Corresponsables 33 - Jesuitas del Perú
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EN EL CORAZÓN DEL MUNDO<br />
Y… ¿Van a volver?<br />
Recuerdos de la experiencia <strong>del</strong> voluntariado en Ayacucho<br />
Por: Benjamín Crespo SJ<br />
Con la memoria fresca y el recuerdo<br />
vivo de los días vividos<br />
y compartidos en el distrito<br />
de Totos y en el Centro Poblado<br />
Veracruz, ambas comunidades campesinas<br />
de la provincia de Cangallo<br />
(Ayacucho), me animo a escribir estas<br />
líneas a fin de compartir esta experiencia<br />
privilegiada de tratar y desear<br />
acercarnos a la realidad de la pobreza<br />
extrema de pueblos y comunidades olvidadas<br />
y excluidas de nuestro Perú.<br />
Ellos de manera cordial y cariñosa<br />
nos revelan los rostros humanos de<br />
Jesucristo y lo hacen presente. Él<br />
fue un hombre pobre que vivió entre<br />
los pobres y que, por mediación de<br />
ellos, nos comunicó el evangelio<br />
enseñándonos una manera diferente<br />
de vivir. Permítanme compartir<br />
algunos momentos, esperando y<br />
confiando que nos ayude a todos<br />
como dice Ignacio de Loyola en los<br />
Ejercicios Espirituales a “reflectir y<br />
sacar provecho”.<br />
Me despertaba temprano, al clarear<br />
el día, y salía a rezar contemplando<br />
el verdor de los cerros. Miraba los<br />
rostros de personas ancianas, mamitas<br />
envejecidas por los años y arrugadas<br />
por la soledad y la dureza de la vida,<br />
que salían tempranito a pastear sus<br />
animales arreándolos con una rama<br />
de árbol en sus manos encallecidas.<br />
También veía las facciones curtidas<br />
por el frío y el sol de campesinos que,<br />
con su chaquitacclla para arrastrar la<br />
tierra al hombro, se dirigían temprano<br />
a sus pequeñas y empobrecidas chacras<br />
para cultivar el alimento de cada día,<br />
porque no tienen más recursos para<br />
mejorar su calidad de vida.<br />
Una mañana, se me acercó un campesino<br />
acompañado de su pequeño hijo<br />
y me preguntó, al ver salir a los muchachos<br />
<strong>del</strong> Colegio de la Inmaculada<br />
camino al pueblo de Veracruz a desayunar,<br />
cuántos años tenían. También<br />
si eran de Lima y si vivían en San<br />
Isidro o Miraflores. A ello respondí<br />
que estaban entre los 15 y 17 años,<br />
todos limeños y seguramente provenían<br />
de esos barrios.<br />
Él los había reconocido por su<br />
vestimenta y aspecto físico. Se trataba<br />
de un hombre que había vivido varios<br />
años en Lima, a donde se refugió<br />
por la etapa de violencia terrorista.<br />
Regresó a su tierra y formó un nuevo<br />
hogar. Continuó el diálogo para<br />
decirme que estos jóvenes que los<br />
visitaban eran humildes porque iban<br />
a la chacra, jugaban fútbol con ellos,<br />
entraban a la escuela para estar con los<br />
niños. También rezaban y cantaban<br />
en la misa cada noche, aprendían las<br />
canciones en quechua y los hacían<br />
sentir acompañados. Remató con<br />
una pregunta: Y… ¿Van a volver? Eso<br />
espero, le contesté y nos despedimos.<br />
Otro día salí a caminar con un<br />
muchacho <strong>del</strong> grupo para conversar<br />
con él sobre la experiencia de vida en<br />
Totos y Veracruz y nuestras relaciones<br />
de trato personal en el grupo. Detrás<br />
de nosotros venía un borrachito<br />
que casi apenas se sostenía en pié<br />
10<br />
Los voluntarios ayudando a los pobladores en las labores agrarias.