A TRAVÉS DEL TABIQUECristina, la protagonista del relato, se siente atraída por las conversaciones de losvecinos que acaban de instalarse en el apartamento contiguo al suyo. Poco a pocose va implicando emocionalmente en sus vidas.68Desde el cuarto de baño se les oía perfectamente. También desde el dormitorio, peropeor, a rachas, alguna palabra clarísima y, de pronto, dejaba de oírse. En el cuartode baño se oía todo: el ruido del agua, el jabón, que hace ¡plof! y la risa… porqueal comienzo se les oía reír. «¿Puedo entrar, mamuca?», decía; le llamaba «mamuca»muchas veces, y «mamuquilla» y ella «curro» y «currito». Pero la madre me parecíaun poco preocupada: «Ten cuidado… no debías levantarte solo… así con la bataestarás mejor», decía. Por eso pensé que debía de estar enfermo. Se lo dije a Chema:«Tenemos vecinos nuevos», pero Chema ni se enteró. Ahora dice que he empezadootra vez con mis obsesiones, no se acuerda de cuando le dije que los oía en el bañoy que el niño le pedía que le dejase estar con ella mientras se bañaba y le decía «quéguapa eres, mamuca»…Era un niño pequeño, pero muy listo. No eran españoles, por lo menos la madre,tenía un acento hispanoamericano, yo no distingo bien, todos me parecen iguales,muy dulce y seseaba, también el niño un poquito, pero menos que ella. «¿Te quedarásya siempre conmigo?», preguntaba, y la madre le decía que sí, y el niño: «¿Y ya notienes que irte a trabajar?» y la madre le dijo que ya no tenía que trabajar, que le había«pegado» a la lotería, así dijo, «pegado» que eso no es español, y que estaría siemprecon él. Pero a mí, no sé por qué, me pareció que no era cierto, que lo decía porqueel niño estaba enfermo y por eso se quedaba con él.(…)
De la playa hablaban muchas veces: «Cuéntame otra vez cómo es, mami», y la madrele hablaba de una playa con palmeras y agua calentita y olas grandes, grandes, quevolcaban las barcas y daban mucho gusto, y caracolas de color rojo donde se oíael mar, y corales… «¿Cuándo nos iremos, mami?», y ella siempre: «En cuantito tepongas bueno-bueno, nos iremos para allá».Después, una noche, lo oí llorar. No podía entender lo que hablaban, solo la canciónque ella le cantaba:A la nanita nana, nanita ea,mi niño tiene sueño, bendito sea.Pimpollo de canela, lirio en capullo,duérmete, vida mía, mientras te arrullo…Se la cantaba muchas veces. Es una canción muy triste que dice que cierre el niñolos ojos y se duerma, aunque su madre muera sin poder mirarse en ellos. También lecantaba otra que dice:El sultán tiene una cañade oro y plata, á - á - ácon cincuenta ilustracionesde hoja de lata, á - á – á.Cuando la oí me eché a llorar, porque esa canción también me la cantaba a mí papá.Me la cantó hasta que fui muy mayor.MARINA MAYORAL, Morir en sus brazos y otros cuentos,Aguaclara, Alicante, 1989, págs. 87-89.69