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cuentos-espac3b1ol-griego

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Una noche Liacos tallaba con su cuchillo una perdiz en un cayado cuando alguien llamó a lapuerta. Abrió y se encontró cara a cara con una muchacha tan bella como jamás había visto.-¿No vas a invitarme a entrar? -le dijo ella.La invitó a entrar y, para no extenderme demasiado, un mes después se celebraron en elpueblo las bodas de Liacos y Perdiz. Todos decían que jamás habían visto una joven tanhermosa y una pareja tan bien avenida. Y Liacos dejó de ser el muchacho serio que todosconocían. Para todos tenía palabras amables y alguna broma.-Sólo -le dijo Perdiz- te pido que no dejes de cumplir dos favores que voy a pedirte. Nodebes, mientras yo esté ausente, obligarme a volver. Volveré yo sola. Y no debes volver acazar nunca perdiz alguna.Liacos se sintió triste porque amaba tanto a Perdiz que no podía vivir sin ella ni un momentoy porque, sobre todas las cosas, lo que más amaba era la caza. Pero aceptó.Todos los días Perdiz se ausentaba durante unas pocas horas y, cuando regresaba, Liacos lepreguntaba:-¿Dónde has estado?Y ella contestaba:-Con mis amigas -y no decía nada más.Por mucho que le preguntaba y le volvía a preguntar quiénes eran sus amigas, ella no leofrecía ninguna otra respuesta.Un día en que Perdiz estaba ausente, Liacos se sentía inquieto y no soportaba estar mástiempo en casa. Tomó su arma, silbó para que acudiera Negro y tomó el sendero hacia elCutsócrano. No voy a cazar, pensó. Llevo el arma por si ocurre algo. A Negro lo traigo paraque me haga compañía.

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