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VIII.<br />
Conclusión<br />
Pretender combatir la violencia con más violencia, o que la<br />
investigación y detención de delincuentes particulares se lleve a cabo<br />
mediante la comisión de abusos por delincuentes uniformados, es un<br />
despropósito. Únicamente poniendo fin a la impunidad por violaciones<br />
a derechos humanos, se podrá avanzar hacia las profundas reformas<br />
institucionales necesarias para transformar el país.<br />
Quienes mejor saben lo anterior son las familias y comunidades que<br />
acuden a nuestro Centro y a otras organizaciones e instancias buscando<br />
justicia. Llegan generalmente después de haber sufrido no solamente<br />
las violaciones originales que dieron lugar a sus casos, sino tras perder<br />
recursos judiciales; insistir sin éxito en una investigación adecuada por<br />
parte de las autoridades ministeriales; desesperarse ante la falta de contacto<br />
o apoyo de defensores públicos; o ser engañadas y robadas por<br />
abogados particulares.<br />
Hemos sido testigos de cómo una jueza federal gritó molesta a una<br />
sobreviviente de detención arbitraria, tortura y fabricación de delitos:<br />
“¡Que no se te olvide que eres la acusada aquí, no la víctima! ¡Aquí no existen<br />
los derechos humanos!”. Otras personas han llegado a nuestro Centro<br />
porque trataron de denunciar delitos penales ante las auto ridades ministeriales,<br />
y la respuesta de estas fue intentar fabricarles un delito a las<br />
mismas víctimas. Muchas otras llegan a pesar de su temor a represalias o<br />
de amenazas en su contra si denuncian los abusos, o en el peor caso, para<br />
denunciar el asesinato de un familiar en circunstancias que sugieren que<br />
fue una represalia por oponerse a algún acto de corrupción o abuso, o por<br />
querer exponer la verdad acerca de cierta situación. Tal parece que en vez<br />
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