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OPINIón<br />
José Alejandro Luna Ramos<br />
ALEJANDRO<br />
LUNA RAMOS<br />
Magistrado de Sala<br />
Superior del Tribunal<br />
Electoral del Poder<br />
Judicial de la Federación<br />
De las mujeres<br />
hay que hablar puntualmente<br />
Para reforzar la igualdad entre ellas y ellos, son necesarias varias estrategias; una<br />
es reconstruir nuestro modelo linguístico, mediante una perspectiva de género<br />
Ferdinand Lasalle, político germánico<br />
del siglo XIX, señalaba que en una Constitución<br />
se pueden observar los factores<br />
reales de poder de una sociedad. Con ello<br />
explicó de maravilla que para garantizar la<br />
legitimidad de la Ley Fundamental de un<br />
país se han plasmado en ella las demandas<br />
y expectativas de los principales actores<br />
de una comunidad.<br />
En la Constitución mexicana podemos<br />
identificar artículos que han materializado<br />
reivindicaciones de diversos grupos sociales,<br />
en diferentes momentos históricos.<br />
Por ejemplo: el artículo 123, respecto<br />
a los derechos de los trabajadores; el<br />
artículo 2, que refiere a los pueblos<br />
y comunidades indígenas, o el artículo<br />
4, en relación con la igualdad de<br />
mujeres y hombres.<br />
Las tres anteriores normas, además,<br />
tienen una característica en común:<br />
derivaron de reformas que fueron<br />
impulsadas por trabajadores, indígenas<br />
y mujeres, respectivamente, buscando<br />
hacerse visibles a través del derecho.<br />
Quizá el caso de las mujeres resulta<br />
paradigmático, pues el artículo 1 ya<br />
señalaba la igualdad de derechos para<br />
toda persona, desde la promulgación del<br />
texto constitucional. No obstante, la realidad<br />
era distinta; las mujeres no podían ejercer los<br />
mismos derechos que los hombres y recibían, por parte<br />
de la autoridad, un trato diferente, discriminatorio.<br />
Las mexicanas sabían que necesitaban la especificidad en la<br />
norma para obtener un reconocimiento más amplio de sus derechos y<br />
han utilizado el derecho a su favor para hacer notar la realidad en la<br />
que se encontraban, y que hoy día, a pesar de muy valiosos esfuerzos,<br />
aún se encuentran.<br />
México ha suscrito diferentes instrumentos internacionales que reivindican<br />
los derechos de las mujeres, buscando contener la violencia<br />
de género y, en la misma línea, ha aprobado desde el Congreso de la<br />
Unión la Ley del Instituto Nacional de las Mujeres (2001), la Ley General<br />
para la Igualdad entre Mujeres y Hombres (2006), así como la Ley<br />
General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (2007).<br />
A pesar de los avances alcanzados (mayor representación política,<br />
prestaciones laborales específicas, mejores oportunidades de desarrollo<br />
profesional, entre otras), la realidad apunta a que son necesarias<br />
otras estrategias para reforzar la igualdad entre mujeres y hombres.<br />
Una de ellas, quizás una que pareciera muy sencilla pero que resulta<br />
todo lo contrario, es la implementación del lenguaje de género tanto<br />
en el derecho, como en la sociedad.<br />
Históricamente, el uso del masculino genérico ha significado una<br />
forma de negación de la mujer, pues solo se le nombra, indirectamente,<br />
al utilizar el masculino genérico que la comprende.<br />
Algunos sustantivos masculinos resultan peyorativos al<br />
utilizarlos en femenino (si revisamos, por ejemplo,<br />
en el Diccionario de la Real Academia el término<br />
sargento, éste se define como “suboficial de<br />
graduación inmediatamente superior al cabo<br />
mayor”; mientas que si nos dirigimos a la definición<br />
de sargenta, encontraremos “mujer corpulenta,<br />
hombruna y de dura condición”).<br />
Ante ello, distintas mujeres han señalado que<br />
nuestra lengua no es sexista, sino más bien el<br />
uso que de ella se hace, por lo que se requiere<br />
reconstruir nuestro modelo lingüístico<br />
a través de una perspectiva de<br />
género.<br />
El ejercicio no es sencillo,<br />
más cuando desde las autoridades<br />
lingüísticas existe una fuerte<br />
resistencia apelando a la economía<br />
expresiva, pero se vuelve necesario si<br />
tomamos en cuenta, como se ha afirmado,<br />
que el lenguaje influye de manera directa<br />
en el pensamiento, que es a través de él que<br />
estructuramos mentalmente nuestras ideas.<br />
No obstante, el reto se traslada a distintas<br />
esferas públicas y privadas: se requiere implementar<br />
una técnica legislativa con perspectiva de género a la hora<br />
de redactar las leyes, incorporar en las políticas educativas<br />
este nuevo modelo lingüístico, entre otras tantas.<br />
Las y los mexicanos queremos una sociedad igualitaria,<br />
en la que cualquier persona tenga las mismas oportunidades<br />
en idénticas condiciones. Para ello, debemos hablar<br />
puntualmente de las mujeres, debemos otorgarles mayor<br />
visibilidad en la comunidad pues, como señaló Alda Facio,<br />
cuando el género suena, cambios trae.<br />
Manos a la obra<br />
El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la<br />
Federación ha empezado a hacer su tarea, a<br />
través de cursos de sensibilización entre su<br />
personal (tanto jurisdiccional, como<br />
administrativo) y talleres de redacción de<br />
sentencias y uso de lenguaje incluyente<br />
Imagen: Shutterstock<br />
27 de OCTUBRE, 2014 • TODAS 6 MILENIO