… y no naufrague, como<br />

otras expediciones, en la primera<br />

tempestad.<br />

ACUSE<br />

DE RECIBO<br />

JOSÉ ALEJANDRO RODRÍGUEZ<br />

acuse@jrebelde.cip.cu<br />

La pista perdida de un seguro de vida<br />

ALFONSO León tiene 87 años, pero le sobran<br />

aún tiempo y agallas para reivindicar a <strong>su</strong> fallecido<br />

hijo Daniel León Medina, ante la Empresa<br />

del Seguro Estatal Nacional (ESEN). Hay dinero<br />

de por medio en el litigio, pero más sagradas<br />

aún son la memoria y la voluntad de<br />

Daniel. Y cuando un padre lo apuesta todo por<br />

<strong>su</strong> hijo, no hay quien lo detenga.<br />

El anciano, que reside en Floro Pérez, municipio<br />

holguinero de Gibara, me cuenta en <strong>una</strong><br />

carta muy lúcida y <strong>con</strong>sistente que <strong>su</strong> hijo llevaba<br />

varios años pagando un seguro de vida<br />

cuando falleció en 2002. Y la beneficiaria del<br />

mismo era la madre, esposa de Alfonso.<br />

Al hacerse la reclamación entonces, el<br />

Seguro les entregó <strong>una</strong> tarjeta <strong>con</strong> el número<br />

de expediente 02/962, que aún <strong>con</strong>serva el<br />

viejo. Extrae de vez en cuando el cartoncito de<br />

<strong>una</strong> gaveta, y llora de tanto recordar, pero también<br />

de rabia e impotencia. Luego se aprieta<br />

el cinto y jura seguir adelante.<br />

El monto es de 20 mil pesos, les informaron<br />

el día en que les dieron la tarjeta. Pero<br />

entonces no se pudo cobrar, porque lamentablemente<br />

la beneficiaria había fallecido tres<br />

meses antes que el asegurado. Se imponía<br />

hacer entonces <strong>una</strong> Declaratoria de herederos.<br />

Y hacer <strong>una</strong> Declaratoria de herederos no<br />

es silbar y ya. Pero se pone tan fatal, que esos<br />

trámites imprescindibles se dilatan por lo de<br />

siempre: esa desgracia de que en los documentos<br />

oficiales aparezcan pifias, erratas,<br />

gazapos o como quiera llamársele al sesgo de<br />

la imperfección humana. Hubo que corregir<br />

errores en el nombre de Adolfo…<br />

Y los documentos viajaron a la capital, en<br />

<strong>una</strong> especie de exilio interminable por esos<br />

vericuetos de la burocracia, que Alfonso identifica<br />

como «tortuoso camino». Así, se le fueron<br />

cinco años al veterano.<br />

Ya en 2007, al presentar la tarjeta <strong>con</strong> el<br />

número de expediente y la dichosa Declaratoria<br />

de herederos, fue cuando Alfonso estuvo al<br />

borde del infarto: el expediente no aparecía.<br />

Así, sin más ni más.<br />

A los tres meses de estar visitando las oficinas<br />

del Seguro y reclamando, entonces le<br />

plantearon a Alfonso que habían designado un<br />

detective para que reuniera las pruebas necesarias<br />

y <strong>con</strong>formara de nuevo el expediente<br />

perdido.<br />

El investigador lo <strong>con</strong>cluyó todo en dos<br />

meses. Pero en la respuesta que le dio el<br />

Seguro a Alfonso, «aunque parezca increíble,<br />

no hace referencias al re<strong>su</strong>ltado de la investigación,<br />

razón por la cual tuvimos que esperar<br />

largo tiempo». Eso sí: le comunica que no hay<br />

derecho al beneficio «por haber realizado la<br />

reclamación después de un año».<br />

Ahora Alfonso acopia paciencia y se pregunta:<br />

«Para dar respuesta, ¿tenían que esperar<br />

a la culminación de la investigación del<br />

detective?» Y se responde: «Eso solo demuestra<br />

que estaban perdidos y no sabían qué respuesta<br />

dar en este caso».<br />

Acusa cuando se cuestiona: «¿Qué culpa<br />

tiene la familia del asegurado de que al presentarse<br />

de nuevo <strong>con</strong> los documentos solicitados,<br />

no se en<strong>con</strong>trara ninguno de los especialistas<br />

que les habían atendido anteriormente?<br />

¿Qué culpa de que en dicha oficina<br />

hayan botado el expediente abierto en el año<br />

2002?»<br />

Alfonso increpa <strong>con</strong> la prueba en la mano:<br />

la tarjeta, emitida por el Seguro, de puño y<br />

letra de la especialista. Y va más al fondo:<br />

«¿Cómo es posible que en la investigación del<br />

detective no se tuvieran en cuenta ni a la compañera<br />

que atendía reclamaciones, ni a los<br />

compañeros de trabajo de <strong>su</strong> hijo, que estaban<br />

asegurados junto <strong>con</strong> él, elementos claves<br />

para llegar a la verdad?».<br />

Alfonso le pone flores a la imagen de <strong>su</strong><br />

hijo y le promete que no cejará, porque ya es<br />

un a<strong>su</strong>nto de honor y de justicia, más allá de<br />

los 20 mil pesos que, <strong>con</strong>sidera, le deben.<br />

Su sentencia es rotunda: «La respuesta del<br />

Seguro es injusta y arbitraria. Tengo la esperanza<br />

de que así quede demostrado ante los<br />

Trib<strong>una</strong>les».<br />

Seguro que sí, exclama el anciano.

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