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LUNA-CRECIENTE-3-Maqueta-Final

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Luna creciente 3 (Fall 2014) - 54aparecido por casa esa mañana. Tal vez se habíamarchado y no volvería más. Si esa tardeconseguía aguantar la compostura ante Sofía,seguramente ésta no sospecharía nunca lo quehabía ocurrido. Tendría que hacer semejanteesfuerzo, pero lo haría.En ese momento, la puerta principal seabrió y César entró en el piso. Al verle, Ameliacasi pudo sentir cómo la sangre se le congelaba.Él allí. De nuevo. El hombre que la policíaestaba buscando. El hombre que le había hechoser más ella misma de lo que había sido en todasu vida.César llevaba la misma ropa del díaanterior. Dijo que había bajado a desayunar(para lo que le había cogido dinero de la cartera)y que se había entretenido más de la cuenta, peroque recuperaría el tiempo perdido al final de lajornada. Fue a besar a Amelia, pero ella seapartó, asustada, y fue hacia la cocina.César la siguió. Preguntó qué pasaba. Enun principio, ella no supo qué contestar, pero lepidió que se fuera, que lo que había ocurrido lanoche anterior había sido un error. Llamaría a laagencia y pediría a otra persona para hacer eltrabajo. Aquellas explicaciones no sentaron biena César.- No me voy a ir. Lo sabes, ¿verdad?Tengo un contrato que cumplir.- El contrato es con tu empresa –puntualizó Amelia–. Y si quiero cambiar,cambiaré de persona.Aquello pareció ser interpretado de muydiferente manera por César quien, tras unmomento de silencio, dejó la mochila en el sueloy empezó a acercarse a ella.- No te acerques a mí –le previnoAmelia.- ¿Qué me harás entonces? –preguntóCésar en actitud marcadamente chulesca,amenazadora incluso-. Eh, dime..., ¿qué meharás? ¿Tratas así a todos lo que vienen?- No sé de qué hablas...César rió.- Oh, yo creo que sí lo sabes. ¿Crees queno sé cómo eres? Jugando a que estás reprimida,a que quieres pero no te atreves... “No, soy muydébil”... ¿Lo haces muy a menudo?César bordeó la mesa que había en elcentro de la cocina. Amelia se apartó hacia unapared. No sabía muy bien qué hacer. Sentía quela situación se le iba de las manos.- ¡No te acerques a mí! –repitió. Erapoco amenazador; sonaba incluso pueril, peroera lo único que le salía en ese momento de laboca- ¡No sé de qué me hablas! ¡Fuera!César extendió los brazos y la acorralócontra la pared. Intentó meterle la lengua en laboca, pero ella apartó la cara. César se la cogió yle besó con fuerza. Ella le mordió el labio y lehizo sangre. César se pasó la yema de los dedosy vio que ella estaba en actitud defensiva, perodispuesta. Le cogió el rostro y le golpeó la nucacontra la pared. Ella no gritó. Ya la tenía otravez.Amelia sintió que era el momento y seabrazó a él. César tiró todo lo que había sobre lamesa de la cocina y la tumbó. Amelia no opuso

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