Poemas <strong>de</strong> FranciscoAranda Ca<strong>de</strong>nasSoy viento <strong>de</strong> la edad <strong>de</strong>sdibujada,Soy mudanza <strong>de</strong> los campos,Soy fugaz edad tardía,Apenas amapola enrojecida,La lengua <strong>de</strong>l mar babeaSu ira en las arenas,Como mi corazón asaltaLas terrazas <strong>de</strong>l aireCuando la soledad esTan sólo azucena y <strong>de</strong>sengaño,Sueño <strong>de</strong>l girasol al mediodía,Fruta <strong>de</strong>sgajada en las acequias,Del otoño sola hoja entreverada,La nieve en el valle <strong>de</strong>shelada.Una ave <strong>de</strong>sdichadaQue yace bajo la oblicua longitudDe las palmeras.Tras la noche vencida, en esta bahíaSin nombre, hay un jazmínMuerto <strong>de</strong> ausencias y un toroSe llena <strong>de</strong> tu ausencia mi escritura.Regurgitando sombras, rumiando espinasVoy junto al otoño que <strong>de</strong>speina a las muchachas.Helado bajo una sombra <strong>de</strong> sangre,Y hay en la ventana rotaUna niña que gimeSobre el alféizar.De todos mis corazones, el más secretoLo he perdido en una lenta bandada <strong>de</strong> gaviotas,Y los bolsillos se ensanchan <strong>de</strong> aturdida memoriaComo la tierra se dibuja <strong>de</strong> sepias y amarillos.Es la soledad primeraY últimaCuando todo se reduce a un vagoRecuerdo <strong>de</strong> la muerte.Nacido en Málaga, España; pasé mi infancia y adolescencia entre provincias, allí don<strong>de</strong> nací, y por tierras <strong>de</strong> Almería (España), lugar en el quehe trabajado la mayor parte <strong>de</strong> mi vida. Actualmente resido en Cd. Obregón, Sonora (México) don<strong>de</strong> <strong>de</strong>seo terminar la carrera <strong>de</strong> Psicología ycolaborar en un proyecto <strong>de</strong> preservación lingüística <strong>de</strong> la lengua indígena yaqui.8<strong>Yuku</strong> <strong>Jeeka</strong>, No. <strong>55</strong>
LOS HÜTTICHy los PalmerMARCO ANTONIO CAMPOSDe mis ancestros ingleses y alemanes ignoro casi todo. Llegaron en el curso <strong>de</strong>l siglo XIXy con la voluntad a cuestas fincaron en la tierra <strong>de</strong> los zacatecos. Hicieron los Palmernegocio <strong>de</strong> sombreros y los Hüttich o Hütting se llenaron <strong>de</strong> óxido y oro corrosivo enla hacienda minera <strong>de</strong> San Bernabé y miembros <strong>de</strong> las familias se unieron para formar<strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia. La abuela paterna, Juana Hüttich Palmer, se preciaba <strong>de</strong>l árbol genealógico(aprecio que heredaron padre y mis dos tías mayores). Abuela <strong>de</strong>sesperaba por la limpiezaal límite, el or<strong>de</strong>n maniático y con abuelo luchaba para no querernos. Cuando a sumuerte padre quiso darme fotografías <strong>de</strong> ambos, volví la cabeza y miré por la ventana.Pero abuelo que traía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Real <strong>de</strong> Catorce impregnados en la piel el olor <strong>de</strong> fosfatosy polvos ulcerantes, pintaba cuadros con pincel hábil, diría diestro, <strong>de</strong> escenas <strong>de</strong> mar,<strong>de</strong> bosques, <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s volcanes, <strong>de</strong> casas y calles <strong>de</strong> pueblos <strong>de</strong> miseria. La gloriaartística representó para él lo mismo que los billetes usados que <strong>de</strong>sechaba en el Banco <strong>de</strong>México en la década <strong>de</strong> los veinte. “Salud y pesetas”, me <strong>de</strong>cía al fijar la ficha <strong>de</strong> dominó,y padre memorizaba aritméticamente al triple el juego <strong>de</strong> los jugadores para ganar casisiempre. Padre me legó <strong>de</strong>l abuelo en el testamento tres cuadros y mi hermana me dio <strong>de</strong>la abuela un separador <strong>de</strong> libros.Cuando oigo el inglés <strong>de</strong> Inglaterra y el alemán <strong>de</strong> Alemania algo remueve la sangrepero <strong>de</strong>saparece pronto como señales luminosas que se apagan en el tablero electrónicoa la partida <strong>de</strong>l tren. Quizá, digo, quizá rayas sombrías <strong>de</strong>l alma, el veneno parsimonioso<strong>de</strong> la atroz locura que sombrío cae gota a gota en el vaso <strong>de</strong>l cerebro, un cierto regustopor el or<strong>de</strong>n (que difícilmente aplico), provenga <strong>de</strong> esa estirpe oscura que a veces creíavérseme revelada en inviernos lluviosos <strong>de</strong> principios <strong>de</strong> los noventa en las ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong>Salzburgo y Viena. Pero jamás visité Inglaterra, y Alemania, <strong>de</strong> pensar en sombras largasy en ciuda<strong>de</strong>s idénticas al color <strong>de</strong> la niebla o <strong>de</strong> la noche, me recorre <strong>de</strong> niebla un calosfrío,y prefiero oír cómo los pájaros rompen el mediodía y gorjean y trinan en los follajes<strong>de</strong> los plátanos <strong>de</strong> color <strong>de</strong> plata y aceituna en el soleado sur <strong>de</strong> Francia. Quizá por esoescribo en la pequeña terraza <strong>de</strong> un café <strong>de</strong> Saint-Rémy, en un julio <strong>de</strong> furioso sol, cerca<strong>de</strong>l Mediterráneo y lejos <strong>de</strong>l adiós trístido <strong>de</strong> las golondrinas.1996<strong>Yuku</strong> <strong>Jeeka</strong>, No. <strong>55</strong>9