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E vocació n<br />

de P i ñ era<br />

M iguel I turria<br />

M i g uel I turria<br />

M i g uel I turria<br />

Salvo para actores, dramaturgos, narra-‐<br />

dores y especialistas de nuestra literatura,<br />

Piñera es un eco de ecos, un mito literario<br />

más que un creador proteico, experimental y<br />

vanguardista, que merece el reencuentro de<br />

los lectores con su escritura y la escenifica-‐<br />

ción de sus dramas, tragedias y comedias. El<br />

2012 puede ser ese punto de inversión pues<br />

existe un programa de homenajes, ediciones<br />

y reposición de sus piezas teatrales; lo cual<br />

resulta justo pues desde 1961 a 1968 Virgilio<br />

���������������������������������<br />

-‐<br />

��� , y de 1969 hasta su muerte pasó al ostra-‐<br />

cismo total. Sobrevivió como traductor de<br />

francés, pero su nombre desapareció de las<br />

revistas y periódicos, sus dramas dejaron de<br />

ser representados y sus cuentos, poemarios y<br />

ensayos fueron engavetados.<br />

Al igual que su antípoda José Lezama Li-‐<br />

ma, otro famoso excluido de las librerías por<br />

razones extraliterarias, Virgilio Piñera fue<br />

percibido como un peligro por los censores;<br />

tal vez por su desdén ante la mítica de la<br />

violencia y el denominado realismo socialis-‐<br />

ta. Paradójicamente, ambos serían reincor-‐<br />

CUANDO UN ESCRITOR se convierte en mito porados tras la muerte. Lezama como símbo-‐<br />

generalmente es más comentado que leído. lo de�����������<br />

-‐���������� �������������� -‐<br />

En el caso de Virgilio Piñera Llera (Cárdenas, ����������������������������������<br />

-‐<br />

4.8.1912-‐La Habana, 18.10.1979), quien arri-‐ tística. Virgilio, menos barroco y más colo-‐<br />

ba a su primer cumplesiglos y es reincorpora-‐ quial, como paradigma del teatro contempo-‐<br />

do al panteón literario cubano tras dos déca-‐ ráneo cubano.<br />

das de paulatino desagravio postmorten, la<br />

Como todo creador célebre, Virgilio tuvo<br />

mayoría de las personas que evocan su nom-‐ su leyenda negra: fama de conflictivo y ma-‐<br />

bre apenas han leído sus cuentos, novelas, jadero, intolerante e hipercrítico con la tra-‐<br />

poemas, ensayos, dramas y tragedias. En vez dición, no con sus discípulos �Antón Arrufat,<br />

de buscar sus libros, repiten las campanadas José Triana, Abilio Estévez, Reinaldo Are-‐<br />

en torno a su marginación, su condición ho-‐ nas�, quienes ofrecieron su perfil humano y<br />

mosexual, su excentricismo, la����������������<br />

las claves para adentrarnos en su legado poé-‐<br />

sostenidas con Lezama Lima, sus respuestas tico, narrativo y teatral. Los dramaturgos<br />

sarcásticas y nimiedades acerca del miedo que percibieron su maestría y significación se<br />

que sentía, el traje que usaba, el paraguas y, sintieron atraídos por los �������������������<br />

en el mejor de los casos, su honestidad inte-‐ al mundo oficial, su humor corrosivo, su posi-‐<br />

lectual frente a los comisarios de la cultura ción de francotirador, su iconoclasta rebeldía<br />

en aquellas décadas de aplausos, silencios y y hasta su oscura leyenda de incontables<br />

exclusión.<br />

due����������������

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