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Anecdotas talmúdicas y de rabinos famosos

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venir (4,23). Aunque uno no recobre su lugar en el Otro Mundo, valela pena arrepentirse.MUNDO DE FANTASÍARabí Najum Mor<strong>de</strong>jai <strong>de</strong> Novominsk <strong>de</strong>cía que aquél que es prisionero<strong>de</strong> las tres enfermeda<strong>de</strong>s espirituales: celos, codicia y vanagloria,pier<strong>de</strong> contacto con la realidad y entra al mundo psicológico <strong>de</strong> la fantasía.Los celos le pue<strong>de</strong>n producir paranoia, que le hace ver <strong>de</strong>moniosen cada rincón <strong>de</strong> su existencia. La codicia le induce a <strong>de</strong>struir su vidao su carrera por una emoción barata. La vanagloria, tomada muy seriamente,pue<strong>de</strong> conducir a promover <strong>de</strong>lirios <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>za.VERGÜENZAAlguien le preguntó al Jafetz Jaim por qué <strong>de</strong>bería gastar esfuerzosen estudiar la Torá y cumplir los preceptos, si su lugar en el OtroMundo ya estaba preparado para él.El Sabio le contó la siguiente historia:-En Kiev, Rusia, vivía uno <strong>de</strong> los más ricos magnates <strong>de</strong> té, llamadoIsrael Brodsky, que tenía muchas fábricas y empleaba a centenares <strong>de</strong>trabajadores. Hábiles y débiles, contadores y gerentes, todos vivían<strong>de</strong> lo que ganaban <strong>de</strong> Brodsky, que era una persona muy magnánimay un filántropo por excelencia. Mantenía muchas casas <strong>de</strong> estudio ymuchas personas que empobrecían y algunos <strong>de</strong> sus familiares, recibíanun cheque mensual, inclusive algunos que no tenían un trabajoproductivo en sus fábricas.Una vez, el magnate fue a visitar una <strong>de</strong> sus fábricas. Los gerentesle mostraron todo y le presentaron a los obreros, con quienes entablóconversación, interesándose por sus trabajos y familias, cada uno lecontaba sus cuitas. Pero, cuando le preguntó a una persona cual erasu trabajo, el hombre, que no trabajaba porque era uno <strong>de</strong> sus parienteslejanos, contestó: ”Yo recibo un cheque”.177

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