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Eduardo Galeano - Bocas Del Tiempo

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<strong>Eduardo</strong> <strong>Galeano</strong><strong>Bocas</strong> del tiempoPor el aire viajan palabras que en idioma arbolés dicen: peligro, y dicen: cuidado. Y entoncestambién los árboles cercanos se defienden transpirando veneno.Quizás ha sido así desde que los primeros árboles se irguieron sobre la tierra, y semultiplicaron, y tan inmensos fueron los bosques que, según dice la tradición, una ardilla podíarecorrer el mundo de rama en rama.Ahora, entre desierto y desierto, los árboles sobrevivientes mantienen viva esta antiguacostumbre de buenos vecinos.MudosMuchos son los anillos que sus cumpleaños les han dibujado en el tronco. Estos árboles,estos gigantes añosos, llevan siglos clavados en lo hondo de la tierra, y no pueden huir.Indefensos ante las sierras eléctricas, crujen y caen. En cada derrumbamiento se viene abajo elmundo; y el pajarerío queda sin casa.Mueren asesinados los viejos incómodos. En su lugar, crecen los jóvenes rentables. Losbosques nativos abren paso a los bosques artificiales. El orden, orden militar, orden industrial,triunfa sobre el caos natural. Parecen soldados en fila los pinos y los eucaliptos de exportación,que marchan rumbo al mercado internacional.Fast food, fast wood: los bosques artificiales crecen en un ratito y se venden en unsantiamén. Fuentes de divisas, ejemplos de desarrollo, símbolos del progreso, estos criaderos demadera resecan la tierra y arruinan los suelos.En ellos, no cantan los pájaros.La gente los llama bosques del silencio.SolosEl guacamayo era muy pichón cuando fue volteado el árbol donde tenía su nido.Preso en una jaula, entre las cuatro paredes de una casa, pasó toda su vida.Cuando la dueña murió, quedó abandonado. Lo recogió la familia Schlenker, que en lascercanías de Quito tiene un refugio para animales tristes.Este guacamayo nunca había visto un pariente. Ahora no se entiende con los demásguacamayos, ni con ninguno de sus primos de la familia papagaya.Ni con él se entiende. Acurrucado en un rincón, tiembla y chilla, se arranca las plumas apicotazos, tiene el pellejo sangrante y desnudo.Pobre bicho, digo. Más solo, imposible. Pero Abdón Ubidia, que me ha Ilevádo al refugio, mepresenta al solo más solo del mundo.Es el último aguti paca, o cuy de monte, que pasa las noches caminando en círculos y pasalos días escondido bajo el tronco hueco de un árbol caído. Él es el único de su especie que quedavivo en esta región. Todos los suyos han sido exterminados.Mientras espera la muerte, no tiene a nadie con quien conversar.HoudiniSus secuestradores le habían cortado un ala, cuando lo cazaron en la selva. Kitty Hischier loencontró en el mercado de Puerto Vallárta. Le dio lástima, lo compró para liberarlo. Pero el loro no41

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