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La Iglesia Lidereada - Mark Dever - Cimiento Estable

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Extendiendo invitaciones.<br />

Cata vez que presentamos el evangelio, ya sea en una reunión pública de la<br />

iglesia en domingo, o en una conversación privada durante la semana,<br />

necesitamos invitar a las personas a que se arrepientan y crean en el evangelio, si<br />

nuestra presentación de las Buenas Nuevas va a ser completa. ¿Qué bueno<br />

tienen las Buenas Nuevas si nunca digo cómo debo responder a ellas o qué<br />

necesito hacer acerca de ellas? Necesitamos invitar a las personas al<br />

arrepentimiento y a creer en el evangelio.<br />

Pero cuando los invitamos, necesitamos asegurarnos que ellos no pueden<br />

confundir ninguna otra respuesta con la única respuesta salvadora. Aquí los<br />

peligros son altos, porque si permitimos ambigüedad en este punto, entonces<br />

realmente estaremos ayudando a que las personas se engañen acerca de su<br />

propio estado espiritual al animarlos a estar seguros de su salvación cuando talvez<br />

no se han arrepentido y creído genuinamente. <strong>La</strong>s dos respuestas que parecen<br />

ser más comúnmente confundidas con el arrepentimiento genuino y la fe, son<br />

ahora decir una oración con alguien y venir al frente en un servicio del a iglesia.<br />

Frecuentemente los cristianos comparten el evangelio con un inconverso y luego<br />

lo animan a decir una oración escrita. <strong>La</strong>s personas pueden de hecho, arrepentirse<br />

y creer de esta manera. Pero el evangelista bien informado animará al ―nuevo<br />

creyente‖ a que ―si usted dijo esta oración y lo cree sinceramente, entonces<br />

¡felicidades! Usted es ahora un hijo de Dios‖. Aún así, decir una oración nunca es<br />

presentado en las escrituras como una muestra de fe, aunque sea sincera. Jesús<br />

nos dijo no fijarnos en oraciones y sinceridad como garantía, sino en nuestras<br />

acciones – el fruto de nuestras vidas (Mt. 7:15-27; Juan 15:8; 2 P. 1:5-12). El<br />

Nuevo Testamento nos dice que busquemos evidencia de la santidad de nuestra<br />

conducta, el amor que tenemos por otros y la sanidad de nuestra doctrina, como<br />

indicadores claves de que creemos (1 Ts. 3:12-13; 1 Jn. 4:8; Ga. 1:6-9; 5:22-25; 1<br />

Ti. 6:3-5). Lo que esto significa es que nosotros no deberíamos animar a las<br />

personas a sentirse seguros de su salvación basados simplemente en decir una<br />

oración, sin frutos observables de arrepentimiento en sus vidas.<br />

El caso es el mismo con las personas que vienen al frente después de un sermón<br />

en la iglesia. Frecuentemente una persona vendrá al frente después de un<br />

sermón, indicando una ―decisión por Cristo‖, y entonces será aceptado como<br />

miembro ¡en el acto! No se puede discernir ninguna evidencia del fruto, aún si se<br />

asume (muchas veces erróneamente) que la persona se ha arrepentido<br />

genuinamente y creyó porque ha expresado una abundancia de emoción, caminó<br />

un pasillo, o dijo una oración sincera.<br />

El producto de este tipo de creencia ―sin evidencia requerida‖ es lo que les ha<br />

enseñado a las personas a buscar una oración dicha hace 20 años como la razón<br />

para pensar que ellos son salvos, sin pensar en la contradicción entre su estilo de<br />

vida y lo que profesan ahora. Nosotros podemos llenar nuestras iglesias con ese<br />

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