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elato<br />
El día de la matanza<br />
Dedicado a todos los que murieron en la Guerra Civil española, que explotó un 18 de <strong>jul</strong>io de 1936.<br />
Por Sergio Enrique<br />
Avedano Álvarez (*).<br />
Ilustración de Jusa.<br />
El pueblo está de fiesta. Hoy es el día de la matanza.<br />
Las mujeres excitadas preparan comidas. Los hombres,<br />
alegres, afilan cuchillos y presumen de tener el más<br />
penetrante:<br />
—El mío con una caricia te manda al otro mundo.<br />
—Pues el mío, se acerca y ya te corta.<br />
Hoy morirán todos. Las mujeres amasan el pan, los hombres<br />
acarrean leña hacia los hornos de fuego. Sólo un hombre, o<br />
solo, un hombre. Se puede entender de las dos maneras, bastan<br />
un acento y una coma, así de misterioso es el lenguaje.<br />
Sólo un hombre evita participar de la orgía de sangre, fuego<br />
y muerte que conmueve al pueblo. Él también se conmueve,<br />
pero sus fantasmas internos van en otra dirección. Camina<br />
acompañado de su oveja, única de la manada que le sigue a<br />
todas partes. Por ese motivo los demás la han bautizado “El<br />
perrín”. Además le siguen siete gatos, quizás representando<br />
las siete vidas del hombre solo.<br />
Es un superviviente de la guerra. Guerra civil en este caso,<br />
pero qué más da, siempre es guerra entre hermanos. Es asturiano.<br />
Asturias es tierra de libertad, la invasión árabe no pudo<br />
penetrarla, la dictadura franquista no la doblegó. Los dictadores<br />
temen a las personas libres y algunos fueron llevados<br />
a campos de concentración. El hombre solo estuvo en uno<br />
de ellos. Uno de sus hijos me lo contó y doy testimonio en<br />
este escrito. Su hijo Pepe, que hoy (diciembre de 2006) llega<br />
a los sesenta y cuatro años, me contó que su padre amaba a<br />
los animales y sonreía cuando debía enfrentar la furia de su<br />
mujer, conocida por su gran corazón y fuerte carácter. África<br />
se llamaba. Si el nombre modeló su carácter o si el carácter se<br />
ganó el nombre, lo mismo da. Sólo alguien valiente es capaz<br />
de sonreir ante la furia de una mujer tan mujer. Ella con carácter<br />
de hierro educó a dos mujeres y tres varones. Ellos son:<br />
Faustina, Guadalupe, José (Pepe), Santos y Valiente.<br />
“Mi padre de joven se divertía mucho con los animales. Siempre<br />
le seguían. En la mili, a la yegua Nena, no había quien<br />
la montara. El sargento ordenó domarla y los tiró a todos, mi<br />
padre los miraba y cuando abandonaron él dijo: —¡Nena! Ven<br />
aquí—. Le dio una manzana, la acarició y montó de lo más<br />
tranquilo. Yo heredé de mi padre esa comunicación con los<br />
animales”, dice y a manera de paréntesis, me cuenta su última<br />
trastada en el pequeño pueblo de Los Veneros, cuyo significado<br />
es “tierra de vertientes”. El joven y sus amigos introdujeron<br />
un burro en el asiento trasero del taxi Renault Gordini de don<br />
Evaristo, mientras este se bebía un culín de sidra en la taberna.<br />
El burro incómodo sacó la cabeza por la ventanilla y con<br />
su fuerza descomunal, se enderezó deformando a manera de<br />
joroba el techo del vehículo. Don Evaristo salió de la taberna<br />
y se encontró con el burro de su propiedad instalado en el<br />
asiento trasero. Un poco bebido subió al coche, se despidió<br />
de los amigos y dijo —Donde voy yo va mi pollino—. Puso<br />
la primera y salió en medio de risotadas. José y sus hermanos<br />
debieron trabajar un año para pagar el arreglo del coche.<br />
José (Pepe para los suyos) se pone serio y continúa: “Mi padre<br />
estuvo en un campo de concentración y sufrió mucho. Me habló<br />
de los fusilamientos al azar. Había dos pares de hermanos<br />
y en la numeración uno de cada par fue al paredón. Los otros<br />
dos se salvaron. De los dos que se salvaron uno estuvo llorando<br />
ocho días seguidos. El segundo enmudeció y no lloró nunca.<br />
El que lloró, se levantó de su cama y sobrevivió al campo<br />
de concentración. El que no lloró, murió a los cinco meses.”<br />
El hombre solo avanza por el camino de tierra, le acompañan<br />
“El perrín”, los siete gatos y una manada de cerdos. Cerdos<br />
criados por él durante meses, muchos comieron de su mano<br />
(“Ten cuidado que el gocho te va a comer la mano un día de<br />
estos”, le decían. El sonreía). Ahora debe entregarlos, porque<br />
es el día de la matanza. Quizás recuerda aquel día en que<br />
debían numerarse para un fusilamiento. Alguien le dijo —Ese<br />
era mi lugar, quítate—. Como un gato se quita de donde le<br />
echan, así se movió José, manso y sabio. Así se salvó aquel<br />
día. ¿Cuántas vidas ¿Siete ¿Siete por siete<br />
El hombre y sus acompañantes se acercan al gran corral rodeado<br />
de gente que ríe y bromea. Los cerdos entran al corral y comienza<br />
la fiesta. Los cuchillos degüellan cortando limpiamente la yugular.<br />
La sangre es recogida en cuencos para hacer morcillas, los<br />
chillidos de los cerdos no le importan a nadie. O si. Le importan<br />
al hombre solo. Él no se queda a la fiesta. Ya está lejos. Regresa a<br />
casa. Regresa acompañado de sus siete gatos y “El perrín”.<br />
Su leyenda comenzó el mismo día de su muerte. En el momento<br />
de cerrar el nicho dos gatos se introdujeron en él y se<br />
acurrucaron junto al cajón. Dicen que los animales no querían<br />
salir. Costó mucho trabajo privarles de José Santos Menéndez,<br />
marido de África.<br />
( * ) S e r g i o A v e d a n o e s f i s i o t e r a p e u t a , a c t o r y e s c r i t o r d e<br />
teatro aficionado.<br />
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