14 mérica y Cádiz están tan indivisiblemente unidas porque el océano que los separa se ha convertido en inagotable fuente de leyendas. Historias de piratas, de marinos, de náufragos. Historias de amores y desamores. De tesoros y riquezas exóticas traídas de las lejanas, y tan cercanas tierras americanas. Leyendas que se hunden en la imaginación como los navíos surcan los mares, creando estelas que aumentan la historia. Pero algunas de esas historias nacen de la verdad y la realidad. Y la Leyenda de la Casa del Pirata (Cádiz), es una de ellas. Cuenta la historia que un joven marino gaditano marchó a las Indias en busca de fortuna, dejando a su hermosa y joven esposa esperándole en el puerto de Cádiz. Dice la historia que la mujer subía cada mañana hasta la torre mirador buscando en la lejanía las velas del barco en el que volviese su amado. Pero su amado no regresaba. Y la trágica noticia llegó en uno de los galeones que venían de América, el barco del joven marino gaditano se había hundido en las costas de las Indias Occidentales. Pero la esposa negó la muerte del marino. Su corazón latía vivo y sentía su presencia cada noche. Y cada noche rezaba por la vuelta de su esposo, maldiciéndose por haberle permitido jurarle que la cubriría de oro y dejarle marchar para cumplir su promesa. A Cádiz, la CASA del PIRATA Muchos serían, sin duda, los que lloraron la muerte del marino y la locura de su joven esposa, incapaz de aceptar la muerte de su amado esposo. Que cada día y cada noche subía hasta la torre esperando el barco en el que regresara su amado. Y así cada día hasta el día en que regresó cargado de oro y riquezas. El marino había arribado a una isla casi desierta, donde pronto entabló contacto con piratas de toda nacionalidad. Y allí, en aquel lugar abandonado de la mano de Dios, pudo hacer fortuna, tanta que ahora venía dispuesto a cumplir su promesa. Y a volver a por más, a por todo aquello que había tenido que dejar para poder regresar a Cádiz. Cuando el marino le dijo a su esposa que volvería al mar, ella le hizo prometer que se quedaría en la ciudad, o moriría por el amor ausente. Y él acepto y cumplió la promesa. Pero echaba en falta el mar y andaba triste por el puerto. La mujer mandó entonces construir una casa tan hermosa como ella. Una casa que recordase a su marido un barco, con grandes ventanas que parecían las plumas de las gaviotas que le acompañaron en su solitaria isla. Con un puente desde el que pudiera navegar girando un imaginario timón. Y en aquella casa vivieron los dos esposos hasta que la muerte le arrancó de cuajo la felicidad. El marino cumplió su promesa, y enterró a su mujer en oro. Dice la leyenda que dos jóvenes pillos se enteraron del rico entierro y, aprovechando la oscuridad de la noche, robaron todo el oro que cubría el cuerpo de la hermosa mujer. El marido, al enterarse de lo ocurrido, montó en cólera. Calzó su arma y mató a los ladrones de tumbas. Desde entonces la Casa del Pirata mantiene imperturbable el recuerdo de sus primeros dueños. Y hoy, sumida en la ruina, parece llorar cada piedra por aquellos que tanto se amaron entre sus muros. Texto de Don Javier Fornel. magazineCADIZ Número 7
<strong>Junio</strong> <strong>2014</strong> magazineCADIZ 15