Forjar una juventud comprometida con su futuro - Juventud Rebelde
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<strong>juventud</strong> rebelde DOMINGO 13 DE ENERO DE 2008 CULTURA 09<br />
Óperas, zarzuelas y operetas<br />
por CIRO BIANCHI ROSS<br />
ciro@jrebelde.cip.cu<br />
FUE intensa la vida teatral de La Habana<br />
durante las tres primeras décadas<br />
del siglo XX. Noche a noche<br />
abrían <strong>su</strong>s puertas no menos de<br />
ocho teatros para la presentación<br />
de distintos géneros teatrales.<br />
Había de todo y para todos los gustos<br />
en La Habana de entonces:<br />
comedia y drama, óperas, operetas<br />
vienesas y zarzuela española, teatro<br />
vernáculo… No era raro entonces el<br />
empeño de compañías europeas de<br />
venir a la capital cubana a «hacer la<br />
América». Si triunfaban aquí, tenían<br />
garantizado el éxito en otras latitudes<br />
americanas, si no, decía Eduardo<br />
Robreño, ya podían volverse a<br />
Europa <strong>con</strong> el rabo entre las piernas<br />
y los bolsillos vacíos.<br />
Hasta 1936, poco más o menos,<br />
nos visitaron las más importantes<br />
compañías españolas. Si la de María<br />
Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza,<br />
actores mimados por el público<br />
cubano, dio a <strong>con</strong>ocer muchas piezas<br />
del teatro clásico y las principales<br />
obras de Jacinto Benavente; la<br />
de Margarita Xirgu puso a la <strong>con</strong>sideración<br />
de los espectadores del patio<br />
obras de García Lorca y Alejandro<br />
Casona; y el francés Louis Jouvet,<br />
más acá en el tiempo, trajo un repertorio<br />
clásico y moderno a la vez. Actuaron<br />
aquí grandes figuras internacionales.<br />
Actores de la talla de Sarah<br />
Bernhardt, Eleonora Duce, Mimi<br />
Aguglia, Giovanni Graso, Pierre Magnier…<br />
Y también todas las grandes<br />
figuras del bel canto, desde Adelina<br />
Patti, <strong>con</strong>siderada la mejor soprano;<br />
de todos los tiempos, hasta Lily<br />
Pons; desde Tamberlik hasta Caruso,<br />
Amatto, Tita Rufo…<br />
LA MEJOR TEMPORADA<br />
Porque en aquellas décadas iniciales<br />
de la pasada centuria era la<br />
ópera el espectáculo preferido. Atraía<br />
la atención de las clases adineradas<br />
y también de cuanto esnob y<br />
diletante alentaba en esta tierra. En<br />
ese entonces la capital cubana igualaba<br />
y <strong>su</strong>peraba a las más importantes<br />
urbes europeas y norteamericanas<br />
por la brillantez de los <strong>con</strong>juntos<br />
operísticos que acogía. Siempre<br />
fue así. No se olvide que en fecha<br />
tan temprana como 1776 funcionaba<br />
ya el primer teatro de óperas<br />
<strong>con</strong> que <strong>con</strong>tó La Habana. «Un<br />
teatro de óperas como no lo había<br />
en el mundo en aquella época. No<br />
lo había en los Estados Unidos aún<br />
ni en otras ciudades de América»,<br />
escribe Alejo Carpentier. El estilo<br />
italiano predominó durante la Colonia,<br />
y, ya en la República, colmó la<br />
afición la escuela verista, que tenía<br />
en Puccini la figura de mayor atracción,<br />
mientras que Wagner era visto<br />
como un compositor difícil, abstruso<br />
y antimelódico.<br />
Durante los primeros 15 años del<br />
siglo XX los más importantes espectáculos<br />
teatrales, tanto dramáticos<br />
como líricos, se presentaban en el<br />
Tacón, <strong>con</strong>siderado como uno de los<br />
grandes teatros del mundo hispánico.<br />
Allí se presentó en enero de<br />
1904 la famosa soprano Luisa<br />
Tetrazzini. El Tacón fue demolido, se<br />
<strong>con</strong>struyó el Centro Gallego, y en el<br />
espacio que ocupó el famoso coliseo<br />
se erigió el Teatro Nacional, llamado<br />
después, <strong>su</strong>cesivamente, Estrada<br />
Palma y García Lorca, y hoy Gran Teatro<br />
de La Habana. Se inauguró el 22<br />
de abril de 1915 <strong>con</strong> un elenco operístico<br />
difícil de <strong>su</strong>perar en aquella<br />
época y que llevó a escena Aída, Los<br />
payasos, Rigoletto, Otelo, Carmen,<br />
Madame Butterfly y El barbero de<br />
Sevilla, entre otras obras, en lo que<br />
se <strong>con</strong>sidera <strong>una</strong> de las mejores<br />
temporadas que hayan tenido lugar<br />
en la Isla en <strong>su</strong> género. Actuaron<br />
Lucrecia Bori, Juanita Capella, María<br />
Gay, José Palet, Guido Ciccolini y Giuseppe<br />
de Luca, entre otras celebridades,<br />
y dirigieron la orquesta los<br />
maestros Tulio Serafín, Carlos<br />
Paoloantonio, Lorenzo Malaioli y Arturo<br />
Bovi, que se quedó a vivir en La<br />
Habana, junto <strong>con</strong> <strong>su</strong> esposa, y abrió<br />
aquí un <strong>con</strong>servatorio.<br />
Otros famosos llegarían a la escena<br />
cubana hasta 1920. Vino Caruso,<br />
que aunque estaba ya en decadencia,<br />
<strong>con</strong>vencía y <strong>con</strong>movía todavía al<br />
público. Vinieron la Besanzoni, la<br />
Barrientos, la Storchio; José Mardones,<br />
Tito Schipa, Lazzari… En 1926<br />
debutó en el Nacional el tenor Beniamino<br />
Gigli, entonces en la plenitud<br />
de <strong>su</strong> fama.<br />
Seguía predominando lo italiano,<br />
<strong>con</strong> Puccini al frente. Las óperas se<br />
repetían temporada tras temporada<br />
y solo muy de tarde en tarde se daba<br />
entrada a lo nuevo. Llega así el año<br />
de 1930. Arriba a Cuba la Ópera Privé,<br />
de París, pero no hay franceses<br />
en esa compañía. La <strong>con</strong>forman<br />
artistas rusos que vagan por el mundo.<br />
Con obras de la escuela nacionalista<br />
eslava, el elenco trae un<br />
soplo de aire fresco a la escena<br />
cubana. Es así que pueden apreciarse<br />
aquí, por primera vez, El príncipe<br />
Igor, de Borodin; El zar Saltán y La<br />
doncella de nieve, de Rimsky-Korsakov,<br />
y La feria de Sorotchinsky, de<br />
Musorgski.<br />
LA EMPERATRIZ DE LA OPERETA<br />
La zarzuela que, al igual que la<br />
ópera, disfrutó de gran boga en la<br />
Isla, llegó por primera vez a los escenarios<br />
habaneros el 4 de enero de<br />
1853. Aquella zarzuela se tituló El<br />
duende, y <strong>su</strong> autor fue Rafael Hernando.<br />
Pero la primera obra de ese<br />
género que se escribió en Cuba se<br />
tituló Todos locos o ninguno, del<br />
maestro José Freixas. Fue un fracaso.<br />
Hubo que sacarla del cartel a la<br />
segunda puesta. Si el teatro Tacón<br />
fue la catedral de la ópera, la zarzuela<br />
en<strong>con</strong>tró <strong>su</strong> casa en el teatro Albi<strong>su</strong>,<br />
en la calle San Rafael; ocupaba<br />
parte de la manzana que fue después<br />
del Centro Asturiano y donde<br />
se hallan hoy las salas europeas del<br />
Museo Nacional.<br />
Tuvo también <strong>su</strong>s adictos la opereta<br />
vienesa. El auge del género, se<br />
dice, coincidió <strong>con</strong> la visita de la<br />
mexicana Esperanza Iris, la llamada<br />
emperatriz de la opereta. Se presentaba<br />
dos veces al año, en temporadas<br />
que se prolongaban durante tres<br />
o cuatro meses cada <strong>una</strong>, en el teatro<br />
Payret. Su enorme personalidad y<br />
extraordinario carisma <strong>su</strong>plían <strong>con</strong><br />
creces <strong>su</strong>s escasas <strong>con</strong>diciones<br />
vocales. Nadie como ella. La viuda<br />
alegre, La duquesa del Bal-Ta-Ba-<br />
Rin, El <strong>con</strong>de de Luxemburgo y La<br />
princesa del dólar estaban en <strong>su</strong><br />
repertorio. Eran famosas <strong>su</strong>s despedidas<br />
del público habanero. En cada<br />
temporada, <strong>su</strong> empresario, Ramiro<br />
de la Presa, la hacía decir adiós<br />
varias veces, en espectáculos organizados<br />
<strong>con</strong> ese fin, y al <strong>con</strong>cluir<br />
cada uno, recordaba Robreño, «había<br />
desmayos de admiradores y gritos<br />
de no te vayas, Esperanza», lo que<br />
enardecía a la artista e inflamaba el<br />
ánimo del empresario, que era también<br />
<strong>su</strong> marido. Ramiro de la Presa<br />
murió en Bolivia, arrastrado por un<br />
tren. Esperanza Iris, en los años 50<br />
y prácticamente retirada de la escena,<br />
todavía venía a Cuba y era objeto<br />
de demostraciones cariñosas por<br />
parte del público, tanto en La Habana<br />
como en otras ciudades.<br />
El Alhambra, desaparecido en<br />
1935, fue la meca del teatro bufo,<br />
<strong>con</strong> <strong>su</strong>s personajes del gallego, la<br />
mulata y el negrito. Ese negrito pedante<br />
y refistolero apareció en la<br />
escena cubana en 1868, en la obra<br />
Los negros catedráticos, que <strong>su</strong><br />
autor, Francisco Fernández, estrenó<br />
en esa fecha en el teatro Villanueva.<br />
Ya en la República lo interpretaron<br />
magistralmente Sergio Acebal y Arquímedes<br />
Pous, hasta que lo monopolizó<br />
Alberto Garrido. El teatro Martí<br />
presentaba espectáculos musicales,<br />
y acogió al vernáculo hasta que<br />
cerró <strong>su</strong>s puertas.<br />
Autores destacados del Alhambra<br />
fueron Federico Villoch y Gustavo Robreño,<br />
mientras que en lo musical hacía<br />
la zafra el maestro Jorge Anckermann,<br />
y el actor Regino López acaparaba<br />
los aplausos del público. Él, que<br />
no bebía, hacía un estupendo papel<br />
de borracho <strong>con</strong> <strong>su</strong> personaje Cañita,<br />
y entre los vapores del alcohol espetaba<br />
verdades como puños sobre la<br />
realidad nacional. Ese mundo está<br />
muy bien recreado en la película La<br />
bella del Alhambra, del director Enrique<br />
Pineda Barnet. Se basa en la<br />
novela Canción de Rachel, de Miguel<br />
Barnet, y quedará como el gran musical<br />
del cine cubano. El escritor Agustín<br />
Rodríguez llenaría <strong>una</strong> larga y fecunda<br />
etapa en el Martí.<br />
Y <strong>con</strong> Agustín Rodríguez vuelve a<br />
empatarse esta historia <strong>con</strong> la zarzuela.<br />
Junto <strong>con</strong> Pepito Sánchez Arcilla,<br />
Agustín es el autor del libreto de<br />
Cecilia Valdés que, basada en la<br />
novela homónima de Cirilo Villaverde<br />
y <strong>con</strong> música del maestro Gonzalo<br />
Roig, es la cumbre de <strong>su</strong> género en<br />
Cuba.<br />
Algunos compositores cubanos<br />
incursionaron en la ópera. Mauri escribió<br />
La esclava; Fuentes, Seila.<br />
Hubert de Blanck, Patria. Fecundos<br />
en el género fueron Gaspar Villate y<br />
Eduardo Sánchez de Fuentes. Son<br />
de la autoría de este último El caminante,<br />
Doreya, La dolorosa, El náufrago<br />
y Kabelia.<br />
CANTA LA TEBALDI<br />
A Caruso, que hizo diez presentaciones<br />
en La Habana, se le pagaron<br />
10 000 dólares por función. Las<br />
butacas en el teatro Nacional se<br />
vendieron a 25 pesos para verlo y<br />
escucharlo cantar. Eso ocurrió en<br />
1920. A partir de 1930, la ópera<br />
empieza a languidecer como espectáculo<br />
y las funciones, siempre <strong>con</strong><br />
cantantes nacionales, van haciéndose<br />
cada vez más esporádicas. Se<br />
dice que no pudo resistir, y tampoco<br />
la resistieron los otros géneros teatrales,<br />
la competencia <strong>con</strong> el cine.<br />
Se dice también que fue <strong>una</strong> <strong>con</strong>secuencia<br />
de la crisis e<strong>con</strong>ómica<br />
que se abatió sobre el país tras el<br />
fin de la llamada Danza de los Millones<br />
y la llegada de las Vacas Flacas.<br />
La libra de azúcar, principal<br />
rubro cubano exportable, descendió<br />
de 22,5 centavos en mayo de<br />
1920, a 3,75 en diciembre. Quebraron<br />
muchos de los bancos cubanos<br />
y españoles, los capitales se<br />
esfumaron y las propiedades cambiaron<br />
de dueño. Algunos autores<br />
son de otra opinión y dicen que el<br />
cine no le hizo a la ópera <strong>una</strong> competencia<br />
imbatible, sino que los espectáculos<br />
operísticos no <strong>su</strong>pieron<br />
adaptarse a los nuevos tiempos y<br />
variar <strong>con</strong> los gustos del público.<br />
Lo cierto es que no fue hasta<br />
1941 cuando Pro Arte Musical inició<br />
<strong>su</strong>s temporadas anuales de óperas<br />
<strong>con</strong> hitos memorables como el estreno<br />
de Tristán e Isolda, de Wagner,<br />
el 13 de noviembre de 1948, en el<br />
teatro Auditorium, <strong>con</strong> Clemens<br />
Krauss en la batuta, y la soprano<br />
Kirsten Flagstad y el tenor Max Lorenz,<br />
en los protagónicos. Y la presentación,<br />
en junio del 57, de la eminente<br />
soprano Renata Tebaldi, en La<br />
Traviata, Tosca y Aída.<br />
Pero nada era ya lo mismo. Para<br />
ese tiempo eran historia las noches<br />
fastuosas del Tacón y el Nacional. En<br />
1957 escribía Francisco Ichaso al<br />
respecto:<br />
«La generación nacida <strong>con</strong> el<br />
siglo recuerda <strong>con</strong> nostalgia las<br />
grandes temporadas de la ópera<br />
del Nacional, que <strong>con</strong>stituyeron<br />
durante mucho tiempo el más <strong>su</strong>ntuoso<br />
espectáculo de la ciudad y en<br />
las que se <strong>con</strong>gregaba toda La<br />
Habana elegante luciendo las mujeres<br />
<strong>su</strong>s trajes de soirée y los hombres<br />
<strong>su</strong> rigurosa etiqueta de frac,<br />
pechera almidonada y chistera. La<br />
ópera era entonces algo más que<br />
un espectáculo artístico; era un<br />
evento social que le daba a Enrique<br />
Fontanills, árbitro de la high life, la<br />
oportunidad de hacer pequeña historia<br />
del gran mundo en <strong>su</strong>s crónicas<br />
del Diario de la Marina, <strong>con</strong><br />
aquel estilo sencillo y cortado que<br />
le caracterizaba y en el cual el adjetivo,<br />
aplicado <strong>con</strong> cuentagotas y <strong>con</strong><br />
ingeniosa estrategia, era la llave<br />
que abría muchas puertas».