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sus mismos enemigos quienes le arrancaron los ojos, y así privado<br />
de luz, amarrado con cadenas le condujeron a Gaza en donde<br />
encerrado en una cárcel le esclavizaron haciéndole mover las<br />
ruedas pesadas de un molino. Y así permaneció hasta que tornaron<br />
a renacerle sus cabellos; entonces los príncipes de los filisteos<br />
se juntaron todos para ofrecer sacrificios solemnes a sus falsas<br />
deidades, pero el invocando al Señor dijo: Acuérdate de mí,<br />
Señor, devuélveme mi anterior fortaleza para • vengarme de mis<br />
enemigos y hacerles pagar caro el haberme privado de la luz de<br />
mis ojos. Y agarrando las dos columnas en que estribaba el edificio<br />
sacudiólas fuertemente y cayó el templo envolviendo en su ruina<br />
a los príncipes y demás gente que alli había (Jud. XVI, 16-30).<br />
Por donde se ve que el más leve asomo de propia estima, apaga<br />
en nuestra alma aquella luz divina que el santo Amor hizo salir<br />
de entre la obscuridad de nuestras tinieblas, y que torne a la esclavitud<br />
y aun . a merar de asiento en sombras de muerte, hasta<br />
que corroborado el espírituen total fortaleza por el poder glorioso<br />
de nueva y hermosa claridad, con perfecta paciencia y longanimidad<br />
acompañada de dulce alegría y humilde oración, da en<br />
todo gracias a Dios que la hace digna en la porción y heredad de<br />
los santos, iluminándola con aquella brillante luz que le ha arrebatado<br />
del poder de las tinieblas y la traslada al reino (Colos. I.<br />
11-13) de,su amor, descubriéndole el rayo de su luz y enderezando<br />
sus pasos al camino de la paz, para que por ella entre en<br />
el descanso de las eternas moradas, porque el propio conocimiento<br />
y la humilde confesión de su nada, es camino para ir al Amor<br />
que es verdadero Camino y vida que vivifica nuestra vida, destruyendo<br />
el imperio de la muerte, sacando a luz la vida y la inmortalidad<br />
(II Timot. I, .10). Y pues es milicia la vida del hombre<br />
sobre la tierra (Job. VII, I), quien quiera que empieza a librar<br />
estas batallas, debe vivir sobriamente, armado de la cota de la fé,<br />
del escudo de la caridad y del yelmo de la esperanza de la salud<br />
(I Thesal, V, 8), disponiendo siempre su espíritu para la lucha<br />
(Eccli. II, 1); y como estos combates espirituales se originan del<br />
desorden de nuestros apetitos (Jacob. VII, 1) que entonces se levantan<br />
a mayores cuando imaginamos van de vencida, de aquí<br />
la imperiosa necesidad de pedir al Señor con lágrimas que, del<br />
modo que sea de su agrado, nos haga sentir los efectos de su misericordia,<br />
para que así como la soberbia de nuestros enemigos<br />
ha llenado de inquietud nuestra mente, así la humildad venga a<br />
ser un motivo de gloria (Judith, VIII, 17). Que estos lazos de<br />
nuestro amor propio son las sombras y tinieblas en que anda envuelto<br />
el abismo de la tenebrosa cárcel de esta vida en la cual<br />
está, encarcelada el alma hasta que brille el dia 'y desaparezcan las<br />
sombras (Cant. IV, 6) y con la virtud de la gracia amanezca en<br />
las aliñas el Lucero (II Petri, I, 19) alumbrándolas para que le<br />
conozcan como es en Sí, obscureciendo toda otra luz y claridad<br />
delante de esta Luz en comparación de la cual toda otra extraña<br />
claridad es confusión y tinieblas. Y si bien es cierto que en los<br />
campamentos celestiales la paz y la guerra tienen bellísimas flores<br />
con las cuales seran ceñidas de inmortalidad i las sienes de los<br />
valerosos soldados de la cruz (Beda, Serm. • de Sanctis, XVIII),<br />
no obstante el Señor les ejercita acá abajo en el sufrimiento y rigores<br />
de la guerra, armándoles caballeros, ciñéndoles la espada<br />
y adiestrándoles en las celadas de esta espiritual lucha hasta tanto<br />
que persigan a sus enemigos, sin volver pie atrás ., resistiendo<br />
a, sus asaltos y acometidas; que solamente los que han sido purificados<br />
con muchas tribulaciones, y salieran bien librados de estas<br />
batallas entrarán a reinar con el Amor (Actuum XIV, 21) y a recibir<br />
la corona de la vida, prometida a sus fieles amadores (Jacob<br />
I, <strong>12</strong>). Todo lo cual echamos de ver en los gloriosos Príncipes de<br />
los Apóstoles; a San Pedro, caído (Joann. XVIII, 25) por vana<br />
presunción y excesiva confianza de si mismo (Marc. XIV, 29)<br />
después de haber sido testigo de la magnífica gloria y resplandeciente<br />
hermosura del Señor en el Monte Santo (II Petri I, 17, 18),<br />
y a San Pablo pidiendo ser librado . del estímulo de sus apetitos<br />
después de contemplar en el Paraíso aquellas inenarrables revelaciones<br />
y misteriosos arcanos (II Corinth. XII, 1-7) que desde que<br />
el mundo es mundo nadie ha entendido, ni el oido oyó, ni la<br />
vista vió, ni cabe en la mente lo que Dios tiene preparado para<br />
aquellos que esperan en El (Isai. LXIV, 4); y,: por semejante manera,<br />
a las almas que por sendas de amor van subiendo a este<br />
sublime monte de la mirra (Cant. IV, 6) convlene orar sin intermisión<br />
(I Thes. V, 17) ceñida la espada al muslo por los temores<br />
nocturnos (Cant. III, 8); que esto mismo nos aconseja el Doctor<br />
de las gentes diciendo: Confortaos en el Señor y en el poder de<br />
su virtud; vestid la armadura de Dios. para que podais entrar firmes<br />
contra los asaltos del enemigo (Ephes. VI, 10). Y si con todas<br />
veras desea el ánima perseverar en aquella pureza . de intención<br />
que le guía a la verdadera Luz, ha de mortificar todo apetito<br />
sin codiciar cosa alguna, pues para llegar a aquella introversión<br />
íntima y amorosa por la que ya en esta vida mortal se manifiesta<br />
en nosotros la vida de Jesús (II Corinth. IV, <strong>12</strong>) ha de morir<br />
todo lo que vive oculto en lo escondido del alma; de la manera<br />
que Josué mandando abrir la boca de la cueva (por la que se significa<br />
cualquier afecto y raíz de amor propio a donde se eseonden<br />
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