HumorEl país delas décadaspor DanielDella CostaperdidasUno de los temas favoritos de los argentinoses el de las décadas perdidas. A lasque ya se están sumando las dos últimasdel siglo pasado. Tan extremo eseste juicio, que hasta parece que laúnica generación que supo hacer bienlas cosas fue la del ´80. Hasta entoncestodo se habría ido en guerras, en elextranjero o civiles; batallas, actos de heroísmo, renunciamientosy destierros; en crear la bandera y en el debut del himnonacional en el salón de Mariquita Sánchez. El resto del tiempose fue en perder territorios que pertenecieran al Virreinato y enexpediciones contra los indios salvajes. Y después, nada: casi 20años a cargo del primer tirano depuesto, que se le fueron endegollina de unitarios, en el empeño puesto en que todoslucieran la cinta punzó y en darle a Héctor P. Blomberg elargumento para “La Pulpera de Santa Lucía”. Pero con donJuan Manuel en Southampton, todavía se tardó casi otratreintena en poner la casa en orden, terminar de matar a losúltimos que se oponían a la civilización y en abrir el camino,Constitución mediante, a la célebre e indiscutida Generacióndel 80.Es decir que, en un solo viaje, a los argentinos se les fueron sietedécadas de historia en los que el país no es que no hayaavanzado nada; pero progreso, lo que se llama progreso, engotas y de perfume francés. Algo así como una suerte de largoprecalentamiento antes de salir a la cancha.Ahora bien, puestos a gobernar, los del 80 fueron una máquina,pero que, como todas ellas, algún día se engrana y hay quesalir a buscar otra. Sin embargo su calidad era de un calibre talque soportó inclusive la trampa del voto secreto, con lo quesirvió casi para cinco décadas, las más gloriosas que vivió el paíssegún todos los manuales.Luego, todo mal. Como que el período siguiente se inaugurónada menos que con una “década infame”, lo que desanima acualquiera que tenga curiosidad por saber realmente qué fue loque pasó entre los 30 y los 40. Y aunque se superó la “infamia”,las dos décadas siguientes tampoco fueron de coser y cantar,por más que en el imaginario popular se ligue parte de esteperíodo con la gran vida. Aparte de un flojito crecimiento esefue también el país de los golpes de Estado, de una dictaduraplebiscitada, de bombardeos alevosos y de más gobiernosmilitares.Un lapso que se salva del bochorno estadístico, aunque nodel institucional -ya que la democracia sucumbió variasveces entre azules y colorados, proscripciones, onganiato yotros breves generalatos- fue el de los 60, como que entrefines del 62 y comienzos del 75, el país creció de maneracuriosamente sostenida. Pero se trató nada más que de laexcepción que confirma la regla, ya que sólo sirvió paradesembocar otra vez en la rutina de las décadas perdidas,que comenzó con ese amasijo histórico que combinó rodrigazo,lopezreguismo, montonerismo y dictadura militar yque terminó de hacer puré lo que quedaba de los 70 y losprimeros años de los 80. Vale decir, algo así como otros 10años tirados al sumidero.Y quedan estos últimos 20 años que, a juicio de la mayoría,también fueron para depositar en el tacho. Casi 10 se losllevaron la inflación y la híper. Y la otra decena, tras un inicio queapuntaba al Primer Mundo y a brillar por su estabilidad,concluyó en endeudamiento abismal, devaluazo, defaultazo ycon los acreedores del país llorando por las esquinas.Ahora bien, llegados a este punto de la historia, parecería quesólo los muy viejos tienen algún derecho a evocar tiemposmejores, mientras que al resto no le cabe otra que morderse debronca por no haber sido capaces de acertar ni un placé. Sinembargo, se presenta una situación paradojal que puede dartanto para la depre como para el regocijo. En efecto, con tantasdécadas como oportunidades perdidas, el tipo tiene derecho alamentarse por la situación en que hoy se encuentra, cuandopodría estar viviendo como un jailaife.. Pero del mismo modo yhe ahí lo peculiar de la cosa, si fuera realmente cierto que salvolos próceres del 80 y uno que otro gobernante más o menoslúcido, alcanzaron a hacer progresar al país a lo largo de estos200 años, pues entonces habría que estar más que contentos.Porque la Argentina de hoy, con sus menos, es cierto, perotambién con sus más, que los hay, no sería el producto deltalento y del esfuerzo de sus hombres, sino de un milagro. Loque, en el fondo, vendría a confirmar lo que los nativos, a pesarde todo, no dejan de pensar ni uno solo de sus días sobre laTierra: que Dios es argentino. Hasta el punto que, a veces, sedistrae.98 octubre-noviembre de 2003
Aquí va aviso40octubre-noviembre de 2003 99