12.07.2015 Views

Leer Revista Yuku Jeeka n° 55 - Dirección General de Vinculación ...

Leer Revista Yuku Jeeka n° 55 - Dirección General de Vinculación ...

Leer Revista Yuku Jeeka n° 55 - Dirección General de Vinculación ...

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

UN RETORNO Y DOS ADIOSESCARLOS J. MÁVITA CORRALVARIAS DÉCADAS DESPUÉS, cuando volvió a El Polvorón, aquelpueblo no era más que un terrón <strong>de</strong> greda en medio <strong>de</strong>l valle.Se quitó el sombrero con la mano izquierda y la diestra lesecó la frente. Agachó la vista, vio sus huaraches cruzadosGoodrich Euzkadi, <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>dos resbaló la fotografía en sepiaque conservaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el día en que partió a buscarse la vidaen la ciudad.Los recuerdos agridulces <strong>de</strong> su infancia estaban ya lejanosy borrosos como la nube <strong>de</strong> sus ojos tristes. Toda la nostalgia<strong>de</strong> los años se <strong>de</strong>sparramó por su rostro convirtiéndose enlástima al ver la choza en que nació, <strong>de</strong>svanecida a tierra duray palos <strong>de</strong> mezquite. Meditabundo se sentó bajo la higuera queplantara su padre aquella remota tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> verano en que losniños comían sandía hasta tener cursera, cuando los hombresarriaban el ganado y la prosperidad era lo único que pintabaal salir el sol <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> los maizales. Tenía entonces siete años,los últimos <strong>de</strong> su niñez.A solas consigo mismo y sus memorias, Efrén Espinozaevocó el prodigioso día en que fue a Ciudad Obregón consu papá a comprar vino. Salieron <strong>de</strong>s<strong>de</strong> temprano en la viejacarreta tirada por el jamelgo azabache <strong>de</strong>l tío Tino, el mássimpático regor<strong>de</strong>te <strong>de</strong>l pueblo. En la calle Meridiano separaron a comprar unos refrescos <strong>de</strong> la Mister Q y cuandosalieron <strong>de</strong> la tienda vieron en el suelo un boleto <strong>de</strong> lotería,el infante lo levantó entregándolo a su padre.-¿Pa’ que quiero ese papel?- le dijo al pequeño mientras selo guardaba en la bolsa <strong>de</strong> su camisa Mariscal menos rota quetenía, la que usaba para salir.-Es <strong>de</strong>l sorteo <strong>de</strong>l radio, dicen que un señor se hizo rico conuno <strong>de</strong> esos y ya no tuvo que trabajar nunca, apá- respondiócon seguridad como todo un conocedor.-Mejor vámonos, que se hace tar<strong>de</strong> y parece que va a llover,las nubes están muy negras- le or<strong>de</strong>nó a su hijo. Subieron alrodal y prosiguieron el rumbo.Al llegar al mercado municipal, Efrén sería espectador <strong>de</strong>un evento que los incrédulos <strong>de</strong>spués convertirían en leyenda.Caminaban hacia la vinatería cuando el cielo se partió endos y cayó un banco <strong>de</strong> mariscos en media calle: mojarras,lisas, pargos y hasta langostas, que al caer no se hicieron niun rasguño y que ambos aprovecharon para llevar al pobladoen una cubeta.-¿Ya ve apá? Se me hace que hoy andamos <strong>de</strong> suerte- comentófeliz cuando iban <strong>de</strong> vuelta a El Polvorón, con el bal<strong>de</strong><strong>de</strong> peces recolectados y dos toneles <strong>de</strong> vino para ven<strong>de</strong>r altriple <strong>de</strong> precio.-Tal vez sí, morrito- y se sonrió con un dulce gesto <strong>de</strong> progenitorque quedaría intacto por siempre como una imagenin<strong>de</strong>leble en el corazón <strong>de</strong> Efrén.<strong>Yuku</strong> <strong>Jeeka</strong>, No. <strong>55</strong>Llegaron a la al<strong>de</strong>a cuando el sol rayaba el horizonte estrechándoloen suaves matices garzos y rosados; cuando laspalmeras eran sombras que parecían gigantes y los quinquésempezaban a pren<strong>de</strong>rse. Entonces sus seis hermanos pequeñoscorrieron a recibirlos, el padre sacó <strong>de</strong> una bolsa paletaspara darles. Luego, cuando los otros se habían ido, prendió laradio <strong>de</strong> pilas a un volumen que nadie, excepto él, escuchara.Estaba el sorteo <strong>de</strong> la lotería, sacó el billete <strong>de</strong>sdoblándolo concautela, y prestó atento oído. El niño gritón <strong>de</strong> la bocina dijoel primer número, que correspondía al que habían encontrado;nombró el segundo y la suerte le sonreía; el tercero, igual;así llegó hasta el último. Dio un salto <strong>de</strong> su silla <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra,subió todo el sonido y llamó a la familia con él, quería quepresenciaran aquel milagro.-¿Por qué no? Ya vi caer peces <strong>de</strong>l cielo este día, y en lamañana un centenar <strong>de</strong> mochomos se subió por el chorrocuando estaba orinando y me picaron por todos lados. Se mehace que hoy es mi día- le <strong>de</strong>claró a su esposa que no entendíalo que pasaba.-¿Te volviste a tomar la mercancía, verdad? Ya te dije que esoes para ven<strong>de</strong>rse- luego guardó silencio para oír el escándalo<strong>de</strong>l aparato.Los tambores <strong>de</strong>l radiorreceptor hicieron redoble y elchiquillo gritón dio el último número. Con el pulso agitado enlas sienes escuchó que no era el esperado. Apagaron el audio,se quedaron serios por un momento.Efrén fue con su papa pidiéndole que entraran a la casa acomer los mariscos. Eso pareció reanimarlo. Pusieron el discocon aceite y todos cenaron lisas fritas. Nadie preguntó nada,nunca comentaron <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> las trajeron, fue un secreto que,aunque querían contarlo a todo el mundo, no lo platicaronpor ser un lazo sin voz que los mantenía unidos en un pactoespecial <strong>de</strong> camara<strong>de</strong>ría.Esa noche, mientras los <strong>de</strong>más dormían, Efrén y su papáseguían <strong>de</strong>spiertos. El niño pensaba en ese como el mejor día<strong>de</strong> su vida, al lado <strong>de</strong>l viejo, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> que el alimento le habíacaído mal y no le permitía <strong>de</strong>scansar. Mientras tanto, el padrese retorcía aún <strong>de</strong>l dolor por culpa <strong>de</strong> las hormigas.Con una lágrima en su mejilla, el añoso Efrén Espinoza selevantó, dio una palmadita a la higuera, se colocó el sombrerocon la zurda y secó la lagrimilla con la <strong>de</strong>recha. Se fue <strong>de</strong>lpueblo, esta vez para siempre, como llegó, caminando porla vereda en que anduvo con su padre antes <strong>de</strong> que murieracuando él estaba a punto <strong>de</strong> cumplir ocho años.El viento sopló, y una fotografía en sepia quedó sepultadapor el polvo <strong>de</strong> un pueblo fantasma.17

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!