del medio ambiente - Deres

El papel del gobierno
El planeta Tierra y sus habitantes
no tienen más remedio que insistir
en que el gobierno -tanto a nivel
municipal como regional, federal e
internacional- promulgue leyes reglamentarias
inteligentes y eficaces
destinadas a corregir y evitar abusos
contra la salud ambiental. El error de
muchas empresas se refleja en muchas
sociedades, y este es percibir las
regulaciones del gobierno como una
intrusión no deseada o un castigo.
Del mismo modo, un error típico del
gobierno es no construir y mantener
alianzas dirigidas a educar a los sectores
públicos y privados para justificar
las regulaciones obligatorias.
Además, cuando el gobierno o la
corporación declaran su intento de
cumplir con las leyes ambientales,
pero fracasan en llegar al objetivo
por culpa de un esfuerzo a medias,
que se va sin explicaciones o sin corregir,
se pierde credibilidad.
Un fenómeno más contemporáneo
es el advenimiento
del “lavado verde” (lavado
ecológico), diseñado
por los políticos
y las corporaciones
cuando quieren
que usted piense
que están haciendo
algo profundamente
ecológico,
cuando realmente
no lo están haciendo.
Este esquema de
marketing complica
la verdad, porque hay
políticos y empresas
que están haciendo lo
correcto, o tratando de
hacerlo, y están menos interesados
en lograr notoriedad
con ello, o en ser “eco-chic”. En los
ciudadanos está la responsabilidad
de discernir lo que es real y
lo que no lo es.
El reglamento y el incentivo pueden
complementarse entre sí. Hay una
serie de estrategias legislativas que
pueden recompensar el comportamiento
deseado de las empresas
a través de créditos fiscales verdes,
otras medidas que premian a la
empresa eco-consciente, y contratos
con el gobierno que incorporan
principios de precaución ecológica
que recompensan al mejor postor.
Es hora de cambiar el debate y salir
de la caja de “la empresa contra el
gobierno”. Centrándose en el modelo
de negocio conocido como
economía de la transferencia en el
sector privado, ayudado por el gobierno
por generaciones, hasta años
recientes este modelo económico
ha permitido a las empresas trasladar
sus riesgos, fracasos, residuos y
deficiencias al consumidor y al medio
ambiente. En esta era de energía-clima,
si el consumidor fuera
valorado como la tierra debería ser
valorada, entonces todos veríamos
una competencia saludable -tanto
por el gobierno como por los sectores
empresariales- hacia una mayor
eficiencia energética, limpia y autorrenovable.
Energía ecológica competente
en precio.
En cambio, una variable fuera de
lugar sigue dominando en la economía,
actuando como eje central para
acoger a la contaminación en gran
escala. Esa variable económica es:
el derroche de energía por parte del
consumidor se traduce en ganancia
de energía para los fabricantes. Ya
sea que la producción de energía sea
estatal o que esté en manos de privados.
Casi por lógica orwelliana, esta intervención
destructiva amerita la
intervención del gobierno, pero es
el propio gobierno que a menudo
aprueba o es cómplice de la habilitación
de esta adicción. La válvula de
escape es apoyar a los políticos
y empresas que logran
entender el nexo entre la
poderosa integración
de la ciencia y la tecnología,
la economía
y las finanzas,
las políticas internacionales
y
el cambio social,
el agotamiento
de los recursos
naturales y el
shock del futuro.
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