La sociedad del espectáculo, Guy Debord - Revista Observaciones ...
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<strong>Revista</strong> <strong>Observaciones</strong> Filosóficas 30<br />
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<strong>La</strong> ideología de la organización social-demócrata se ponía en manos de los<br />
profesores que educaban a la clase obrera, y la forma de organización<br />
adoptada era la forma adecuada a este aprendizaje pasivo. <strong>La</strong> participación de<br />
los socialistas de la II Internacional en las luchas políticas y económicas era<br />
efectivamente concreta, pero profundamente no-crítica. Estaba dirigida, en<br />
nombre de la ilusión revolucionaria, según una práctica manifiestamente<br />
reformista. Así la ideología revolucionaria debía ser destruida por el éxito<br />
mismo de quienes la sostenían. <strong>La</strong> separación de los diputados y los<br />
periodistas en el movimiento arrastraba hacia el modo de vida burgués a los<br />
que ya habían sido reclutados de entre los intelectuales burgueses. <strong>La</strong><br />
burocracia sindical constituía en agentes comerciales de la fuerza de trabajo,<br />
para venderla como mercancía a su justo precio, a aquellos mismos que eran<br />
reclutados a partir de las luchas de los obreros industriales y escogidos entre<br />
ellos. Para que la actividad de todos ellos conservara algo de revolucionaria<br />
hubiera hecho falta que el capitalismo se encontrara oportunamente incapaz<br />
de soportar económicamente este reformismo cuya agitación legalista toleraba<br />
políticamente. Su ciencia garantizaba tal incompatibilidad; y la historia la<br />
desmentía en todo momento.<br />
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Esta contradicción que Bernstein, al ser el socialdemócrata más alejado de la<br />
ideología política y el más francamente adherido a la metodología de la ciencia<br />
burguesa, tuvo la honestidad de querer mostrar - y el movimiento reformista de<br />
los obreros ingleses lo había mostrado también al prescindir de la ideología<br />
revolucionaria - no debía sin embargo ser demostrada de modo terminante<br />
más que por el propio desarrollo histórico. Bernstein, por otra parte lleno de<br />
ilusiones, había negado que una crisis de la producción capitalista viniera<br />
milagrosamente a empujar hacia <strong>del</strong>ante a los socialistas que no querían<br />
heredar la revolución más que por esta consagración legítima. El momento de<br />
profundos trastornos sociales que surgió con la primera guerra mundial,<br />
aunque fue fértil en toma de conciencia, demostró por dos veces que la<br />
jerarquía social-demócrata no había educado revolucionariamente a los<br />
obreros alemanes, ni los había convertido en teóricos: la primera cuando la<br />
gran mayoría <strong>del</strong> partido se unió a la guerra imperialista, la segunda cuando,<br />
en el fracaso, aplastó a los revolucionarios espartaquistas. El ex-obrero Ebert<br />
creía todavía en el pecado, puesto que confesaba odiar la revolución "como al<br />
pecado". Y este mismo dirigente se mostró buen precursor de la<br />
representación socialista que debía poco después oponerse como enemigo<br />
absoluto al proletariado de Rusia y de otros países, al formular el programa<br />
exacto de esta nueva alienación: "El socialismo quiere decir trabajar mucho".<br />
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Lenin no ha sido, como pensador marxista, sino el kautskista fiel y<br />
consecuente que aplicaba la ideología revolucionaria de este "marxismo<br />
ortodoxo" en las condiciones rusas, condiciones que no permitían la práctica<br />
reformista que la II Internacional llevaba consigo en contrapartida. <strong>La</strong> dirección<br />
<strong>Guy</strong> <strong>Debord</strong><br />
<strong>La</strong> Sociedad <strong>del</strong> Espectáculo