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Eduardo Galeano - Bocas Del Tiempo

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<strong>Eduardo</strong> <strong>Galeano</strong><strong>Bocas</strong> del tiempode tizne. Y luego otros cazadores fueron dejando en la piedra las huellas de sus manosempapadas en colores que venían de la sangre, el carbón, la tierra o las plantas.Trece mil años después, cerquita del río Pinturas, en la ciudad de Perito Moreno, alguienescribe en una pared: Yo estuve aquí.El pintorGüiscardo Améndola, vecino del barrio, iba a pintar un mural en un bar de la costa. Me invitóa acompañarlo.No llevó caja de pinturas, ni pinceles, ni escalera, ni nada. No era así como yo meimaginaba a Miguel Ángel camino de la Capilla Sixtina, pero mis pocos años no me dabanderecho a hacer preguntas.Nos esperaba una gran pared negra.Améndola se subió a una silla y sacó del bolsillo una moneda de borde dentado. Moneda enmano, atacó. Y el filo hirió la pared con largas líneas blancas, que se cruzaban sin ton ni son. Yolo miraba hacer, sin entender esa esgrima. Después de unas cuantas estocadas, vi aparecer unfaro en la negrura, un poderoso faro que se alzaba entre las rocas y daba luz al oleaje.Aquel faro, nacido de una moneda, iba a salvar del naufragio a los marineros de los barcos ya los borrachitos del mostrador.El fotógrafoEra jugador de fútbol. Jugando para la selección nacional de Cuba, un pelotazo lo tumbó.Parecía muerto. <strong>Tiempo</strong> después, despertó en el hospital. Estaba vivo. Estaba ciego.Ahora, Hiladio Sánchez es fotógrafo. Cámara en mano, ejerce sus artes de manosanta de laimagen. Elige el tema que mejor le suena, mide la distancia caminando y ajusta el diafragmasegún la intensidad del calor. Y cuando todo está listo, dispara.Hiladio fotografía la luz del sol, que guía los pasos de las horas y de la gente.No fotografía la luz de la luna. Cada noche. esos dedos helados le tocan la cara. Y el ciegose hace el sordo.Los escultoresEl cerro Piltriquitrón tiene la cabeza en las nubes. Hasta hace poco, la cabeza era bosquequemado, Ahora, es bosque tallado,Uno de los incendios que se han hecho habituales en la Patagonia había atacado el cerro. Yentonces los artistas escultores, venidos de aquí y de allá, subieron hasta esa cumbre y sepusieron a trabajar los troncos que el fuego había volteado o mutilado.Los árboles, ¿estaban muertos, o se hacían los muertos? Durante una semana, día tras día,los escultores hicieron su tarea. Y por gracia y magia de sus manos, ese cementerio se haconvertido en teatro.La función comienza cuando usted llega. Un tronco gigantesco es ahora un arlequín,despatarrado, con un solo sombrero y dos cabezas. El arlequín da la bienvenida. Y los visitantes58

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