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Leer Revista Yuku Jeeka n° 55 - Dirección General de Vinculación ...

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Beethoven o VivaldiEDUARDO LANGAGNEDespués <strong>de</strong> la comida, la pareja <strong>de</strong> ancianos se acomodóen sus lugares habituales; ella, en el sillón <strong>de</strong> dos plazas,una <strong>de</strong> las cuales ocupaba su canastilla <strong>de</strong> mimbre y susestambres, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong>l tejido a medio hacer; él, en la viejamecedora que rechinaba al moverse sobre la duela <strong>de</strong>l piso<strong>de</strong> la habitación.Aún era temprano y <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la ventana ambos podían verun parque repleto <strong>de</strong> niños cuyos gritos a veces alcanzaban acruzar la calle y llegar hasta ellos.El viejo encendió la radio acomodada encima <strong>de</strong> un antiguomueble, junto a la mecedora.La música apareció suave, a medio volumen, como siempre.Por la ventana podían verse algunas nubes, acaso lasmismas <strong>de</strong> siempre, pasar. El viejo entrecerró los ojos paraconcentrarse mejor en la música.¿Que es eso? preguntó la mujer, rutinariamente.Supongo que Beethoven respondió el hombre, sin convencimiento.Música <strong>de</strong> Beethoven había escuchado muchas vecespor ese mismo aparato, pero también <strong>de</strong> Vivaldi y <strong>de</strong> otros,¿quién pue<strong>de</strong> reconocer uno <strong>de</strong> otro?La vieja tomó sus agujas y reanudó el tejido parsimoniosamente.Ya está cerca el fin <strong>de</strong> año, dijo.Mmh, murmuró el viejo, como asintiendo.¿Tú crees que vengan Alberto y Felisa?No lo creo, mujer, no lo creo respondió el viejo intentandoser al mismo tiempo dulce y convincente. Nuestros hijos estánsiempre llenos <strong>de</strong> cosas por hacer.El año pasado no vinieron reprochó la mujer . ¿Estaránotra vez tan ocupados?El viejo estaba oyendo simultáneamente la música y laspalabras <strong>de</strong> su esposa. Podía hacerlo. Después <strong>de</strong> tantos años<strong>de</strong> práctica lo había logrado. Los hijos no vendrían a fin <strong>de</strong>año, ninguno <strong>de</strong> los dos. Sus familias, sus ocupaciones, ladistancia, en fin. Ambos vivían en otras ciuda<strong>de</strong>s, lejanas sinduda, muy lejanas.¿Si no vienen cenaremos con los Garcés? comentó la mujer,como si hubiera escuchado las reflexiones <strong>de</strong>l hombre.¿Sí, mujer, cenaremos con ellos respondió el viejo.La tar<strong>de</strong> caía plomiza sobre el parque <strong>de</strong> enfrente que poco apoco se iba quedando sin niños. Conforme el tiempo avanzabase marchaban también los adolescentes y las parejas <strong>de</strong> novioscomenzaban a ocupar las bancas. La música <strong>de</strong> la radio continuaba;era otra obra ahora la que se <strong>de</strong>jaba oír. Un violíntocaba varios pasajes solo y luego <strong>de</strong>jaba espacio a la orquesta;a ratos se oía la orquesta a plenitud, y en otros momentos seescuchaba el violín tocando una melodía solitaria y algo triste,mientras oscurecía paulatinamente.12La vieja avanzaba con su tejido.En la memoria <strong>de</strong>l viejo pasó la imagen <strong>de</strong> Carmen, laCarmen <strong>de</strong> hacía treinta años, como una película, se sabe.Carmen con su vestido gris, tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> lluvia, un café <strong>de</strong> la calleMa<strong>de</strong>ro. El viejo tomándola <strong>de</strong> la mano, ambos mirándosea los ojos. Carmen con un vestido floreado. Carmen con untapado tejido a mano. Carmen con peineta. Carmen joven,sonriente. El viejo alegre, joven. ¿Dón<strong>de</strong> estará Carmen ahora,tantos años <strong>de</strong>spués?Carmen y el viejo charlando en un café <strong>de</strong> Dolores. Unamesa <strong>de</strong>l fondo. Carmen sonriendo. Carmen y el viejo besándoseen un parque.El violín tocaba en ese momento una melodía muy suavey la orquesta, en segundo plano, acompañaba. La vieja manteníaun ritmo muy lento con su tejido y el viejo continuabarecordando.Carmen <strong>de</strong>snuda en una habitación en penumbras. Carmenriendo. El viejo intentó recordar cuántos años había duradosu relación con Carmen: diez o doce, intuyó. Para un viejo eslo mismo diez o doce; o veinte, o treinta.Recordó <strong>de</strong> pronto el último día que vio a Carmen, cuandose <strong>de</strong>spidió para siempre <strong>de</strong> él porque no quería seguirasí; llegar a vieja, estar sola mientras el hombre pasaba lasNavida<strong>de</strong>s con la familia. Ella entendía; entendía muy bien.Todos esos años incluso lo había aceptado, pero había tomadola <strong>de</strong>cisión: lo <strong>de</strong>jaría, lo <strong>de</strong>cía llorando.El violín parecía ahora más sentimental. Había logrado<strong>de</strong>jar al viejo con un sentimiento profundo. El instrumentosonaba igual que el llanto <strong>de</strong> un hombre solo. La vieja comenzóa <strong>de</strong>shacer su tejido sin per<strong>de</strong>r su tranquilidad.No haré un suéter para Alberto dijo convencida. Te tejeréuna bufanda para que la estrenes el año nuevo.Sí, mujer, es buena i<strong>de</strong>a, iremos a cenar afuera en el añonuevo indicó el viejo amorosamente mientras el violín tocabacon mayor intensidad otra vez junto con la orquesta.¿Qué es eso? volvió a preguntar la mujer.Supongo que Vivaldi dijo el hombre.Detrás <strong>de</strong> la ventana podía verse el parque solo, la habitaciónestaba en penumbras. El violín daba las últimas notasmientras la orquesta esperaba la entrada final. La vieja iniciabalas vueltas <strong>de</strong> la bufanda cuando el viejo se levantó <strong>de</strong>la mecedora, encendió la luz y se acomodó entre la canastilla<strong>de</strong> mimbre y su esposa.Me haces mucha falta le dijo, y le besó la frente. La viejale acarició la mejilla.Mañana será un bonito día para salir al parque comentó,mientras la música sonaba plena y brillante.<strong>Yuku</strong> <strong>Jeeka</strong>, No. <strong>55</strong>

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